RAFAEL CANSINOS-ASSÉNS
(1882-1964)
“Allí me aduermo silencioso,
frente al Sur invisible
hacia el que está imantado mi cuerpo,
frente al Sur donde soy
eternamente niño.”
Rafael Cansinos-Asséns.
LA VOZ DE UN HIJO DEL SUR
“Me vuelvo hacia el Sur- escribía Cansinos-Asséns-, y veo caras tristes y hurañas; ¿por qué en la tierra más rica esas caras de indigentes?”. Y añadía: “El Sur es la efusión, la llama viva, el cielo que lanza sin cesar estrellas errantes a todo los puntos del horizonte... El Sur es la eterna seducción generosa que incita al Norte a ser florido y pródigo. Para defenderme de la aridez, yo exprimo la esponja empapada en dulzuras de mi corazón del Sur”.
Crítico, novelista y poeta, Cansinos-Asséns fue el propulsor de los movimientos vanguardistas, en especial del ultraísmo. Movimiento que nace alrededor de Cansinos-Asséns, en su tertulia del café Colonial, de Madrid. El manifiesto ultra se publicó en otoño de 1918. Lo encabezaba la firma de Cansinos-Asséns e iba firmado -entre otros- por Xavier Bóveda, Cesar A. Comet, Pedro Garfias y J. Rivas Panedas. Inmediatamente las revistas controladas por Cansinos, excelente crítico literario apoyaron el movimiento: Cervantes y Grecia. Pero el auténtico portavoz del movimiento será la revista Ultra que aparece en enero de 1921 y finaliza en febrero del año siguiente. El ultraísmo constituye una veta que influirá más o menos subterráneamente no sólo en los poetas de movimiento sino en los de la generación de los años 20, especialmente en Gerardo Diego, Juan Larrea, Pedro Salinas e incluso, tangencialmente, en el propio Juan Ramón Jiménez.
Rafael Cansinos-Asséns nace en Sevilla el 24 de noviembre de 1882. En el colegio de los padres escolapios realiza sus primeros estudios. A los once años fallece su padre. A los doce años se traslada a Madrid. Allí comienza a estudiar idiomas y entra en el periódico La Correspondencia de España.
Su primer cuento aparece en la revista literaria El Arte hacia 1898, también aparecen cosas suyas en Vida Nueva, revista de la generación del 98, dirigida por el gaditano Dionisio Pérez, y en el periódico El País.
Cansinos fue desde muy pronto un modernista convencido, colabora en Helios (1903), Revista Latina y Renacimiento (1907). Su primer libro El candelabro de los siete brazos, considerado como una de las primeras tentativas de implantar la prosa poética, data de 1914. Coincidiendo con los inicios del Ultraísmo , Cansinos pasa a dirigir la revista Cervantes, al tiempo que figura como redactor de la prestigiosa revista sevillana Grecia.
Cansinos fue el introductor en España de Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges y Miguel Ángel Asturias. “Cuando se queda sin esos brillantes huéspedes –decía Gómez de la Serna-, vuelve a su calle solitaria y le acompañan los perros de pastor que encuentra”. Entre 1918 y 1925, la estrella de Cansinos llega a su cenit. Su actividad literaria es ingente e incesante. Mantiene tertulias en viejos cafés como “El Colonial” o “El Pilar”. Autor prolífico, dio a la imprenta multitud de estudios literarios y ensayos, libros de poesía, novelas, evocaciones, etc. Entre sus novelas, citaremos: El secreto de la sabiduría, La que tornó de la muerte, La huelga de los poetas, En la tierra florida, Los sobrinos del diablo, La pobre Meca y El movimiento V.P., novela en clave que señala su ruptura con el ultraísmo. Entre sus ensayos destacan: España y los judíos españoles, Ética y estética de los sexos, Poetas y prosistas del Novecientos, El divino fracaso, El amor en El Cantar de los Cantares y la serie La Nueva Literatura. Las novelas de Cansinos representan un esfuerzo considerable de innovación. En la tierra florida exalta su nostalgia y su amor por Andalucía y Sevilla, designadas bajo los términos “la tierra florida” y “la ciudad florida”.
En 1925, Cansinos entra en La Libertad, periódico de tendencia republicana, y hasta la guerra civil sólo mantuvo una entrega semanal. En ese mismo año la Real Academia Española le otorga el premio Chirel por sus trabajos de crítica, hubo quien se opuso alegando que la Academia no podía conceder un premio a un judío, al año siguiente, el Gobierno francés le condecora con las Palmas Académicas.
Aislado de sus compañeros de generación, olvidado por los antiguos ultraístas y el grupo de Pombo, desconocido por los más jóvenes, Cansinos se va recluyendo en su desdeñosa soledad, en su divino fracaso. “En el Sur efusivo, en nuestro Sur –nos dice el poeta-, hay hombres que callan largamente, y cierran los labios, como si hubieran hecho un voto de silencio”. Cansinos va a ir sumiéndose extrañamente en un silencio que, tras la guerra civil, le vendría impuesto por el franquismo, en el informe de un tal Julio Padillano, falangista, aparece la razón para privarle del carnet de prensa: “Periodista y escritor judío, habiendo escrito varios libros y folletos en defensa del judaísmo”.
Cansinos fue siempre un hombre de ideas avanzadas. Ni la guerra ni la posguerra significaron un cambio fundamental para este escritor que llevaba ya varios años exiliado de la literatura.
Su labor a favor de lo sefardí fue gigantesca. Sin facilidades para publicar nada en España, fue envejeciendo silenciosamente, sin claudicaciones ni sarcasmos. En América que se le recordaba, se publicaron sus últimos libros: Los judíos en la literatura española, Los judíos en Sefard, Mahoma y el Corán.
Cansinos tenía al morir 81 años. En Madrid, el 7 de septiembre de 1964 emprende su último viaje: “Ávido de reposar / en ese lugar último / tibio y amplio hacia el Sur...”.
Francisco Arias Solis
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Gracias.
jueves, 30 de abril de 2009
miércoles, 29 de abril de 2009
Rafael Laffón por Francisco Arias Solis
RAFAEL LAFFON
(1895-1978)
“Sonaba tu melodía.
¿Sonó? ¿Sonaba en mi puerta?
La calle estaba desierta,
y en mi puerta nadie había.”
Rafael Laffón.
LA VOZ DEL ESPIRITU ANDALUZ
Rafael Laffón, amigo y colaborador de la infancia de Joaquín Romero Murube, su obra está llena hasta el rebose de ese espíritu lírico, que sabe de matices, que caracteriza al poeta andaluz y, naturalmente, al sevillano. Son muchos los que recuerdan y conservan como una joya aquellos primeros números de la revista Mediodía que fundara con Joaquín Romero, en 1926, y que tanta importancia tuvo como exponente de la nueva literatura y como punto de unión entre la poesía de Sevilla y las grandes figuras del 27.
Rafael Laffón es uno de los poetas más representativos de la poesía sevillana contemporánea, pues encarna en su amplia obra la variedad de tendencias que caracteriza la labor literaria de su generación.
Rafael Laffón Zambrano nació en Sevilla el 20 de abril de 1895. En su ciudad natal estudió el bachillerato y realizó también los estudios de Derecho y de Filosofía y Letras. Residió siempre en Sevilla, entregado de lleno a la creación literaria y al desempeño de sus tareas de funcionario técnico de la Administración. Colaboró en muchas revistas andaluzas de poesía y en otras muchas publicaciones españolas y extranjeras. Sus obras han sido traducidas al francés y al italiano. Rafael Laffón muere en Sevilla el 4 de noviembre de 1978.
Su actividad literaria abarca la creación poética, la prosa y la crítica, aunque es en la primera donde se sitúan sus mejores logros. Su poesía –como la de otros autores del 27 hunde sus raíces en el modernismo. Después de un primer libro de corte modernista, Cráter: versos de ingenuidad y violencia (1921) -otra obra de iguales características, El sol desaparecido (1922-1924), permaneció inédita hasta 1977-.
La evolución hacia el vanguardismo se consuma en los dos libros siguientes: Signo + (1927) e Identidad (1934). Se trata de una poesía hermética, dirigida a un público que sintoniza con las mismas claves estéticas de su autor, por lo que los matices de sus obras son sólo accesibles a una minoría. Las características de las mismas responden por lo demás a la corriente ultraísta. En esta época se registra también en Laffón una aspiración panteísta, que tiende a integrar la obra poética en la armonía del universo
.
Tras este ciclo inicial, la poesía laffoniana avanza hacia el que será su camino más característico. La tradición popular y la clásica –tanto la renacentista como la barroca- será el vehículo elegido después de la guerra para expresar su devoción religiosa, su pasión por Sevilla y el dolor y la soledad, provocados en 1949, por la muerte de sus esposa y, más tarde, por la de su madre. Entre los títulos más relevantes de esta época se cuentan: Romances y madrigales (1944), Poesías (1945), Adviento de la angustia (1948), Cantar del Santo Rey (1948) y Romances del Santo Rey (1951), dedicados a Fernando III. Estos libros se distinguen por su impresionismo colorista y juguetón. En ellos se incluyen poemas de tema religioso junto a composiciones plenas de musicalidad y colorido, de hondo sevillanismo -lo que se ha llamado “barroquismo” de Rafael Laffón-.
La última época de la poesía laffoniana se abre con Vigilia del jazmín (1952), libro clave que expresa la magnitud de un tiempo de dolor que podríamos calificar de lírica de testimonio personal. La comunicación directa, el tono confidencial sustituyen al grácil retoricismo anterior. La poesía de Laffón adquiere así la nota distintiva del intimismo. El ciclo se completa con A dos aguas (1962), La cicatriz y el reino (1964) y. Sinusoides y puzzle (1970).
En 1959 obtiene el Premio Nacional de Literatura por su obra antológica La rama ingrata.
Su obra en prosa está llena de lirismo y de amor a su Sevilla. Entre los títulos más relevantes de su obra en prosa se cuentan: Jardines de Sevilla (1921), Maternidad (1924), Ditirambo a las Cofradías (1926), Discurso de las Cofradías de Sevilla (1941) y Sevilla del buen recuerdo (1970).
Pero todo esto no tendría importancia si no fuera unido a una inmensa gama de valores humanos. Como hemos dicho manifestó la altura superior de su alma, llevando siempre de la mano aquel niño sensible que giraba y volaba en los caballitos, “tiovivos”, el carrusel..., de la calle del infierno de la Feria de Abril de Sevilla. Precisamente “fue una noche en que mis padres decidieron dar una vuelta por la feria (...). Cuando mi madre salvaba una cuneta entre dos paseos de los varios que corrían paralelos el arrecife de coches, se sintió enferma repentinamente en forma apremiante, inaplazable. Se cobijaron bajo una acacia, perplejos y sobresaltados. Ella no podía tenerse de pie, lívida, demacrada. Acudieron varias señoras, intentando transportarla a una caseta. Y en esto, providencialmente, cuando ya los feriantes se daban cuenta del lance, llegó el coche de unos amigos que a escape llevaron a mis padres a casa. A compás de las primeras claridades del alba, a las cuatro de la mañana de un día 20 de abril, fue el punto y hora en que un hombrecito comenzaba a llorar”.
Este poeta, tan sevillano, que nació a las cuatro de la mañana, a las cuatro en punto de la mañana, en la Feria de Abril, cuando la feria estaba en el Prado de San Sebastián, nos dice: “Para morir es buena cualquier hora / porque el tiempo se para mientras crece / la hierba o se espera / un golpe sin remedio en el costado”:
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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¡Necesitamos vivir en paz!
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Gracias
(1895-1978)
“Sonaba tu melodía.
¿Sonó? ¿Sonaba en mi puerta?
La calle estaba desierta,
y en mi puerta nadie había.”
Rafael Laffón.
LA VOZ DEL ESPIRITU ANDALUZ
Rafael Laffón, amigo y colaborador de la infancia de Joaquín Romero Murube, su obra está llena hasta el rebose de ese espíritu lírico, que sabe de matices, que caracteriza al poeta andaluz y, naturalmente, al sevillano. Son muchos los que recuerdan y conservan como una joya aquellos primeros números de la revista Mediodía que fundara con Joaquín Romero, en 1926, y que tanta importancia tuvo como exponente de la nueva literatura y como punto de unión entre la poesía de Sevilla y las grandes figuras del 27.
Rafael Laffón es uno de los poetas más representativos de la poesía sevillana contemporánea, pues encarna en su amplia obra la variedad de tendencias que caracteriza la labor literaria de su generación.
Rafael Laffón Zambrano nació en Sevilla el 20 de abril de 1895. En su ciudad natal estudió el bachillerato y realizó también los estudios de Derecho y de Filosofía y Letras. Residió siempre en Sevilla, entregado de lleno a la creación literaria y al desempeño de sus tareas de funcionario técnico de la Administración. Colaboró en muchas revistas andaluzas de poesía y en otras muchas publicaciones españolas y extranjeras. Sus obras han sido traducidas al francés y al italiano. Rafael Laffón muere en Sevilla el 4 de noviembre de 1978.
Su actividad literaria abarca la creación poética, la prosa y la crítica, aunque es en la primera donde se sitúan sus mejores logros. Su poesía –como la de otros autores del 27 hunde sus raíces en el modernismo. Después de un primer libro de corte modernista, Cráter: versos de ingenuidad y violencia (1921) -otra obra de iguales características, El sol desaparecido (1922-1924), permaneció inédita hasta 1977-.
La evolución hacia el vanguardismo se consuma en los dos libros siguientes: Signo + (1927) e Identidad (1934). Se trata de una poesía hermética, dirigida a un público que sintoniza con las mismas claves estéticas de su autor, por lo que los matices de sus obras son sólo accesibles a una minoría. Las características de las mismas responden por lo demás a la corriente ultraísta. En esta época se registra también en Laffón una aspiración panteísta, que tiende a integrar la obra poética en la armonía del universo
.
Tras este ciclo inicial, la poesía laffoniana avanza hacia el que será su camino más característico. La tradición popular y la clásica –tanto la renacentista como la barroca- será el vehículo elegido después de la guerra para expresar su devoción religiosa, su pasión por Sevilla y el dolor y la soledad, provocados en 1949, por la muerte de sus esposa y, más tarde, por la de su madre. Entre los títulos más relevantes de esta época se cuentan: Romances y madrigales (1944), Poesías (1945), Adviento de la angustia (1948), Cantar del Santo Rey (1948) y Romances del Santo Rey (1951), dedicados a Fernando III. Estos libros se distinguen por su impresionismo colorista y juguetón. En ellos se incluyen poemas de tema religioso junto a composiciones plenas de musicalidad y colorido, de hondo sevillanismo -lo que se ha llamado “barroquismo” de Rafael Laffón-.
La última época de la poesía laffoniana se abre con Vigilia del jazmín (1952), libro clave que expresa la magnitud de un tiempo de dolor que podríamos calificar de lírica de testimonio personal. La comunicación directa, el tono confidencial sustituyen al grácil retoricismo anterior. La poesía de Laffón adquiere así la nota distintiva del intimismo. El ciclo se completa con A dos aguas (1962), La cicatriz y el reino (1964) y. Sinusoides y puzzle (1970).
En 1959 obtiene el Premio Nacional de Literatura por su obra antológica La rama ingrata.
Su obra en prosa está llena de lirismo y de amor a su Sevilla. Entre los títulos más relevantes de su obra en prosa se cuentan: Jardines de Sevilla (1921), Maternidad (1924), Ditirambo a las Cofradías (1926), Discurso de las Cofradías de Sevilla (1941) y Sevilla del buen recuerdo (1970).
Pero todo esto no tendría importancia si no fuera unido a una inmensa gama de valores humanos. Como hemos dicho manifestó la altura superior de su alma, llevando siempre de la mano aquel niño sensible que giraba y volaba en los caballitos, “tiovivos”, el carrusel..., de la calle del infierno de la Feria de Abril de Sevilla. Precisamente “fue una noche en que mis padres decidieron dar una vuelta por la feria (...). Cuando mi madre salvaba una cuneta entre dos paseos de los varios que corrían paralelos el arrecife de coches, se sintió enferma repentinamente en forma apremiante, inaplazable. Se cobijaron bajo una acacia, perplejos y sobresaltados. Ella no podía tenerse de pie, lívida, demacrada. Acudieron varias señoras, intentando transportarla a una caseta. Y en esto, providencialmente, cuando ya los feriantes se daban cuenta del lance, llegó el coche de unos amigos que a escape llevaron a mis padres a casa. A compás de las primeras claridades del alba, a las cuatro de la mañana de un día 20 de abril, fue el punto y hora en que un hombrecito comenzaba a llorar”.
Este poeta, tan sevillano, que nació a las cuatro de la mañana, a las cuatro en punto de la mañana, en la Feria de Abril, cuando la feria estaba en el Prado de San Sebastián, nos dice: “Para morir es buena cualquier hora / porque el tiempo se para mientras crece / la hierba o se espera / un golpe sin remedio en el costado”:
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Foro Libre: Homenaje a Juan Luis Vives
FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)
Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
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“Desterrada la justicia que es vínculo de las sociedades humanas,
muere también la libertad que está unida a ella y vive por ella.”
Juan Luis Vives
HOMENAJE DE FORO LIBRE A JUAN LUIS VIVES
El próximo lunes, día 4, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del humanista Juan Luis Vives (1492-1540), con motivo del 469º aniversario de su muerte.
Este “maestro sapientísimo” según decía Feijoo, representa en España, además de un puro valor filosófico, el primer intento logrado de una actitud intelectual, llena de sentido experimental. Una de las cabezas liberales y nobles que España ha dado a la Humanidad y una de las figuras más interesantes del Renacimiento europeo. Su prestigio como pensador le coloca en una de las cimas del humanismo cristiano.
Este pensador y trotamundos polemista rebelde en la Sorbona, educador de príncipes y pulidor de princesas, amigo fervoroso de Erasmo, soñador de una patria universal, nostálgico perpetuo de su Valencia, siente un intenso amor por las cosas pequeñas. Juan Luis Vives ha sentido, acaso mejor que nadie, la eterna poesía de lo pequeño y cotidiano.
Tenía diecisiete años el filósofo valenciano cuando llegó a París. Su alma se rebelaba contra la rigidez de los maestros españoles y contra su falta de sentido de la realidad. La Sorbona le aburrió. Pero de París partían los caminos que conducían a todas las venturas del pensamiento.
Vives alcanzó prestigio en toda Europa. Es autor de numerosas obras, escritas en latín, de carácter filosófico, religioso, moral y pedagógico. De entre ellas destacan las siguientes: De prima philosophia, De anima et vita, De veritate fidei christianae, De institutione feminae Christianae, De causis corruptarum artium, Exercitatio linguae latinae, etc. De todos sus libros hay uno que alcanzó fama singular. Se llama De institutione feminae Christianae (Institución de la Mujer Cristiana). Cuando Vives escribe sus Diálogos, estaba ya muy enfermo, próximo a morir ya de gota y del mal de piedra. Acaso no haya libro en nuestra literatura tan íntimo y gustoso.
Cuando ya tenía cuarenta dos y años, y acaso presiente su próximo fin, le dijo amargamente, en una de sus cartas a Erasmo: “Pasamos tiempo difíciles, en los que no se puede hablar ni callarse sin peligrar”. Las persecuciones a las ideas, en todas partes redoblaban. En España gemían en el calabozo sus amigos Vergara y Tovar.
Francisco Arias Solís
No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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martes, 28 de abril de 2009
José Cadalso por Francisco Arias Solis
JOSE CADALSO
(1741-1782)
“Muerta Filis, el orbe nada espera
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y susto como el pecho mío.”
José Cadalso.
LA VOZ DE UN GADITANO ILUSTRADO
“Es Cadalso –escribía Azorìn- uno de los más simpáticos ingenios del siglo XVIII, resúmese en su obra –acaso mejor que en otra alguna- todo el espíritu de aquélla época”.
José Cadalso y Vázquez nace en Cádiz el 8 de octubre de 1741. Huérfano muy pronto de madre. La niñez de Cadalso transcurre bajo la tutela y la dirección de la familia materna, en especial de su abuelo y de su tío José Vázquez, sacerdote jesuita y hombre de letras.
En torno a 1750, su padre regresa de una prolongada estancia en América. Comienza entonces, en compañía del hijo, una serie de viajes de negocios por Europa. Cadalso estudia en el colegio parisino de Louis-Le-Grand, regentado por la Compañía de Jesús.
A su vuelta del extranjero, Cadalso completa su formación, en el Real Seminario de Nobles de Madrid. En 1760, Cadalso inicia un segundo viaje por Europa planeado al parecer con fines educativos, pues realizó estudios de Derecho y Política. Adquirió una sólida formación cultural y un conocimiento directo y vivo del espíritu de la Ilustración. Gran lector de los clásicos, conocía el latín, el francés, el inglés y el italiano. En 1762 ingresa como cadete en el regimiento de Caballería de Borbón y es nombrado capitán en 1764. Hasta 1776 no obtuvo el grado de Comandante y solo en 1782, un mes antes de su muerte, obtiene al fin el ascenso a coronel. Algunas damas de la aristocracia le obsequiaron con un trato de favor. Asistía asiduamente a las tertulias que la condesa-duquesa de Benavente mantenía en su palacio.
