domingo, 6 de junio de 2010
Antonio de Solís y Rivadeneyra ~ Francisco Arias Solís
EN EL IV CENTENARIO DE ANTONIO DE SOLIS Y RIVADENEYRA
(1610-1686)
“Decidme en lo que estimáis
vuestros suspiros constantes,
aunque en lo poco que cuestan
se ven lo poco que valen.”
Antonio de Solís. El amor al uso.
LA VOZ DE UN NOTABLE ARTISTA
Solís tiene una gran importancia como historiador, pero fue muy celebrado también como comediógrafo. Su teatro se distingue por su predominante tono satírico, particularmente en torno al tema del amor, cuyos móviles examina de un modo realista, positivo y, a veces, cínico, bien diferente de las caballerescas actitudes que parecen consustanciales con la comedia áurea española. Quizá por este cinismo elegante las comedias amorosas de Solís fueron gustadas y celebradas durante el siglo XVIII, con preferencia a las obras maestras de otros dramaturgos. Merecen destacarse La gitanilla de Madrid, Un bobo hace ciento, El doctor Carlino, título igual al de una comedia de Góngora, y sobre todo El amor al uso, su mejor obra, que fue traducida por Scarron con el título de L’amour à la mode. Solís escribió poesías líricas –sagradas y profanas- de gusto gongorino, y Cartas.
Antonio de Solís y Rivadeneyra nació en Alcalá de Henares el 18 de julio de 1610. Cursó sus estudios en la Universidad de su ciudad natal para concluirlos en el Universidad salmantina, donde se graduó en los dos derechos.
Compuso su primera comedia, Amor y obligación, a los diecisiete años, en 1627, y estuvo al servicio del Conde de Oropesa, como secretario. En medio de sus dificultades que, como él mismo dice, le dejaron obligado a “deshacerme del coche y comerme las mulas, a fuer de sitiado”, fue protegido por don Alonso Carnero.
Recibió las órdenes sacerdotales a los 57 años (1667), y, a la muerte de Antonio de León de Pinedo (1661), fue designado Solís para cubrir la vacante de Cronista de Indias. Falleció en Madrid, el 19 de abril de 1686, siendo enterrado en la capilla de Nuestra Señora del Destierro del convento de San Bernardo.
El amor al uso es una deliciosa comedia, quizá de las más ágiles y divertidas que, en su especie, ha producido nuestro teatro. Su lectura constituye una gran sorpresa, porque el desenfado de las situaciones y la intención y gracia de los conceptos que allí se exponen sobre el amor son de lo más moderno, y no dudamos que su representación haría las delicias de un público de nuestros días.
Su fama más durable está vinculada a la Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional conocida por el nombre de Nueva España cuya primera edición apareció en Madrid en 1684, y que compuso en cumplimiento de sus deberes como cronista de Indias. La obra de Solís es de considerable extensión; su relato se centra, lógicamente, en torno a la figura del conquistador Hernán Cortés pero se ocupa también muy en detalle de todos los otros capitanes –Alvarado, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval, Diego de Ordaz-, de la famosa Marina y de los jefes aztecas; refiere el proceso de la penetración en el país, y concede asimismo gran espacio a las costumbres de los naturales, ritos, ceremonias, creencias, habitaciones, comidas, juegos, vestidos, que no trata agrupadamente en apartados especiales, sino injiriendo su descripciones entre los hechos de las conquistas, según se ofrece ocasión; con ello logra en su libro una amena variedad que cuenta entre sus mayores excelencias.
Solís es una notable artista, y con su Historia se cierra de manera brillante la larga y rica serie de los cronistas del Nuevo Mundo. Su prosa es un modelo de estilo, de la que no puede decirse que represente propiamente el momento en que se produce, porque los epígonos del barroco despeñaban ya la literatura, hacia los mas absurdos excesos. Su arte de narrador se evade de modas y formas caprichosas para mantenerse en un fiel del más genuino clasicismo, si por tal entendemos la afortunada alianza de la belleza y de la sobriedad. Se comprende muy bien que el cambio de gustos no le afectara en las épocas siguientes y que su libro haya gozado en todo tiempo de general estima: Y como dijo nuestro poeta: “Pudo extinguirse el aliento, / más no usurparte la voz / que de la forma veloz / el bronce la ha repetido, / y halla en el bronce el oído, / cuando a los vientos la fía, / no sé que dulce armonía / que dura más que el sonido”.
Francisco Arias Solís
Paz y Libertad.
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