domingo, 29 de marzo de 2009

Arturo Reyes por Francisco Arias Solis

ARTURO REYES
(1864-1913)

“Llevo la flor de las flores
-grita el florero en la esquina-
el clavel de tus colores
y el nardo y la clavellina
y la rosa, la más fina
y de más ricos olores”.
Arturo Reyes.


LA VOZ DEL ALMA ANDALUZA

Si la mayoría de los autores andaluces de la época de Arturo Reyes ponen de manifiesto la alegría del andaluz y de Andalucía, existe un lugar común opuesto que consiste en mostrar que esta alegría aparente no hace más que ocultar su profunda tristeza. La dualidad alegría-tristeza caracteriza la visión de la Andalucía que emana de las novelas de Reyes, cuyos desenlaces son generalmente trágicos.

La obra de este singular novelista malagueño puede ser considerada en su género como un equivalente de la de los hermanos Alvarez Quintero en el teatro, si bien Reyes ahondó en el alma andaluza algo más que los Quintero. Rafael Cansinos-Assens decía: “Los Quintero tapian el mihrab del alma andaluza, emparedan el Libro de su secreto y de su destino y plantan un riente jardín sobre el sepulcro de su melancolía. Pero esta melancolía existe, y nada lo prueba mejor que la insistencia con que estos almuédanos de la alegría repiten su festivo pregón”.

Arturo Reyes Aguilar nació en Málaga el 29 de septiembre de 1864. Fue un autodidacta que tuvo que luchar desde la infancia contra la miseria y la adversidad. Su infancia transcurre en la barriada del Perchel. Estudia idiomas y contabilidad en el Colegio del Arcángel San Gabriel. El 14 de junio de 1884, contrae matrimonio con Carmen Conejo Guillot. En 1885 figura ya como redactor de “El Cronista”, empleo que conservará prácticamente hasta su muerte. Tres años más tarde publica en Madrid una colección de narraciones breves con el título de “El Sargento Pelayo”. En 1889 presta su colaboración al semanario “El Renacimiento” y edita su primer libro de versos Ráfagas, dos años más tarde se publica Intimas. En 1895 logra un puesto de funcionario en el ayuntamiento de Málaga. Arturo Reyes, junto con Ricardo León, recibió el Premio Fastenrath y algo más tarde, el título de Hijo Predilecto de Málaga.

Entre las novelas de este prolífico escritor, destacan: Cartucherita (1897), El lugar de la viñuela (1898), La Goletera (1900), La Maruchita (1907), Las del Pinto (1908), La Miraflores (1909), Cielo azul (1910), El del Rocío (1911), Sangre gitana (1911), Sangre torera (1912) y Entre breñas (1913). Entre los títulos más relevantes de su obra poética, se cuentan Otoñales Del crepúsculo y Bética.

En Cielo azul Reyes expone la situación crítica de los habitantes del Campo de Gibraltar. Según el novelista, el problema crucial de esta comarca, radica en la existencia del latifundio, que hace que muchos de los hombres sin tierra se vean abocados al paro durante más de la mitad del año, sin posibilidad de cultivar algún terreno para alimentarse. Esto acarrea una miseria constante y una tasa elevada de mortalidad debido al hambre. En Cielo azul observamos que el contrabando aparece como una práctica común en esta comarca, incluso como oficio duro que requiere una gran resistencia física y comporta importantes riesgos.

El insigne autor de Otoñales muere en Málaga el 5 de septiembre de 1912, deshecho por la vida, acorralado por dolores físicos, trastornado por la morfina, en perpetua escasez. Hoy sus libros luminosos que gozaron de gran prestigio mueren en el silencio del olvido.

Este novelista estoico, de alma cándida y serena, pinta admirablemente el temperamento meridional y la mentalidad de los barrios populares de su Málaga, Reyes se esfuerza en traducir la alegría de estos barrios, pero no deja de señalar su lado miserable y afirma con ironía que el sol es el único privilegio que disfrutan las calles pobres con el mismo título que las calles burguesas.

En la novela de Reyes encontramos muchas alusiones a la luminosidad de Andalucía y el elogio del clima andaluz desemboca generalmente en la exaltación de las flores cuya abundancia en cualquier estación y cuya diversidad aparecen como un privilegio divino.

Las novelas de Arturo Reyes, al igual que su obra poética, están impregnadas de su gran amor por Málaga (“el único bien que me otorgó la suerte / fue en tu regazo ver la luz primera”), ciudad a la que, sintiéndola como suya, siempre le fue fiel. “Málaga hermosa, / Málaga mía, / gala y orgullo / de Andalucía”.

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias

Paz, queramos paz.

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Gracias

sábado, 28 de marzo de 2009

Carlos Barral por Francisco Arias Solis

CARLOS BARRAL
(1928-19 89)


“Éramos como huéspedes de la libertad,
tal vez demasiado hermosa.”
Carlos Barral

LA VOZ DEL POETA MARINERO

El poeta Barral pertenece de pleno a la generación de la poesía social, la del realismo crítico o socialrealismo, la de los niños de la guerra. Sin embargo, no faltan quienes llaman a este grupo de escritores la generación pacifista porque no hay pacifismo más auténtico que el de quienes vivieron su infancia en guerra, de mayores nunca combatieron y eligieron el bando de los vencidos.

Carlos Barral Agesta nació en Barcelona el 2 de junio de 1928. Se licenció en Derecho por la Universidad de Barcelona en 1950. Desde este año residió regularmente en su ciudad natal donde ejerció de editor, dirigiendo primero la Editorial Seix Barral, y más tarde Barral Editora. Su inevitable propensión por el mito le llevo a considerar que el paraíso de su infancia se ubicaba en Calafell, la población tarraconense donde su familia tenía una casa. La devoción de Carlos por la playa de Calafell se extiende a sus aguas. Desde 1982, fue elegido Senador por Tarragona, figurando en las candidaturas del PSOE. Sus amigos, los pescadores de Calafell, fueron testigos de su boda con Ivonne Hortet, el 4 de octubre de 1955 y compañeros de su última singladura un 17 de diciembre de 1989, en que las cenizas de Carlos Barral fueron esparcidas en el mar, a dos millas de la costa calafellense.

Premio de Literatura Ciudad de Barcelona (1978) por Los años sin excusa. Fundó el premio de novela “Biblioteca Breve” y en colaboración con doce editores de otros tantos ámbitos lingüísticos, el “Prix International de Litteratura “ y el “Prix Formentor“, que se otorgaron entre 1950 y 1967.

Sus primeros poemas aparecen en 1952 bajo el título Las aguas reiteradas, que, junto a Poemas previos y en forma de apéndice, se incorporan a la primera edición de Metropolitano (1957), cuya segunda edición Metropolitano y poema (1973-1975), se abre con un estudio original de Jaime Gil de Biedma.

Diecinueve figuras de mi historia civil dio lugar a una edición bilingüe en traducción al italiano de Dario Puccini. Otras de sus obras poéticas más relevantes son: Usuras, Figuración y fuga, Informe personal sobre el alba y acerca de algunas auroras particulares, Lecciones de cosas y Veinte poemas para el nieto Malcom.

Años de penitencia y Los años sin excusa constituyen los dos primeros tomos de las Memorias de Barral; y Penúltimos castigos, su primera novela. También su obra en prosa cuenta con dos libros de viajes escritos en catalán: Per cal de fora, Catalunya des del mar y Catalunya a vol d’ocell. De su trabajo de traductor debe resaltarse la versión al castellano de los Sonetos a Orfeo, de Rainer María Rilke.

Carlos Barral es una de tres figuras que compone la Escuela de Barcelona. No hace mucho que ha aparecido un estudio espléndido de Carmen Riera, La Escuela de Barcelona. Barral, Gil de Biedma, Goytisolo: el núcleo poético de la generación de los 50. Irremediablemente, en las muchas y amenas páginas de este libro la generación de los 50 queda, para bien y para menos bien, en cueros vivo y con una copa de más.

La fama de poeta hermético, de “distinto entre los diferentes”, la comparte Barral con el poeta jerezano José Caballero Bonald desde siempre. Tanto Caballero como Barral han manifestado en sus poéticas la pasión por la lengua y los dos se han esforzado en sus poemas por atisbar misterios transitando las galerías de la mente que conducen a los arcanos. Como todos los herméticos auténticos, han terminado habituando al lector al universo propio y hoy en día sólo por sus respectivas voluntades de estilo a los dos poetas se les puede colgar el sambenito del hermetismo.

Buen narrador oral, Barral ha usado siempre en sus poemas sistemas y técnicas narrativas. Con voz propia y rica en registros, la obra de Barral no elude articularse sobre el nudo de experiencias históricas, propias y comunes a las gentes de su época.

A pesar de no tener mucho donde elegir en la cultura censurada de su tiempo de aprendizaje; Carlos Barral, mantuvo la terquedad, hasta la bendita pedantería, de leer, debatir y meditar como si aquello no fuese aquella España nuestra. Quizá no se le perdona esa cáustica ironía de que hace gala ni tampoco esa desmitificación de unos valores aceptados e intocables realizada con mucho adelanto, pero que han seguido las jóvenes promociones: el amor naturalista, el ataque a la ciudad hipócrita, la vaciedad de la burguesía puesta en la picota, etc.