Con gran escándalo de la nobleza circuló por Madrid un libelo titulado Calendario manual y Guía de forasteros en Chipre, donde se hacía una descripción de las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca. El público, confiesa el propio Cadalso, “me hizo el honor de atribuírmelo diciendo que era muy chistoso”. Como consecuencia de ello, tuvo que salir desterrado de Madrid a Zaragoza, “empeñado, pobre y enfermizo”, al finalizar el mes de octubre de 1768.
Pasado los seis meses de destierro, regresa Cadalso a Madrid. Donde conoce a una de las más notables actrices de la época, María Ignacia Ibáñez, la “Filis” de sus poesías. Ella había estado en la corte desde 1768, cuando la trajeron a Cádiz para ser sobresalienta en la compañía de María Hidalgo. Sus amores con la actriz han dado lugar a toda una leyenda de marcado sabor romántico. Lo indiscutiblemente cierto es la sinceridad de ese amor y su breve duración, por la muerte inesperada de María Ignacia, de tifus, a los veinticinco años, en abril de 1771, como son incuestionables las críticas de la sociedad cortesana, escandalizada porque él era un militar y por añadidura de la Orden de Santiago, mientras que ella era una “famosa cómica”, como dice el propio Cadalso, “la mujer de mayor talento que yo he conocido y que tuvo la extravagancia de enamorarse de mí cuando yo me hallaba desnudo, pobre y desgraciado”. Fue un amor de unos meses tan sólo, que hizo al poeta recuperar su fe en valores humanos de los que habitualmente dudaba. No puede extrañar la grave enfermedad que le aquejó y la soledad en que se sintió vivir; no es necesario hacer literatura para interpretar su dolor y desesperación. Se comprende que ello le haya llevado al desahogo literario de Noches lúgubres.
Es evidente que la leyenda de un Cadalso desenterrador del cadáver de su amada y el destierro consiguiente ha nacido de la obra en sí, o sea, de la literatura. Pero es incuestionable que a su vez esa literatura ha arrancado del dolor personal derivado de una situación real y vivida: el amor por María Ignacia, la fidelidad que ella demostró hacia el arruinado militar, la perturbación de éste y su grave enfermedad como consecuencia de su prematura muerte.
Entre 1770 y 1774, Cadalso publica, entre otras obras, Solaya o los circasianos, drama en el que la censura exigió grandes modificaciones, el drama Don Sancho García, estrenado sin éxito por la propia María Ignacia, Noches lúgubres y Los eruditos a la violeta, cuya primera edición se agotó en pocos días. Ante el éxito conseguido, el autor publicó en el mismo año, 1772, El buen militar a la violeta, que vería la luz póstumamente.
Marcha a Salamanca donde conoce a Meléndez Valdés y otros escritores. En 1773 publica Ocio de mi juventud, libro poético que muestra una afinidad con Garcilaso, y un concepto de la poesía que el escritor gaditano contagia a sus amigos salmantinos. Entre todos ellos se da un sentido roussoniano de la amistad “la pasión más noble del hombre”.
Tras una corta estancia en Madrid (1774), Cadalso debe seguir a su regimiento, por tierras extremeñas y andaluzas. Destinado por propia voluntad a la Marina, en 1779, es destinado al frente de Gibraltar, donde muere el 27 de febrero de 1782.
La obra cumbre de Cadalso es una colección de 90 cartas, Cartas marruecas, que fueron publicadas en 1789, siete años después de su muerte. “Los políticos –escribía Cadalso- son unos hombres que no sueñan noche y día sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan”. Y añade: “Con el mimo tono dicen la verdad y la mentira. Sólo una cosa les falta. ¿Cuál es la cosa que les falta? No les falta más que entendimiento”. Es sorprendente la extraordinaria modernidad de la crítica social del ilustre escritor gaditano.
A pesar de su cultura, de su exquisita sensibilidad y de su extraordinario sentido crítico y de la lucidez con que supo ver los problemas de España, Cadalso vio frustradas muchas de sus esperanzas, entre ellas las del amor. Al final de su vida la nota dominante de su personalidad no es tanto el estoicismo como el escepticismo que nos recuerda a Larra. Cadalso siempre se mantuvo fiel a su lema: “Pero jamás con versos inhumanos / héroes he de llamar a los tiranos”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
No se puede ser libre más que entre libres.
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(1741-1782)
“Muerta Filis, el orbe nada espera
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y susto como el pecho mío.”
José Cadalso.
LA VOZ DE UN GADITANO ILUSTRADO
“Es Cadalso –escribía Azorìn- uno de los más simpáticos ingenios del siglo XVIII, resúmese en su obra –acaso mejor que en otra alguna- todo el espíritu de aquélla época”.
José Cadalso y Vázquez nace en Cádiz el 8 de octubre de 1741. Huérfano muy pronto de madre. La niñez de Cadalso transcurre bajo la tutela y la dirección de la familia materna, en especial de su abuelo y de su tío José Vázquez, sacerdote jesuita y hombre de letras.
En torno a 1750, su padre regresa de una prolongada estancia en América. Comienza entonces, en compañía del hijo, una serie de viajes de negocios por Europa. Cadalso estudia en el colegio parisino de Louis-Le-Grand, regentado por la Compañía de Jesús.
A su vuelta del extranjero, Cadalso completa su formación, en el Real Seminario de Nobles de Madrid. En 1760, Cadalso inicia un segundo viaje por Europa planeado al parecer con fines educativos, pues realizó estudios de Derecho y Política. Adquirió una sólida formación cultural y un conocimiento directo y vivo del espíritu de la Ilustración. Gran lector de los clásicos, conocía el latín, el francés, el inglés y el italiano. En 1762 ingresa como cadete en el regimiento de Caballería de Borbón y es nombrado capitán en 1764. Hasta 1776 no obtuvo el grado de Comandante y solo en 1782, un mes antes de su muerte, obtiene al fin el ascenso a coronel. Algunas damas de la aristocracia le obsequiaron con un trato de favor. Asistía asiduamente a las tertulias que la condesa-duquesa de Benavente mantenía en su palacio.
Con gran escándalo de la nobleza circuló por Madrid un libelo titulado Calendario manual y Guía de forasteros en Chipre, donde se hacía una descripción de las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca. El público, confiesa el propio Cadalso, “me hizo el honor de atribuírmelo diciendo que era muy chistoso”. Como consecuencia de ello, tuvo que salir desterrado de Madrid a Zaragoza, “empeñado, pobre y enfermizo”, al finalizar el mes de octubre de 1768.
Pasado los seis meses de destierro, regresa Cadalso a Madrid. Donde conoce a una de las más notables actrices de la época, María Ignacia Ibáñez, la “Filis” de sus poesías. Ella había estado en la corte desde 1768, cuando la trajeron a Cádiz para ser sobresalienta en la compañía de María Hidalgo. Sus amores con la actriz han dado lugar a toda una leyenda de marcado sabor romántico. Lo indiscutiblemente cierto es la sinceridad de ese amor y su breve duración, por la muerte inesperada de María Ignacia, de tifus, a los veinticinco años, en abril de 1771, como son incuestionables las críticas de la sociedad cortesana, escandalizada porque él era un militar y por añadidura de la Orden de Santiago, mientras que ella era una “famosa cómica”, como dice el propio Cadalso, “la mujer de mayor talento que yo he conocido y que tuvo la extravagancia de enamorarse de mí cuando yo me hallaba desnudo, pobre y desgraciado”. Fue un amor de unos meses tan sólo, que hizo al poeta recuperar su fe en valores humanos de los que habitualmente dudaba. No puede extrañar la grave enfermedad que le aquejó y la soledad en que se sintió vivir; no es necesario hacer literatura para interpretar su dolor y desesperación. Se comprende que ello le haya llevado al desahogo literario de Noches lúgubres.
Es evidente que la leyenda de un Cadalso desenterrador del cadáver de su amada y el destierro consiguiente ha nacido de la obra en sí, o sea, de la literatura. Pero es incuestionable que a su vez esa literatura ha arrancado del dolor personal derivado de una situación real y vivida: el amor por María Ignacia, la fidelidad que ella demostró hacia el arruinado militar, la perturbación de éste y su grave enfermedad como consecuencia de su prematura muerte.
Entre 1770 y 1774, Cadalso publica, entre otras obras, Solaya o los circasianos, drama en el que la censura exigió grandes modificaciones, el drama Don Sancho García, estrenado sin éxito por la propia María Ignacia, Noches lúgubres y Los eruditos a la violeta, cuya primera edición se agotó en pocos días. Ante el éxito conseguido, el autor publicó en el mismo año, 1772, El buen militar a la violeta, que vería la luz póstumamente.
Marcha a Salamanca donde conoce a Meléndez Valdés y otros escritores. En 1773 publica Ocio de mi juventud, libro poético que muestra una afinidad con Garcilaso, y un concepto de la poesía que el escritor gaditano contagia a sus amigos salmantinos. Entre todos ellos se da un sentido roussoniano de la amistad “la pasión más noble del hombre”.
Tras una corta estancia en Madrid (1774), Cadalso debe seguir a su regimiento, por tierras extremeñas y andaluzas. Destinado por propia voluntad a la Marina, en 1779, es destinado al frente de Gibraltar, donde muere el 27 de febrero de 1782.
La obra cumbre de Cadalso es una colección de 90 cartas, Cartas marruecas, que fueron publicadas en 1789, siete años después de su muerte. “Los políticos –escribía Cadalso- son unos hombres que no sueñan noche y día sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan”. Y añade: “Con el mimo tono dicen la verdad y la mentira. Sólo una cosa les falta. ¿Cuál es la cosa que les falta? No les falta más que entendimiento”. Es sorprendente la extraordinaria modernidad de la crítica social del ilustre escritor gaditano.
A pesar de su cultura, de su exquisita sensibilidad y de su extraordinario sentido crítico y de la lucidez con que supo ver los problemas de España, Cadalso vio frustradas muchas de sus esperanzas, entre ellas las del amor. Al final de su vida la nota dominante de su personalidad no es tanto el estoicismo como el escepticismo que nos recuerda a Larra. Cadalso siempre se mantuvo fiel a su lema: “Pero jamás con versos inhumanos / héroes he de llamar a los tiranos”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
No se puede ser libre más que entre libres.
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Gracias.
lunes, 27 de abril de 2009
Armando Palacio Valdés por Francisco Arias Solis
ARMANDO PALACIO VALDES
(1853-1938)
“Triste es llegar a una edad en que todas las mujeres
agradan y no es posible agradar a ninguna.”
Armando Palacio Valdés
Triste es llegar a la edad en
LA VOZ DE UN APOLOGISTA DE LA VIDA CAMPESTRE
Las obras de Armando Palacio Valdés alcanzaron en tiempo extraordinaria difusión, tanto en España como en el extranjero, hasta el punto que se puede afirmar que fue uno de los novelistas más leído y traducido.
Palacio Valdés, como la Pardo Bazán, comienza a escribir en la década del 80, la gran década realista, pero lo mismo que la escritora gallega, intenta, desde el primer momento, buscar nuevos caminos a un realismo floreciente pero, al parecer, sin futuro. Toda la obra novelesca de Palacio Valdés, anclada en este descubrir caminos, adolece de una falta de unidad notable. El escritor asturiano publica novelas naturalistas, realistas, psicológicas, dualistas y hasta novelas “rosas”. Sin embargo, todo a lo largo de su extensa obra, se va perfilando un mundo personal, e incluso personalísimo. Palacio Valdés es el primer novelista subjetivo de la generación del 68.
Armando Palacio Rodríguez-Valdés nace en Entralgo, aldea asturiana, el 4 de octubre de 1853. De familia acomodada, pasó su infancia en Avilés y Entralgo, estudió el bachillerato en Oviedo, donde trabó íntima amistad con Clarín. Pasa luego a Madrid para cursar la carrera de Derecho Se dio a conocer como crítico, colaborando en la Revista Europea, de la que llegó a ser director. En 1906 fue elegido académico, pero no ingresó en la Academia hasta 1920. Antes, y durante la primera guerra europea, había actuado como corresponsal en París; sus artículos fueron recogidos en el libro La guerra injusta. En los años 1927 y 1928 se le propuso para el premio Nobel. Palacio Valdés murió en Madrid el 28 de enero de 1938.
Desde 1881, fecha de la aparición de El señorito Octavio, hasta 1931, en que se publica Sinfonía pastoral, la producción novelística de Palacio Valdés se desarrolla en dos docenas de obras de tema y ambiente distintos. Acaso la nota predominante sea la regional y costumbrista; y atendiendo a ella, es decir, a los diversos escenarios en que sitúa la acción, se establecen los siguientes grupos. Novela asturiana: El señorito Octavio, El idilio de un enfermo, El cuarto poder, La fe, La aldea perdida, Marta y María, Sinfonía pastoral; novela madrileña, La espuma Riverita y Maximina, Papeles del doctor angélico, Tristán o el pesimismo; novela andaluza, La hermana de San Sulpicio, Los majos de Cádiz y Los cármenes de Granada. Completan la producción de Palacio Valdés: La novela de un novelista, El gobierno de las mujeres y La alegría del capitán Ribot.
La novela de Palacio Valdés nos ofrece un amplio panorama de la vida española durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Casi todas las clases sociales y profesiones u oficios hallan en ella representación. Sorprende un poco en esta producción la ausencia de problemas políticos, sin duda Palacio Valdés considera la política como algo secundario en la vida de una nación, algo vinculado en sus manifestaciones al nivel cultural y moral del pueblo.
A pesar de sus méritos, la estimación de Palacio Valdés ha sufrido un gran descenso en los últimos años. Sin duda ello se debe al profundo cambio operado en el concepto tradicional de la novela. Palacio Valdés no fue, nunca quiso ser, ni un estilista ni un psiquiatra. Simplemente se propuso, entretener y distraer. Si de paso aventaba en el alma del lector ciertas inquietudes o planteaba problemas, mejor para él.
El paisaje sirve a Palacio Valdés para justificar muchas cosas; no es un fin, es un medio. Novela de exaltación de los elementos de la Naturaleza, mar o montaña, valle de pradería pone en contacto y en contraste dos tipos de vida y de civilización: la natural y la artificial de la ciudad y el campo. Nos hallamos, quizá sin propósito deliberado del autor, ante una novela de tesis desarrollada siempre con un ideario similar: apología de la vida campestre.
El realismo que defiende Palacio Valdés no debe entenderse como copia fiel de la realidad, sino como recreación poética de la misma: el artista depura lo que haya debajo y repugnante de la vida. “No hay que olvidarse –decía Palacio Valdés- de que el novelista es, ante todo, un poeta”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
La peor paz es mejor que la mejor guerra.
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Gracias.
(1853-1938)
“Triste es llegar a una edad en que todas las mujeres
agradan y no es posible agradar a ninguna.”
Armando Palacio Valdés
Triste es llegar a la edad en
LA VOZ DE UN APOLOGISTA DE LA VIDA CAMPESTRE
Las obras de Armando Palacio Valdés alcanzaron en tiempo extraordinaria difusión, tanto en España como en el extranjero, hasta el punto que se puede afirmar que fue uno de los novelistas más leído y traducido.
Palacio Valdés, como la Pardo Bazán, comienza a escribir en la década del 80, la gran década realista, pero lo mismo que la escritora gallega, intenta, desde el primer momento, buscar nuevos caminos a un realismo floreciente pero, al parecer, sin futuro. Toda la obra novelesca de Palacio Valdés, anclada en este descubrir caminos, adolece de una falta de unidad notable. El escritor asturiano publica novelas naturalistas, realistas, psicológicas, dualistas y hasta novelas “rosas”. Sin embargo, todo a lo largo de su extensa obra, se va perfilando un mundo personal, e incluso personalísimo. Palacio Valdés es el primer novelista subjetivo de la generación del 68.
Armando Palacio Rodríguez-Valdés nace en Entralgo, aldea asturiana, el 4 de octubre de 1853. De familia acomodada, pasó su infancia en Avilés y Entralgo, estudió el bachillerato en Oviedo, donde trabó íntima amistad con Clarín. Pasa luego a Madrid para cursar la carrera de Derecho Se dio a conocer como crítico, colaborando en la Revista Europea, de la que llegó a ser director. En 1906 fue elegido académico, pero no ingresó en la Academia hasta 1920. Antes, y durante la primera guerra europea, había actuado como corresponsal en París; sus artículos fueron recogidos en el libro La guerra injusta. En los años 1927 y 1928 se le propuso para el premio Nobel. Palacio Valdés murió en Madrid el 28 de enero de 1938.
Desde 1881, fecha de la aparición de El señorito Octavio, hasta 1931, en que se publica Sinfonía pastoral, la producción novelística de Palacio Valdés se desarrolla en dos docenas de obras de tema y ambiente distintos. Acaso la nota predominante sea la regional y costumbrista; y atendiendo a ella, es decir, a los diversos escenarios en que sitúa la acción, se establecen los siguientes grupos. Novela asturiana: El señorito Octavio, El idilio de un enfermo, El cuarto poder, La fe, La aldea perdida, Marta y María, Sinfonía pastoral; novela madrileña, La espuma Riverita y Maximina, Papeles del doctor angélico, Tristán o el pesimismo; novela andaluza, La hermana de San Sulpicio, Los majos de Cádiz y Los cármenes de Granada. Completan la producción de Palacio Valdés: La novela de un novelista, El gobierno de las mujeres y La alegría del capitán Ribot.
La novela de Palacio Valdés nos ofrece un amplio panorama de la vida española durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Casi todas las clases sociales y profesiones u oficios hallan en ella representación. Sorprende un poco en esta producción la ausencia de problemas políticos, sin duda Palacio Valdés considera la política como algo secundario en la vida de una nación, algo vinculado en sus manifestaciones al nivel cultural y moral del pueblo.
A pesar de sus méritos, la estimación de Palacio Valdés ha sufrido un gran descenso en los últimos años. Sin duda ello se debe al profundo cambio operado en el concepto tradicional de la novela. Palacio Valdés no fue, nunca quiso ser, ni un estilista ni un psiquiatra. Simplemente se propuso, entretener y distraer. Si de paso aventaba en el alma del lector ciertas inquietudes o planteaba problemas, mejor para él.
El paisaje sirve a Palacio Valdés para justificar muchas cosas; no es un fin, es un medio. Novela de exaltación de los elementos de la Naturaleza, mar o montaña, valle de pradería pone en contacto y en contraste dos tipos de vida y de civilización: la natural y la artificial de la ciudad y el campo. Nos hallamos, quizá sin propósito deliberado del autor, ante una novela de tesis desarrollada siempre con un ideario similar: apología de la vida campestre.
El realismo que defiende Palacio Valdés no debe entenderse como copia fiel de la realidad, sino como recreación poética de la misma: el artista depura lo que haya debajo y repugnante de la vida. “No hay que olvidarse –decía Palacio Valdés- de que el novelista es, ante todo, un poeta”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
La peor paz es mejor que la mejor guerra.
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domingo, 26 de abril de 2009
Eugenio D'Ors por Francisco Arias Solis
EUGENIO D’ORS
(1881-1954)
“El conocimiento concreto, la noticia
nos da la mitad del saber; la clasificación,
el orden, la otra mitad. Lo primero satisface
a nuestro ímpetu de curiosidad; lo segundo,
a nuestra exigencia de razón.”.
Eugenio de D’Ors.
LA VOZ DEL ESPECIALISTA EN IDEAS GENERALES
La generación de escritores españoles para quienes D’Ors acuñó el concepto de novecentismo, está integrada principalmente por ensayistas, historiadores, críticos y novelistas de sólida formación y cultura amplia que pretenden enseñar e influir con sus ideas en el porvenir de España; unas ideas para las que buscan la forma más cuidada y literaria.
Los caracteres del novecentismo español fueron expuestos por Eugenio D’Ors, inventor del concepto; en principio, hacia 1910 crece con carácter ciertamente homogéneo otra generación hija del 98 pero diferente de ella, que posee ideas propias y si no enfrentadas a las de sus padres literarios al menos opuestas; cumplen más o menos, con los requisitos generacionales y se agrupan en torno a una fecha clave: la guerra del 14 que les presta una orientación común, salvando siempre las individualidades.
Eugenio D’Ors y Rovira nace en Barcelona el 28 de septiembre de 1881; su padre era catalán, doctor en medicina y su madre cubana. D’Ors evoca el paisaje isleño con palabras ilusionadas. “Cuando cierro los ojos y pienso en los días de mi niñez y en las imaginaciones que primeramente me he complacido, veo confusamente un paisaje tropical, con grandes árboles de hoja lasciva y siestas doradas sobre el azul...”.
Era un niño de gabán de pieles, y él nos contó que se extravió un 1º de mayo: “Me encontré entonces solo por primera vez en mi vida, solo en medio de todo un pueblo de manifestantes, con mi famoso gabán forrado de piel, por el cual sentía tanta vergüenza... pero la corriente de la manifestación que pasaba me incorporó en seguida a sus olas tumultuosas. Y fue así cómo he pedido, sin sospecharlo y lloriqueando, la jornada de ocho horas”. A las dieciséis años comienza a escribir firmando Xenius, declinación familiar de Eugenio.
D’Ors estudió en la Universidad de Barcelona Derecho y Filosofía. En 1906 se trasladó a París para continuar sus estudios en la Sorbona y en el Colegio de Francia. Se doctoró en Derecho la Universidad de Madrid y en Filosofía en la Universidad de Barcelona. Fue catedrático de Historia de la Cultura y miembro de la Real Academia.
En 1910 le nombran director de Instrucción Pública de la Mancomunidad y funda el Instituto de Estudios Catalanes y la Escuela de Bibliotecario, cargo que desempeñó hasta 1920.
