JUAN GIL-ALBERT (1904-1994)
“Los desterrados cantan la alborada
de su lejano amor y perseguidos
por el perro del odio se aniquilan
en ese mismo fuego que les prende.”
Juan Gil-Albert.
LA VOZ DE LA FRATERNIDAD
Cuando se lee a Gil-Albert se tiene la impresión de entrar en un mundo distinto. El mundo de Gil-Albert es de mayor alcance. El aristocratismo que se percibe en sus versos parece inclinarse a un humanismo personal, universal y total, de raíz estética. Tiene una inclinación pedagógica de estirpe socrática, más ética que estética. “Porque la vida es más”, quizá sea esta la frase que mejor descubre el talante de Gil-Albert.
Juan Gil-Albert Simón nace en Alcoy el 1 de abril de 1904. La infancia del poeta tiene sus claves más duraderas en dos ciudades: Alcoy y, a partir de los nueve años, Valencia. Iniciado los estudios de Filosofía y Derecho, acabará abandonándolos. “En mi época –escribe- una Universidad de provincia –la de Valencia al menos- era un edificio de piedra en cuyo dintel podía haberse leído: Aquí se patentiza el tedio”.
En 1927 aparece su primer libro, La fascinación de lo irreal. El escritor se mueve bien en el espacio de la prosa modernista. Le siguen: Vibración de estío, Galerías del Museo del Prado, Gabriel Miró...Pero Gil-Albert pasa a intentar la poesía “para que no se poetizara mi prosa” y su primer resultado es Misteriosa presencia (1936), un conjunto de bellísimos sonetos con un dejo de Góngora y Mallarmé. Sigue Candente horror (1936). En Barcelona, en 1938, aparece Son nombres ignorados.
Su pertenencia a la elevada burguesía de su región natal no le impidió apostar libérrimamente, como poeta, por la causa republicana y popular. Fue uno de los primeros animadores de la revista Hora de España, que fue fundada en Valencia a finales de 1936. Sus redactores en un principio fueron Juan Gil-Albert, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo y Ramón Gaya. A mediados de 1937, se unieron a ellos en la redacción María Zambrano y Arturo Serrano Plaja.
Participa en la organización del II Congreso Internacional de escritores antifascistas, así como, en la redacción de la famosa Ponencia Colectiva. En Memorabilia ha evocado Gil-Albert sus encuentros de aquellos días con Louis Aragón, Octavio Paz, junto, al recuerdo de otros nombres, presentes desde meses, como Antonio Machado, Alberti, Miguel Hernández, José Bergamín....
La derrota es, como para tantos millones de españoles, un campo de concentración francés, y un deseo de vivir con dignidad. El exilio americano es una incertidumbre acogedora. México es un país sorprendente donde ha ido a parar un conjunto nutrido de intelectuales. Durante su exilio –que duró ocho años- publicó un solo libro: Las ilusiones con los poemas de El convaleciente., en Buenos Aires, 1944, considerado por su autor como lo más significativo de su obra. Cuando regresa a España, en 1947, ha comenzado su madurez, aunque continúa siendo en su patria un poeta casi ignorado. Sus libros El existir medita su corriente (1948) y Concertar es amor (1951) representan su momento de destierro interior pero también el sabor por las cosas, el gusto por la vida Vuelve a la luz pública en la década de 1970 cuando publica obras tan importantes como su autobiografía en prosa, Crónica general (1974) y los libros de memorias Heraclés (1975) y Breviarium Vitae (1979). En los últimos años de su vida llegaron los reconocimientos: Premio de las Letras Valencianas, Medalla al Mérito de Bellas Artes, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante, Hijo Predilecto de Alcoy.... Gil-Albert muere en Valencia, el 4 de julio de 1994.
Juan Gil-Albert, con su escepticismo sin énfasis y su difícil equilibrio entre el fulgor y la serenidad, la sensualidad y la reflexión ofrece una poesía en la que la sensibilidad y la inteligencia forman una alianza indestructible. Gil-Albert hace un tipo de poesía didáctico-moral a lo anarquista. El asco de cierta gente que lo rodea lo impulsa a exaltar al pobre, al delincuente y al ocioso. Su poesía es tan pronto insultante, ofensiva, como llena de purísima ternura. Gil-Albert nos ha dado a todos una lección diaria de fraternidad, de amor hacia la vida, nos ha dado y nos está dando, pues una larga lección de poesía. Aunque ya no estés aquí sigues estando en la memoria de los que te vieron, en los que yo me sé. Pero, como dijo el poeta: “La muerte viene siempre con nosotros / y nunca en balde”.
Francisco Arias Solis
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No se debe admitir la violencia ni siquiera contra la violencia
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
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Gracias.
viernes, 3 de abril de 2009
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