Gran parte de la vida de Carlos Barral transcurrió navegando. El mar ocupa en sus poemas un lugar privilegiado y raro en la lírica española. El mar, el tiempo, y las indagaciones de la sensibilidad han sido constantes auténticas en la obra literaria de Carlos Barral, perito en los azules del mar. Y como dijo nuestro poeta: “Y cada vez son menos / los mástiles y menos / marineros los hombres que se embarcan”.

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias


La libertad no la tienen los que no tienen su sed.


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viernes, 27 de marzo de 2009

Adriano del Valle por Francisco Arias Solis

ADRIANO DEL VALLE
(1895-1957)

“Madre, una estrella se ahoga
entre las aguas del río.
Va blanca de luz de luna
llena de miedo y de frío.”
Adriano del Valle.


LA VOZ DE UN LIRICO ULTRAÍSTA

Su primer libro, Primavera portátil, le consagró como uno de nuestros más primorosos y modernos poetas. Su estilo, mezcla de místicos castellanos y de líricos americanos, con Rubén Darío a la cabeza, es sugestivo y fragante. Sobre todo, muy personal.

Adriano del Valle Rossi nace en Sevilla el 19 de enero de 1895. Con Isaac del Vando Villar, funda en su ciudad natal la revista Grecia, que es el órgano más autorizado del movimiento ultraísta en España. También es fundador con Fernando Villalón y Rogelio Buendía de la revista onubense Papel de Aleluyas, y dirigió en Madrid la revista literaria Santo y Seña y la revista cinematográfica Primer Plano.

El poeta vivía con una alegre independencia económica, pues vendía maquinaria agrícola de pueblo en pueblo y de cortijo en cortijo, y según nos cuenta Adriano, “si es fama que los ángeles ayudaban a San Isidro a labrar el campo no es menos cierto que a mí me ayudaban los ángeles buenos a vender mis máquinas para que tuviera tiempo para amar a los míos”.

Adriano del Valle es, esencialmente, un lírico. Su obra, bien extensa, es obra poética. Es decir, en verso. No obstante, en ocasiones, escribe artículos para los periódicos que, en el fondo y en la forma, descubren al poeta. Son, en realidad, poemas en prosa. En 1933 obtiene el Premio Nacional de Literatura por su obra Mundo sin tranvías. Diez años más tarde, recibe el Premio Mariano de Cavia por su artículo “Stella Matutina”. Adriano del Valle muere en Madrid el día 1 de octubre de 1957.

Era un verdadero poeta, sin mezquinerías, generoso, viviendo al lado de todos. Adriano del Valle es siempre el mismo, creado por la campiña andaluza, renovado por los soles de todas las mañanas. En todas las expresiones de su talento literario se halla, junto al hombre, el poeta. Entre los títulos más relevantes de su obra poética se cuentan Lyra sacra, Los gozos del río, Arpa fiel, que obtuvo el Premio José Antonio Primo de Rivera y el Fastenrath de la Real Academia, y la obra póstuma Oda náutica a Cádiz.

Iniciado como lítico en el ultraísmo, posteriormente cuajo en un neopopularismo que utiliza las estrofas clásicas con cierta maestría. La poesía de Adriano del Valle es viva y actual continuadora de la brillante tradición barroca española del siglo XVII. El arte de Adriano del Valle tiende sutiles redes al lector, haciéndole picar en el regusto de la “frase hecha”. Leemos en el soneto “A Roma”: “Todos los acueductos van a Roma”. Y en el “Romance del Espantapájaros”: “Si el miedo guarda a la viña, / ¿quién puso jueces al campo?”.

Hablar de la maestría de Adriano casi no es preciso. Cada poeta tiene sus sobresalientes valores individuales y lo peculiar en Adriano del Valle, lo que le da voz propia, es el juego, el ingenio, y, sobre todo, ese doble sentido quevedesco.

“Sevilla en verso”, le llamó Eugenio Montes. Y su gran amigo, el poeta malagueño Muñoz Rojas, exclama: “¡Oh inmenso Adriano, hombre grande, gran río, gran sombra de árbol andante! En ti se desencadenaba algo que nos comunicaba con el latido de la tierra, con el temblor de la palabra”. Y con acento insistente, siempre ese acento, el popular, como el del cante andaluz que nos dijo el poeta: “Canta el pájaro en la rama; / un ruiseñor, bien despierto, / con canora voz que clama / predicando en el desierto”.

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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La guerra es un mal que deshonra al género humano.


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Gracias.

jueves, 26 de marzo de 2009

Foro Libre:Homenaje a Gógol

FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)

Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias


“Lo difícil es ganar miles,
los millones se amontonan sin trabajo.”
Gógol.

HOMENAJE DE FORO LIBRE A GÓGOL

El próximo lunes, día 27, a las 20.00 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del poeta del escritor ruso Nicolái Vasílievich Gógol (1809-1852), con motivo de su bicentenario.

Si Puchkin y Lermentov fijaron la prosa artística rusa, otro gran autor acabó de enriquecerla, sentando en ella las bases del futuro realismo: Nicolái Vasílievich Gógol, que pertenece a la gloriosa generación del 1830, la de tipo romántico. Gógol se presentó siempre no sólo como un admirador, sino como un discípulo de Puchkin al cual solía consultar cuanto escribía y de quien confesaba haber recibido la idea primordial o el asunto de algunas de sus obras. Las principales que escribió son las Veladas en una granja cerca de Dikanka; Mirgorod, Arabescos, El inspector (comedia), El capote, y la que deseó que fuera su obra maestra y más que una novela es una especie de poema épico en prosa o una trilogía que quedó sin terminar: Las almas muertas. De las tres partes de que había de constar sólo una quedó terminada, la primera, a pesar de trabajar en el conjunto durante varios años.

Nicolái Vasílievich Gógol nace en Soróchintsi, Poltava, el 1 de abril de 1809. Fracasado en sus comienzos, Pushkin le ayudó a publicar sus Veladas en una granja cerca de Dikanka (1831-1832), ocho relatos inspirados en los románticos alemanes y en el folklore ucraniano, en los que se mezclan lo real y lo fantástico. Gógol llega a ser profesor de Historia de Rusia en las Universidades de Kiev y de San Petersburgo. En 1836 publica El inspector, las dotes del humorista que había en Gógol se condensan con fortuna y producen una de las comedias rusas más celebradas y reídas por el público. La pintura de los caracteres estaba hecha en tal forma y con tales visos de veracidad que, mientras el público y la corte se reían, los aludidos se volvieron furiosos contra el autor, haciéndole imposible la vida hasta el punto de decidirle a emigrar. Uno de los países que visitó primeramente fue España, donde estudió sobre el terreno y con verdadero amor aquel libro inmortal de Don Quijote, que ya conocía y admiraba desde largo tiempo. Pero no fue aquí donde fijó su residencia, sino en Roma, desde la cual decía él que podía escribir mejor que nunca acerca de Rusia, porque al verla lejos, le parecía que su visión se le aclaraba y más hondamente sentía su tierra. Murió en Moscú, el 4 de marzo de 1852, en uno de los ataques, no muy claramente explicados, que padecía y que le inutilizaron por completo para la alta producción semidantesca a que aspiraba. Él mismo quemó gran parte de lo que había escrito para terminar Almas muertas, que quedaron incompletas, y murió voluntariamente pobre, olvidado por unos y odiados por otros, cuando no contaba más que cuarenta y tres años. A Turguenev le costó el ser desterrado el haberle calificado de grande hombre en una carta. Y, sin embargo, no había dicho más que la verdad. En las obras de aquel escritor tan injustamente rechazado por su público, o rodeado de un silencio hostil, estaba la semilla de la literatura rusa del futuro. Leyéndole se ocurre pronto el expresivo y conciso comentario que le puso Puchkin a la lectura que él le hizo de Almas muertas: “¡Qué triste es nuestra Rusia!”


Francisco Arias Solís

No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.

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FORO LIBRE
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Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
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“Lo difícil es ganar miles,
los millones se amontonan sin trabajo.”
Gógol.

HOMENAJE DE FORO LIBRE A GÓGOL

El próximo lunes, día 27, a las 20.00 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del poeta del escritor ruso Nicolái Vasílievich Gógol (1809-1852), con motivo de su bicentenario.

Si Puchkin y Lermentov fijaron la prosa artística rusa, otro gran autor acabó de enriquecerla, sentando en ella las bases del futuro realismo: Nicolái Vasílievich Gógol, que pertenece a la gloriosa generación del 1830, la de tipo romántico. Gógol se presentó siempre no sólo como un admirador, sino como un discípulo de Puchkin al cual solía consultar cuanto escribía y de quien confesaba haber recibido la idea primordial o el asunto de algunas de sus obras. Las principales que escribió son las Veladas en una granja cerca de Dikanka; Mirgorod, Arabescos, El inspector (comedia), El capote, y la que deseó que fuera su obra maestra y más que una novela es una especie de poema épico en prosa o una trilogía que quedó sin terminar: Las almas muertas. De las tres partes de que había de constar sólo una quedó terminada, la primera, a pesar de trabajar en el conjunto durante varios años.