Cultiva la novela, el ensayo, la glosa, la crítica de arte, la didáctica con su contenido filosófico, pero él se niega a ser adscrito a un determinado género literario e insiste en llamarse “especialista en ideas generales”. Colaboró en varias revistas literarias de su época, entre ellas, Quatre Gats, La Creu del Montseny, Pèl y Ploma o Auba, y en El Poble Catalá publicó sus escritos de crítica de arte.
Entre su producción destacan: La muerte de Isidro Nonell (1905), Glosario (1906), su obra más notable y a la cual está ligada su fama, en la que recoge una serie de “glosas” o comentarios sobre literatura, arte, política, etc. El Glosario es para D’Ors algo así como una especie de “memorias” de su propia vida. Recogido el Glosario en libros, forman más de treinta volúmenes, que los han llamado “summa de los tiempos nuevos”.
“La glosa de Eugenio d'Ors es el resto de un naufragio. Ni filósofo reconocido -escribía Francisco Umbral-, ni poeta ni narrador, d'Ors es todas esas cosas en catalán, francés y español, dentro de un recuadro de periódico… Eugenio d'Ors aporta al periodismo un tonelaje de filosofía y de humor, una cultura pasada por la calle, pasada y paseada, haciendo familiares los grandes nombres a los lectores de periódico. Todo el periodismo literario que se ha hecho después de d'Ors, o se asemeja a la glosa o cae en el editorial”.
Eugenio D’Ors quiso llevar a Cataluña por el camino de la “regeneración”. Esta regeneración quiso hacerla Xenius por el camino de la ética y de la estética. El Sócrates de la moderna España, como llamó Eberhard Vogel a Xenius, quiso establecer un orden jerárquico dentro de la ciencia. Hay que vivir según una ley de armonía. Los últimos románticos aconsejaron: ordena tu propia vida como un poema. La novela La bien plantada (1912), modelo del ideario “noucentista”, aconseja: ordena tu propia vida como la elegante demostración de un teorema matemático. Sin esta elegante ordenación el hombre persiste en el caos combatido por la realidad. En 1936 D’0rs apoyó la sublevación militar contra la II República y más tarde defendió el clasicismo y el catolicismo ecuménico y combatió el modernismo a favor de “la obra bien hecha” y de una cultura aristocrática, elitista y minoritaria.
Otros títulos relevantes de la obra de Xenius son: Filosofía de un hombre que trabaja y que juega (1914), Nuevo glosario (1921), Novísimo glosario (1947) y las publicaciones póstumas, La verdadera historia de Lidia Cadaqués (1954) y La ciencia de la cultura (1964). Xenius fue, además, un lúcido crítico de arte, como bien demuestran Tres horas en el Museo del Prado (1923) o Lo barroco (1935). Eugenio D’Ors murió en Vilanova i la Geltrú el 25 de septiembre de 1954.
La filosofía dorsiana es esencialmente dualista. En su obra Filosofía del hombre que trabaja y que juega, expone que el hombre no puede consagrarse al trabajo o al juego sin que haya en él una lucha entre su libertad interior y la resistencia o fatalidad exterior.
Narrador y artista Xenius lo es de cuerpo entero, narra fugazmente, con precisión, con sutileza y cuando crea, el artista se yergue con un estilo inimitable. Gran lanzador de frases, unas con suerte y otras sin ellas ha abundado en apotegmas de escándalo, es decir, contrarios a su propia naturaleza, siempre castigada por la prudencia. Así contra toda renovación dice: “Lo que no es tradición es plagio”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Será vano el intento de humanizar las guerras. Lo humano es evitarlas.
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(1881-1954)
“El conocimiento concreto, la noticia
nos da la mitad del saber; la clasificación,
el orden, la otra mitad. Lo primero satisface
a nuestro ímpetu de curiosidad; lo segundo,
a nuestra exigencia de razón.”.
Eugenio de D’Ors.
LA VOZ DEL ESPECIALISTA EN IDEAS GENERALES
La generación de escritores españoles para quienes D’Ors acuñó el concepto de novecentismo, está integrada principalmente por ensayistas, historiadores, críticos y novelistas de sólida formación y cultura amplia que pretenden enseñar e influir con sus ideas en el porvenir de España; unas ideas para las que buscan la forma más cuidada y literaria.
Los caracteres del novecentismo español fueron expuestos por Eugenio D’Ors, inventor del concepto; en principio, hacia 1910 crece con carácter ciertamente homogéneo otra generación hija del 98 pero diferente de ella, que posee ideas propias y si no enfrentadas a las de sus padres literarios al menos opuestas; cumplen más o menos, con los requisitos generacionales y se agrupan en torno a una fecha clave: la guerra del 14 que les presta una orientación común, salvando siempre las individualidades.
Eugenio D’Ors y Rovira nace en Barcelona el 28 de septiembre de 1881; su padre era catalán, doctor en medicina y su madre cubana. D’Ors evoca el paisaje isleño con palabras ilusionadas. “Cuando cierro los ojos y pienso en los días de mi niñez y en las imaginaciones que primeramente me he complacido, veo confusamente un paisaje tropical, con grandes árboles de hoja lasciva y siestas doradas sobre el azul...”.
Era un niño de gabán de pieles, y él nos contó que se extravió un 1º de mayo: “Me encontré entonces solo por primera vez en mi vida, solo en medio de todo un pueblo de manifestantes, con mi famoso gabán forrado de piel, por el cual sentía tanta vergüenza... pero la corriente de la manifestación que pasaba me incorporó en seguida a sus olas tumultuosas. Y fue así cómo he pedido, sin sospecharlo y lloriqueando, la jornada de ocho horas”. A las dieciséis años comienza a escribir firmando Xenius, declinación familiar de Eugenio.
D’Ors estudió en la Universidad de Barcelona Derecho y Filosofía. En 1906 se trasladó a París para continuar sus estudios en la Sorbona y en el Colegio de Francia. Se doctoró en Derecho la Universidad de Madrid y en Filosofía en la Universidad de Barcelona. Fue catedrático de Historia de la Cultura y miembro de la Real Academia.
En 1910 le nombran director de Instrucción Pública de la Mancomunidad y funda el Instituto de Estudios Catalanes y la Escuela de Bibliotecario, cargo que desempeñó hasta 1920.
Cultiva la novela, el ensayo, la glosa, la crítica de arte, la didáctica con su contenido filosófico, pero él se niega a ser adscrito a un determinado género literario e insiste en llamarse “especialista en ideas generales”. Colaboró en varias revistas literarias de su época, entre ellas, Quatre Gats, La Creu del Montseny, Pèl y Ploma o Auba, y en El Poble Catalá publicó sus escritos de crítica de arte.
Entre su producción destacan: La muerte de Isidro Nonell (1905), Glosario (1906), su obra más notable y a la cual está ligada su fama, en la que recoge una serie de “glosas” o comentarios sobre literatura, arte, política, etc. El Glosario es para D’Ors algo así como una especie de “memorias” de su propia vida. Recogido el Glosario en libros, forman más de treinta volúmenes, que los han llamado “summa de los tiempos nuevos”.
“La glosa de Eugenio d'Ors es el resto de un naufragio. Ni filósofo reconocido -escribía Francisco Umbral-, ni poeta ni narrador, d'Ors es todas esas cosas en catalán, francés y español, dentro de un recuadro de periódico… Eugenio d'Ors aporta al periodismo un tonelaje de filosofía y de humor, una cultura pasada por la calle, pasada y paseada, haciendo familiares los grandes nombres a los lectores de periódico. Todo el periodismo literario que se ha hecho después de d'Ors, o se asemeja a la glosa o cae en el editorial”.
Eugenio D’Ors quiso llevar a Cataluña por el camino de la “regeneración”. Esta regeneración quiso hacerla Xenius por el camino de la ética y de la estética. El Sócrates de la moderna España, como llamó Eberhard Vogel a Xenius, quiso establecer un orden jerárquico dentro de la ciencia. Hay que vivir según una ley de armonía. Los últimos románticos aconsejaron: ordena tu propia vida como un poema. La novela La bien plantada (1912), modelo del ideario “noucentista”, aconseja: ordena tu propia vida como la elegante demostración de un teorema matemático. Sin esta elegante ordenación el hombre persiste en el caos combatido por la realidad. En 1936 D’0rs apoyó la sublevación militar contra la II República y más tarde defendió el clasicismo y el catolicismo ecuménico y combatió el modernismo a favor de “la obra bien hecha” y de una cultura aristocrática, elitista y minoritaria.
Otros títulos relevantes de la obra de Xenius son: Filosofía de un hombre que trabaja y que juega (1914), Nuevo glosario (1921), Novísimo glosario (1947) y las publicaciones póstumas, La verdadera historia de Lidia Cadaqués (1954) y La ciencia de la cultura (1964). Xenius fue, además, un lúcido crítico de arte, como bien demuestran Tres horas en el Museo del Prado (1923) o Lo barroco (1935). Eugenio D’Ors murió en Vilanova i la Geltrú el 25 de septiembre de 1954.
La filosofía dorsiana es esencialmente dualista. En su obra Filosofía del hombre que trabaja y que juega, expone que el hombre no puede consagrarse al trabajo o al juego sin que haya en él una lucha entre su libertad interior y la resistencia o fatalidad exterior.
Narrador y artista Xenius lo es de cuerpo entero, narra fugazmente, con precisión, con sutileza y cuando crea, el artista se yergue con un estilo inimitable. Gran lanzador de frases, unas con suerte y otras sin ellas ha abundado en apotegmas de escándalo, es decir, contrarios a su propia naturaleza, siempre castigada por la prudencia. Así contra toda renovación dice: “Lo que no es tradición es plagio”.
Francisco Arias Solis
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Será vano el intento de humanizar las guerras. Lo humano es evitarlas.
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sábado, 25 de abril de 2009
Marqués de Santillana por Francisco Arias Solis
MARQUES DE SANTILLANA
(1396-1458)
“Oyó los secretos de la Filosofía
y los fuertes pasos de la Naturaleza,
obtuvo el intento de la su pureza
y profundamente vio la Poesía.”
Marqués de Santillana.
LA VOZ DEL PRIMER CRITICO LITERARIO DE POESIA
Muchas veces se ha repetido esta mágica estrofa de la Comedieta de Ponza –del admirable poeta, Iñigo López de Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, el 19 de agosto de 1398-, de donde destaca este verso “... y profundamente vio la Poesía”.
El elogio se refiere al rey caballero don Alfonso de Aragón; y lo hace su madre dolorida: doña Leonor, contestando a Juan de Bocaccio, al lamentar la derrota de Ponza. Y esta estrofa sigue a la que empieza por el verso: “las sílabas cuenta e guarda el acento...”; y añade evocando a Euclides (“pues en Geometría Euclides no tuvo gran sentimiento...”). Es decir, que en muy poco espacio, muy pocos versos, el primer crítico literario de poesía de nuestra lengua (primero cronológicamente) encierra una poética, y hasta una retórica, cuyo alcance se prolongará siglos, llegando diría que hasta nosotros intacta en su vigencia fundamental.
El autor de tan mágica estrofa, durante su juventud, se consagró con éxito al servicio de las armas, cooperando en las guerras de la Reconquista, habiendo figurado en la batalla de Olmedo, en 1445, año en que recibió el título de Marqués de Santillana. En poesía fue discípulo del duque de Villena, siendo un gran protector de poetas en la corte. El Marqués de Santillana murió en 1458.
Detengámonos en estos versos. Y en sus versos, verdaderamente finales, por su medida aconsonantados: filosofía, naturaleza, pureza, poesía. El último se nos afirma, ante todo, como visión: y visión profunda. Tan profunda que su musicalidad se transparenta en ella y por ella luminosamente. Y ésta es, para el poeta la poesía. Admirable “visionario” y “oidor” o “escucha” de poesía, este elegantísimo Santillana. “hablando como extranjero, armado o vestido como francés...” como se le cantó satíricamente en su tiempo por las famosas Coplas de Panadera.
La figura de este poeta se ha ido agrandando y afinando, perfilando cada vez más “pura”, firme, poderosa, con los siglos. Es tiempo de darle en la historia y tradición de la mejor poesía española el sitio que le corresponde y merece. Situar su nombre poniéndole junto a Juan Ruiz, a quien sucede como la mayor figura literaria de su siguiente siglo; y al lado de Manrique y Ausias March; al lado, en los siglos siguientes, de fray Luis, de Herrera, de Lope, de Góngora, de Quevedo... Pues, como todos ellos acompaña a su creación, a su poesía e invención poética, una conciencia crítica, reflexiva, poderosísima. Conciencia o reflexión igualmente poética. “El arte –escribe Menéndez Pelayo- como toda obra humana digna de este nombre es obra reflexiva; sólo que la reflexión del poeta es cosa muy distinta de la reflexión del crítico y del filósofo”. Esta “cosa muy distinta” que es la reflexión crítica de la poesía que nos puede y debe, dar el poeta, esa cosa muy distinta de las reflexiones que sobre la poesía nos hacen los críticos más o menos filosóficos o cientificistas.
En Santillana, esta “reflexión del poeta” se nos ofrece con singularísimo interés literario. Leámosle. Releámosle, tomando como “punto de partida” su reflexión critica; la que en estas estrofas a que aludo nos expresan su poética con tan clara evidencia: oír, escuchar “los secretos de la filosofía” y “los fuertes pasos de la naturaleza”; obtener con pureza ese intento, obtenerlo poéticamente: viendo, mirando, en profundidad, con profundidad la poesía. ¡Y con qué puro mirar y oír reflexionó este lírico poeta español, extraño, del siglo XV!
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Paz y libertad.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
(1396-1458)
“Oyó los secretos de la Filosofía
y los fuertes pasos de la Naturaleza,
obtuvo el intento de la su pureza
y profundamente vio la Poesía.”
Marqués de Santillana.
LA VOZ DEL PRIMER CRITICO LITERARIO DE POESIA
Muchas veces se ha repetido esta mágica estrofa de la Comedieta de Ponza –del admirable poeta, Iñigo López de Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, el 19 de agosto de 1398-, de donde destaca este verso “... y profundamente vio la Poesía”.
El elogio se refiere al rey caballero don Alfonso de Aragón; y lo hace su madre dolorida: doña Leonor, contestando a Juan de Bocaccio, al lamentar la derrota de Ponza. Y esta estrofa sigue a la que empieza por el verso: “las sílabas cuenta e guarda el acento...”; y añade evocando a Euclides (“pues en Geometría Euclides no tuvo gran sentimiento...”). Es decir, que en muy poco espacio, muy pocos versos, el primer crítico literario de poesía de nuestra lengua (primero cronológicamente) encierra una poética, y hasta una retórica, cuyo alcance se prolongará siglos, llegando diría que hasta nosotros intacta en su vigencia fundamental.
El autor de tan mágica estrofa, durante su juventud, se consagró con éxito al servicio de las armas, cooperando en las guerras de la Reconquista, habiendo figurado en la batalla de Olmedo, en 1445, año en que recibió el título de Marqués de Santillana. En poesía fue discípulo del duque de Villena, siendo un gran protector de poetas en la corte. El Marqués de Santillana murió en 1458.
Detengámonos en estos versos. Y en sus versos, verdaderamente finales, por su medida aconsonantados: filosofía, naturaleza, pureza, poesía. El último se nos afirma, ante todo, como visión: y visión profunda. Tan profunda que su musicalidad se transparenta en ella y por ella luminosamente. Y ésta es, para el poeta la poesía. Admirable “visionario” y “oidor” o “escucha” de poesía, este elegantísimo Santillana. “hablando como extranjero, armado o vestido como francés...” como se le cantó satíricamente en su tiempo por las famosas Coplas de Panadera.
La figura de este poeta se ha ido agrandando y afinando, perfilando cada vez más “pura”, firme, poderosa, con los siglos. Es tiempo de darle en la historia y tradición de la mejor poesía española el sitio que le corresponde y merece. Situar su nombre poniéndole junto a Juan Ruiz, a quien sucede como la mayor figura literaria de su siguiente siglo; y al lado de Manrique y Ausias March; al lado, en los siglos siguientes, de fray Luis, de Herrera, de Lope, de Góngora, de Quevedo... Pues, como todos ellos acompaña a su creación, a su poesía e invención poética, una conciencia crítica, reflexiva, poderosísima. Conciencia o reflexión igualmente poética. “El arte –escribe Menéndez Pelayo- como toda obra humana digna de este nombre es obra reflexiva; sólo que la reflexión del poeta es cosa muy distinta de la reflexión del crítico y del filósofo”. Esta “cosa muy distinta” que es la reflexión crítica de la poesía que nos puede y debe, dar el poeta, esa cosa muy distinta de las reflexiones que sobre la poesía nos hacen los críticos más o menos filosóficos o cientificistas.
En Santillana, esta “reflexión del poeta” se nos ofrece con singularísimo interés literario. Leámosle. Releámosle, tomando como “punto de partida” su reflexión critica; la que en estas estrofas a que aludo nos expresan su poética con tan clara evidencia: oír, escuchar “los secretos de la filosofía” y “los fuertes pasos de la naturaleza”; obtener con pureza ese intento, obtenerlo poéticamente: viendo, mirando, en profundidad, con profundidad la poesía. ¡Y con qué puro mirar y oír reflexionó este lírico poeta español, extraño, del siglo XV!
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Paz y libertad.
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Gracias.
Germán Bleiberg por Francisco Arias Solis
GERMAN BLEIBERG
(1915-1990)
“Sólo el dolor, amor, de no tenerte
desnudo y clausurado en mi mirada
sin el temblor antiguo que era el verte.”
Germán Bleiberg,.
LA VOZ DEL CANTOR DE LA NOCHE
“Hora de España –escribía Arturo Serrano Plaja en 1938- ofrece hoy a sus lectores con las páginas de un diario sobre la guerra en el Norte, la colaboración de Germán Bleiberg. Este joven poeta formado culturalmente en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, era ya antes de la guerra conocido y estimado en los medios literarios...”
Germán Bleiberg nace en Madrid en 1915. Se doctoró en Filosofía Moderna en la Universidad de Madrid. En 1935 aparece en la Tertulia Poética de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez su poema largo El cantar de la noche. En el número de enero de 1936, Revista de Occidente publica su Oración de la muerte.
Poeta perteneciente a la generación del 36. De 1936 es su primera colección de sonetos, a los que llamó, precisamente, Sonetos amorosos, de línea garcilasista, y las experiencias de la guerra y la cárcel, encuentra una expresión propia, de amplia frecuencia, de raigambre en cierto modo romántica en Más allá de las ruinas (1947). Sonetos aquellos de lo mejor de su época: “Encuentro en ti la luz estremecida...” , “Toda la luz esposa en tu mirada...”., “Sólo aquel tembloroso viento amado...”, “¡Oh mi amada, entre pájaros ilesa!”, cántico exquisito de amor, al borde de la herida.
En 1938 recibe compartido con Miguel Hernández, el Premio Nacional de Literatura, por una obra dramática perdida, Sombras de héroes, un poema dramático, que se representó con gran éxito en el Teatro de Arte y Propaganda de Madrid. Participó en la guerra civil, defendiendo la legalidad republicana y estuvo encarcelado desde 1939 a 1943.
Aparte de otros estudios, como su contribución a la biografía de Mateo Alemán o su temprano acercamiento literario a las revistas literarias de 98, que data de 1948, contribuye a las letras con obras de referencia: dirige el Diccionario de Historia de España y con Julián Marías, el Diccionario de Literatura Española.
En 1941 aparece el encanto misterioso de su admirable Elegía de las hojas otoñales y posteriormente el potente Himno del hombre, hecho con semilla y ceniza, abrazo y clamor y amor y desventura. Tarde de otoño y sobre todo Himno de la transfiguración –1945- revelan la plenitud de un poderoso poeta de raíces en la mejor tradición nórdica e hispana. En El poeta ausente (1948) y La mutua primavera (1948), sin renunciar a la ternura estilística de los primeros momentos, Bleiberg pasa a una poesía existencial, abordando temas trascendentales y hasta se aventura de cuando en cuando por las zonas del surrealismo.
Es autor de una Antología de Elogios de la Lengua Española (1941) y de una Antología de la Literatura Española. Exiliado en Estados Unidos, desde 1961 fue profesor en dicho país, y desde 1967, desempeñó la cátedra de Humanidades “Andrew W. Mellon” en Vassar College. Germán Bleiberg falleció en Madrid el 31 de octubre de 1990.
Bleiberg ha sido riguroso enjuiciador de su obra al publicar en 1975, una Selección de poemas 1936-1973, en la que se recogen muestras de sus otros libros.
“Siempre lo seguía con verdadero cariño –le dice Juan Ramón Jiménez en una carta desde Ríos Piedras, isla de Puerto Rico-, desde los tiempos finales de mi vida en Madrid, cuando empecé a leer lo suyo; sino recuerdo mal, en las revistas de Altolaguirre”.
Germán Bleiberg es un intelectual humanísimo, lleno de emoción y especulación, síntesis perfecta de sensibilidad y razón. Sin embargo, la inmensa losa del olvido ha caído sobre El cantor de la noche. Y es que, como dijo nuestro poeta: “Cuando llegó la noche poderosa, / hermética tiniebla, inmensa losa / sepultando principios de hermosura”.
Francisco Arias Solis
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El futuro se gana, ganando la libertad.
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(1915-1990)
“Sólo el dolor, amor, de no tenerte
desnudo y clausurado en mi mirada
sin el temblor antiguo que era el verte.”
