EDUARDO ZAMACOIS
(1873-1971)
“En pocos meses el film quedó terminado. En él aparecían:
Pérez Galdós, en el jardín de su casa; Ramón y Cajal,
en su laboratorio; Jacinto Benavente, dirigiendo un ensayo;
Valle-Inclán metido en la cama, escribiendo; los inseparables
Azorín y Baroja, en la calle, ante un puesto de libros viejos;
Blasco Ibáñez en su quinta de Fontana-Rosa; Santiago Rusiñol,
en Aranjuez, pintando y navegando por el Tajo; Romero de Torres,
en su museo de Córdoba; Emilio Carrere, representando,
asistido por una bella actriz, su poesía «La musa del arroyo»;
los hermanos Álvarez Quintero, dialogando una comedia,
según hacían antes de sentarse a escribirla. Y en distintos
lugares y situaciones: Wenceslao Fernández Flórez,
Villaespesa, Hoyos y Vinent, Mariano Benlliure, Linares Rivas.”
Eduardo Zamacois.
LA VOZ DE LA LITERATURA ERÓTICA
Zamacois es, junto a Felipe Trigo, uno de los más importantes narradores de novela erótica en el primer tercio del siglo XX, sirviendo de puente entre la novela naturalista y la novecentista.
Eduardo Zamacois marcó en su evolución un notable progreso a lo largo de su prolongada vida literaria, continuada en el exilio a partir de 1939. Si la novela de su primera época mostraba la frivolidad y ligereza del llamado género sicalíptico, la de su segunda etapa dejó paso a un realismo de mayor enjundia dramática; sus personajes fueron algo más que muñecos manejados a capricho por el autor.
Eduardo Zamacois nació en Pinar del Río, Cuba, el 17 de febrero de 1873 y murió exiliado en Buenos Aires, Argentina, el 31 de diciembre de 1971. Con cuatro años de edad se trasladó con su familia a Bruselas y luego a París. Siendo un adolescente, llegó a Sevilla, de donde pasó a Madrid, estudiando en la Universidad. Abandonados los estudios se dedicó al periodismo y la literatura. En 1897 colaboró con el semanario Germinal, fue fundador de las publicaciones semanales El Cuento Semanal (1907) y Los Contemporáneos (1909), donde aparecían narraciones cortas, colaboró con las revistas El Gato Negro, ¡Ahí Va! y fue también el fundador y director de Vida Galante. Marcha a América en 1910 y recorres varios países, dos años después vuelve a España y al estallar la Primera Guerra Mundial se traslada a Paris como corresponsal de La Tribuna. Vuelve a Hispanoamérica en 1917 dando conferencias que más tarde continuó por Europa y el norte de África. En 1936 Zamacois se encontraba en Madrid, donde conoce los efectos devastadores de la guerra civil y convertido en cronista, visita los frentes próximos. Más tarde residiría en Valencia y Barcelona, en esta última ciudad, trabaja en Mi Revista, publicación periódica publicada por Eduardo Rubio, quien le edita la novela El asedio de Madrid (1938). A finales de enero del 1939, Zamacois emprende el camino del exilio, marcha primeramente a Francia, de donde consigue llegar a México y después a los Estados Unidos y Argentina, estableciéndose en Buenos Aires, donde falleció.
Con motivo del homenaje a Cervantes organizado en 1947, en el destierro, se puso a la venta Rinconete y Cortadillo, que fue la primera entrega de La Novela Española, publicación editada en Toulouse que en su presentación decía no ser “una publicación de partido, sino una revista cultural”, y haberse asegurado la colaboración, entre otros, de los siguientes novelistas exiliados: Luis Capdevilla, Antonio Espina, Alejandro Casona, Arturo Serrano Plaja y Eduardo Zamacois.
La precocidad de Zamacois le hizo publicar a los dieciocho sus primeras novelas Consuelo y La enferma (1896). Punto Negro su primer gran éxito apareció un año más tarde, y más de 60 ediciones en veinte años demostraron el favor del público. Seguidamente publicó otras muchas obras como Incesto (1900), El seductor (1902), Memorias de una cortesana (1903), o Sobre el abismo (1905). En El otro (1910) y La opinión ajena (1913), consideradas sus obras maestras, apunta un sentido de lo dramático y una hondura de los que carecían sus anteriores obras. Algunos de sus títulos posteriores: Una vida extraordinaria (1925), Memorias de un vagón de ferrocarril (1929), Los muertos vivos (1932), El delito de todos (1933) y La antorcha apagada (1935), son obras que se caracterizan por una mayor sobriedad de los asuntos. En el exilio, entre otras obras, dio unas interesantes memorias, Un hombre se va (1964) y la novela El misterio de un hombre pequeñito (1970). Y como dijo nuestro novelista: “El medio es algo que se pega al carácter como el perfume a los vestidos”.
Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
No se puede ser libre más que entre libres. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
sábado, 31 de mayo de 2008
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