Nicolái Vasílievich Gógol nace en Soróchintsi, Poltava, el 1 de abril de 1809. Fracasado en sus comienzos, Pushkin le ayudó a publicar sus Veladas en una granja cerca de Dikanka (1831-1832), ocho relatos inspirados en los románticos alemanes y en el folklore ucraniano, en los que se mezclan lo real y lo fantástico. Gógol llega a ser profesor de Historia de Rusia en las Universidades de Kiev y de San Petersburgo. En 1836 publica El inspector, las dotes del humorista que había en Gógol se condensan con fortuna y producen una de las comedias rusas más celebradas y reídas por el público. La pintura de los caracteres estaba hecha en tal forma y con tales visos de veracidad que, mientras el público y la corte se reían, los aludidos se volvieron furiosos contra el autor, haciéndole imposible la vida hasta el punto de decidirle a emigrar. Uno de los países que visitó primeramente fue España, donde estudió sobre el terreno y con verdadero amor aquel libro inmortal de Don Quijote, que ya conocía y admiraba desde largo tiempo. Pero no fue aquí donde fijó su residencia, sino en Roma, desde la cual decía él que podía escribir mejor que nunca acerca de Rusia, porque al verla lejos, le parecía que su visión se le aclaraba y más hondamente sentía su tierra. Murió en Moscú, el 4 de marzo de 1852, en uno de los ataques, no muy claramente explicados, que padecía y que le inutilizaron por completo para la alta producción semidantesca a que aspiraba. Él mismo quemó gran parte de lo que había escrito para terminar Almas muertas, que quedaron incompletas, y murió voluntariamente pobre, olvidado por unos y odiados por otros, cuando no contaba más que cuarenta y tres años. A Turguenev le costó el ser desterrado el haberle calificado de grande hombre en una carta. Y, sin embargo, no había dicho más que la verdad. En las obras de aquel escritor tan injustamente rechazado por su público, o rodeado de un silencio hostil, estaba la semilla de la literatura rusa del futuro. Leyéndole se ocurre pronto el expresivo y conciso comentario que le puso Puchkin a la lectura que él le hizo de Almas muertas: “¡Qué triste es nuestra Rusia!”


Francisco Arias Solís

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martes, 24 de marzo de 2009

Jaime Gill de Biedma por Francisco Arias Solis

JAIME GIL DE BIEDMA
(1929-1990).

“Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.”
Gil de Biedma. Noche triste de octubre, 1959.

LA VOZ DEL MAGISTERIO POETICO.

Gil de Biedma se nos presenta, por un lado, como heredero de la espléndida Generación del 27, a cuya sombra ha realizado su formación de artista. Por otro, él es sin duda el poeta de su generación -el llamado “Grupo Poético de los Años 50”-, que más eco ha logrado entre los poetas de las promociones posteriores. Gil de Biedma ha alcanzado eso que denominamos “magisterio poético”. El poeta catalán se distingue por cultivar una poesía que hace del lenguaje coloquial y de un particular empleo de la ironía, sus elementos más genuinos. “La poesía que yo aspiro hacer no es comunión -decía Gil de Biedma-, sino conversación, diálogo”.

Biedma descubre siempre su filiación romántica en ese doble movimiento que lo lleva a idealizar y casi mitificar una realidad, para, acto seguido, burlarse de sí mismo. Su actitud antirretórica y los variados tonos (que van desde el íntimo al social) forman parte de una estrategia para que su obra aparezca como elaborada por un escritor que asume la tradición y la usa y que, a la vez, se separa de ella creando así un discurso muy personal.

El lado humano que penetra desde su vida en los textos literarios es la tierna sentimentalidad de un hombre moral y socialmente comprometido. Sin ser popularista, el tono de muchos poemas del autor es popular, las letras de canciones, los giros conversacionales, las expresiones cotidianas, las frases que circulaban dentro del ámbito de sus amigos , el conocimiento de la clase trabajadora expresado en temas y ambientes poemáticos, aparecen en su poesía en calidad de préstamos de origen popular que dan un contrapunto muy personal al otro rostro de su personalidad literaria (la que podríamos entender como literalmente “intelectual”).

Jaime Gil de Biedma nace en Barcelona el 13 de noviembre de 1929 y fallece en la misma ciudad el 8 de enero de 1990. Estudia Derecho en Barcelona y en Salamanca, en cuya Universidad se licencia en 1951. Sus primeros poemas , bajo el título de Según sentencia del tiempo, aparecieron en 1953. Con posterioridad publica Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos. Con independencia de estos libros figuran también en su bibliografía algunas recopilaciones y separatas, que contienen poemas bien recogidos en los libros citados, o bien inéditos; así, por ejemplo, En favor de Venus o Cuatro poemas morales. Una edición fijada por el autor de todos sus poemas hasta 1969 y titulada Colección particular permaneció en los sótanos editoriales, al prohibirse la distribución del libro en las covachuelas censorias. Por fin, una edición total de su poesía, anotada por el autor, ha aparecido con el título de Las personas del verbo.

Biedma publica también un extenso ensayo crítico titulado Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén y una parte de unas memorias, con el título de Diario del artista seriamente enfermo. Rebasan su función de prólogos, las introducciones a Metropolitano, de Carlos Barral, y la edición conjunta de Ocnos y de Variaciones sobre tema mexicano, de Luis Cernuda. Son notables sus traducciones de obras de T.S. Eliot y de Christopher Isherwood.

El mejor Jaime Gil de Biedma lo encontramos en la voz comprometida con la clase obrera, la que le hace al poeta mirar desde un ángulo más positivo a la masa humana, porque a pesar de su individualismo urbano, los otros son una presencia cuyos problemas no le son indiferentes: “He ahora el dolor / de los otros, de muchos, / dolor de muchos otros, dolor de tantos hombres, / océano de hombres...”

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias


Ningún hombre considera que su situación es libre si no es al mismo tiempo justa, ni justa si no es libre.

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lunes, 23 de marzo de 2009

Blanca de los Ríos por Francisco Arias Solis

BLANCA DE LOS RIOS
(1862-1956)

“¡El tiempo esa distancia de la vida
que es la misma existencia que se va!...
La distancia, ese tiempo del espacio...
¡Terrible dualidad!”
Blanca de los Ríos.


LA VOZ SENSIBLE DE UNA INTELECTUAL

El nombre de Blanca de los Ríos no ha pasado a la historia literaria ni por Melita Palma ni por La Rondeña, ni por su poema escrito desde Florencia cuando exclamaba “rompo el silencio y duéleme la ausencia”. A Blanca de los Ríos hay que acudir cuando se trata de explicar el teatro de Tirso de Molina, porque “las mujeres de Tirso”, vestidas de hombre, son heroínas de Fray Gabriel Téllez y creaciones, que fueron desenmascaradas, casi diríamos desnudadas por la poetisa Blanca de los Ríos, a las que volvió a dar vida.

Blanca de los Ríos encarna ese aliento de poeta civil que Bécquer no quiso encarnar. Firmado en Sevilla en 1879 aparece un poema titulado “El poeta” con algo de manifiesto literario: “Venid de estos siglos yo soy el profeta; / mi acento arrebata los pueblos en pos; / oíd de rodillas: ¡Yo soy el poeta! / yo soy en la tierra la sombra de Dios...”

Blanca de los Ríos y Nostench nace en Sevilla el 15 de agosto de 1862. En abril de 1928 pronuncia una conferencia en Madrid, en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, publicada aquel mismo año, sobre El enigma biográfico de Tirso de Molina, aireando su partida de bautismo y otros documentos que la llevan a demostrar cómo su teatro nació en el claustro arrancado de estas revelaciones la crítica histórica y la estética de ese nuevo Fray Gabriel Téllez que irrumpe a partir de esos años, los manuales de literatura en las nuevas luces que proyecta la erudita sevillana a la que Real Academia Española no ofreció un sillón pero si un Premio para su Estudio biográfico y crítico de Tirso de Molina.

A los diecisiete años Blanca escribe un Romancero de Don Jaime el Conquistador. Son veintiún romances pero la erudición ya es la gran vocación de la joven poetisa y a los romances acompañan notas eruditas sobre personajes y objetos. En su Nuevo Teatro Crítico Emilia Pardo Bazán elogia el estilo literario de la autora del Romancero. Son los años en que Blanca de los Ríos cultiva la novela y el cuento: Melita Palma, La niña de Sanabria, La Rondeña. Y publica además del Romancero otros volúmenes de versos: La novia del marinero, Esperanzas y recuerdos. Colabora en varias revistas y periódicos: El Correo de la Moda, Madrid Cómico, La Ilustración Española y Americana, Blanco y Negro, La Enseñanza Moderna son algunas de las revistas, y El Imparcial, La Época y El Nuevo Mundo, las cabeceras de los periódicos en los que podían leerse sus artículos. Creó en 1918 y dirigió hasta su desaparición en 1930 la revista Raza Española y dentro de la escuela de un Menéndez Pelayo, ella es el nombre de mujer a situar junto a Rodríguez Marín, Asín, Menéndez y Pidal, Serrano y Sanz y tanto otros. Blanca de los Ríos muere en Madrid en 1956.