Germán Bleiberg,.
LA VOZ DEL CANTOR DE LA NOCHE
“Hora de España –escribía Arturo Serrano Plaja en 1938- ofrece hoy a sus lectores con las páginas de un diario sobre la guerra en el Norte, la colaboración de Germán Bleiberg. Este joven poeta formado culturalmente en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, era ya antes de la guerra conocido y estimado en los medios literarios...”
Germán Bleiberg nace en Madrid en 1915. Se doctoró en Filosofía Moderna en la Universidad de Madrid. En 1935 aparece en la Tertulia Poética de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez su poema largo El cantar de la noche. En el número de enero de 1936, Revista de Occidente publica su Oración de la muerte.
Poeta perteneciente a la generación del 36. De 1936 es su primera colección de sonetos, a los que llamó, precisamente, Sonetos amorosos, de línea garcilasista, y las experiencias de la guerra y la cárcel, encuentra una expresión propia, de amplia frecuencia, de raigambre en cierto modo romántica en Más allá de las ruinas (1947). Sonetos aquellos de lo mejor de su época: “Encuentro en ti la luz estremecida...” , “Toda la luz esposa en tu mirada...”., “Sólo aquel tembloroso viento amado...”, “¡Oh mi amada, entre pájaros ilesa!”, cántico exquisito de amor, al borde de la herida.
En 1938 recibe compartido con Miguel Hernández, el Premio Nacional de Literatura, por una obra dramática perdida, Sombras de héroes, un poema dramático, que se representó con gran éxito en el Teatro de Arte y Propaganda de Madrid. Participó en la guerra civil, defendiendo la legalidad republicana y estuvo encarcelado desde 1939 a 1943.
Aparte de otros estudios, como su contribución a la biografía de Mateo Alemán o su temprano acercamiento literario a las revistas literarias de 98, que data de 1948, contribuye a las letras con obras de referencia: dirige el Diccionario de Historia de España y con Julián Marías, el Diccionario de Literatura Española.
En 1941 aparece el encanto misterioso de su admirable Elegía de las hojas otoñales y posteriormente el potente Himno del hombre, hecho con semilla y ceniza, abrazo y clamor y amor y desventura. Tarde de otoño y sobre todo Himno de la transfiguración –1945- revelan la plenitud de un poderoso poeta de raíces en la mejor tradición nórdica e hispana. En El poeta ausente (1948) y La mutua primavera (1948), sin renunciar a la ternura estilística de los primeros momentos, Bleiberg pasa a una poesía existencial, abordando temas trascendentales y hasta se aventura de cuando en cuando por las zonas del surrealismo.
Es autor de una Antología de Elogios de la Lengua Española (1941) y de una Antología de la Literatura Española. Exiliado en Estados Unidos, desde 1961 fue profesor en dicho país, y desde 1967, desempeñó la cátedra de Humanidades “Andrew W. Mellon” en Vassar College. Germán Bleiberg falleció en Madrid el 31 de octubre de 1990.
Bleiberg ha sido riguroso enjuiciador de su obra al publicar en 1975, una Selección de poemas 1936-1973, en la que se recogen muestras de sus otros libros.
“Siempre lo seguía con verdadero cariño –le dice Juan Ramón Jiménez en una carta desde Ríos Piedras, isla de Puerto Rico-, desde los tiempos finales de mi vida en Madrid, cuando empecé a leer lo suyo; sino recuerdo mal, en las revistas de Altolaguirre”.
Germán Bleiberg es un intelectual humanísimo, lleno de emoción y especulación, síntesis perfecta de sensibilidad y razón. Sin embargo, la inmensa losa del olvido ha caído sobre El cantor de la noche. Y es que, como dijo nuestro poeta: “Cuando llegó la noche poderosa, / hermética tiniebla, inmensa losa / sepultando principios de hermosura”.
Francisco Arias Solis
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viernes, 24 de abril de 2009
José Luis Hidalgo por Francisco Arias Solis
EN EL 90º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE
JOSE LUIS HIDALGO
(1919-1947)
“Mira ese árbol seco,
sin sangre y sin abrigo,
batido por tus vientos
por tus vientos, herido;
hasta las ramas secas
de su tronco ha perdido.”
José Luis Hidalgo.
LA VOZ PROFUNDA DE LA MAS PURA POESIA
José Luis Hidalgo es uno de los poetas importantes de la generación del 40. Junto con Vicente Gaos y José Hierro se da a conocer en torno a los poemas que aparecen en la revista santanderina Proel. Publica también en otras revistas (Espadaña, Escorial, Corcel). Hidalgo crea una poesía existencial y metafísica, en la que el poeta dialoga con un Dios que es incapaz de responder a sus preguntas. Poesía existencial, de desgarramiento religioso, en la que el hombre, en su profunda soledad, se enfrenta con Dios y en la que alienta constantemente un presentimiento de muerte, ante la que el poeta se rebela. Poesía meditativa y metafísica, del hombre y de Dios, de la vida y de la soledad, de la muerte. Para Julia Uceda, estudiosa de Hidalgo, el poeta “ama la vida, aunque pudiera parecer que hay en su obra elementos necrófilos, porque en las raíces del libro (Los muertos) hay un supremo grito de rebeldía ante la muerte y la destrucción”.
José Luis Hidalgo contaba veintisiete años en el momento de su muerte, tras una estancia de un año en el sanatorio. En el momento de cesar toda actividad José Luis vivía una etapa de gran dinamismo y de esperanza en sí y en su doble obra de pintor y escritor.
José Luis Hidalgo nace en Torres, una localidad próxima a Torrelavega, el 10 de octubre de 1919. Su madre murió siendo él todavía muy niño. Estudia bachillerato en el Instituto de Torrelavega. En julio de 1936 se hallaba en Madrid con motivo de una competición internacional. Presenció en esta ciudad las primeras jornadas de la conmoción que sacudió a España. Para volver a Santander tuvo que dar un rodeo por Barcelona y Francia.
La conclusión de la guerra civil lleva a José Luis a Valencia, al ser destinado a aquella guarnición –el 1 de octubre de 1939-. La vida del cuartel no le suponía grandes obligaciones y se matricula en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. No es aventurado suponer que en esta temporada veía más claro ante él el camino de la pintura que el de las letras.
Un grupo de amigos del poeta funda la revista Corcel, en la que aparece su poema “Hay que bajar”, el más significativo de su primer libro Raíz (1944). Libro que presentó a la primera convocatoria del premio Adonais y por el que recibió mención honorífica. Publica su segundo libro, Los animales (1945), que descubre la fina sensibilidad del poeta.
Alterna los días de Madrid con estancias en Valencia y Santander. En Valencia se hallaba su novia con la que pensaba casarse en cuanto consolidara un poco su situación económica. Trabaja en una novela, En la escalera, que venía escribiendo en unos grandes cuadernos.
José Luis Cano ha cogido el próximo libro Los muertos en la colección Adonais, y son otros dos constantes amigos del poeta José Hierro y Ricardo Blasco, los que hacen la ordenación y selección definitiva. Otros, Ramón de Garcíasol y Vicente Aleixandre, corrigen las pruebas. Y así, con las pausas o pequeñas esperanzas que da el curso de la enfermedad cuyo fatal fin conocen los amigos, van adelantando la edición del libro que por muy pocos días no llegó a ver el poeta, que murió de tuberculosis en Madrid el 3 de febrero de 1947.
Ricardo Blasco ha contado la génesis de Los muertos, pensado en su primera idea como un canto a la guerra civil española, vista desde sus muertos. La llanura de los muertos era su título inicial. “Al final ya no sabemos –decía Gerardo Diego- si hemos leído un libro de muertos o un libro de vida plenaria y gozosa; si hemos sobrevolado el santo campo de las tumbas o el celeste campo de las estrellas”. Y añade: “El poeta es de esa egregia familia”, refiriéndose a la que ha nombrado anteriormente, y que va desde Job a Unamuno y Antonio Machado.
Todos los poetas, sin reservas, han considerado a José Luis Hidalgo la voz más profunda de su generación. La poesía se hace con pasión –creía José Luis Hidalgo-, y la pasión puesta en el puñado de poemas que fueron naciendo en él durante los dos últimos años de su vida, se unió a una madura meditación poética sobre el hombre y su fin. Y como dijo nuestro poeta. “¿Qué piedad por los muertos vas a tener, Señor, / si ya tu voluntad los ha matado, / si ya los ha hundido para siempre / en un silencio eterno y sin descanso?”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Si quieres la paz, prepárate a vivir en paz con todos los hombres.
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JOSE LUIS HIDALGO
(1919-1947)
“Mira ese árbol seco,
sin sangre y sin abrigo,
batido por tus vientos
por tus vientos, herido;
hasta las ramas secas
de su tronco ha perdido.”
José Luis Hidalgo.
LA VOZ PROFUNDA DE LA MAS PURA POESIA
José Luis Hidalgo es uno de los poetas importantes de la generación del 40. Junto con Vicente Gaos y José Hierro se da a conocer en torno a los poemas que aparecen en la revista santanderina Proel. Publica también en otras revistas (Espadaña, Escorial, Corcel). Hidalgo crea una poesía existencial y metafísica, en la que el poeta dialoga con un Dios que es incapaz de responder a sus preguntas. Poesía existencial, de desgarramiento religioso, en la que el hombre, en su profunda soledad, se enfrenta con Dios y en la que alienta constantemente un presentimiento de muerte, ante la que el poeta se rebela. Poesía meditativa y metafísica, del hombre y de Dios, de la vida y de la soledad, de la muerte. Para Julia Uceda, estudiosa de Hidalgo, el poeta “ama la vida, aunque pudiera parecer que hay en su obra elementos necrófilos, porque en las raíces del libro (Los muertos) hay un supremo grito de rebeldía ante la muerte y la destrucción”.
José Luis Hidalgo contaba veintisiete años en el momento de su muerte, tras una estancia de un año en el sanatorio. En el momento de cesar toda actividad José Luis vivía una etapa de gran dinamismo y de esperanza en sí y en su doble obra de pintor y escritor.
José Luis Hidalgo nace en Torres, una localidad próxima a Torrelavega, el 10 de octubre de 1919. Su madre murió siendo él todavía muy niño. Estudia bachillerato en el Instituto de Torrelavega. En julio de 1936 se hallaba en Madrid con motivo de una competición internacional. Presenció en esta ciudad las primeras jornadas de la conmoción que sacudió a España. Para volver a Santander tuvo que dar un rodeo por Barcelona y Francia.
La conclusión de la guerra civil lleva a José Luis a Valencia, al ser destinado a aquella guarnición –el 1 de octubre de 1939-. La vida del cuartel no le suponía grandes obligaciones y se matricula en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. No es aventurado suponer que en esta temporada veía más claro ante él el camino de la pintura que el de las letras.
Un grupo de amigos del poeta funda la revista Corcel, en la que aparece su poema “Hay que bajar”, el más significativo de su primer libro Raíz (1944). Libro que presentó a la primera convocatoria del premio Adonais y por el que recibió mención honorífica. Publica su segundo libro, Los animales (1945), que descubre la fina sensibilidad del poeta.
Alterna los días de Madrid con estancias en Valencia y Santander. En Valencia se hallaba su novia con la que pensaba casarse en cuanto consolidara un poco su situación económica. Trabaja en una novela, En la escalera, que venía escribiendo en unos grandes cuadernos.
José Luis Cano ha cogido el próximo libro Los muertos en la colección Adonais, y son otros dos constantes amigos del poeta José Hierro y Ricardo Blasco, los que hacen la ordenación y selección definitiva. Otros, Ramón de Garcíasol y Vicente Aleixandre, corrigen las pruebas. Y así, con las pausas o pequeñas esperanzas que da el curso de la enfermedad cuyo fatal fin conocen los amigos, van adelantando la edición del libro que por muy pocos días no llegó a ver el poeta, que murió de tuberculosis en Madrid el 3 de febrero de 1947.
Ricardo Blasco ha contado la génesis de Los muertos, pensado en su primera idea como un canto a la guerra civil española, vista desde sus muertos. La llanura de los muertos era su título inicial. “Al final ya no sabemos –decía Gerardo Diego- si hemos leído un libro de muertos o un libro de vida plenaria y gozosa; si hemos sobrevolado el santo campo de las tumbas o el celeste campo de las estrellas”. Y añade: “El poeta es de esa egregia familia”, refiriéndose a la que ha nombrado anteriormente, y que va desde Job a Unamuno y Antonio Machado.
Todos los poetas, sin reservas, han considerado a José Luis Hidalgo la voz más profunda de su generación. La poesía se hace con pasión –creía José Luis Hidalgo-, y la pasión puesta en el puñado de poemas que fueron naciendo en él durante los dos últimos años de su vida, se unió a una madura meditación poética sobre el hombre y su fin. Y como dijo nuestro poeta. “¿Qué piedad por los muertos vas a tener, Señor, / si ya tu voluntad los ha matado, / si ya los ha hundido para siempre / en un silencio eterno y sin descanso?”.
Francisco Arias Solis
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Si quieres la paz, prepárate a vivir en paz con todos los hombres.
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jueves, 23 de abril de 2009
Elena Quiroga por Francisco Arias Solis
ELENA QUIROGA
(1921-1995)
“Yo he escrito siempre con libertad
y no hubiera permitido que me la quitaran.”
Elena Quiroga.
LA VOZ DEL ARTE DE NOVELAR
Elena Quiroga perteneció a la generación de las posguerra. “Creo que todos (los de esta generación) nos caracterizábamos por la sensación de incomunicación, insolidaridad y soledad. Más exactamente: falta de libertad”, dijo en cierta ocasión. La palabra libertad tenía una gran significación para la autora. “He escrito siempre desde mi libertad”, dijo en otra ocasión.
Cuando en la escena literaria española dominaba el realismo social, se le consideraba, con cierta displicencia, una autora culta. Fue Elena Quiroga una de esas escritoras que se revelaron después de la guerra civil, como Carmen Laforet, Ana María Matute o Dolores Medio. Quiroga fue una de las escritoras que cambiaron, frente a la generación anterior, la manera de ver lo femenino, y que intentaron y consiguieron un género que sobrepasaba lo testimonial para adentrarse en lo psicológico.
Elena Quiroga de Abarca nace en Santander el 26 de octubre de 1921. Hija de los condes de San Martín de Quiroga, pasa parte de su infancia en Galicia. Aunque no estudió ninguna carrera universitaria, Quiroga se dejó guiar por su insaciable curiosidad intelectual atendiendo como alumna libre las clases que más le interesaban. Disciplinada y estudiosa, trabajó durante años unas cuatro o cinco horas diarias en sus novelas y o escritos.
Elena Quiroga ganó el Premio Nadal en 1950 con una obra a la que debió durante años su prestigioso literario, Viento del Norte, donde hay algunas resonancias de la Pardo-Bazán. Con Algo pasa en la calle se adentró Quiroga en un universo urbano y abordó temas más candentes, línea que prosiguió con títulos como La careta, La última corrida, Tristura, Escribo tu nombre y Presente profundo, su última novela , de 1973, de tonalidades abiertamente trágicas.
Su producción literaria se centra en los años cincuenta y sesenta, publicó diez novelas en catorce años. El ambiente gallego impregna la mayoría de sus novelas. También ha dejado algunos escritos en gallego.
Fue la segunda mujer –la otra es Carmen Conde- en entrar en la Real Academia Española; elegida en 1983, su discurso de ingreso un año después giró en torno a Alvaro Cunqueiro, de quien fue amiga personal. De su elección dijo Rafael Lapesa al recibirla en la ceremonia de ingreso que “entra en esta casa, no por ser mujer, ni por que es hermosa, linajuda y distinguida, sino sólo por su obra literaria; y en ella se manifiesta el don de sabiduría como conocimiento del alma humana, sagaz observación de lo significativo, rechazo de la desmesura y dominio del arte de novelar”.
Sus últimos años lo vivió a caballo entre el pazo de Nigrán (Pontevedra) y Madrid donde no solía faltar a la reuniones de la Academia. El 31 de agosto de 1995 sufrió una caída en el pazo de Nigrán y se fracturó la cadera. La muerte le sobrevino el 3 de octubre de 1995, y sus restos fueron trasladados a Villafranca del Bierzo, donde fue enterrada en el mismo panteón que su esposo, el académico de la Historia Dalmiro de la Válgoma.
Elena Quiroga evolucionó desde la estructura muy tradicional de su primera novela, Soledad sonora, hasta la mayor complejidad de las ulteriores, aunque se mantuvo fiel a una temática basada en la introspección, en la creación de personajes solitarios y problemáticos, en el protagonismo femenino. Elena Quiroga ha sido durante años una presencia indispensable cuando se hablaba de novela femenina. Otra cosa es la pertinencia del concepto –más que discutible- y si la misma sensibilidad de la obra está en sintonía con lo que hoy piensan y escriben las más destacadas narradoras españolas. Y como dijo Buero Vallejo: “Era una mujer del pueblo en la Academia”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Se ama la libertad como se ama y se necesita el aire, el pan y el amor.
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(1921-1995)
“Yo he escrito siempre con libertad
y no hubiera permitido que me la quitaran.”
Elena Quiroga.
LA VOZ DEL ARTE DE NOVELAR
Elena Quiroga perteneció a la generación de las posguerra. “Creo que todos (los de esta generación) nos caracterizábamos por la sensación de incomunicación, insolidaridad y soledad. Más exactamente: falta de libertad”, dijo en cierta ocasión. La palabra libertad tenía una gran significación para la autora. “He escrito siempre desde mi libertad”, dijo en otra ocasión.
Cuando en la escena literaria española dominaba el realismo social, se le consideraba, con cierta displicencia, una autora culta. Fue Elena Quiroga una de esas escritoras que se revelaron después de la guerra civil, como Carmen Laforet, Ana María Matute o Dolores Medio. Quiroga fue una de las escritoras que cambiaron, frente a la generación anterior, la manera de ver lo femenino, y que intentaron y consiguieron un género que sobrepasaba lo testimonial para adentrarse en lo psicológico.
Elena Quiroga de Abarca nace en Santander el 26 de octubre de 1921. Hija de los condes de San Martín de Quiroga, pasa parte de su infancia en Galicia. Aunque no estudió ninguna carrera universitaria, Quiroga se dejó guiar por su insaciable curiosidad intelectual atendiendo como alumna libre las clases que más le interesaban. Disciplinada y estudiosa, trabajó durante años unas cuatro o cinco horas diarias en sus novelas y o escritos.
Elena Quiroga ganó el Premio Nadal en 1950 con una obra a la que debió durante años su prestigioso literario, Viento del Norte, donde hay algunas resonancias de la Pardo-Bazán. Con Algo pasa en la calle se adentró Quiroga en un universo urbano y abordó temas más candentes, línea que prosiguió con títulos como La careta, La última corrida, Tristura, Escribo tu nombre y Presente profundo, su última novela , de 1973, de tonalidades abiertamente trágicas.
Su producción literaria se centra en los años cincuenta y sesenta, publicó diez novelas en catorce años. El ambiente gallego impregna la mayoría de sus novelas. También ha dejado algunos escritos en gallego.
Fue la segunda mujer –la otra es Carmen Conde- en entrar en la Real Academia Española; elegida en 1983, su discurso de ingreso un año después giró en torno a Alvaro Cunqueiro, de quien fue amiga personal. De su elección dijo Rafael Lapesa al recibirla en la ceremonia de ingreso que “entra en esta casa, no por ser mujer, ni por que es hermosa, linajuda y distinguida, sino sólo por su obra literaria; y en ella se manifiesta el don de sabiduría como conocimiento del alma humana, sagaz observación de lo significativo, rechazo de la desmesura y dominio del arte de novelar”.
Sus últimos años lo vivió a caballo entre el pazo de Nigrán (Pontevedra) y Madrid donde no solía faltar a la reuniones de la Academia. El 31 de agosto de 1995 sufrió una caída en el pazo de Nigrán y se fracturó la cadera. La muerte le sobrevino el 3 de octubre de 1995, y sus restos fueron trasladados a Villafranca del Bierzo, donde fue enterrada en el mismo panteón que su esposo, el académico de la Historia Dalmiro de la Válgoma.
Elena Quiroga evolucionó desde la estructura muy tradicional de su primera novela, Soledad sonora, hasta la mayor complejidad de las ulteriores, aunque se mantuvo fiel a una temática basada en la introspección, en la creación de personajes solitarios y problemáticos, en el protagonismo femenino. Elena Quiroga ha sido durante años una presencia indispensable cuando se hablaba de novela femenina. Otra cosa es la pertinencia del concepto –más que discutible- y si la misma sensibilidad de la obra está en sintonía con lo que hoy piensan y escriben las más destacadas narradoras españolas. Y como dijo Buero Vallejo: “Era una mujer del pueblo en la Academia”.
Francisco Arias Solis
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Foro Libre: Homenaje a Margarita Xirgu
FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)
Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
“Tengo paz, soy dichosa.”
Margarita Xirgu.
HOMENAJE DE FORO LIBRE MARGARITA XIRGU
El próximo lunes, día 27, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra de la actriz catalana Margarita Xirgu (1888-1969), con motivo del cuarenta aniversario de su muerte.
