sábado, 24 de mayo de 2008

Georg Brandes por Arias Solis Francisco

GEORG BRANDES
(1842-1927)

“Lo más terrible de la guerra es que mata
todo amor a la verdad.”
Georg Brandes.

LA VOZ DE UN ESPIRITU ARISTOCRATICO
EN LAS FILAS DE LA IZQUIERDAS

Georg Brandes es una figura clave, en los países nórdicos, para la renovación cultural a través de la superación del romanticismo y el nacimiento de una literatura preocupada por la problemática social. De formación hegeliana, su pensamiento se enraíza en el positivismo lógico. El literato e historiador danés está considerado como uno de los críticos más inteligentes de su época.

Georg Brandes nació en Copenhague el 4 de febrero de 1842 y falleció en su ciudad natal el 19 de febrero de 1927. De familia judía, inició los estudios de derecho en la Universidad de Copenhague, estudiando posteriormente filosofía y estética. Graduándose en esta última en 1864, de la que se doctoró en 1870 con La estética francesa de nuestros días. Impartió clases en la Universidad de Copenhague pero al ser rechazado para el puesto de profesor de Estética por las autoridades universitarias por su origen judío y su ateismo, Brandes se marchó a Berlín en 1872, donde permaneció cinco años. A su regreso a Dinamarca dio clases particulares. Al acceder el poder el Partido Liberal fue nombrado profesor de Estética en 1902, puesto que ocuparía hasta su muerte.

De Brandes puede decirse que si bien su país le admiraba, ciertamente no le amaba, o, cuando menos, no como amó a Andersen. Brandes es un crítico, un filósofo, un pensador, descendiente de judíos portugueses, con cualidades propias de éstos, que resultó profundamente antipático para algunos, por ser hombre de lucha, removedor de grandes ideas de las que más preocupan a la humanidad, propagandista de una libertad de pensamiento que atacaba los cimientos de toda religión. Pero por encima de todo esto, que, al fin, no le condujo más que a labrar enemistades entre los poderosos de su época, es un crítico literario todo agudeza, sagacidad y abundante erudición. Es una de esas figuras europeas para quienes resultan estrechos los límites de la propia nacionalidad. No hay obra de Ibsen que no haya sido juzgada inmediatamente a su aparición por la pluma de Brandes, y la opinión de éste solía ser casi siempre la más seguida. Nietzsche consideró a Brandes un digno interprete de su filosofía. Autor de una imponente obra crítica, entre la cual destaca particularmente una serie de conferencias que dictó y luego publicó bajo el título Las grandes corrientes de la literatura en el siglo XIX (1872-1890). Son, en su conjunto, una brillante exposición de la nueva ideología artística reflejada en la literatura europea, que ejerció una gran influencia en su país y en el resto de Europa. Esta obra le creó numerosos admiradores y también muchos enemigos. Como él mismo dijo, “contiene un trozo de la historia del alma europea, y su fondo es político, no literario”.

Donde tuvo más enemigos fue, precisamente, en ese campo filosófico, social y político. Se le tuvo unas veces por socialista, otras por anarquista, a él, que era más bien un espíritu aristocrático, y siempre por revolucionario, no sin razón, aunque afirmara que la política le era indiferente y que nunca había tomado parte en sus luchas. Sin embargo, la Iglesia, la prensa y la universidad, todos vieron en él a un enemigo, y tan impopular le hicieron que, cansado de la lucha con los que se oponían al triunfo de las nuevas ideas por su pluma defendidas, las positivistas de Taine y Stuart Mill, abandonó su país más de una vez, profundamente disgustado, y se fue a Alemania, como hemos dicho, donde contrajo matrimonio, residió algunos años y se dedicó al estudio de la lengua alemana, para hablar y escribir en ella de modo perfecto, contribuyendo, al par que su propia gloria, a la de personalidades como Nietzsche, Ibsen, Björnson, etc.

Brandes escribió además La literatura de los emigrados (1872), La escuela romántica en Alemania (1873), La reacción en Francia (1874), El naturalismo en Inglaterra (1875), La escuela romántica en Francia (1881), La joven Alemania (1890), así como una serie de biografías de personajes por los que sentía admiración (William Shakespeare, Friedrich Nietzsche, Goethe, Miguel Ángel, Voltaire).

Con los años, Dinamarca acabó por apreciarle casi tanto como otros países que no eran el suyo, y él volvió a residir en Copenhague, rodeado de una pequeña corte de admiradores, condecorado por el rey con la medalla de oro por el mérito a los setenta años; pero tristemente convencido de que la juventud (como antes los viejos), no estaba con él, que iba más lejos o más cerca, y entre tanto le dejaba sólo, en el orgulloso retiro de su cuarto de estudio, materialmente tapizado de libros, proclamando que él, incrédulo en tantas cosas esenciales, no creía en la democracia, ni en la ley de las mayorías, sino en las aristocracias y en los genios, únicos impulsores; pero que, a pesar de todo, era un escritor que figuraba y figuraría siempre en las filas de las izquierdas. Brandes ya nos había dicho en 1884: “Y no quiero servir a la democracia, porque no soy demócrata; sin embargo, quisiera servirme de la democracia en provecho del pueblo”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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