Cuando todavía no se ha casado con Vicente Lampérez, Blanca de los Ríos publica versos y algunos pasan las fronteras y merecen la traducción. Su libro más importante de versos es Esperanzas y recuerdos, que está dividido en tres partes.

En 1941, un grupo de admiradoras de la ya entonces prestigiada y conocida mujer intelectual –periodista, conferenciante, crítica y editora, novelista y poetisa-, da a la estampa un volumen de poesías olvidadas que no fueron incorporadas a los tomos de sus Obras Completas, bajo el título no muy afortunado de ¿Vida o sueño? Rimas. En este libro poético destaca “Carta a Florencia”. Es su poema de más amplias resonancias literarias. Es el poema clásico en elogio de una ciudad cuyo nombre, aire, historia, y talante se contraponen a una galería de otras ciudades que no pueden con la patria del Dante. Blanca de los Ríos ha escrito el largo poema que todo poeta vive –lo escriba o no- como contribución a esa ciudad única en el mundo: “Patria del pensamiento y la armonía / por madre te escogiera, ¡oh mi Florencia! / si no fuera Sevilla madre mía”.

Francisco Arias Solis
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La paz no se reduce a la ausencia de guerras

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domingo, 22 de marzo de 2009

Francisco Martínez de la Rosa por Francisco Arias Solis

FRANCISCO MARTINEZ DE LA ROSA
(1787-1862)


“Más florida en la vega
que el manso Genil riega;
más grata la morada
de la hermosa Granada...”
Francisco Martínez de la Rosa.

LA PRIMERA VOZ DEL TEATRO ROMÁNTICO

En España no se había estrenado una sola obra de enfoque romántico hasta 1834, con la célebre Conjuración de Venecia de Francisco Martínez de la Rosa. La generación romántica se da a conocer desde el más antiguo y moderado de sus representantes, la obra de este granadino mereció entonces una crítica elogiosa de Larra.

Los románticos de la primera generación son igualmente los encargados de amainar, reducir e incluso denostar al romanticismo. Y así lo observa Vicente Llorens cuando hace notar que el drama Amor de padre, de Martínez de la Rosa, está escrito en 1849 “contra el romanticismo y contra la revolución”.

Al asomar la década del 50 se había llegado al otro extremo del camino emprendido en el 34. Signo palpable de esta orientación: los viejos liberales Martínez de la Rosa, el Duque de Rivas o Alcalá Galiano son ahora conservadores y detentan altos cargos en la administración y en las letras.

Francisco Martínez de la Rosa nace en Granada el 10 de marzo de 1787. A la edad de dieciocho años era catedrático de filosofía moral y fue elegido diputado en las Cortes de Cádiz de 1813 a la edad de veintiséis. Según Menéndez Pelayo fue “el primer moderado español”.

Su fulgurante carrera se interrumpe al regreso de Fernando VII. Martínez de la Rosa, liberal constitucionalista, es condenado a prisión, que cumplirá por cinco años en el Peñón de la Gomera (1815-1820). Su nombre no se olvida, y cuando la sublevación de Riego es inmediatamente liberado, ocupando otra vez su puesto de diputado y siendo elegido transitoriamente como Presidente del Gabinete en 1822.

Escapado a Francia antes de la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, Martínez de la Rosa mantuvo en el exilio una permanente actividad social y literaria. Durante su estancia en París se representó la versión francesa, que escribió el propio Martínez de la Rosa, del Abén Humeya. En 1831 se encuentra de nuevo en “su hermosa Granada”.

Fue de nuevo Jefe de Gobierno (1834) y promulgó desde ese cargo su célebre Estatuto Real, consagración del moderantismo político a través de su estamento de próceres y sus limitaciones para la elección de la cámara de representantes. Llegó a ser muy estimado por el Rey, que en cierta ocasión afirmó: “Es el hombre más honrado y más caballero que se ha acercado a mí desde que soy Rey”.

Jefe del Partido Moderado durante la etapa de Mendizábal y su Gobierno progresista, Martínez de la Rosa asistirá a la caída de los liberales exaltados y ocupará importantes cargos públicos, como la Embajada de París y la Embajada de Roma.

Esta actividad se complementa con su faceta literaria que le hace alcanzar la Presidencia de la Real Academia de la Lengua. Elegido diputado y presidente de la Cámara de manera prácticamente consecutiva (1852, 1857, 1860, 1861), desde su regreso a España tras sus años de embajador, murió coronado por todos los éxitos mundanos en Madrid, el 7 de febrero de 1862.

Pese a que Martínez de la Rosa representa un caso singular de evolución literaria del neoclasicismo al eclecticismo y puede ser juzgado indistintamente como romántico o como antirromántico, según las etapas de su vida, no hay duda de que figurará siempre como uno de los primeros que en nuestro teatro hicieron triunfar el romanticismo.

Sus poesías, que mezclan etapas de inspiración clásicas con otras de talante romántico, se han perdido en parte. Casi medio centenar de poemas y fragmentos se conservan, no obstante, de lo que escribiera Martínez de la Rosa . Y sobre todo, destaca la variedad de temas y tonos tantos elogiosos como amorosos y festivos. Encarnó el genio amoroso de Granada, la ciudad suprema del amor y el ensueño. Nunca olvidaría su Granada. Y como dijo el poeta: “Nacer, Granada, en tu feliz regazo, / y crecer en tu seno, / de tantos bienes lleno...”

Francisco Arias Solis
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Tolerancia cero contra la corrupción.

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Gracias.

sábado, 21 de marzo de 2009

Pedro Muñoz Seca por Francisco Arias Solis

PEDRO MUÑOZ SECA
(1881-1936).

“¿Te haces cargo, di, amor mío?
¿Te haces cargo de mis males?
¿Ves ya por qué no sonrío?
¿Comprendes por qué este río
brota de mis lagrimales?...”
Pedro Muñoz Seca.

LA VOZ DEL TEATRO DEL ASTRACAN

Comediógrafo de indudable gracia, genial inventor de “astracanadas” y situaciones disparatadas. Muñoz Seca es la gracia disparatada que lograba el éxito alimentando a una sociedad que se regodeaba en su propia miseria moral.

Pedro Muñoz Seca nace en El Puerto de Santa María el 20 de febrero de 1881. Estudia en el colegio de San Luis Gonzága, de su ciudad natal. En ese centro docente, regido por la Compañía de Jesús, tiene como compañeros de curso a Fernando Villalón y a Juan Ramón Jiménez. Estudiante de Filosofía y de Derecho en la Universidad de Sevilla, se doctora en ambas materias en la Universidad de Madrid. En la capital de España ejerce de profesor en la “Academia Valdeavellano” y trabaja en el bufete de Antonio Maura, y, más tarde de funcionario por oposición en la Comisaría General de Seguros. Contrae matrimonio con Asunción Ariza y responde con unos versos al amigo que le hacía notar la escasa estatura de la novia: “No quiero engañar a usté / es tan chiquita Asunción, / que cuando estamos de pie / me llega hasta el corazón”. Aparte de sus colaboraciones en Blanco y Negro, Nuevo Mundo y La Ilustración, la auténtica vocación literaria de Muñoz Seca es el teatro. La rebelión militar de julio de 1936 le sorprende en Barcelona. El 26 de julio es detenido en una pensión de la calle “Lauria” y después trasladado a la Cárcel Modelo, de Madrid, de donde lo sacan, para ser fusilado, el 28 de noviembre, en Paracuellos de Jarama. Como a tantos otros españoles la vida le es truncada por la guerra.

Muñoz Seca cultiva una nueva modalidad cómica, basada en el chiste verbal o en el retruécano; una predilección por los llamados “frescos”, esto es, por individuos que van sin escrúpulo a su avío; un abuso en la acción, convencional o rudimentaria, del que se podría llamar “episodio narrativo”, esto es, de la historieta o sucedido chistoso, caracterizan este teatro, llamado del astracán, que alcanzó fortuna en los años de la primera guerra mundial y en los inmediatos. Entre todas sus obras se puede preferir una parodia del teatro poético, La venganza de Don Mendo, verdaderamente graciosa en sus despropósitos. Esta obra, estrenada el 20 de diciembre de 1918, en el teatro de la Comedia de Madrid, representa una bocanada de aire cómico en el ambiente cada vez más enrarecido del teatro histórico-poético.

El comediógrafo portuense gusta de la colaboración con otros autores. Los más frecuentes son Pedro Pérez Fernández, Enrique García Alvarez e incluso Azorín (El clamor). Entre la multitud de títulos de obras cómicas citamos: La frescura de Lafuente, El verdugo de Sevilla, Los cuatro robinsones, La tela, Anacleto se divorcia. Parodia también muy feliz en su primera parte, de una opereta, sin música es la obra Los extremeños se tocan. En contrapartida, frente a estas obras cómicas se pueden señalar otras que lo cómico se mezcla con lo sentimental: La hija del rey Lear, Los chatos, El llanto, El chanchullo y El padre alcalde. De sus últimas obras, Díez-Canedo decía: “Su autor prefiere actualmente un tipo de comedia más adocenado del que se vale para defender sus ideas políticas ultraconservadoras”.