Margarita Xirgu supo afrontar toda suerte de riesgos. Esos riesgos se llaman Mariana Pineda, Marianela, La corona, Divinas Palabras, El otro y El adefesio, y a sus sombras estos nombres: García Lorca, Galdós, Azaña, Valle-Inclán, Unamuno, Alberti... La actriz catalana fue además la introductora del mejor teatro europeo de su tiempo: Pirandello, D’Anunnzio, Wilde, Shaw, Rice... Y también vitaliza, junto a Rivas Cherif, los personajes de nuestra dramaturgia del Siglo de Oro. El maestro Enrique Diez Canedo tiene razón al afirmar que ha habido dos grandes momentos en el teatro español: el de María Guerrero y el de Margarita Xirgu. “Yo soy un fanático -decía Alberti- de Margarita Xirgu. Soy un religioso fanático del Arte y en el Templo del Arte, entre los muchos altares que en él se erigen encuentro siempre el de la Xirgu”.
El 24 de junio de 1927 se estrena en Barcelona Mariana Pineda de Federico García Lorca. La crítica reconoce que el triunfo era uno de los más legítimos que se habían registrado “en nuestros teatros desde hace mucho tiempo...” A finales de 1934, con el estreno de Yerma, Margarita vuelve a obtener un clamoroso éxito. Al año siguiente estrena Doña Rosita la soltera. El 30 de enero de 1936 Margarita y Federico García Lorca se despiden en Santander. La actriz catalana salía para Cuba. Y aquella gira por América se convirtió para Margarita Xirgu en su exilio, hasta su muerte.
Para Margarita Xirgu la muerte de Federico será un trauma irreparable. “No he podido -decía- creer en su muerte... Me aferro a la ilusión de que Federico vive, porque vive en mi esperanza...” El 8 de marzo de 1945 estrena la obra póstuma de Lorca La Casa de Bernarda Alba. Al caer el telón, el público del “todo Buenos Aires” que llenaba la sala Avenida, estalló delirante en aplausos y vítores emocionados al poeta y a la actriz. Margarita Xirgu fue en Uruguay durante diez años directora de escena de la Comedia Nacional y directora fundadora de la Escuela Municipal de Arte Dramático, institución, que, con justicia, lleva hoy su nombre.
Margarita Xirgu muere en Montevideo el 25 de abril de 1969. “La gran Margarita, actriz de inmaculada historia artística, lumbrera del teatro español y admirable creadora”, como la definió Federico, había cumplido su deber de actriz “llenando con su voz y su gesto apasionado la bella sombra desgraciada, médula y símbolo de la libertad” en el escenario y en la vida.
Francisco Arias Solís
No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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“Tengo paz, soy dichosa.”
Margarita Xirgu.
HOMENAJE DE FORO LIBRE MARGARITA XIRGU
El próximo lunes, día 27, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra de la actriz catalana Margarita Xirgu (1888-1969), con motivo del cuarenta aniversario de su muerte.
Margarita Xirgu supo afrontar toda suerte de riesgos. Esos riesgos se llaman Mariana Pineda, Marianela, La corona, Divinas Palabras, El otro y El adefesio, y a sus sombras estos nombres: García Lorca, Galdós, Azaña, Valle-Inclán, Unamuno, Alberti... La actriz catalana fue además la introductora del mejor teatro europeo de su tiempo: Pirandello, D’Anunnzio, Wilde, Shaw, Rice... Y también vitaliza, junto a Rivas Cherif, los personajes de nuestra dramaturgia del Siglo de Oro. El maestro Enrique Diez Canedo tiene razón al afirmar que ha habido dos grandes momentos en el teatro español: el de María Guerrero y el de Margarita Xirgu. “Yo soy un fanático -decía Alberti- de Margarita Xirgu. Soy un religioso fanático del Arte y en el Templo del Arte, entre los muchos altares que en él se erigen encuentro siempre el de la Xirgu”.
El 24 de junio de 1927 se estrena en Barcelona Mariana Pineda de Federico García Lorca. La crítica reconoce que el triunfo era uno de los más legítimos que se habían registrado “en nuestros teatros desde hace mucho tiempo...” A finales de 1934, con el estreno de Yerma, Margarita vuelve a obtener un clamoroso éxito. Al año siguiente estrena Doña Rosita la soltera. El 30 de enero de 1936 Margarita y Federico García Lorca se despiden en Santander. La actriz catalana salía para Cuba. Y aquella gira por América se convirtió para Margarita Xirgu en su exilio, hasta su muerte.
Para Margarita Xirgu la muerte de Federico será un trauma irreparable. “No he podido -decía- creer en su muerte... Me aferro a la ilusión de que Federico vive, porque vive en mi esperanza...” El 8 de marzo de 1945 estrena la obra póstuma de Lorca La Casa de Bernarda Alba. Al caer el telón, el público del “todo Buenos Aires” que llenaba la sala Avenida, estalló delirante en aplausos y vítores emocionados al poeta y a la actriz. Margarita Xirgu fue en Uruguay durante diez años directora de escena de la Comedia Nacional y directora fundadora de la Escuela Municipal de Arte Dramático, institución, que, con justicia, lleva hoy su nombre.
Margarita Xirgu muere en Montevideo el 25 de abril de 1969. “La gran Margarita, actriz de inmaculada historia artística, lumbrera del teatro español y admirable creadora”, como la definió Federico, había cumplido su deber de actriz “llenando con su voz y su gesto apasionado la bella sombra desgraciada, médula y símbolo de la libertad” en el escenario y en la vida.
Francisco Arias Solís
No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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Gracias.
lunes, 20 de abril de 2009
Rafael Lasso de la Vega por Francisco Arias Solis
EN EL CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE
RAFAEL LASSO DE LA VEGA
(1890-1959)
“¡Ay, una primavera
que lleva la alegría, la sonrisa y la rosa!...
¡La rosa para ti, y el amor, amor mío!
¡El beso, el sol, la rosa...
en esa casa blanca de la orilla del río!”...
Rafael Lasso de la Vega.
LA VOZ ARISTOCRATICA DEL ULTRAISMO
“Si bien el manifiesto ultraísta fue escrito sobre la mesa de un café de Madrid –decía Pedro Garfias-, la primera etapa del ultraísmo puede decirse que transcurre en Sevilla”. Y entre los verdaderos puntales del ultraísmo podemos citar: Rafael Cansinos-Asséns, Pedro Garfias, Adriano del Valle, Rafael Lasso de la Vega, Pedro Luis Gálvez, Jorge Luis Borges, Guillermo de Torre, Isaac del Vando-Villar, Antonio Espina, Juan Larrea, Mauricio Bacarisse y Rogelio Buendía.
Rafael Lasso de la Vega, Marqués de Villanova, nace en Sevilla el 28 de febrero de 1890 y muere en esta misma ciudad en la Nochebuena de 1959, en la puerta giratoria del Ateneo de Sevilla, fulminado por un ataque al corazón En Sevilla estudia bachillerato y a los dieciocho años marcha a Madrid donde empieza a publicar poesías en Los Lunes del Imparcial y más tarde es un asiduo de la revista Grecia. Cansinos-Asséns le denomina “el poeta helénico y heráldico”. De su obra destaca el dadaísmo furibundo. Lasso de la Vega decía: “Yo soy dadaísta... Dadá es lo más moderno que existe...”
Lasso de la Vega es un personaje fantástico, casi de leyenda, que se pasó muchos años en el extranjero arrastrando una vida algo bohemia, sin dejar de traducir y producir. El poeta sevillano es una de las figuras más importantes de la historia del postmodernismo poético español, de la dorada bohemia de entreguerras. En París, donde vivió gran parte de su vida, trató a Apollinaire y a otros escritores y artistas representativos del momento.
En sus Memorias, César González Ruano lo recuerda así: “Rafael Lasso de la Vega se decía descendiente de Don Pedro el Cruel y llevaba ya entonces una bohemia atroz de más de veinte años durmiendo donde podía, comiendo dos o tres veces al mes, pero muy estirado y muy cosmopolita, escribiendo poesías en francés y siempre con una sortija de oro, que jamás vendió (...) Muchos años más tarde, después de 1936, me lo encontré en Roma. Se había casado en Suiza con una compositora judía que se llamaba Florine. Estaba Rafael como nuevo, con dientes recién adquiridos y deslumbrantes, muy bien vestido y encantador”. También Rafael Guillén se refirió, en su poema “Prestigio” la vida irregular del poeta ultraísta: “Si noble a la antigua, bohemio, / bohemio de antaño: poeta / defensor del ocio más puro. / Entre las horas regaladas, / sintiendo en su curso la estirpe, / busca las nuevas invenciones”.
En 1910, Lasso de la Vega publicó un delicado libro, con el bello título, grato a Machado, de Rimas de silencio y soledad. A esta obra, becqueriana y machadiana, donde parece a veces que estamos leyendo al mejor Machado, pertenecen sus mejores poesías, luego derivó hacia el vanguardismo. En El corazón iluminado y otros poemas (1919) se recogen novísimos latidos líricos y normas que fijan un nuevo rumbo a la poesía española. Lasso de la Vega fue uno de los primeros poetas que cultivó en nuestro país el “verso libre” lleno de emotividad y de gracia moderna. Galeries de glaces 1918-1919 (1942), editado en París, tuvo una gran acogida de la crítica por su originalidad y modernidad. “Lasso de la Vega –escribía Isaac del Vando-Villar-, es sin duda uno de los poetas más bien mentados, así como el temperamento más aristocrático y refinado existente”.
Lasso de la Vega es autor de otros bellos libros como los titulados: Las coronas de mirto (1914), Prestigios (1916), La natividades (1917), Presencias 1912-1918 (1942), Creacionismo (1920), Arte menor 1921-1938 (1941), Pasaje de la poesía (1931), Sagitario en la torre (1936), Oaristes (1940) y Constancias (1941),
Los poemas de Galerías de espejos plenos de intensa emotividad, ensancharon el horizonte de la lírica española, merced a la amplitud del ” verso libre” en su máxima extensión de metros y rimas, y a la expresión justa y verdadera de las sensaciones por las imágenes y los conceptos ideológicos: todo ello en un conjunto de bella armonía y como una exaltación polifónica del canto. Y como decía nuestro poeta: “Todas las voces se detienen unánimes / a escuchar la canción única del silencio”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
El futuro se gana, ganando la libertad.
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RAFAEL LASSO DE LA VEGA
(1890-1959)
“¡Ay, una primavera
que lleva la alegría, la sonrisa y la rosa!...
¡La rosa para ti, y el amor, amor mío!
¡El beso, el sol, la rosa...
en esa casa blanca de la orilla del río!”...
Rafael Lasso de la Vega.
LA VOZ ARISTOCRATICA DEL ULTRAISMO
“Si bien el manifiesto ultraísta fue escrito sobre la mesa de un café de Madrid –decía Pedro Garfias-, la primera etapa del ultraísmo puede decirse que transcurre en Sevilla”. Y entre los verdaderos puntales del ultraísmo podemos citar: Rafael Cansinos-Asséns, Pedro Garfias, Adriano del Valle, Rafael Lasso de la Vega, Pedro Luis Gálvez, Jorge Luis Borges, Guillermo de Torre, Isaac del Vando-Villar, Antonio Espina, Juan Larrea, Mauricio Bacarisse y Rogelio Buendía.
Rafael Lasso de la Vega, Marqués de Villanova, nace en Sevilla el 28 de febrero de 1890 y muere en esta misma ciudad en la Nochebuena de 1959, en la puerta giratoria del Ateneo de Sevilla, fulminado por un ataque al corazón En Sevilla estudia bachillerato y a los dieciocho años marcha a Madrid donde empieza a publicar poesías en Los Lunes del Imparcial y más tarde es un asiduo de la revista Grecia. Cansinos-Asséns le denomina “el poeta helénico y heráldico”. De su obra destaca el dadaísmo furibundo. Lasso de la Vega decía: “Yo soy dadaísta... Dadá es lo más moderno que existe...”
Lasso de la Vega es un personaje fantástico, casi de leyenda, que se pasó muchos años en el extranjero arrastrando una vida algo bohemia, sin dejar de traducir y producir. El poeta sevillano es una de las figuras más importantes de la historia del postmodernismo poético español, de la dorada bohemia de entreguerras. En París, donde vivió gran parte de su vida, trató a Apollinaire y a otros escritores y artistas representativos del momento.
En sus Memorias, César González Ruano lo recuerda así: “Rafael Lasso de la Vega se decía descendiente de Don Pedro el Cruel y llevaba ya entonces una bohemia atroz de más de veinte años durmiendo donde podía, comiendo dos o tres veces al mes, pero muy estirado y muy cosmopolita, escribiendo poesías en francés y siempre con una sortija de oro, que jamás vendió (...) Muchos años más tarde, después de 1936, me lo encontré en Roma. Se había casado en Suiza con una compositora judía que se llamaba Florine. Estaba Rafael como nuevo, con dientes recién adquiridos y deslumbrantes, muy bien vestido y encantador”. También Rafael Guillén se refirió, en su poema “Prestigio” la vida irregular del poeta ultraísta: “Si noble a la antigua, bohemio, / bohemio de antaño: poeta / defensor del ocio más puro. / Entre las horas regaladas, / sintiendo en su curso la estirpe, / busca las nuevas invenciones”.
En 1910, Lasso de la Vega publicó un delicado libro, con el bello título, grato a Machado, de Rimas de silencio y soledad. A esta obra, becqueriana y machadiana, donde parece a veces que estamos leyendo al mejor Machado, pertenecen sus mejores poesías, luego derivó hacia el vanguardismo. En El corazón iluminado y otros poemas (1919) se recogen novísimos latidos líricos y normas que fijan un nuevo rumbo a la poesía española. Lasso de la Vega fue uno de los primeros poetas que cultivó en nuestro país el “verso libre” lleno de emotividad y de gracia moderna. Galeries de glaces 1918-1919 (1942), editado en París, tuvo una gran acogida de la crítica por su originalidad y modernidad. “Lasso de la Vega –escribía Isaac del Vando-Villar-, es sin duda uno de los poetas más bien mentados, así como el temperamento más aristocrático y refinado existente”.
Lasso de la Vega es autor de otros bellos libros como los titulados: Las coronas de mirto (1914), Prestigios (1916), La natividades (1917), Presencias 1912-1918 (1942), Creacionismo (1920), Arte menor 1921-1938 (1941), Pasaje de la poesía (1931), Sagitario en la torre (1936), Oaristes (1940) y Constancias (1941),
Los poemas de Galerías de espejos plenos de intensa emotividad, ensancharon el horizonte de la lírica española, merced a la amplitud del ” verso libre” en su máxima extensión de metros y rimas, y a la expresión justa y verdadera de las sensaciones por las imágenes y los conceptos ideológicos: todo ello en un conjunto de bella armonía y como una exaltación polifónica del canto. Y como decía nuestro poeta: “Todas las voces se detienen unánimes / a escuchar la canción única del silencio”.
Francisco Arias Solis
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El futuro se gana, ganando la libertad.
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domingo, 19 de abril de 2009
Thomas Carlyle por Francisco Arias Solis
THOMAS CARLYLE
(1795-1881)
“El pensamiento más profundo, canta.”
Carlyle. .
LA VOZ DE LA LITERATURA ESTIMULANTE
La fama de Carlyle reverdeció a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Las ideas y el estilo de Carlyle volvieron a influir en el estilo de numerosos escritores de todos los países. La actuales generaciones le tienen algo olvidado. Con todo, no cesan de publicarse libros de la llamada literatura estimulante, la cual procede toda, precisamente de Carlyle y de los voluntaristas como Nietzsche, Maeterlink, James y otros.
Thomas Carlyle nace en Ecclefechan (Escocia), el 4 de diciembre de 1795. Estudia en la Universidad de Edimburgo y se distingue, sobre todo, en el estudio de las matemáticas. Poco después se dedicó a la enseñanza de esta ciencia. Y uno de sus primeros libros fue una traducción del francés, de los Elementos de Geometría y Trigonometría de Legendre (1824). Su primer libro importante fue una Vida y obras de Schiller. Trabó conocimiento y amistad con varios escritores alemanes, y es interesantísima su correspondencia epistolar con Goethe. En 1826, se casó Carlyle con Juana Welsh. El escritor amaba intensamente a su esposa; cuando en 1861 contrajo ella una grave enfermedad mental, que estuvo a punto de hacerle perder la razón, Carlyle le cuidó con ejemplar paciencia.
Su Sartor Resartus (El sastre Remendado) es, sin duda alguna, una obra fundamental del siglo XIX y una de las más importantes de todos los siglos. Sus dotes de historiador ilustre, unidas a las de original pensador y escritor genial, se asociaron brillantemente para producir en 1834 otra obra inmortal: su Revolución francesa.
Carlyle escribió mucho en periódicos y revistas. También pronunció varias series de conferencias. Otra de sus mejores obras es La Historia de Federico de Prusia, que le acreditó de gran historiador. Carlyle se preocupó por cuestiones sociales y la suerte de los trabajadores y se adelantó a muchas ideas actuales en obras como Charstin (1840) y Pasado y Presente (1843). En esta última pide para los trabajadores “no caridad sino justicia”. Los Héroes es su obra más conocida. El heroísmo de Carlyle consiste en saber resistir, en saber reaccionar y reírse. Para Carlyle, toda auténtica personalidad tiene razón, es verdadera o, de lo contrario será no héroe; es decir, no sería sino ficción, simulacro; como tantos hombres, no sería nada. Y contra esta nada que finge ser algo, contra esa máscara que pretende sea rostro, es contra la que luchan valientemente sus héroes.
En 1866, fue elegido por los estudiantes lord rector de la Universidad de Edimburgo, donde había estudiado. Este acontecimiento fue para él motivo de profunda satisfacción.. Pero, poco después moría su esposa. Tanto le afectó esta desgracia que, a contar desde aquella fecha, puede considerarse terminada su vida de escritor. Su vida humana se prolongó hasta el 5 de febrero de 1881.
Los hermanos espirituales de Carlyle son los místicos iluminados, como Novalis y Jacobi; los líricos exaltados y declamatorios como Schiller; los filósofos postkantianos, panteístas e idealistas, líricos de la filosofía como Fichte y Schelling; los atormentados humoristas como Juan Pablo Richter. No hay duda que influyó en él, más o menos directamente, el historicismo de Hegel y que fue profunda la impresión que le causaron las obras místico-naturalistas de Rousseau. Y con éste, todo lo que significase romanticismo, porque Carlyle era, por naturaleza, el escritor más romántico de Inglaterra.
El secreto del verdadero estilo de Carlyle es su música. El pensamiento mismo de Carlyle, desde luego, es más musical que discursivo y reflexivo; siente más que ve. Carlyle es un gran enamorado; sus reacciones violentas descargan contra todo lo que se opone y contradice a sus grandes amores. Carlyle, en los primeros años de su matrimonio escribió en un Diario íntimo “sin amor no hay conocimiento”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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Paz y libertad.
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(1795-1881)
“El pensamiento más profundo, canta.”
Carlyle. .
LA VOZ DE LA LITERATURA ESTIMULANTE
La fama de Carlyle reverdeció a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Las ideas y el estilo de Carlyle volvieron a influir en el estilo de numerosos escritores de todos los países. La actuales generaciones le tienen algo olvidado. Con todo, no cesan de publicarse libros de la llamada literatura estimulante, la cual procede toda, precisamente de Carlyle y de los voluntaristas como Nietzsche, Maeterlink, James y otros.
Thomas Carlyle nace en Ecclefechan (Escocia), el 4 de diciembre de 1795. Estudia en la Universidad de Edimburgo y se distingue, sobre todo, en el estudio de las matemáticas. Poco después se dedicó a la enseñanza de esta ciencia. Y uno de sus primeros libros fue una traducción del francés, de los Elementos de Geometría y Trigonometría de Legendre (1824). Su primer libro importante fue una Vida y obras de Schiller. Trabó conocimiento y amistad con varios escritores alemanes, y es interesantísima su correspondencia epistolar con Goethe. En 1826, se casó Carlyle con Juana Welsh. El escritor amaba intensamente a su esposa; cuando en 1861 contrajo ella una grave enfermedad mental, que estuvo a punto de hacerle perder la razón, Carlyle le cuidó con ejemplar paciencia.
Su Sartor Resartus (El sastre Remendado) es, sin duda alguna, una obra fundamental del siglo XIX y una de las más importantes de todos los siglos. Sus dotes de historiador ilustre, unidas a las de original pensador y escritor genial, se asociaron brillantemente para producir en 1834 otra obra inmortal: su Revolución francesa.
Carlyle escribió mucho en periódicos y revistas. También pronunció varias series de conferencias. Otra de sus mejores obras es La Historia de Federico de Prusia, que le acreditó de gran historiador. Carlyle se preocupó por cuestiones sociales y la suerte de los trabajadores y se adelantó a muchas ideas actuales en obras como Charstin (1840) y Pasado y Presente (1843). En esta última pide para los trabajadores “no caridad sino justicia”. Los Héroes es su obra más conocida. El heroísmo de Carlyle consiste en saber resistir, en saber reaccionar y reírse. Para Carlyle, toda auténtica personalidad tiene razón, es verdadera o, de lo contrario será no héroe; es decir, no sería sino ficción, simulacro; como tantos hombres, no sería nada. Y contra esta nada que finge ser algo, contra esa máscara que pretende sea rostro, es contra la que luchan valientemente sus héroes.
En 1866, fue elegido por los estudiantes lord rector de la Universidad de Edimburgo, donde había estudiado. Este acontecimiento fue para él motivo de profunda satisfacción.. Pero, poco después moría su esposa. Tanto le afectó esta desgracia que, a contar desde aquella fecha, puede considerarse terminada su vida de escritor. Su vida humana se prolongó hasta el 5 de febrero de 1881.
