jueves, 27 de diciembre de 2007

ANTONIO ALCALA GALIANO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

ANTONIO ALCALA GALIANO
(1789-1865)

“Y peregrino por la tierra extraña
siempre esperaba el día
en que, pisando el suelo de mi España,
feliz me llamaría.”
Antonio Alcalá Galiano.

LA VOZ DEL ORADOR ROMANTICO

Alcalá Galiano fue un romántico, lo fue en su vida entera. Escritor neoclásico como toda la primera generación romántica española, en 1834, se atreve a proclamar lo que verdaderamente era, en el prólogo a El moro expósito, de su amigo y compañero el Duque de Rivas. Fue el orador romántico, género que sin él hubiera quedado manco. Y fue el historiador desde dentro, el primer hombre que en España hizo historia política general partiendo de sus propias acciones y pasiones.

Antonio Alcalá Galiano nace el 22 de julio de 1789 en Cádiz, que era una ciudad abierta al comercio de mercancías e ideas y la de más alto nivel de vida de España. Hijo de una familia ilustre fue precoz en todo: en el gusto por las letras, en el amor, casado en secreto a los diecinueve años; en el conocimiento del extranjero, en el manejo de las lenguas inglesa y francesa, en la política, en el riesgo y el atractivo de la conspiración; también en los desengaños, amarguras y reveses.

Fue un apasionado defensor de la independencia nacional frente a la invasión napoleónica y un entusiasta colaborador de la empresa de las Cortes de Cádiz. Alcalá Galiano, en rigor, asistió al nacimiento de la política, en el sentido moderno de la expresión, en España. Político imaginativo, fue hombre de ideas y de palabras, hombre de gesto literario y de facundia andaluza, conocedor del poder y la magia de la palabra; liberal, exaltado. Fue Alcalá Galiano, orador en Cádiz en la época constituyente; orador tumultuoso y apasionado. Fue el retórico por excelencia, el hombre que hacía vibrar y estremecerse a los hombres y mujeres apasionados de la era romántica. Fue también conspirador, hombre de sociedades patrióticas a la luz del día o a la luz incierta de los cafés políticos, de sociedades secretas, nacidas como hongos cuando faltó la libertad de discusión.

La culminación de Alcalá Galiano se puede situar en 1819 y 1820, en la preparación de la sublevación de Las Cabezas de San Juan para restablecer la Constitución y la libertad política. El terror absolutista de 1823, nunca igualado hasta entonces en España, trajo dos condenas de muerte sobre Alcalá Galiano. Entonces, como tanta veces en la historia de España, muchos españoles, para salvar la libertad o la vida, tienen que emprender el camino del extranjero. Alcalá Galiano, con la mayoría de los emigrados de 1823, se dirigió a Inglaterra. Allí estuvo “en olvido y en pobreza”, hasta que fundada la Universidad de Londres, en 1828, fue el primer titular de su cátedra de Lengua y Literatura Española.

El escritor gaditano escribía regularmente en las revistas Madrid, El Laberinto y El Piloto y en los periódicos gaditanos El Imparcial, El Redactor General y La Tertulia Patriótica de Cádiz. Publicó una importante carta, durante su exilio en el Times donde afirmaba que la mayoría del pueblo español deseaba una constitución liberal. Entre sus obras destacan, El espíritu de las revoluciones modernas, Recuerdos de un anciano y sus Memorias.

Alcalá Galiano ha dejado sus mejores páginas a los recuerdos del Cádiz juvenil, del Madrid ilusionado y rebelde y a los de aquel barrio londinense de Somers Town, casi colonizado por los liberales emigrados, donde un sereno daba la hora en español y donde había un árbol escuálido, al que los emigrados llamaban, apasionadamente, el “árbol de Guernica”.

En 1830, Alcalá Galiano pasa a Francia, pero no pudo volver a España hasta 1834, después de once años de destierro. A partir de su regreso, se produce una crisis en su actitud política. Poco a poco se va acercando a los moderados. Alcalá Galiano ocupa transitoriamente puestos de importancia, incluso el ministerio de Marina; es representante de España en Turín y en Lisboa; cuando se ve despojado de sus cargos acepta la dirección del famoso Colegio de San Felipe Neri, en su Cádiz natal. No puede apartarse del mundo político para el que ha nacido, pero su insatisfacción es grande: “Los gobiernos -escribe- son cosa imperfectísima en todas épocas y naciones y lo son más ahora que en otro tiempo alguno”.

El final de su vida había de confirmarlo. Ministro de Fomento en el gabinete de Narváez, en el Consejo de Ministros, celebrado el 11 de abril de 1865, mantuvo una violenta discusión con González Bravo, ministro de Gobernación, a quien Alcalá Galiano reprochó vivamente la intervención de la fuerza armada en la noche de San Daniel, en la que hubo unos cuantos de estudiantes muertos, y un par de centenares de estudiantes heridos. Un ataque cerebral deja fulminado a Alcalá Galiano, que muere pocas horas después. El viejo doceañista, el orador del romanticismo, a pesar de sus concesiones, moría reclamando la libertades públicas y los derechos fundamentales.

La melancolía acompañó frecuentemente a este orador romántico que, al regreso de su largo destierro, clamaba: “Cuando vagaba, de trabajos lleno, / del patrio suelo ausente, / un porvenir dichoso allá en su seno / me pintaba la mente”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Gracias.

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