Dotado de una asombrosa fecundidad el comediógrafo portuense fue un copioso proveedor de los teatros madrileños, cuatro o cinco obras por temporada, y a veces más. Su humor es alegre, contagioso, con mucho de elementos ridículos, irónicos y, a veces, de sátira despiadada. Y como dijo el autor portuense: “La vía es un mal asunto, / porque a lo mejó te acuestas / y te levantas difunto”.

Francisco Arias Solis
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Paz, queramos paz.

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viernes, 20 de marzo de 2009

John Galsworthy por Francisco Arias Solis

JOHN GALSWORTHY
(1867-1933)


“Sólo hay una regla para todos los políticos del mundo:
no digas en el poder los que decías en la oposición.”
John Galsworthy.


LA VOZ DEL MAESTRO DE LA NOVELA ANALÍTICA

El novelista y dramaturgo inglés John Galsworthy, premio Nobel de Literatura en 1932, era tenido al morir, por una gran figura literaria y ha sido considerado como uno de los escritores más famosos y populares del primer tercio del siglo XX. Como novelista, lo que parece ser su obra maestra definitiva es la serie titulada La saga de los Forsyte (1906-1921), que ha sido llamada el poema épico de la propiedad. Como su título indica, se narra en ella la historia de una dinastía familiar, perteneciente a la alta burguesía inglesa de principios del siglo XX, clase social a la que el mismo pertenecía y a la que critica desde su grandeza a su decadencia, con un tono evocador y elegíaco y con un estilo realista. En esta obra se hace una investigación minuciosa y bastante severa de las clases más altas de la sociedad, situando decisivamente a su autor entre los maestros de la novela analítica.

Galsworthy es duro, agresivo, irónico, de una penetración y una finura digna de Meredith y, al mismo tiempo, con una visión más directa aún y con más sencillez en la forma. Con sus influencias ya ibsenianas, ya rusas y francesas, principalmente de Turguenev, Chéjov, de Maupassant y otros (la misma familia Forsyte que él estudia recuerda los Rougon-Macquart, de Zola); con su afición, más bien que amor, a toda clase de desheredados, y su aversión contra los mimados de la fortuna, entre los cuales hay que contarle a él mismo, Galsworthy, dentro de la novela moderna, resulta no sólo el novelista de más talla que ha tenido Inglaterra en los primeros años del XX, junto con su amigo Joseph Conrad, sino el más representativo de una sociedad que evoluciona sin saber a donde va, que está en guerra consigo misma. Es el que más ha vivido en cierto mundo que describe; es un burgués en pleito con la burguesía o un atrabiliario, riguroso fiscal , que acusa a la época y al país del que forma parte. Según Galsworthy en La cuchara de plata, el gentleman es un animal que no existe en la mentalidad moderna, aunque de él quedan fragmentos mediante los cuales cabe reconstruirlo; y es palabra que no puede usarse “porque hace reír”. Antes había dicho que la fórmula de la moralidad moderna se reduce a esto: “no seas torpe, no seas anticuado”.

John Galsworthy nació en Coombe, Surrey, el 14 de agosto de 1867 y falleció en Hampstead, Londres, el 31 de enero de 1933. Perteneciente a una clase elevada estudió leyes en Harrow y en el New College de Oxford. En 1890 ingresa en el colegio de abogados. Se especializó en Derecho marítimo, viajó por Oriente y mantuvo una larga amistad con Joseph Conrad. En 1905 contrajo matrimonio con Ada Pearson, esposa de su primo A. J. Galsworthy, con la que había mantenido durante diez años relaciones extramatrimoniales. Recibió la Orden del Mérito en 1929 y el premio Nobel de Literatura en 1932.

Galsworthy publicó en 1899 su primera novela, Jocelyn, bajo el seudónimo de John Sinjohn, con el que aparecieron sus primeros trabajos literarios. Su obra maestra es el ciclo de novelas conocido como La saga de los Forsyte (1906-1921). El ciclo, que en 1967 inspiró una exitosa serie televisiva realizada por la BBC, lo forman una conjunto de novelas sobre la familia Forsyte, entre las que se incluyen El propietario (1906), El veranillo de San Martín de un Forsyte (1918), En el tribunal (1920), Despertar (1920) y Se alquila (1921). Estos cinco títulos se publicaron conjuntamente en 1922 con el título La saga de los Forsyte. Después de la primera guerra mundial, Galsworthy prosigue la historia de la familia Forsyte con las novelas El mono blanco (1924), La cuchara de plata (1926) y El canto del cisne (1929), publicadas en 1929 bajo el título de Una comedia moderna. A estas novelas les siguen, a su vez Esperanzas juveniles (1931), Prado florido (1932) y Más allá del río (1933), que fueron reunidas y publicadas póstumamente bajo el título El final del capítulo (1934). En su producción narrativa destacan, además, las novelas Casa de campo (1907), Fraternidad (1909) y El patricio (1911), y la colección de relatos Por los cuatro vientos (1897). Escribió, además, unas treinta piezas teatrales de contenido fundamentalmente social, como La caja de plata (1906), su primer gran éxito, Disputa (1909), Justicia (1910), en la que hace una severa crítica del código penal inglés, La paloma (1912), Una pizca de amor (1915), Lealtades (1922) Un viejo inglés (1924) y El tejado (1929). Su obra poética fue editada póstumamente con el título de Poemas escogidos (1934). Y como dijo el escritor británico: “El idealismo aumenta en proporción directa de la distancia que nos separa del problema”.

Francisco Arias Solis
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Paz y libertad.

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jueves, 19 de marzo de 2009

Foro Libre: Homenaje a Tirso de Molina

FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)

Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
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“¡Estrellas que me alumbráis
dadme en este engaño muerte,
si el galardón en la muerte
tan largo me lo fiáis.”
Tirso de Molina.



HOMENAJE DE FORO LIBRE A TIRSO DE MOLINA

El próximo lunes, día 23, a las 20.00 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del poeta y dramaturgo español Tirso de Molina (1579-1648), con motivo del 430º aniversario de su nacimiento.

Pocas veces la crítica ha coincidido tanto en lo favorable como en lo adverso como al enjuiciar, desde hace más de un siglo, el teatro de Tirso de Molina, a quien se considera con razón entre los autores del repertorio teatral seiscentista, como el más cercano y parecido a su creador; Lope de Vega.

Muy poco es lo que sabemos aún de cierto de la vida de Fray Gabriel Téllez, el gran inventor de Don Juan. El enigma biográfico de Tirso de Molina, del que tanto se ha hablado, subsiste.

Nacido en Madrid, sin que se haya podido precisar la fecha exacta, aunque algunos la sitúan el 24 de marzo de 1579. Tirso fue hijo bastardo de Téllez Girón, hijo a su vez del duque de Osuna. Ingresó como novicio en la Orden de la Merced, en el convento de Guadalajara, el 14 de noviembre de 1600, profesando dos meses después. Prosiguiendo sus estudios en Toledo, donde inicia su actividad dramática, y concluirlos quizá en Salamanca; residió cierto tiempo en Galicia y Portugal. Tras un posible destierro en Aragón, en el monasterio de Estercuel, se embarca en Sevilla, en enero de 1616 para la isla de Santo Domingo, donde permanecerá hasta 1618. Fue nombrado comendador del convento de Trujillo, al frente del cual permanecerá hasta 1629. Poco después se vio Tirso de nuevo confinado, esta vez en el convento de Cuenca. En 1645 es elegido comendador del convento de Soria, y, en 1646, definidor provincial de Sevilla. Retirado por último al convento de Almanza, Tirso de Molina morirá, el 24 de febrero de 1648.

A Tirso de Molina , “primer poeta trágico de España” se debe sin duda la más avanzada gama de perfiles psicológicos del teatro del Siglo de Oro. Las más sutiles e intensas pasiones del alma humana, se ven encarnadas en una serie de personajes inolvidables: El vergonzoso en palacio, La prudencia en la mujer, Santa Juana, Marta la piadosa, Don Gil de las calzas verdes, El condenado por desconfiado y El burlador de Sevilla.

En El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Tirso crea un tipo de larga tradición literaria: Don Juan, mito de la agresividad sexual masculina, según Zorrilla moldeó en su creación más famosa. Don Juan personifica audacia y rebeldía, el enfrentamiento de un individuo a toda suerte de valores sociales o morales, hasta el punto que la justicia eterna tiene que recurrir al castigo de forma inexorable.

Lope dijo de Tirso: “Fénix en ti resucita” y en el Laurel de Apolo le colocó al lado de Terencio. Menéndez y Pelayo dice que El condenado por desconfiado, de Tirso, es el primero de los dramas de nuestro teatro, y que después de Shakespeare no ha habido otro creador de caracteres que haya demostrado poseer la fuerza y la energía de Tirso de Molina.


Francisco Arias Solís

No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

Miguel Mihura por Francisco Arias Solís

MIGUEL MIHURA
(1905-1977)


“Prefiero conocer al pueblo sencillo, a los hombres,
a las mujeres de toda condición social y escuchar
su problemas, antes de perder el tiempo charlando
con un señor que a lo mejor me suelta una palabra
en latín y me habla de humanidades.”
Miguel Mihura.