Los hermanos espirituales de Carlyle son los místicos iluminados, como Novalis y Jacobi; los líricos exaltados y declamatorios como Schiller; los filósofos postkantianos, panteístas e idealistas, líricos de la filosofía como Fichte y Schelling; los atormentados humoristas como Juan Pablo Richter. No hay duda que influyó en él, más o menos directamente, el historicismo de Hegel y que fue profunda la impresión que le causaron las obras místico-naturalistas de Rousseau. Y con éste, todo lo que significase romanticismo, porque Carlyle era, por naturaleza, el escritor más romántico de Inglaterra.
El secreto del verdadero estilo de Carlyle es su música. El pensamiento mismo de Carlyle, desde luego, es más musical que discursivo y reflexivo; siente más que ve. Carlyle es un gran enamorado; sus reacciones violentas descargan contra todo lo que se opone y contradice a sus grandes amores. Carlyle, en los primeros años de su matrimonio escribió en un Diario íntimo “sin amor no hay conocimiento”.
Francisco Arias Solis
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viernes, 17 de abril de 2009
José Hierro por Francisco Arias Solís
JOSE HIERRO
(1922-2002)
“La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que tú hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.”
José Hierro.
LA VOZ DEL POETA TESTIMONIAL
En alguna ocasión José Hierro se definió así mismo como poeta social; más frecuentemente se llamó testimonial. Afirma su creencia en una poesía-testimonio, ya que el poeta “es obra es artífice de su tiempo”. Hierro escribe que los poetas “son meros transmisores, traductores al lenguaje humano”. Por lo tanto, •”el hombre que hay en el poeta, contará lo que tiene de común con los demás hombres, los que los hombres todos cantaría si tuvieran un poeta dentro”.
José Hierro del Real nace en Madrid el 3 de abril de 1922. Sus primeros recuerdos son, sin embargo, santanderinos, ya que a los dos años marcha a Santander. Acude al Colegio de los Salesianos, de donde pasa a una escuela de peritaje industrial. Pero la guerra civil acaba con los estudios de José Hierro.
A los doce años recibe un premio de Santander por un cuento infantil. A principios de 1936 descubre a los poetas dela generación del 27. Antes de 1936 José Hierro había escrito ya algunos versos; pero es durante la guerra civil cuando comienza su actividad poética, en forma continua y entusiasta.
Durante cerca de dos años trabajó como obrero cilindrador en una fábrica de botas de goma. Fue detenido y procesado por “auxilio” o “adhesión a la rebelión”. Condenado a prisión, ingresa en la Provincial de Santander, en septiembre de 1939. Pasa por muchas otras cárceles. Es puesto en libertad en los primeros meses de 1944.
A su salida de la cárcel, tras una breve temporada en Santander se traslada a Valencia, donde desempeña oficios diversos. En 1946 vuelve a Santander y se relaciona con el grupo que da aliento a la revista Proel.
Tierra sin nosotros, primer libro de José Hierro se publicó en 1947. En agosto del mismo año sale Alegría, después de recibir el premio Adonais. Después aparecen Con las piedras, con el viento (1950), Quinta del 42 (1953), Estatuas yacentes (1954), Cuanto sé de mí (1957) y Libro de las alucinaciones (1964). En 1962 publicó Poesías completas (1944-1962). En 1974 se editó una nueva compilación de su obra poética con el título de uno de sus libros, Cuanto sé de mí, y posteriormente en este mismo género, Cabotaje (1989), Agenda (1991) y Cuaderno de Nueva York (1996). En prosa ha escrito Quince días de vacaciones y el ensayo Reflexiones sobre mi poesía (1984).
En 1953 José Hierro obtiene el Premio Nacional de Poesía, por su Antología poética, y obtuvo así mismo los premios de la Crítica (1958 y 1965) y March (1959). En 1981 se le concedió el premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1990 recibió el premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra. Fue elegido miembro de la Real Academia Española en abril de 1999, pero no pudo leer su discurso de ingreso, ya que al año siguiente sufrió un infarto. José Hierro muere en Madrid el 21 de diciembre de 2002.
A través del conjunto de la poesía de José Hierro se observa el ansia constante de vivir la vida en toda su plenitud. Poeta testimonial al que ha ido dejando en el papel la “oscura crónica” –como dice él- a morirse a sí mismo y a los hombres de su tiempo. Oscura crónica contada en claridades de inteligencia y fraternidad del corazón.
“La palabra cotidiana –escribe José Hierro-, cargada de sentido, es la que prefiero”. Las palabras que el poeta encuentra y dice están cargadas de sensaciones. Y por ello las imágenes sensoriales son frecuentes en toda su poesía, en la que hallamos infinidad de palabras cotidianas al lado de otras que vienen de la tradición literaria. Con la pureza última de la palabra, con toda su riqueza expresiva, el poeta quiere llegar a la alegría, a la esperanza, aunque todo “esté roto”, o, precisamente porque todo está roto y lo sabemos. Y es que, como dijo el poeta: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo era nada”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Ningún hombre considera que su situación es libre si no es al mismo tiempo justa, ni justa si no es libre.
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Gracias.
(1922-2002)
“La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que tú hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.”
José Hierro.
LA VOZ DEL POETA TESTIMONIAL
En alguna ocasión José Hierro se definió así mismo como poeta social; más frecuentemente se llamó testimonial. Afirma su creencia en una poesía-testimonio, ya que el poeta “es obra es artífice de su tiempo”. Hierro escribe que los poetas “son meros transmisores, traductores al lenguaje humano”. Por lo tanto, •”el hombre que hay en el poeta, contará lo que tiene de común con los demás hombres, los que los hombres todos cantaría si tuvieran un poeta dentro”.
José Hierro del Real nace en Madrid el 3 de abril de 1922. Sus primeros recuerdos son, sin embargo, santanderinos, ya que a los dos años marcha a Santander. Acude al Colegio de los Salesianos, de donde pasa a una escuela de peritaje industrial. Pero la guerra civil acaba con los estudios de José Hierro.
A los doce años recibe un premio de Santander por un cuento infantil. A principios de 1936 descubre a los poetas dela generación del 27. Antes de 1936 José Hierro había escrito ya algunos versos; pero es durante la guerra civil cuando comienza su actividad poética, en forma continua y entusiasta.
Durante cerca de dos años trabajó como obrero cilindrador en una fábrica de botas de goma. Fue detenido y procesado por “auxilio” o “adhesión a la rebelión”. Condenado a prisión, ingresa en la Provincial de Santander, en septiembre de 1939. Pasa por muchas otras cárceles. Es puesto en libertad en los primeros meses de 1944.
A su salida de la cárcel, tras una breve temporada en Santander se traslada a Valencia, donde desempeña oficios diversos. En 1946 vuelve a Santander y se relaciona con el grupo que da aliento a la revista Proel.
Tierra sin nosotros, primer libro de José Hierro se publicó en 1947. En agosto del mismo año sale Alegría, después de recibir el premio Adonais. Después aparecen Con las piedras, con el viento (1950), Quinta del 42 (1953), Estatuas yacentes (1954), Cuanto sé de mí (1957) y Libro de las alucinaciones (1964). En 1962 publicó Poesías completas (1944-1962). En 1974 se editó una nueva compilación de su obra poética con el título de uno de sus libros, Cuanto sé de mí, y posteriormente en este mismo género, Cabotaje (1989), Agenda (1991) y Cuaderno de Nueva York (1996). En prosa ha escrito Quince días de vacaciones y el ensayo Reflexiones sobre mi poesía (1984).
En 1953 José Hierro obtiene el Premio Nacional de Poesía, por su Antología poética, y obtuvo así mismo los premios de la Crítica (1958 y 1965) y March (1959). En 1981 se le concedió el premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1990 recibió el premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra. Fue elegido miembro de la Real Academia Española en abril de 1999, pero no pudo leer su discurso de ingreso, ya que al año siguiente sufrió un infarto. José Hierro muere en Madrid el 21 de diciembre de 2002.
A través del conjunto de la poesía de José Hierro se observa el ansia constante de vivir la vida en toda su plenitud. Poeta testimonial al que ha ido dejando en el papel la “oscura crónica” –como dice él- a morirse a sí mismo y a los hombres de su tiempo. Oscura crónica contada en claridades de inteligencia y fraternidad del corazón.
“La palabra cotidiana –escribe José Hierro-, cargada de sentido, es la que prefiero”. Las palabras que el poeta encuentra y dice están cargadas de sensaciones. Y por ello las imágenes sensoriales son frecuentes en toda su poesía, en la que hallamos infinidad de palabras cotidianas al lado de otras que vienen de la tradición literaria. Con la pureza última de la palabra, con toda su riqueza expresiva, el poeta quiere llegar a la alegría, a la esperanza, aunque todo “esté roto”, o, precisamente porque todo está roto y lo sabemos. Y es que, como dijo el poeta: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo era nada”.
Francisco Arias Solis
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Ningún hombre considera que su situación es libre si no es al mismo tiempo justa, ni justa si no es libre.
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jueves, 16 de abril de 2009
Juan José Domenchina por Francisco Arias Solis
EN EL CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE
JUAN JOSE DOMENCHINA (1898.1959)
“...Más que muerto
estoy en pena, en suspensión, colgado
de este horrible no estar en ningún lado.”
Juan José Domenchina.
LA VOZ DESTERRADA
Juan Ramón Jiménez, que llamaba a su amigo Domenchina, Pepeimedio, nos contó como le había conocido: “Me dijeron: Ese es Domenchina. Alto, lleno, apeponado, lento, iba entre las acacias lacias en segunda flor de la calle Serrano, un libro gordo, lastre sin duda, bajo el brazo y unos niños chicos de las manos, amarras débiles de la vida (...). Y creyendo más, más, más que se iba, temí por los niños y corrí tras él un instante ciego, con un grito de mi otra voz: ¡Domenchinaaa!”
Juan José Domenchina nace en Madrid, el 18 de mayo de 1898, siendo por tanto de la verdadera generación que nace el 98: García Lorca, Vicente Aleixandre, Concha Méndez, Rosa Chacel, Dámaso Alonso, César M. Arconada, Victoria Kent y Zubiri.
Terminó sus estudios de bachillerato a los quince años, ingresando en la Escuela Normal de Toledo, donde consiguió el título de maestro nacional, si bien nunca se dedicó a la enseñanza. A los diecinueve años inicia su carrera literaria con la publicación de su primer libro Del poema eterno, prologado por Ramón Pérez de Ayala, en el que muestra ya las raíces intelectuales que caracterizarán a su poesía. Más tarde inició su carrera como crítico en el diario madrileño El Sol, con el seudónimo de Gerardo Rivera.
En 1918 publica Las interrogaciones del silencio, a este libro le siguen: La corporeidad de lol abstracto y El tacto fervoroso. En 1932, publica Dédalo, una de sus mejores obras, y Margen. En estas obras se muestra partidario de la poesía pura al estilo de Paul Valery: “Una poesía, según Valery –escribe- debe ser una fiesta del intelecto. El intelecto en fiesta es siempre poesía”. Escribió también la novela vanguardista La túnica de Neso y la novela corta El hábito.
Juan José Domenchina frecuentaba la tertulia del Café Regina en la calle de Alcalá, a la que asistían Ramón del Valle-Inclán y Manuel Azaña entre otros. Cuando Manuel Azaña fue presidente del Consejo de Ministros, nombró a Domenchina su secretario. En junio de 1936 fue nombrado delegado del gobierno del Instituto del Libro Español. Poco después de la rebelión militar de julio, en noviembre de 1936, el poeta contrae matrimonio con la poetisa Ernestina de Champourcin.
A causa de la guerra civil, primeramente se traslada a Valencia, y, finalmente, fija su residencia en Barcelona. Colabora en la revista cultural Hora de España, en ella publica su bella canción infantil: “Hay la pena que cantan los niños / legendaria, como el amor. / La de la pájara, pájara pinta / sentadita en el verde limón. / Hay la pena de los sentidos. / Hay la pena que tengo yo”. Al final de la guerra, como tantos otros, pasó la frontera buscando refugio en Francia. En junio de 1939 llegó a México.
En el exilio se dedica a la traducción de obras literarias, colabora en revistas y periódicos y continuó escribiendo poesía intensamente hasta el punto que antes de su muerte ocurrida en México el 27 de octubre de 1959, había publicado diez colecciones de sus poemas. Entre ellos: Destierro, Tercera elegía jubilar, Pasión de sombra, Tres elegías jubilares, Exul umbra, Perpetuo arraigo, La sombra desterrada y El extrañado. Una selección de sus poemas con el título de Poesías escogidas (1915-1939) fue publicado por la Casa de España en México, en 1940, con un curioso retrato del autor por José Moreno Villa.
En un espléndido prólogo a la obra poética de Domenchina, Ernestina de Champourcin señala la existencia clarísima de dos etapas en la obra del poeta: la de antes de la guerra y la del exilio. Y dentro de la larga etapa del exilio Ernestina apunta una subdivisión; si los primeros libros muestran “a lo vivo la angustia del que se siente arrancado de su suelo y sufre”, hay un momento que “respira dentro del mismo cuadro nostálgico y evocador una tregua de paz, de esperanza, que viene a apuntalar la fe recobrada”.
Periodista, crítico novelista y fino poeta .Domenchina era conocido como crítico, pero fue con la poesía como mejor supo expresar su sensibilidad humana, sus talentos artísticos y su credo estético.
La poesía que Domenchina escribió en el exilio manifiesta una trémula emoción humana y un conmovedor sufrimiento que le coloca entre la mejor poesía de su generación. Pocos exiliados españoles muestran en su poesía una angustia vivida con tanta intensidad y constancia. Su dolor de exiliado viene a agravarse por la angustia de la soledad.
Domenchina se negó a acomodarse a nuevas circunstancias y a profanar la integridad de su obra. Y nos dejó dicho: “No me pueden quitar la primavera / en que mi juventud ha florecido / ni el otoño o sazón en que me muera”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Paz y libertad.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
JUAN JOSE DOMENCHINA (1898.1959)
“...Más que muerto
estoy en pena, en suspensión, colgado
de este horrible no estar en ningún lado.”
Juan José Domenchina.
LA VOZ DESTERRADA
Juan Ramón Jiménez, que llamaba a su amigo Domenchina, Pepeimedio, nos contó como le había conocido: “Me dijeron: Ese es Domenchina. Alto, lleno, apeponado, lento, iba entre las acacias lacias en segunda flor de la calle Serrano, un libro gordo, lastre sin duda, bajo el brazo y unos niños chicos de las manos, amarras débiles de la vida (...). Y creyendo más, más, más que se iba, temí por los niños y corrí tras él un instante ciego, con un grito de mi otra voz: ¡Domenchinaaa!”
Juan José Domenchina nace en Madrid, el 18 de mayo de 1898, siendo por tanto de la verdadera generación que nace el 98: García Lorca, Vicente Aleixandre, Concha Méndez, Rosa Chacel, Dámaso Alonso, César M. Arconada, Victoria Kent y Zubiri.
Terminó sus estudios de bachillerato a los quince años, ingresando en la Escuela Normal de Toledo, donde consiguió el título de maestro nacional, si bien nunca se dedicó a la enseñanza. A los diecinueve años inicia su carrera literaria con la publicación de su primer libro Del poema eterno, prologado por Ramón Pérez de Ayala, en el que muestra ya las raíces intelectuales que caracterizarán a su poesía. Más tarde inició su carrera como crítico en el diario madrileño El Sol, con el seudónimo de Gerardo Rivera.
En 1918 publica Las interrogaciones del silencio, a este libro le siguen: La corporeidad de lol abstracto y El tacto fervoroso. En 1932, publica Dédalo, una de sus mejores obras, y Margen. En estas obras se muestra partidario de la poesía pura al estilo de Paul Valery: “Una poesía, según Valery –escribe- debe ser una fiesta del intelecto. El intelecto en fiesta es siempre poesía”. Escribió también la novela vanguardista La túnica de Neso y la novela corta El hábito.
Juan José Domenchina frecuentaba la tertulia del Café Regina en la calle de Alcalá, a la que asistían Ramón del Valle-Inclán y Manuel Azaña entre otros. Cuando Manuel Azaña fue presidente del Consejo de Ministros, nombró a Domenchina su secretario. En junio de 1936 fue nombrado delegado del gobierno del Instituto del Libro Español. Poco después de la rebelión militar de julio, en noviembre de 1936, el poeta contrae matrimonio con la poetisa Ernestina de Champourcin.
A causa de la guerra civil, primeramente se traslada a Valencia, y, finalmente, fija su residencia en Barcelona. Colabora en la revista cultural Hora de España, en ella publica su bella canción infantil: “Hay la pena que cantan los niños / legendaria, como el amor. / La de la pájara, pájara pinta / sentadita en el verde limón. / Hay la pena de los sentidos. / Hay la pena que tengo yo”. Al final de la guerra, como tantos otros, pasó la frontera buscando refugio en Francia. En junio de 1939 llegó a México.
En el exilio se dedica a la traducción de obras literarias, colabora en revistas y periódicos y continuó escribiendo poesía intensamente hasta el punto que antes de su muerte ocurrida en México el 27 de octubre de 1959, había publicado diez colecciones de sus poemas. Entre ellos: Destierro, Tercera elegía jubilar, Pasión de sombra, Tres elegías jubilares, Exul umbra, Perpetuo arraigo, La sombra desterrada y El extrañado. Una selección de sus poemas con el título de Poesías escogidas (1915-1939) fue publicado por la Casa de España en México, en 1940, con un curioso retrato del autor por José Moreno Villa.
En un espléndido prólogo a la obra poética de Domenchina, Ernestina de Champourcin señala la existencia clarísima de dos etapas en la obra del poeta: la de antes de la guerra y la del exilio. Y dentro de la larga etapa del exilio Ernestina apunta una subdivisión; si los primeros libros muestran “a lo vivo la angustia del que se siente arrancado de su suelo y sufre”, hay un momento que “respira dentro del mismo cuadro nostálgico y evocador una tregua de paz, de esperanza, que viene a apuntalar la fe recobrada”.
Periodista, crítico novelista y fino poeta .Domenchina era conocido como crítico, pero fue con la poesía como mejor supo expresar su sensibilidad humana, sus talentos artísticos y su credo estético.
La poesía que Domenchina escribió en el exilio manifiesta una trémula emoción humana y un conmovedor sufrimiento que le coloca entre la mejor poesía de su generación. Pocos exiliados españoles muestran en su poesía una angustia vivida con tanta intensidad y constancia. Su dolor de exiliado viene a agravarse por la angustia de la soledad.
Domenchina se negó a acomodarse a nuevas circunstancias y a profanar la integridad de su obra. Y nos dejó dicho: “No me pueden quitar la primavera / en que mi juventud ha florecido / ni el otoño o sazón en que me muera”.
Francisco Arias Solis
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Gracias.
miércoles, 15 de abril de 2009
Luis Araquistain por Francisco Arias Solis
FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)
Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
“No nos engañemos: cuando en nombre de la crisis piden los propietarios
la derogación de las leyes sociales y la rebaja de jornales, no buscan sólo
un negocio; al mismo tiempo procuran con ello recobrar y consolidar su
poder político… La crisis es el señuelo, que no puede embaucar a ningún
hombre inteligente.”
Luis Araquistain
HOMENAJE DE FORO LIBRE A LUIS ARAQUISTAIN
El próximo lunes, día 20, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del escritor y político español Luis Araquistain (1886-1959), con motivo del cincuentenario de su muerte.
Si de los Ríos y Besteiro representaban de modo eminente el “socialismo de cátedra” que se impuso a partir de 1914, no les iba muy a la zaga Araquistain, aunque, en este caso, su formación náutica y su dedicación periodística le alejasen considerablemente de los problemas filosóficos y de las cuestiones teóricas que preocuparon a aquellos. Una vez hecha esta salvedad, debemos dejar constancia que fue un intelectual destacado, formando parte del grupo de intelectuales que entonces se acercaron al partido socialista.
En los años de la II República, Araquistain estuvo muy ligado a Largo Caballero, ocupando el puesto de subsecretario del ministerio de Trabajo y Previsión Social cuando aquél ocupó esa cartera. Entre febrero de 1932 y mayo de 1933, Araquistain fue embajador en Berlín, quedando muy impresionado por la ascensión del nazismo, que le llevó a radicalizar su postura en España, fundando en mayo de 1934 la revista Leviatán. Entre septiembre de 1936 y mayo del año siguiente, Araquistaín fue embajador en París; al regreso a España siguió la línea caballerista que había mantenido anteriormente.
La mayor parte de sus libros fueron ante colaboraciones en prensa, su firma aparecerá en publicaciones como La Mañana, El Mundo, El Liberal, El Sol, La Voz, Claridad, habiendo sido director de la revista España, durante la segunda década del siglo XX, y de Leviatán, durante la tercera. En Argentina estuvo poco tiempo; enseguida regresó a España, pero su actividad periodística le obligaba a viajar frecuentemente: pasó temporadas en Londres, París, Berlín, aunque su residencia habitual fue siempre Madrid, por lo menos hasta su marcha al exilio, durante éste permaneció en París y en Londres (donde trabajó para la BBC) y finalmente se retiró a Ginebra, desde donde continuó sus colaboraciones en periódicos hispanoamericanos. Luis Araquistaín falleció en Ginebra en 1959.
