sábado, 30 de junio de 2007

JESUS DE GALINDEZ POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JESUS DE GALÍNDEZ
(1915-1956)

“Cuando se piensa que nuestros gudaris defendieron
durante tres meses los cuarenta kilómetros que separaban
el frente de Bilbao... el orgullo de ser vasco se justifica”
Jesús de Galíndez.

LA VOZ DEL PERIODISTA DESAPARECIDO

El capítulo de la emigración republicana española en Santo Domingo se cierra con un apéndice trágico. Mientras duró la guerra mundial, y sobre todo desde que se perfiló la victoria de los aliados, los españoles gozaron de una relativa libertad. Por razones políticas Trujillo trató de dar por entonces a su Gobierno las máximas apariencias democráticas; llegó a organizar él mismo una oposición y hasta legalizó la existencia del Partido Comunista. Pero la guerra fría de la postguerra le permitió modificar radicalmente su táctica. Por otra parte, los grupos dominicanos que le eran adversos organizaron desde el extranjero expediciones armadas, con la ayuda o tolerancia de algún que otro gobierno de los territorios del Caribe. Y aunque los conatos de invasión fracasaron fueron suficientes para desatar una represión cada vez más dura contra enemigos y disconformes de toda especie. Tres exiliados españoles, Jesús de Galíndez, delegado del Gobierno autónomo vasco en Nueva York, Alfredo Pereña, joven abogado catalán, y José Almoina, funcionario de Correos que había cursado Letras en la Universidad de Santiago de Compostela, que ya no vivían en Santo Domingo, figuran entre las víctimas.

Jesús de Galíndez y Suárez había nacido en Amurrio (Alava), en 1915, pero se educó en Madrid donde su padre ejercía la medicina. Hizo los primeros estudios con los jesuitas de Chamartín y en la Universidad cursó los de Leyes. Fue profesor de Derecho Civil de la Universidad de Madrid.

A su actuación durante la guerra de España se refiere él mismo en la obra titulada Los vascos en el Madrid sitiado, que es un reportaje de cómo varios nacionalistas vascos, entre ellos el propio Galíndez, organizaron al estallar la guerra civil su comité vasco con bandera y todo para transformarse luego, desde la entrada de Irujo en el ministerio republicano, en delegación del gobierno autónomo vasco. Galíndez cuenta con gran detalle la labor de aquel grupo en la organización de las milicias y sobre todo en favor de los vascos residentes en Madrid que acudían en busca de un salvoconducto al principio de la contienda o esperando más tarde ser evacuados del Madrid asediado y hambriento. Durante la guerra española escribió unos “ensayos poéticos” bajo el título de Ensueños.

En Santo Domingo empezó ganándose la vida como taquígrafo. Estenografiaba cursos y conferencias en la universidad, que luego vendía a los estudiantes, a quienes ayudó también en la redacción de algunas tesis. Por poco que ganara le bastaba para sostenerse siendo soltero y sin familiares a su cargo. Por otra parte vivió al principio, como otros exiliados solteros, en casa de una familia amiga, la de Alfredo Matilla.

Galíndez acabó siendo profesor de la Escuela Diplomática y Consular. Durante su estancia en Santo Domingo publicó, además de artículos en revistas del país y extranjeras, dos libros de carácter jurídico y uno histórico en la editorial Ekin de Buenos Aires fundada por exiliados vascos. Pero hubo otro puramente literario, Cinco leyendas del trópico, que apareció en Santo Domingo y fue premiado en un concurso organizado con motivo del centenario de la república. Colaboró en la Revista Jurídica Dominicana.

Desde que se estableció en Nueva York a principios de 1946 para ser delegado del Gobierno autónomo vasco en los Estados Unidos, sus actividades políticas se centraron por una parte en torno al exilio vasco republicano y por otra en los intentos que se organizaron para derribar a Trujillo. Entretanto trabajaba principalmente como periodista, y a él se debió uno de los mejores reportajes que se han publicado sobre la vida de los puertorriqueños en Nueva York. Con el periodismo alternaba sus estudios en la Columbia University, donde daba también algunas clases de historia hispanoamericana. Ultimando ya su tesis doctoral sobre La era de Trujillo en la que exponía minuciosamente la realidad del aparente Estado de derecho dominicano, publicó un resumen de la misma en Cuadernos Americanos de México.

El 12 de marzo de 1956 por la tarde, al salir de la universidad, Galíndez desapareció. Según todos los indicios, agentes de Trujillo lo llevaron a un campo de aviación de las cercanías de Nueva York y desde allí lo trasladaron en avión a Santo Domingo. Nada se ha sabido de él desde entonces. Sólo al cabo de algún tiempo vino a averiguarse que el piloto americano del avión, Gerald Murphy, había desaparecido también, y con él uno tras otro todos los que intervinieron en el increíble secuestro, desde el guardián del campo de aviación hasta el capitán De la Maza, dominicano que custodió en su viaje a Galíndez. Según se dijo, uno de los tres individuos que mataron a Trujillo en 1961 era hermano de dicho capitán.

La era de Trujillo puede considerarse como una extensa y minuciosa crónica periodística. A una introducción cronológica que comprende año tras año desde 1930, fecha en que alcanzó el poder Trujillo, hasta 1955, siguen los capítulos dedicados al examen del régimen político: reformas constitucionales, elecciones -siempre unánimes en dar al victorioso el total de los votos existentes-, libertades políticas -encubridoras del terror gubernamental-, destrucción de los antiguos partidos y organización del partido único, instituciones sociales, estilo personal del tirano, política internacional...

Siendo el objeto esencial mostrar la divergencia existente entre las apariencias constitucionales y jurídicas de la república y la realidad de un poder personal omnímodo, Galíndez, a diferencia de otros autores, no hace hincapié en la persecución política -de la que él mismo sería víctima- sino más bien en el funcionamiento de todo aquel artilugio montado precisamente para ocultar el carácter dictatorial del régimen. La meticulosidad de Galíndez permite ver claramente el increíble bizantinismo a que había llegado el sistema para dar apariencias legales a la arbitrariedad personal del dictador.

La muerte de Galíndez constituye por su parte un heroico sacrificio en aras de la verdad, y es un ejemplo más de la vesanía del tirano que no contentándose con hacerlo matar desde lejos, como hizo con otros, quiso darse la satisfacción de que fuese ejecutado en Santo Domingo, quizá en su presencia y quién sabe si no por él mismo.


Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
WIKIPEDIA: http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Arias_Sol%C3%ADs


Donde mora la libertad, allí está mi patria. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm

Gracias.

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