LA VOZ DEL HUMOR DISPARATADO

El caso de Miguel Mihura es revelador de la miseria comercializada del teatro español, a lo largo del siglo XX. Su primera obra, Tres sombreros de copa, si bien escrita en 1932, no pudo ser estrenada hasta veinte años después, tras varios intentos fracasados de llevarla a las tablas. Como declara el mismo autor, “a mí no me conocía nadie”. En efecto, cuando Jardiel Poncela apenas iniciaba su carrera teatral, Tres sombrero de copas rompía brutalmente con todo el convencionalismo teatral y abría un nuevo camino que, por desgracia, no habría de conducir a ninguna parte. Un humor total y radical, disparatado, unas situaciones en apariencia absurdas y sin sentido, unos diálogos inconcebibles, ocultaban un fondo en verdad serio y trascendente: el de la imposibilidad de la comunicación, del amor y de la libertad, todo ello cegado por una sociedad clasista y deshumanizada. La libertad de la pareja protagonista durante una sola noche es una “libertad condicional”, destruida por último por la fuerza de los convencionalismos, de las instituciones y de la moral dominante. Tres sombrero de copa fue una obra irrepetible, que se convirtió en una referencia de los grupos universitarios; lo que halagó al autor que invocaba el sagrado valor del inconformismo al hablar de este valor juvenil: “Una bandera de inconformismo contra la rutina que (los jóvenes) tremolaban con entusiasmo”.

Miguel Mihura Santos nace en Madrid el 21 de julio de 1905. Es autor de una serie de comedias que saben unir la ironía y la poesía con el humor y la ternura. Sigue la línea de Jardiel Poncela en cuanto a diálogos disparatados y las situaciones absurdas de sus personajes. Busca el sinsentido y lo inesperado como recurso humorístico, pero lo hace con más finura y sutileza literaria que aquél.

Mihura estrena la comedia Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, escrita en colaboración con Antonio Lara (Tono), y, más tarde, El caso de la mujer asesinadita, escrita en colaboración de con Alvaro de Laiglesia. Antes de su dedicación teatral casi exclusiva, Mihura escribe cuentos, artículos e historietas publicadas en los principales diarios madrileños, así como en las revistas de humor, que Mihura dirige, como La Ametralladora (1936-1939) y La Codorniz (1942-1945), que después fue feudo de Álvaro de Laiglesia. Escribe también guiones de cine, como Bienvenido Mr. Marshall. Fue Premio Nacional de Teatro en tres ocasiones, y Premio Nacional de Literatura en 1946. Treinta años más tarde es nombrado Académico de la Española. Miguel Mihura muere en Madrid el 28 de octubre de 1977.

En 1953, un año después de la presentación de Tres sombreros de copa, inicia su nueva etapa de creador autónomo, es ya una etapa que incide en la bien conocida tónica gris del teatro de la época. Cabría hacer una excepción con Sublime decisión (1955), obra que ambientada en los finales del siglo XIX, plantea, no sin valentía, la situación de la mujer de clase media que se independiza y trabaja en una oficina. Entre sus últimos éxitos recordemos: Mi adorado Juan, Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia, Sólo el amor y la luna traen fortuna, Ninette y un señor de Murcia y Ninette, modas de París.

El teatro de Mihura tiene una doble cara, conformista e inconformista; en su sustancial contradicción, al querer responder el autor a las exigencias de un público burgués, de mentalidad adocenada, y a las exigencias de su singular e indiscutible talento, que a veces se sobrepone a cualesquiera concesiones, se diría que con la misma ansia de libertad y de realización personal que ha proyectado en sus personajes principales.

Frente a la censura teatral de la época que funcionaba de modo tan implacable como aparentemente irracional, pero en todo caso, de forma bien eficaz; frente a la crítica oficial que no tiene empacho en considerar tan sobrecogedora censura incluso de modo positivo, el teatro de Mihura propone además del humor y de la risa renovada, algo tan fantástico, como es siempre la libertad. Con la máscara del humor, Mihura logró romper las asfixiantes mallas de la censura teatral. A pesar de que en la dictadura, como escribía Mihura: “El hombre libre está considerado como un sospechoso o como cobarde”.

Francisco Arias Solis
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La libertad no la tienen los que no tienen su sed.


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martes, 17 de marzo de 2009

Joaquín Dicenta por Francisco Arias Solís

JOAQUIN DICENTA
(1863-1917)

“Vivir sin ti no es vivir
y sin ti no vivo yo;
más vale esperanza en ti
que no andar en procesión.
hoy aquí, mañana allí.”
Joaquín Dicenta. Juan José.

LA VOZ DEL TEATRO SOCIAL

La tendencia socializante de nuestro teatro tuvo a finales del siglo XIX un afortunado intérprete aragonés Joaquín Dicenta, que cultivó también el periodismo, la poesía y el cuento. Pero fue en el teatro donde cosechó los mayores triunfos; y, dentro del teatro, en el drama social, que representa lo más granado de su producción. Tiene asimismo dramas románticos: El suicidio de Wherter, Honra y vida, La mejor ley y piezas musicales (zarzuelas y sainetes): El duque de Gandía, Curro Vargas, La cortijera, Raimundo Lulio, Juan Francisco, Entre rosas, casi todo ello en verso. De los dramas sociales, ya en prosa cabe destacar: Juan José, El señor feudal, Daniel, El lobo y Aurora. Todavía se pueden señalar varias obras de carácter educativo o si se quiere mejor, de intención psicológica: Los irresponsables, Sobrevivirse y Confesión.

Joaquín Dicenta Benedicto nace en Calatayud el 3 de febrero de 1863. Aprende las primeras letras en Getafe, y estudia bachillerato en Alicante. Huérfano de padre, se traslada a Madrid e ingresa en la Academia Militar, de la que es expulsado por su carácter indisciplinado y anárquico. Entregado de lleno a la bohemia cultiva en varios periódicos, la poesía y la crónica. En 1887 se da a conocer al gran público con el drama El suicidio de Wherter. Siguen unos cuantos estrenos poco afortunados y para subvenir a las necesidades más apremiantes acepta la dirección de un periódico en San Sebastián; pero el cargo se aviene mal a su carácter, y pronto lo abandona para volver a Madrid (1892) e ingresar en la Redacción de El Resumen. A partir de este momento su actividad literaria es muy intensa: zarzuelas, comedias, crónicas, cuentos, novelas se suceden rápidamente. Enferma y se traslada a Alicante en busca de mejor clima. Joaquín Dicenta muere en la ciudad levantina el 21 de febrero de 1917.

Dicenta parte del drama romántico para recalar pronto en el social. Es aquí donde ha de buscarse la peculiar personalidad de este escritor. Juan José es su primer drama social, no sólo cronológicamente, sino también por su mayor éxito y significación. Juan José, sin embargo, no es el más social entre los dramas de su autor. En 1896, se estrena El señor feudal, drama de carácter enteramente socialista. Todavía el socialismo aparece más claro en Daniel (1906).

Como novelista, Dicenta se mueve en la misma línea sociológica de sus más características obras dramáticas. Sus novelas más logradas son Los bárbaros, Encarnación, De la vida que pasa y Mi venus.

Joaquín Dicenta merecerá una mención en la historia literaria como introductor del pueblo en el teatro. Entiéndase bien: introductor del pueblo con una función muy distinta de la que le habían asignado nuestros dramaturgos del Siglo de Oro. Los personajes de Dicenta se rebelan contra unos usos, unas instituciones y un estado vigente, porque tienen conciencia del papel que desempeñan dentro de la sociedad, papel fundamental al que la misma sociedad no responde; al menos así lo creen ellos, en la forma justa y debida.

Cuando en la noche del 25 de octubre de 1895 se alza el telón del Teatro de la Comedia de Madrid, los espectadores se encuentran con gran asombro, ante una taberna de los barrios bajos madrileños, unos personajes de alpargatas y blusa que deletrean, penosamente, el editorial de un periódico que clama por la libertad y contra la opresión. La obra era Juan José. En esa obra Dicenta se hace eco del malestar social generalizado y, al mismo tiempo, haciendo suyas las protestas de los trabajadores con peores condiciones de vida y de trabajo, aúna sus intereses, desde un punto de vista moral y ético, con aquel sector. “El drama del señor Dicenta –escribía Unamuno- es bueno artísticamente por revelar la esencia de la vida social de hoy en uno de sus aspectos, por su resplandor de la verdad, por revelarnos la honda significación de un mundo”. El éxito no se hizo esperar, al final del estreno la ovación fue unánime. El autor tuvo que salir varias veces al escenario a petición del público.

Toda la prensa madrileña se hizo eco de la representación, conservadores y progresistas alabaron la obra. Juan José respondía a todos los gustos: los unos la exaltaban por su realismo nada convencional, los otros por el hecho de hacer subir por primera vez, al obrero a un escenario representando su vida, sus costumbres y su lenguaje. El público no tardó en hacer suya la obre. Los trabajadores la tomaron como estandarte representándola todos los primeros de mayo desde la muerte de Dicenta (1917) hasta 1936. El éxito popular de Juan José es evidente, habiéndose convertido junto con Don Juan Tenorio, en la obra más representada en nuestro país.