La obra de Araquistain tuvo una expresión en géneros muy diferentes. Escribió novelas como Las columnas de Hércules, El archipiélago maravilloso y La vuelta del muerto; dramas como El rodeo y El coloso de arcilla; y libros de viaje como La revolución mejicana y La agonía antillana. Pero destaca su labor de ensayista político con títulos como los siguientes: Entre la guerra y la revolución, España en el crisol, El arca de Noé, El ocaso de un régimen, El pensamiento español contemporáneo.
La trayectoria de Araquistain dio un giro sorprendente después de la guerra civil, cuando deja sus principios revolucionarios y evoluciona a un socialismo liberal, siendo el pionero de un socialismo europeísta y atlantista, capaz de instaurar en nuestro país una democracia duradera.
Francisco Arias Solís
No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
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Gracias.
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)
Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
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URL: http://www.arrakis.es/~aarias
“No nos engañemos: cuando en nombre de la crisis piden los propietarios
la derogación de las leyes sociales y la rebaja de jornales, no buscan sólo
un negocio; al mismo tiempo procuran con ello recobrar y consolidar su
poder político… La crisis es el señuelo, que no puede embaucar a ningún
hombre inteligente.”
Luis Araquistain
HOMENAJE DE FORO LIBRE A LUIS ARAQUISTAIN
El próximo lunes, día 20, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del escritor y político español Luis Araquistain (1886-1959), con motivo del cincuentenario de su muerte.
Si de los Ríos y Besteiro representaban de modo eminente el “socialismo de cátedra” que se impuso a partir de 1914, no les iba muy a la zaga Araquistain, aunque, en este caso, su formación náutica y su dedicación periodística le alejasen considerablemente de los problemas filosóficos y de las cuestiones teóricas que preocuparon a aquellos. Una vez hecha esta salvedad, debemos dejar constancia que fue un intelectual destacado, formando parte del grupo de intelectuales que entonces se acercaron al partido socialista.
En los años de la II República, Araquistain estuvo muy ligado a Largo Caballero, ocupando el puesto de subsecretario del ministerio de Trabajo y Previsión Social cuando aquél ocupó esa cartera. Entre febrero de 1932 y mayo de 1933, Araquistain fue embajador en Berlín, quedando muy impresionado por la ascensión del nazismo, que le llevó a radicalizar su postura en España, fundando en mayo de 1934 la revista Leviatán. Entre septiembre de 1936 y mayo del año siguiente, Araquistaín fue embajador en París; al regreso a España siguió la línea caballerista que había mantenido anteriormente.
La mayor parte de sus libros fueron ante colaboraciones en prensa, su firma aparecerá en publicaciones como La Mañana, El Mundo, El Liberal, El Sol, La Voz, Claridad, habiendo sido director de la revista España, durante la segunda década del siglo XX, y de Leviatán, durante la tercera. En Argentina estuvo poco tiempo; enseguida regresó a España, pero su actividad periodística le obligaba a viajar frecuentemente: pasó temporadas en Londres, París, Berlín, aunque su residencia habitual fue siempre Madrid, por lo menos hasta su marcha al exilio, durante éste permaneció en París y en Londres (donde trabajó para la BBC) y finalmente se retiró a Ginebra, desde donde continuó sus colaboraciones en periódicos hispanoamericanos. Luis Araquistaín falleció en Ginebra en 1959.
La obra de Araquistain tuvo una expresión en géneros muy diferentes. Escribió novelas como Las columnas de Hércules, El archipiélago maravilloso y La vuelta del muerto; dramas como El rodeo y El coloso de arcilla; y libros de viaje como La revolución mejicana y La agonía antillana. Pero destaca su labor de ensayista político con títulos como los siguientes: Entre la guerra y la revolución, España en el crisol, El arca de Noé, El ocaso de un régimen, El pensamiento español contemporáneo.
La trayectoria de Araquistain dio un giro sorprendente después de la guerra civil, cuando deja sus principios revolucionarios y evoluciona a un socialismo liberal, siendo el pionero de un socialismo europeísta y atlantista, capaz de instaurar en nuestro país una democracia duradera.
Francisco Arias Solís
No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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martes, 14 de abril de 2009
Carlos Arniches por Francisco Arias Solis
CARLOS ARNICHES
(1866-1943)
“Comprímase
pa que vean que bailamos yo y usté
en un cacahué.”
Carlos Arniches
LA VOZ DEL MADRID CASTIZO
Arniches fue un madrileño de residencia y vocación. “No soy madrileño –nos contaba Carlos Arniches-. Nací en una vieja y amada ciudad levantina, pero en esta villa insigne ha vivido mi juventud sus horas de lucha y de alegría, y ella es, por tanto, mi pueblo de adopción”. Su obra teatral puede considerarse continuadora de la de Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega. Arniches llega a ser indiscutiblemente el maestro de los sainetes contemporáneos e inventó un nuevo género: la tragicomedia o “tragedia grotesca”.
El amor del público hacia la obra de Arniches y el respeto que inspira su figura llena de honestidad, dignidad y entereza no cesan jamás. “Soy un trabajador infatigable –decía Arniches-. Presumo de esto con cierta razón. Estoy en el yunque desde los catorce años. Al principio, de dependiente de comercio; luego, de aprendiz de periodista, y, y por último, desde los dieciocho, de autor cómico”.
Carlos Arniches y Barrera nace en Alicante el 11 de octubre de 1866. Hijo de un modesto empleado de una fábrica de tabaco. Después de los primeros estudios, y, muy joven todavía, marcha a Barcelona. En esta ciudad trabaja en comercios, escribe versos y hace algo de periodismo. En 1885 se traslada a Madrid, y tras unos comienzos difíciles, consigue estrenar por primera vez, en el teatro Eslava, en 1888, su obra Casa Editorial. En 1894 se casa con Pilar Moltó. Hombre de hogar su vida familiar se caracteriza por su intensa afectividad. Su última obra fue Don Verdades (1944), estrenada póstumamente. La muerte le llega a Carlos Arniches a causa de una angina de pecho, en la madrugada del 16 de abril de 1943.
Arniches gozó de una inmensa popularidad entre el público. Fue el sainetero de la época que llevó a escena el casticismo madrileño mediante unas caricaturas que tienen por objeto la mera risa o desarrollan temas dramáticos o melodramáticos; en su imitación y reflejo de la vida popular, cuyo lenguaje emplea con maestría, hay varias “tragedias grotescas” nacidas de una actitud crítica respecto a la realidad, con una gran carga de ilusión humanista.
En 1898 logra su primer gran triunfo con El santo de la Isidra., sainete lírico de costumbres madrileñas. Vienen después los éxitos de El puñao de rosas (1902), Las estrellas, El pobre Valbuena (1904), Alma de Dios (1908) y El amigo Melquíades (1914); la comedia de costumbres tiene su mejor exponente en La señorita de Trevélez (1910); la tragedia grotesca cuenta con ¡Que viene mi marido! (1918),.Los caciques (1920), La chica del gato, Es mi hombre (1921), El último mono (1926), El solar de Mediacapa (1928), El señor Badanas (1930), La diosa ríe (1931), Yo quiero (1936) y El tío Miserias (1940), y el melodrama está representado por La sobrina del cura (1914).
El teatro popular de Arniches, es un heredero legítimo de Galdós. En los diálogos en prosa o en verso de Arniches, encontramos lenguaje vivo popular. Este escritor, este poeta, creador del lenguaje popular, hizo todo lo contrario de lo que hace el escritor, el poeta, cuando se apropia formas del lenguaje común.
Su popularidad no siempre fue acompañada de la debida valoración literaria. Acaso, por ello, sorprendió más que, en cierta ocasión, Valle-Inclán, afirmase que Alma de Dios era su obra teatral preferida de aquel tiempo. Federico García Lorca decía: “Carlos Arniches es más poeta que casi todos lo que escriben teatro en verso actualmente”. “Y así, Arniches, escritor popular y popularista –decía Pedro Salinas- procedente del sector de autores teatrales puros, ha ingresado hoy en el rango de estimación literaria que antes se concedía sólo a esos otros autores de procedencia letrada y culta, y figura sin adjetivo alguno de origen, en la primera fila de nuestros dramáticos contemporáneos”. Y, por último, Ramón Pérez de Ayala nos dijo: “El señor Arniches ha producido verdaderos arquetipos de obras maestras”...
Y volvamos a Arniches: “Tan tranquilo estoy en mi modesta butaquita, que yo me permitiría decir a todos: ¡Señores, cada cual a su asiento!. Es lo justo y lo razonable, porque piensen ustedes que, al fin, cuando el espectáculo de la vida termine, hemos de ir a otro donde no hay manera de sobornar al acomodador, porque el acomodador es el Tiempo, que no tiene amigos, y que ha de colocar a cada uno, sin apelación, en el sitio que merezca”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
¡Necesitamos vivir en paz!
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Gracias
(1866-1943)
“Comprímase
pa que vean que bailamos yo y usté
en un cacahué.”
Carlos Arniches
LA VOZ DEL MADRID CASTIZO
Arniches fue un madrileño de residencia y vocación. “No soy madrileño –nos contaba Carlos Arniches-. Nací en una vieja y amada ciudad levantina, pero en esta villa insigne ha vivido mi juventud sus horas de lucha y de alegría, y ella es, por tanto, mi pueblo de adopción”. Su obra teatral puede considerarse continuadora de la de Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega. Arniches llega a ser indiscutiblemente el maestro de los sainetes contemporáneos e inventó un nuevo género: la tragicomedia o “tragedia grotesca”.
El amor del público hacia la obra de Arniches y el respeto que inspira su figura llena de honestidad, dignidad y entereza no cesan jamás. “Soy un trabajador infatigable –decía Arniches-. Presumo de esto con cierta razón. Estoy en el yunque desde los catorce años. Al principio, de dependiente de comercio; luego, de aprendiz de periodista, y, y por último, desde los dieciocho, de autor cómico”.
Carlos Arniches y Barrera nace en Alicante el 11 de octubre de 1866. Hijo de un modesto empleado de una fábrica de tabaco. Después de los primeros estudios, y, muy joven todavía, marcha a Barcelona. En esta ciudad trabaja en comercios, escribe versos y hace algo de periodismo. En 1885 se traslada a Madrid, y tras unos comienzos difíciles, consigue estrenar por primera vez, en el teatro Eslava, en 1888, su obra Casa Editorial. En 1894 se casa con Pilar Moltó. Hombre de hogar su vida familiar se caracteriza por su intensa afectividad. Su última obra fue Don Verdades (1944), estrenada póstumamente. La muerte le llega a Carlos Arniches a causa de una angina de pecho, en la madrugada del 16 de abril de 1943.
Arniches gozó de una inmensa popularidad entre el público. Fue el sainetero de la época que llevó a escena el casticismo madrileño mediante unas caricaturas que tienen por objeto la mera risa o desarrollan temas dramáticos o melodramáticos; en su imitación y reflejo de la vida popular, cuyo lenguaje emplea con maestría, hay varias “tragedias grotescas” nacidas de una actitud crítica respecto a la realidad, con una gran carga de ilusión humanista.
En 1898 logra su primer gran triunfo con El santo de la Isidra., sainete lírico de costumbres madrileñas. Vienen después los éxitos de El puñao de rosas (1902), Las estrellas, El pobre Valbuena (1904), Alma de Dios (1908) y El amigo Melquíades (1914); la comedia de costumbres tiene su mejor exponente en La señorita de Trevélez (1910); la tragedia grotesca cuenta con ¡Que viene mi marido! (1918),.Los caciques (1920), La chica del gato, Es mi hombre (1921), El último mono (1926), El solar de Mediacapa (1928), El señor Badanas (1930), La diosa ríe (1931), Yo quiero (1936) y El tío Miserias (1940), y el melodrama está representado por La sobrina del cura (1914).
El teatro popular de Arniches, es un heredero legítimo de Galdós. En los diálogos en prosa o en verso de Arniches, encontramos lenguaje vivo popular. Este escritor, este poeta, creador del lenguaje popular, hizo todo lo contrario de lo que hace el escritor, el poeta, cuando se apropia formas del lenguaje común.
Su popularidad no siempre fue acompañada de la debida valoración literaria. Acaso, por ello, sorprendió más que, en cierta ocasión, Valle-Inclán, afirmase que Alma de Dios era su obra teatral preferida de aquel tiempo. Federico García Lorca decía: “Carlos Arniches es más poeta que casi todos lo que escriben teatro en verso actualmente”. “Y así, Arniches, escritor popular y popularista –decía Pedro Salinas- procedente del sector de autores teatrales puros, ha ingresado hoy en el rango de estimación literaria que antes se concedía sólo a esos otros autores de procedencia letrada y culta, y figura sin adjetivo alguno de origen, en la primera fila de nuestros dramáticos contemporáneos”. Y, por último, Ramón Pérez de Ayala nos dijo: “El señor Arniches ha producido verdaderos arquetipos de obras maestras”...
Y volvamos a Arniches: “Tan tranquilo estoy en mi modesta butaquita, que yo me permitiría decir a todos: ¡Señores, cada cual a su asiento!. Es lo justo y lo razonable, porque piensen ustedes que, al fin, cuando el espectáculo de la vida termine, hemos de ir a otro donde no hay manera de sobornar al acomodador, porque el acomodador es el Tiempo, que no tiene amigos, y que ha de colocar a cada uno, sin apelación, en el sitio que merezca”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
¡Necesitamos vivir en paz!
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Gracias
domingo, 12 de abril de 2009
Antonio Canovas del Castillo por Francisco Arias Solis
ANTONIO CANOVAS DEL CASTILLO
(1828-1897)
“Las minorías inteligentes gobernarán siempre el mundo,
en una u otra forma. “
Antonio Canovas.
LA VOZ DE UN HOMBRE DE ESTADO
El Canovas político y el Canovas historiador confluyen ambos en su genialidad como estadista. “En Canovas –dice José María Jover-, el político y el historiador se funden en una categoría egregia que precisa de las mejores calidades de ambos oficios: el hombre de Estado”. El punto de convergencia entre ambos Canovas es precisamente la Restauración, momento en que culmina su obra de historiador y de político.
Antonio Canovas del Castillo nace en Málaga el 8 de febrero de 1828. Tras realizar los primeros cursos de bachillerato, muere el padre en 1843, lo que incita a la madre a enviar al joven Antonio a Madrid, bajo la protección de su primo Serafín Estébanez Calderón (El Solitario). En Madrid, Canovas termina el bachillerato y se licencia en Derecho el año 1851. Al mismo tiempo, trabaja para ganarse la vida como oficinista y empieza a destacarse como escritor. En 1852 aparece su novela La Campana de Huesca, donde el tema de la misma delata ya su vocación de historiador. Escribió obras fundamentales entre las que es imprescindible contar las tres siguientes: Historia de la Decadencia de España, Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España y Estudios del reinado de Felipe IV. A ellas hay que añadir otras como: Problemas contemporáneos, La dominación de los españoles en Italia, Roma y España a mediados del siglo XVI, De la mejor manera de escribir la Historia... Esta actividad de historiador fue ampliamente reconocida –incluso de manera oficial- al ingresar en la Real Academia de la Historia en 1860.
La actividad política de Canovas corre paralela con dicha inquietud de historiador y no son ajenos la una a la otra. El hombre preocupado por la decadencia española intentará buscar sus causas en la historia para después ponerles remedio con la política. En este sentido, no podemos olvidar que Canovas fue un intelectual de primera línea, hondamente preocupado por las cuestiones teóricas de su tiempo. Ortega y Gasset había reconocido en el estadista malagueño “un enorme talento, tal vez el más grande de su siglo en España para cuestiones ideológicas, si hubiera podido dedicar a ella su vida”. De cualquier manera, hay en él una tendencia armónica a buscar la solución a los problemas políticos del país en actitudes conciliadoras. Así se manifiesta desde los primeros momentos de su vida política, cuando llevado de la amistad de Joaquín Francisco Pacheco –jefe de los puritanos-, inicia una conducta de prudente distanciamiento entre progresistas y moderados. Es cierto que Canovas redactó el Manifiesto de Manzanares, que dio entrada en 1854 al “bienio progresista”, pero no es menos cierto que en seguida se alejó de las consecuencias políticas del mismo, limitándose a desempeñar un puesto de diputado por Málaga en las Cortes Constituyentes de 1854-1856. En esta línea de conciliación hay que situar sus iniciativas para consolidar la “Unión Liberal”, bajo cuya inspiración mantendrá una estrecha colaboración con O’Donnelll, durante el llamado “Parlamento largo”.
Aunque Canovas ocupó cargos políticos de importancia –director general de Administración Local, subsecretario de Gobernación, ministro de Gobernación, ministro de Ultramar, ministro de Hacienda- siempre supo mantener una actitud de prudente equidistancia entre autoritarios y revolucionarios, lo que le permite no comprometerse decisivamente en ninguna de las situaciones que anteceden a la Restauración. Por otro lado, a partir de 1866 esas distancias se acentúan, incluso durante el periodo revolucionario atacará las soluciones políticas dadas por éstos –Amadeo I de Saboya y I República-, obteniendo la confianza de los monárquicos para encauzar y organizar la restauración a partir de 1873. En estos años realiza una amplia gestión personal del hombre público –escribe en la Prensa, diserta en el Ateneo, mantiene infinidad de contactos-, que culminarán en el golpe de Sagunto y la redacción del Manifiesto de Sandhurst, sucesos ambos que darán entrada en 1875 al reinado de Alfonso XII, y con él, el largo período de la que se ha llamado Restauración canovista, hasta la muerte del insigne malagueño en 1897, asesinado por el anarquista Miguel Angiolillo, cuando veraneaba en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), el 8 de agosto.
En cuanto inspirador político de la Restauración, Canovas favorece la promulgación en 1876 de una Constitución, basada en la tolerancia religiosa y en el respeto liberal hacia los discrepantes.
La muerte prematura de Alfonso XII en 1885, produjo una situación de preocupante expectativa, salvada con habilidad mediante el llamado pacto de El Pardo, por el cual todas las fuerzas políticas se avinieron a aceptar la regencia de Maria Cristina, llamada la reina-madre.
A partir de 1892 un cambio de atmósfera se percibe claramente. Los cimientos del sistema “canovista” se conmueven seriamente, y el asesinato de Canovas a manos de un anarquista italiano no es una simple anécdota biográfica. El sistema oligárquico-caciquil como sistema “canovista” de dominación va a estimular, no sólo la división clasista entre un campesinado empobrecido y mediatizado y los latifundistas y propietarios poseedores de la tierra, con su secuela de servidores –caciques de toda laya y condición-, sino una profunda contradicción geográfico-social entre el campo y la ciudad, donde ésta explota a aquél, de acuerdo con las líneas marcadas por el liberalismo agrario español, deudor aún en esta época de la estructura arcaica proveniente de la desamortización. Conflictos sociales y conflictos regionales se superponen en una dinámica de enfrentamientos, donde las diferencias regionales actúan como factor multiplicador. Y es que, como dijo el político malagueño: “Son españoles los que no pueden ser otra cosa”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
La primera víctima de la guerra es la infancia.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
(1828-1897)
“Las minorías inteligentes gobernarán siempre el mundo,
en una u otra forma. “
Antonio Canovas.
LA VOZ DE UN HOMBRE DE ESTADO
El Canovas político y el Canovas historiador confluyen ambos en su genialidad como estadista. “En Canovas –dice José María Jover-, el político y el historiador se funden en una categoría egregia que precisa de las mejores calidades de ambos oficios: el hombre de Estado”. El punto de convergencia entre ambos Canovas es precisamente la Restauración, momento en que culmina su obra de historiador y de político.
Antonio Canovas del Castillo nace en Málaga el 8 de febrero de 1828. Tras realizar los primeros cursos de bachillerato, muere el padre en 1843, lo que incita a la madre a enviar al joven Antonio a Madrid, bajo la protección de su primo Serafín Estébanez Calderón (El Solitario). En Madrid, Canovas termina el bachillerato y se licencia en Derecho el año 1851. Al mismo tiempo, trabaja para ganarse la vida como oficinista y empieza a destacarse como escritor. En 1852 aparece su novela La Campana de Huesca, donde el tema de la misma delata ya su vocación de historiador. Escribió obras fundamentales entre las que es imprescindible contar las tres siguientes: Historia de la Decadencia de España, Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España y Estudios del reinado de Felipe IV. A ellas hay que añadir otras como: Problemas contemporáneos, La dominación de los españoles en Italia, Roma y España a mediados del siglo XVI, De la mejor manera de escribir la Historia... Esta actividad de historiador fue ampliamente reconocida –incluso de manera oficial- al ingresar en la Real Academia de la Historia en 1860.
La actividad política de Canovas corre paralela con dicha inquietud de historiador y no son ajenos la una a la otra. El hombre preocupado por la decadencia española intentará buscar sus causas en la historia para después ponerles remedio con la política. En este sentido, no podemos olvidar que Canovas fue un intelectual de primera línea, hondamente preocupado por las cuestiones teóricas de su tiempo. Ortega y Gasset había reconocido en el estadista malagueño “un enorme talento, tal vez el más grande de su siglo en España para cuestiones ideológicas, si hubiera podido dedicar a ella su vida”. De cualquier manera, hay en él una tendencia armónica a buscar la solución a los problemas políticos del país en actitudes conciliadoras. Así se manifiesta desde los primeros momentos de su vida política, cuando llevado de la amistad de Joaquín Francisco Pacheco –jefe de los puritanos-, inicia una conducta de prudente distanciamiento entre progresistas y moderados. Es cierto que Canovas redactó el Manifiesto de Manzanares, que dio entrada en 1854 al “bienio progresista”, pero no es menos cierto que en seguida se alejó de las consecuencias políticas del mismo, limitándose a desempeñar un puesto de diputado por Málaga en las Cortes Constituyentes de 1854-1856. En esta línea de conciliación hay que situar sus iniciativas para consolidar la “Unión Liberal”, bajo cuya inspiración mantendrá una estrecha colaboración con O’Donnelll, durante el llamado “Parlamento largo”.
