jueves, 31 de julio de 2008

Max Jacob por Francisco Arias Solis

MAX JACOB
(1876-1944)

“¡Ay, no quedan esperanzas!
Mi alma está triste.
Ni padre, ni madre,
ni hermano, ni amigo.
Mi miseria impertinente.
Ah, si no obstante se supiera
cuán tierno y contrito
me ha hecho la desventura.”
Max Jacob.

LA VOZ DEL ARTISTA CUBISTA

El cubismo fue la cuna de Guillaume Apollinaire, Max Jacob, Cendrars, Cocteau, Reverdy, Salmon y otros poetas franceses que, tras iniciarse en el cubismo, dieron lugar a nuevos movimientos, como Paul Eluard, Aragón y André Bretón, sólo por citar algunos de los más conocidos y también para poner de manifiesto el origen eminentemente lírico de todos los nuevos movimientos literarios que tanto proliferaron en el pasado siglo.

Max Jacob nació en Quimper, Bretaña, el 12 de julio de 1876. Deja sus estudios para seguir a los cubistas que se instalaron en Montmartre, Parìs. Distinguido entre los representantes más característicos de la entonces novísima escuela literaria, ejerció variadas y extrañas profesiones y cultivó la poesía, la novela, el teatro y la pintura. El artista cubista Max Jacob hubo de vivir una negra bohemia, vendiendo acuarelas y dibujos realizados por él, hasta que se convirtió al catolicismo en 1915 (su padrino fue Picasso), tras abjurar de sus orígenes judíos, y vivió como lego en el monasterio de Saint-Benoit sur Loire. Max Jacob hizo diversas incursiones en el neoimpresionismo en la pintura, y el surrealismo y el dadaísmo en la literatura. En febrero de 1944, apresado por los nazis en Saint-Benoit, fue deportado al Campo de concentración de Drancy, donde murió el 5 de marzo de 1944.

La poesía de Max Jacob se caracteriza, dentro del orden cubista, por la regularidad de su verso y el virtuosismo de su rima, animada siempre por el humor del que hace gala a través de su obra, en duro contraste con sus circunstancias personales. Su producción alcanza cuarenta volúmenes en los que se observa una singular y estética amalgama de realismo y fantasía, fervor religioso y satanismo.

Citamos entre sus obras: San Martorel (1911), que constituye su primera gran aportación literaria en el campo de la novela mística, El sitio de Jerusalén (1914), su obra más importante, que coincide con su conversión al catolicismo, El cubilete de los dados (1917), poemas en prosa, su obra más conocida, precursora del surrealismo, La defensa de Tartufo (1919), escrita tras su conversión, no varía en nada el sentido de su humor optimista, y la subtitula: Éxtasis, remordimientos, visiones, plegarias y meditaciones de un judío converso, en la que expone sus ideas filosóficas y religiosas, El laboratorio central (1920), libro de poemas. Max Jacob da a sus personajes-marionetas de origen burgués un relieve extraordinario. En este aspecto sobresale L’homme de chair et L’homme reflet en el que compone un gran fresco social del ambiente inmediato a la primera gran posguerra. El humorismo de Max Jacob se parangonó, en literatura, al de Chaplin, particularmente en lo que respecta a su poesía y novelas de prosa lírica. Y como dijo el artista cubista: “Si soy demasiado pesado para ir hacia Dios, camilleros cárguenme, y si no tienen camilla fabriquen una con mis sufrimientos entrelazados”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias


Paz y libertad.
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Gracias.

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