Juan José está idealizado, piensa Unamuno por el oportunismo, quizá no deliberado de Dicente. “¿Por qué entonces se ve en el drama del señor Dicenta una cosa que la hay en todo fenómeno social? La cosa es clara –decía don Miguel-: porque es una buena obra de arte y el arte abre los ojos a la tesis a los que los tienen cerrados...”

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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No se puede ser libre más que entre libres.

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lunes, 16 de marzo de 2009

Vicente Blasco Ibánez por Francisco Arias Solis

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ
(1867-1928)


“Si la cosecha era mala, se hacían economías
sobre el trabajo de los braceros y sobre
los gazpachos que los alimentaban.”
Vicente Blasco Ibáñez.


LA VOZ DE UN NOVELISTA CON LUZ PROPIA


Blasco Ibáñez estaba predestinado a asumir la más evidente representación del naturalismo español. Y de su “hecho diferencial”. Comenzó imitando a Zola. Nunca se recató de decirlo ni quiso disimular el origen mimético de su estilo. El materialismo vital, que según dijo, a raíz de publicar su primera novela Arroz y tartana (1894), “alimentaba” su pensamiento.

Releer hoy a Vicente Blasco Ibáñez nacido en Valencia el 29 de enero de 1867 es una experiencia muy interesante. Y muy aleccionadora. Por lo pronto observamos que si nos hallamos lejos de su manera de ver y hacer en muchas ocasiones, a lo largo de la lectura, en otras, nos sentimos captados y sorprendidos al descubrir valores estéticos que no sospechábamos.

Blasco sabe exponer, contar. Sabe colocar a cosas y seres en sus términos justos y domina la perspectiva en el paisaje. Gracias a Blasco Ibáñez tenemos estas páginas descriptivas de ese trozo espléndido de la naturaleza y el paisaje español que es la tierra valenciana.

Cuando tenía dieciséis años, Blasco se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia. Escribe en varias revistas literarias y políticas y se graduó en derecho en 1888. Blasco organizó varias manifestaciones políticas, contra los gobiernos de Sagasta y Cánovas y de la guerra cubana. A veces Blasco fue exiliado por su radicalización y en 1896 fue encarcelado durante seis meses. A pesar de su actividad política, Blasco Ibáñez era el novelista más popular y de más éxito de su época.

Blasco Ibáñez en su obra no fue nunca cursi. Era lo suficientemente rudo para compensar con ello en sus libros toda la tendencia a la cursilería. Jamás tuvo la mentalidad de nuevo rico, aunque llegó en muy pocos años, de un mediano pasar de forzado de la pluma, al asombro de una riqueza escandalosa.

Las obras de Blasco, clasificadas como arqueológicas o históricas, que son las menos logradas de su producción adolecen de falta de veracidad y de vida. Es el caso de Sónnica la cortesana, El Papa del mar, En busca del Gran Kan, A los pies de Venus, etc.

Lo que verdaderamente queda y tiene un valor permanente en la numerosísima producción del autor son ante todo sus novelas del país valenciano. En esta línea se encuentran: Flor de Mayo, Entre naranjos, Cañas y barro, Arroz y tartana y La barraca. En ellas, además, nos encontramos frente a frente con una estupenda galería de retratos en la que se hallan las más variadas tipificaciones humanas, el usurero de Arroz y tartana; el bárbaro Pimentó, de La barraca, una de las novelas de más cruel realismo de toda la literatura española, en la que Blasco, a partir del personaje Batiste, va convirtiendo en protagonista a toda la huerta valenciana; la Neleta de Cañas y barro, a solas con sus remordimientos, mientras su amante se suicida....

Más que novelas de tesis, La catedral, La bodega (el campo andaluz con su señoritismo feudal, jerezano por más señas), y otras, son novelas doctrinales que dejan ver demasiado su perfil de arenga.

Su libro de mayor éxito internacional, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, escrito en París durante la guerra del 14 y que, por el clima psicológico existente en la Europa de entonces y otras circunstancias de índole editorial, dio, varias vueltas al mundo. Libro al galope, se fue como vino, y hoy no lo lee nadie.

Vicente Blasco Ibáñez muere en Menton (Francia) el 28 de enero de 1928. “Vicente Blasco Ibáñez –escribía Ramón Gómez de la Serna-, el animador del habla y de la vida, ha muerto”.

Se ha equiparado con frecuencia y con acierto el arte literario de Blasco Ibáñez con el arte pictórico de Sorolla. Existe, indudablemente, esa semejanza, a condición de que admitamos que el naturalismo de Blasco es un naturalismo soleado, como es también soleado el impresionismo de Sorolla. La fuerza de Blasco Ibáñez fue su vocación. Es decir, la sangre, también soleada, porque en verdad que tanto Sorolla como Blasco llevaban la luz de su tierra en ella. Y como dijo el poeta: “Tierra donde la luz radiosa y brava / se desborda de un sol de oros sutiles, / y donde nunca acaba / de ahitarse el florecer de los abriles”.


Francisco Arias Solis
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Gracias.

domingo, 15 de marzo de 2009

Mercè Rodoreda por Francisco Arias Solis

MERCÈ RODOREDA
(1909-1983)

“... sino el tiempo dentro de mí,
el tiempo que no se ve y nos va arrasando.
El que rueda y rueda dentro del corazón
y le hace rodar con él y nos va cambiando
por dentro y por fuera y poco a poco nos va haciendo
tal como seremos el último día”.
Mercè Rodoreda.

LA VOZ DE UNA FIGURA DE LAS LETRAS CATALANAS

Las extraordinarias dotes de observación y la expresión lúcida y precisa de la escritora española en lengua catalana Mercè Rodoreda, autora de una de las mejores noveles catalanas de la posguerra La plaça del Diamant (1962), la convirtieron en una de las figuras más relevantes de la literatura catalana contemporánea.

Mercè Rodoreda i Gurguí nació en Barcelona el 10 de octubre de 1908 y falleció en Gerona el 13 de abril de 1983. Hija única de un dependiente de armería y de un ama de casa, sólo asistió tres años a la escuela. Se casó con un tío, hermano de su madre, el día que cumplió veinte años. Tras el fracaso de su matrimonio, se entregó a las colaboraciones en distintos medios La Veu de Catalanya, Clarisme, La Publicitat o Mirador. Durante la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco colaboró con el Comisariado de Propaganda de la Generalitat y en 1937 se separa de su marido. El 23 de enero de 1939 emprende el camino de su largo exilio. Vivió primeramente en Francia, Burdeos, Limoges y París, en esta etapa comienza su relación sentimental con Armand Obiols, pseudónimo del crítico literario Joan Prat. Desde 1954 reside en Ginebra, trabajando como traductora de la Unesco. En 1972, tras la muerte de su amante en Viena, regresa a Cataluña, estableciéndose en un chalet de Romanyà de la Selva, en la provincia de Gerona. En 1980 le fue concedido el premio d’Honor de les Lletres Catalanes.

En sus largos años de expatriación Mercé Rodoreda colaboró en las revistas literarias del exilio español como Las Españas, Revista Catalunya, L’Espagne Républicaine, L’Espagne y La Nostra Revista.

Especialmente dotada para el análisis psicológico, comenzó a publicar antes de la guerra civil las novelas ¿Soy una mujer honrada? (1933), De lo que nadie puede huir (1934) y Un día en la vida de un hombre (1934). Con Aloma (1938) inició una serie de retratos femeninos de gran hondura psicológica que perdurará a lo largo de toda su obra, pero su novela de madurez, La plaza del Diamante (1962), está considerada su obra maestra y ha sido calificada por la crítica como el relato más hermoso publicado en muchos año, narra con desgarrado dolor la peripecia vital y cotidiana de una mujer durante la República, la guerra civil y el exilio, tanto interior como exterior. Todos los críticos destacan la sencillez magistral en la elaboración y la emoción de la tragedia española a través de sus personajes. Fue llevada al cine en la década de los ochenta. Posteriormente publicó otra importante novela, La calle de las camelias (1966, premios Sant Jordi y Ramón Llull), con una acción situada en Barcelona, sin precisión de época, pero que podemos imaginar anterior a la guerra, trata la historia de una niña abandonada que se convierte en mujer “sin capacidad moral ni sentimental”, así como, Jardín frente al mar (1967), Espejo roto (1974), Cuánta, cuánta guerra (1981) y la póstuma La muerte y la primavera (1986), así como la pieza teatral En el hostal de las camelias (1979). Es autora también de los libros de narraciones: Veintidós cuentos (1958), Mi Cristina y otros cuentos (1967), Parecía de seda y otros cuentos (1978) y Todos los cuentos (1979). Y como dijo nuestra escritora: “Sólo se vive hasta los doce años. Y a mí me parece que no he crecido”.


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Gracias.

Tirso de Molina por Francisco Arias Solis

TIRSO DE MOLINA
(1584-1648)

“¡Estrellas que me alumbráis
dadme en este engaño muerte,
si el galardón en la muerte
tan largo me lo fiáis.”
Tirso de Molina.