Aunque Canovas ocupó cargos políticos de importancia –director general de Administración Local, subsecretario de Gobernación, ministro de Gobernación, ministro de Ultramar, ministro de Hacienda- siempre supo mantener una actitud de prudente equidistancia entre autoritarios y revolucionarios, lo que le permite no comprometerse decisivamente en ninguna de las situaciones que anteceden a la Restauración. Por otro lado, a partir de 1866 esas distancias se acentúan, incluso durante el periodo revolucionario atacará las soluciones políticas dadas por éstos –Amadeo I de Saboya y I República-, obteniendo la confianza de los monárquicos para encauzar y organizar la restauración a partir de 1873. En estos años realiza una amplia gestión personal del hombre público –escribe en la Prensa, diserta en el Ateneo, mantiene infinidad de contactos-, que culminarán en el golpe de Sagunto y la redacción del Manifiesto de Sandhurst, sucesos ambos que darán entrada en 1875 al reinado de Alfonso XII, y con él, el largo período de la que se ha llamado Restauración canovista, hasta la muerte del insigne malagueño en 1897, asesinado por el anarquista Miguel Angiolillo, cuando veraneaba en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), el 8 de agosto.
En cuanto inspirador político de la Restauración, Canovas favorece la promulgación en 1876 de una Constitución, basada en la tolerancia religiosa y en el respeto liberal hacia los discrepantes.
La muerte prematura de Alfonso XII en 1885, produjo una situación de preocupante expectativa, salvada con habilidad mediante el llamado pacto de El Pardo, por el cual todas las fuerzas políticas se avinieron a aceptar la regencia de Maria Cristina, llamada la reina-madre.
A partir de 1892 un cambio de atmósfera se percibe claramente. Los cimientos del sistema “canovista” se conmueven seriamente, y el asesinato de Canovas a manos de un anarquista italiano no es una simple anécdota biográfica. El sistema oligárquico-caciquil como sistema “canovista” de dominación va a estimular, no sólo la división clasista entre un campesinado empobrecido y mediatizado y los latifundistas y propietarios poseedores de la tierra, con su secuela de servidores –caciques de toda laya y condición-, sino una profunda contradicción geográfico-social entre el campo y la ciudad, donde ésta explota a aquél, de acuerdo con las líneas marcadas por el liberalismo agrario español, deudor aún en esta época de la estructura arcaica proveniente de la desamortización. Conflictos sociales y conflictos regionales se superponen en una dinámica de enfrentamientos, donde las diferencias regionales actúan como factor multiplicador. Y es que, como dijo el político malagueño: “Son españoles los que no pueden ser otra cosa”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
La primera víctima de la guerra es la infancia.
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Gracias.
viernes, 10 de abril de 2009
Mauricio Bacarisse por Francisco Arias Solís
MAURICIO BACARISSE
(1895-1931)
“La luna era incomparable
redonda, contenta y alta.
¡Quién me volviera esa noche
aunque muriera mañana!
La luna es sólo la luna
y no se parece a nada.”
Mauricio Bacarisse.
LA VOZ DE LA CREACIÓN POETICA
Mauricio Bacarisse pertenece cronológicamente a la generación del 27 y se le considera un poeta de transición entre el modernismo y el ultraísmo, movimientos de los que se separa para componer una poesía pura, al estilo de la cultivada por Juan Ramón Jiménez, aunque con la influencia de los poetas expresionistas alemanes (E. Stadler, a quien traduce).
Pedro Garfias, revalorizado hoy día como uno de los mejores ultraístas españoles, escribía en El Heraldo de Madrid: ”Y no quiero cerrar estas líneas sin citar los nombres de dos grandes artistas que, aun no perteneciendo al ultraísmo, debemos incluirlos aquí, con emoción idéntica, porque siempre nos ayudaron con su consejo, con su simpatía y su colaboración: Rafael Barradas y Mauricio Bacarisse”.
Poeta, traductor y novelista. Mauricio Bacarisse nace en Madrid el 20 de agosto de 1895. En la dedicatoria de su libro de poemas Mitos, a don Ramón del Valle-Inclán, nos cuenta el poeta su visita al maestro –marzo 1914- , que le acogió alentadoramente. “Aquel joven, casi niño, que tanto se asemejaba al monaguillo del “Entierro del Conde Orgaz”, desde aquella mañana de invierno, casi de primavera, ha aprovechado poco de aquella inicial y generosa enseñanza. Se ha engolosinado, con exceso, en la larga y sabrosa experiencia que usted preconizaba. Ha vivido, ha amado, ha sufrido, ha delinquido y ha estudiado inclusive algunos libros deleitosos y maravillosamente inútiles”.
Catedrático de Filosofía, en los Institutos de Mahón, Lugo y Ávila. Recorrió las provincias españolas, comisionado por una Compañía de Seguros. El poema “Mujeres muertas” le costó un juicio por injurias a la Guardia Civil.
Comienza siendo modernista en su obra El esfuerzo y se declara discípulo de Rubén Darío. El poeta Rogelio Buendía, en la reseña de Umbrales, de Antonio Espina, decía desde las páginas de la revista ultraísta Grecia: “Este es un primer libro que inquieta y desconcierta. Es un viril comienzo de un gran lírico. No es Espina una esperanza, es, con su primer libro, una realidad: un poeta (...). No sigue el rumbo futurista ni tampoco es un hermano de Bacarisse, que hace un culto del esfuerzo, pero es un hombre moderno”.
En 1927 publica la novela Las tinieblas floridas. En sus poemas “El Madrid de las rondas” y “Manifestación del hombre” se aprecia la influencia de la poesía social. Asiduo a las reuniones del café Pombo, en la madrileña calle de Carretas, aparece en el cuadro de Gutiérrez Solana La tertulia del Pombo (1930).
Bacarisse colaboró en la revista Nueva España, dirigida por Antonio Espina, Adolfo Salazar y José Díaz Fernández, que apareció el 30 de enero de 1930, el mismo día en que caía la dictadura de Primo de Rivera. También colaboró en la Revista de Occidente, fundada por José Ortega y Gasset.
Mauricio Bacarisse muere en Madrid el 4 de febrero de 1931, al mismo tiempo que se hacía público el Premio Nacional de Literatura que se le otorgaba por su novela Los terribles amores de Agliberto y Celedonia, una de las más inteligentes e irónicas novelas de la época.
“No es mi propósito extenderme –escribía Bacarisse- en la justificación psicológica de la formación interna de la metáfora, sino demostrar que las metáforas no se quedan en esqueleto verbal o en momia imaginativa. Cobran existencia y viven su vida”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.
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Gracias.
(1895-1931)
“La luna era incomparable
redonda, contenta y alta.
¡Quién me volviera esa noche
aunque muriera mañana!
La luna es sólo la luna
y no se parece a nada.”
Mauricio Bacarisse.
LA VOZ DE LA CREACIÓN POETICA
Mauricio Bacarisse pertenece cronológicamente a la generación del 27 y se le considera un poeta de transición entre el modernismo y el ultraísmo, movimientos de los que se separa para componer una poesía pura, al estilo de la cultivada por Juan Ramón Jiménez, aunque con la influencia de los poetas expresionistas alemanes (E. Stadler, a quien traduce).
Pedro Garfias, revalorizado hoy día como uno de los mejores ultraístas españoles, escribía en El Heraldo de Madrid: ”Y no quiero cerrar estas líneas sin citar los nombres de dos grandes artistas que, aun no perteneciendo al ultraísmo, debemos incluirlos aquí, con emoción idéntica, porque siempre nos ayudaron con su consejo, con su simpatía y su colaboración: Rafael Barradas y Mauricio Bacarisse”.
Poeta, traductor y novelista. Mauricio Bacarisse nace en Madrid el 20 de agosto de 1895. En la dedicatoria de su libro de poemas Mitos, a don Ramón del Valle-Inclán, nos cuenta el poeta su visita al maestro –marzo 1914- , que le acogió alentadoramente. “Aquel joven, casi niño, que tanto se asemejaba al monaguillo del “Entierro del Conde Orgaz”, desde aquella mañana de invierno, casi de primavera, ha aprovechado poco de aquella inicial y generosa enseñanza. Se ha engolosinado, con exceso, en la larga y sabrosa experiencia que usted preconizaba. Ha vivido, ha amado, ha sufrido, ha delinquido y ha estudiado inclusive algunos libros deleitosos y maravillosamente inútiles”.
Catedrático de Filosofía, en los Institutos de Mahón, Lugo y Ávila. Recorrió las provincias españolas, comisionado por una Compañía de Seguros. El poema “Mujeres muertas” le costó un juicio por injurias a la Guardia Civil.
Comienza siendo modernista en su obra El esfuerzo y se declara discípulo de Rubén Darío. El poeta Rogelio Buendía, en la reseña de Umbrales, de Antonio Espina, decía desde las páginas de la revista ultraísta Grecia: “Este es un primer libro que inquieta y desconcierta. Es un viril comienzo de un gran lírico. No es Espina una esperanza, es, con su primer libro, una realidad: un poeta (...). No sigue el rumbo futurista ni tampoco es un hermano de Bacarisse, que hace un culto del esfuerzo, pero es un hombre moderno”.
En 1927 publica la novela Las tinieblas floridas. En sus poemas “El Madrid de las rondas” y “Manifestación del hombre” se aprecia la influencia de la poesía social. Asiduo a las reuniones del café Pombo, en la madrileña calle de Carretas, aparece en el cuadro de Gutiérrez Solana La tertulia del Pombo (1930).
Bacarisse colaboró en la revista Nueva España, dirigida por Antonio Espina, Adolfo Salazar y José Díaz Fernández, que apareció el 30 de enero de 1930, el mismo día en que caía la dictadura de Primo de Rivera. También colaboró en la Revista de Occidente, fundada por José Ortega y Gasset.
Mauricio Bacarisse muere en Madrid el 4 de febrero de 1931, al mismo tiempo que se hacía público el Premio Nacional de Literatura que se le otorgaba por su novela Los terribles amores de Agliberto y Celedonia, una de las más inteligentes e irónicas novelas de la época.
“No es mi propósito extenderme –escribía Bacarisse- en la justificación psicológica de la formación interna de la metáfora, sino demostrar que las metáforas no se quedan en esqueleto verbal o en momia imaginativa. Cobran existencia y viven su vida”.
Francisco Arias Solis
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La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.
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jueves, 9 de abril de 2009
Joaquín Xirau por Francisco Arias Solís
JOAQUIN XIRAU
(1895-1946)
“Sólo es capaz de vivir en otro
quien es capaz de vivir en sí mismo.”
Joaquín Xirau.
LA VOZ DE LA CONCIENCIA AMOROSA
El mundo de la filosofía es el de la totalidad de la experiencia, pues su aspiración no puede ser otra que hacernos vivir en una plenitud vital, donde todas las cosas hallan su lugar y todos los valores su jerarquía.
Ahora bien, la plenitud vital se da en el amor; de aquí la importancia de determinar el significado formal de la “conciencia amorosa”; para Xirau, ésta es una actitud radical que no debe identificarse con ningún contenido concreto; se trata, por el contrario, nos dice, de “una forma peculiar y permanente del espíritu, una actitud radical de la vida que condiciona los fenómenos y los contenidos y les presta una orientación y un sentido”. Y entre las diversas formas o actitudes que puede adoptar la actividad de la conciencia, la más decisiva es la que se mueve entre el amor y el rencor, hasta el punto de que la estructura entera de la persona cambia según se halle dominada por la conciencia amorosa o por la conciencia rencorosa. El amor a que Xirau se refiere es, pues, este tipo de “amor puro” que constituye en definitiva una realidad específica e irreductible, de carácter profundamente ontológico.
La personalidad y la obra de Joaquín Xirau nos sitúan en el eje de la Escuela de Barcelona; a no haber sido por la guerra civil y el exilio posterior, probablemente hubiera ejercido un magisterio filosófico en el mundo catalán muy parecido al que Ortega y Gasset ejerció en la Escuela de Madrid.
Joaquín Xirau nació en la ciudad gerundense de Figueres el 3 de junio de 1895 y murió en México el 10 de abril de 1946. Estudió Filosofía y Letras en Barcelona, ampliando después estudios en Madrid, donde siguió un curso con Ortega y mantuvo relaciones de amistad con los hombres de la Institución Libre de Enseñanza; de ahí arranca su interés por el tema de educación y su admiración por los krausistas, bien patente en su libro: Manuel B. Cossío y la educación en España. “La revolución más profunda realizada en España en los últimos años de su vida libre –la reforma de la educación- se debe íntegramente a Cossío”, decía Xirau. El doctorado lo hizo en la Universidad de Madrid: tanto en Filosofía, en 1922, como en Derecho, 1923. Los filósofos que más influyeron en él fueron Max Scheler y el pensamiento francés de aquel momento: Brunschvicg, Bergson, Meyerson, Landsberg, etc. En la enseñanza obtuvo un primer puesto en Lugo como profesor de Segunda Enseñanza, pasando después por las Universidades de Salamanca y Zaragoza, hasta situarse en la de Barcelona en 1929; desde ella inicia una extraordinaria actividad impulsando el desarrollo de la filosofía y la pedagogía. Es miembro encargado de la enseñanza en el Consejo de la Cultura de la Generalitat, se le nombra decano de la Facultad de Filosofía y Letras, es elegido miembro del Consejo Internacional de los Congresos de Filosofía, a muchos de los cuales asiste.
Aunque con un profundo fondo cristiano, que se refleja en toda su obra, políticamente milita en el socialismo y colabora en la revista Hora de España. En 1939, acompañado de su mujer, Antonio Machado y la madre de éste, y otros más, se ve obligado a emprender el camino del exilio; primero en Francia, después, en México, donde sigue escribiendo y publicando sobre temas filosóficos, dejando allí el fruto granado de muchos años de meditación a pesar del desgraciado accidente -fue atropellado por un tranvía-, que terminó prematuramente con su vida en 1946. Fue profesor de la Universidad Nacional de México y formó parte de la Junta de Cultura Española en el exilio, de la que eran presidentes, José Bergamín, Josep Carner y Juan Larrea y publicó interesantes artículos en las revistas Romance, Revista dels Catalans d’Amèrica, que es la primera revista catalana iniciada por exiliados y creada en México y, también colaboró en España Peregrina, e, igualmente, formó parte de la junta de Gobierno de Cuadernos Americanos. Fue uno de los firmantes de la famosa “Declaración de La Habana de la primera reunión de profesores universitarios españoles”, celebrada en 1943.
Entre sus libros y publicaciones es importante destacar los siguientes: El sentit de la veritat, Descartes y el idealismo subjetivista moderno, El sentido de la vida y el problema de los valores, La teoría de los valores en relación con la Ética y el Derecho, Amor y mundo, Lo fugaz y lo eterno, El pensamiento de Luis Vives, La filosofía del siglo XVIII, Vida y obra de Ramón Lluch....
“Sólo es capaz de vivir en otro quien es capaz de vivir en sí mismo –decía Xirau-, de estructurar la propia personalidad y respetarse y estimarse como persona. Para poder estar realmente fuera de sí es preciso previamente estar en sí”. En una palabra: el entregarse exige el poseerse, así como el diálogo supone una intimidad que comunicar,
Amor al ser y amor al valor se vinculan, estrechan e indiscerniblemente, ya que el hombre que ama las cosas y crea valores en ella; en ese condicionamiento dialéctico entre el ser y valor se engendra el sentido de la vida humana sobre la tierra. La conciencia amorosa impone así su realidad, descubriéndonos la raíz y el sentido ontológico del amor, mediante el que orientamos nuestra vida en el mundo.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias
Se ama la libertad como se ama y se necesita el aire, el pan y el amor.
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(1895-1946)
“Sólo es capaz de vivir en otro
quien es capaz de vivir en sí mismo.”
Joaquín Xirau.
LA VOZ DE LA CONCIENCIA AMOROSA
El mundo de la filosofía es el de la totalidad de la experiencia, pues su aspiración no puede ser otra que hacernos vivir en una plenitud vital, donde todas las cosas hallan su lugar y todos los valores su jerarquía.
Ahora bien, la plenitud vital se da en el amor; de aquí la importancia de determinar el significado formal de la “conciencia amorosa”; para Xirau, ésta es una actitud radical que no debe identificarse con ningún contenido concreto; se trata, por el contrario, nos dice, de “una forma peculiar y permanente del espíritu, una actitud radical de la vida que condiciona los fenómenos y los contenidos y les presta una orientación y un sentido”. Y entre las diversas formas o actitudes que puede adoptar la actividad de la conciencia, la más decisiva es la que se mueve entre el amor y el rencor, hasta el punto de que la estructura entera de la persona cambia según se halle dominada por la conciencia amorosa o por la conciencia rencorosa. El amor a que Xirau se refiere es, pues, este tipo de “amor puro” que constituye en definitiva una realidad específica e irreductible, de carácter profundamente ontológico.
La personalidad y la obra de Joaquín Xirau nos sitúan en el eje de la Escuela de Barcelona; a no haber sido por la guerra civil y el exilio posterior, probablemente hubiera ejercido un magisterio filosófico en el mundo catalán muy parecido al que Ortega y Gasset ejerció en la Escuela de Madrid.
Joaquín Xirau nació en la ciudad gerundense de Figueres el 3 de junio de 1895 y murió en México el 10 de abril de 1946. Estudió Filosofía y Letras en Barcelona, ampliando después estudios en Madrid, donde siguió un curso con Ortega y mantuvo relaciones de amistad con los hombres de la Institución Libre de Enseñanza; de ahí arranca su interés por el tema de educación y su admiración por los krausistas, bien patente en su libro: Manuel B. Cossío y la educación en España. “La revolución más profunda realizada en España en los últimos años de su vida libre –la reforma de la educación- se debe íntegramente a Cossío”, decía Xirau. El doctorado lo hizo en la Universidad de Madrid: tanto en Filosofía, en 1922, como en Derecho, 1923. Los filósofos que más influyeron en él fueron Max Scheler y el pensamiento francés de aquel momento: Brunschvicg, Bergson, Meyerson, Landsberg, etc. En la enseñanza obtuvo un primer puesto en Lugo como profesor de Segunda Enseñanza, pasando después por las Universidades de Salamanca y Zaragoza, hasta situarse en la de Barcelona en 1929; desde ella inicia una extraordinaria actividad impulsando el desarrollo de la filosofía y la pedagogía. Es miembro encargado de la enseñanza en el Consejo de la Cultura de la Generalitat, se le nombra decano de la Facultad de Filosofía y Letras, es elegido miembro del Consejo Internacional de los Congresos de Filosofía, a muchos de los cuales asiste.
Aunque con un profundo fondo cristiano, que se refleja en toda su obra, políticamente milita en el socialismo y colabora en la revista Hora de España. En 1939, acompañado de su mujer, Antonio Machado y la madre de éste, y otros más, se ve obligado a emprender el camino del exilio; primero en Francia, después, en México, donde sigue escribiendo y publicando sobre temas filosóficos, dejando allí el fruto granado de muchos años de meditación a pesar del desgraciado accidente -fue atropellado por un tranvía-, que terminó prematuramente con su vida en 1946. Fue profesor de la Universidad Nacional de México y formó parte de la Junta de Cultura Española en el exilio, de la que eran presidentes, José Bergamín, Josep Carner y Juan Larrea y publicó interesantes artículos en las revistas Romance, Revista dels Catalans d’Amèrica, que es la primera revista catalana iniciada por exiliados y creada en México y, también colaboró en España Peregrina, e, igualmente, formó parte de la junta de Gobierno de Cuadernos Americanos. Fue uno de los firmantes de la famosa “Declaración de La Habana de la primera reunión de profesores universitarios españoles”, celebrada en 1943.
Entre sus libros y publicaciones es importante destacar los siguientes: El sentit de la veritat, Descartes y el idealismo subjetivista moderno, El sentido de la vida y el problema de los valores, La teoría de los valores en relación con la Ética y el Derecho, Amor y mundo, Lo fugaz y lo eterno, El pensamiento de Luis Vives, La filosofía del siglo XVIII, Vida y obra de Ramón Lluch....
“Sólo es capaz de vivir en otro quien es capaz de vivir en sí mismo –decía Xirau-, de estructurar la propia personalidad y respetarse y estimarse como persona. Para poder estar realmente fuera de sí es preciso previamente estar en sí”. En una palabra: el entregarse exige el poseerse, así como el diálogo supone una intimidad que comunicar,
Amor al ser y amor al valor se vinculan, estrechan e indiscerniblemente, ya que el hombre que ama las cosas y crea valores en ella; en ese condicionamiento dialéctico entre el ser y valor se engendra el sentido de la vida humana sobre la tierra. La conciencia amorosa impone así su realidad, descubriéndonos la raíz y el sentido ontológico del amor, mediante el que orientamos nuestra vida en el mundo.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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Se ama la libertad como se ama y se necesita el aire, el pan y el amor.
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