LA VOZ DEL GENIAL INVENTOR DE DON JUAN

¡Terrible estrella, tremendas estrellas, las de Don Juan! Por algo, en su primera aparición en los escenarios del mundo, al hacerlo de modo barroco, su inventor o descubridor el fraile Tirso, le hizo decir aquello: “¡Estrellas que me alumbráis...!”

Pocas veces la crítica ha coincidido tanto en lo favorable como en lo adverso como al enjuiciar, desde hace más de un siglo, el teatro de Tirso de Molina, a quien se considera con razón entre los autores del repertorio teatral seiscentista, como el más cercano y parecido a su creador; Lope de Vega.

Muy poco es lo que sabemos aún de cierto de la vida de Fray Gabriel Téllez, el gran inventor de Don Juan. El enigma biográfico de Tirso de Molina, del que tanto se ha hablado, subsiste.

Nacido en Madrid, sin que se haya podido precisar la fecha exacta, que parece girar en torno a 1584, Tirso fue hijo bastardo de Téllez Girón, hijo a su vez del duque de Osuna. Ingresó como novicio en la Orden de la Merced, en el convento de Guadalajara, el 14 de noviembre de 1600, profesando dos meses después. Prosiguiendo sus estudios en Toledo, donde inicia su actividad dramática, y concluirlos quizá en Salamanca; residió cierto tiempo en Galicia y Portugal. Tras un posible destierro en Aragón, en el monasterio de Estercuel, se embarca en Sevilla, en enero de 1616 para la isla de Santo Domingo, donde permanecerá hasta 1618.

Concurre a las justas literarias que tuvieron lugar en Madrid con motivo de la canonización de San Isidro (1622). En 1625 la Junta de Reformación vituperará su teatro como inmoral.

Tras la decisión de la Junta y después de un viaje a Sevilla, vuelve Tirso a Madrid en la primavera de 1626, siendo nombrado comendador del convento de Trujillo, al frente del cual permanecerá hasta 1629. Poco después se vio Tirso de nuevo confinado, esta vez en el convento de Cuenca. En 1645 es elegido comendador del convento de Soria, y, en 1646, definidor provincial de Sevilla. Retirado por último al convento de Almanza, Tirso de Molina morirá, el 24 de febrero de 1648.

A Tirso de Molina , “primer poeta trágico de España” se debe sin duda la más avanzada gama de perfiles psicológicos del teatro del Siglo de Oro. Las más sutiles e intensas pasiones del alma humana, se ven encarnadas en una serie de personajes inolvidables: El vergonzoso en palacio, La prudencia en la mujer, Santa Juana, Marta la piadosa, El condenado por desconfiado y El burlador de Sevilla.

En El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Tirso crea un tipo de larga tradición literaria: Don Juan, mito de la agresividad sexual masculina, según Zorrilla moldeó en su creación más famosa. Don Juan personifica audacia y rebeldía, el enfrentamiento de un individuo a toda suerte de valores sociales o morales, hasta el punto que la justicia eterna tiene que recurrir al castigo de forma inexorable. Don Juan no es, pese a todo, una mera encarnación del mal, sino antes bien, una fuerza natural, ciega, soberbia, que encarna una soberbia también de clase.

Irónico y refinado. Tirso es también el poeta artificioso de la comedia de enredo y en la que el eterno femenino campea absoluto aunque no desprovisto de ambigüedades múltiples en su gusto por el género “travesti”. Vistiendo de hombre a la mujer se trataba, y lograba la más de las veces, desenmascararla, casi diríamos que desnudarla, por la apariencia escénica, de su más púdica intimidad y secreto. La doña Juana de Don Gil de las calzas verdes o la misma Santa Juana, no temen enmascararse engañosamente vistiendo calzas verdes.

Tirso de Molina se nos aparece como uno de los más españoles y al mismo tiempo de los más universales poetas –y ello no sólo por haber dado forma definitiva al mito de Don Juan- de nuestro teatro.

Lope dijo de Tirso: “Fénix en ti resucita” y en el Laurel de Apolo le colocó al lado de Terencio. Menéndez y Pelayo dice que El condenado por desconfiado, de Tirso, es el primero de los dramas de nuestro teatro, y que después de Shakespeare no ha habido otro creador de caracteres que haya demostrado poseer la fuerza y la energía de Tirso de Molina.

No olvidemos que el genial inventor de Don Juan, lo fue también de Santa Juana. Para lo primero le bastó un señaladísimo botarate sevillano. Para lo segundo , una insignificante beatilla madrileña, que nunca se canonizó. Porque en lo que el fraile Téllez aventaja tal vez a todos los comediógrafos de su tiempo –incluido Lope- es en el buen humor.

Francisco Arias Solis
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Si quieres la paz, trabaja por la justicia.

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sábado, 14 de marzo de 2009

Jean Cocteau por Francisco Arias Solis

JEAN COCTEAU
(1889-1963)

“Yo soy una mentira que dice la verdad.”
Jean Cocteau.


LA VOZ DEL VANGUARDISMO


Jean Cocteau fue una de las figuras más representativas de la vanguardia francesa del primer tercio del siglo XX. Aparte de haber seguido los pasos de Apollinaire y del cubismo en sus comienzos, y arroparse un extraordinario disfraz literario, siempre vivo y cambiante, ha formado en todos los “ismos”, de todos se ha detractado mas o menos veladamente y, en definitiva, ha propugnado ciertas formas de renacimiento clasicista. El mismo dijo: “Yo soy una mentira que dice la verdad”.

Cocteau ha abordado todos los géneros literarios, dando siempre muestra de un innegable ingenio. Poeta ante todo, ha escrito guiones cinematográficos, novelas, teatro, ha colaborado en obras musicales y aportado su punto de vista sobre las más diversas cuestiones de arte. Ha ejercido una gran influencia literaria en el periodo entre las dos guerras mundiales. La característica general de su obra es el ingenio, el gusto por lo insólito y una gran penetración psicológica.

Jean Maurice Eugène Clément Cocteau nació en Maisons-Laffitte el 5 de julio de 1889 y falleció en Milly-la-Fôret, Fointainebleau, el 11 de octubre de 1963. Cuando sólo tenía nueve años su padre se quitó la vida. No demasiado brillante en sus estudios, fue expulsado por indisciplina del Liceo Condorcet en 1904 y dos años más tarde ingresó en el Liceo Fénelon, donde tampoco logró un rendimiento regular. En 1909 publicó su primer libro de poesías La lámpara de Aladino. Participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias de la Cruz Roja. La muerte súbita del joven poeta Raymond Radiguet, en 1923, afectó horriblemente a Cocteau, que aumentó su adicción al opio. En 1955, Jean Cocteau fue elegido miembro de la Acadamia francesa y de la Academia belga, y, dos años más tarde, miembro honorario del Instituto Nacional de Artes y de Letras de Nueva York.
Atraído al principio por los encantos de la sociedad aristocrática publicó el libro de poesías Príncipe frívolo (1910); sostuvo después un breve idilio con los dadaístas, con los que organizó espectáculos como el famoso Parade. Cultivó todas las artes y frecuentó asiduamente todos los círculos artísticos del París de aquella época: fue amigo del pintor Picasso, del músico Stravinski y del poeta Apollinaire, entre otros. Cercano al simbolismo y al surrealismo, dirigió las películas La sangre del poeta (1931), La bella y la bestia (1945), Orfeo (1949) y El testamento de Orfeo (1960). Colaboró con Picasso, Poulenc, Stravinski y otros en ballets y libretos dramáticos, incorporando el jazz y ciertos elementos cubistas y dadaístas. Preocupado por la originalidad de sorprender, es el poeta de lo inesperado, de lo arbitrario, de lo paradójico. Entre sus obras figuran: los poemas recogidos en Poesías (1916-1923) (1924): las novelas Tomás el impostor (1923), Los niños terribles (1929) y Opio (1930): diversas piezas teatrales: Romeo y Julieta (1924), Orfeo (1926), Antígona (1927), Edipo, rey (1928), La voz humana (1930), Los caballeros de la mesa redonda (1937), Los padres terribles (1938), Monstruos sagrados (1940), La máquina de escribir (1941), El águila de dos cabezas (1946) y Baco (1952); y el libro de crónicas La corrida del primero de mayo (1957). En 1952 publicó el Diario de un desconocido. Y como dijo el poeta vanguardista: “Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué”.
Francisco Arias Solis
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Paz y libertad.

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Alejandro Casona por Francisco Arias Solis

ALEJANDRO CASONA
(1903-1965)

“Nunca sabemos el camino, pero siempre
llegamos a donde debemos ir.”
Alejandro Casona.


LA VOZ DE UN GRAN MAESTRO DEL TEATRO

“No recuerdo –escribía Sainz de Robles-, en todo el teatro español de lo que va de siglo, una obra en la que el lenguaje poético alcance la culminación y el encanto sugerente que alcanza en La dama del alba”. En efecto recordemos que Casona llega al teatro por el camino de la poesía. Ahí están para probarlo sus romances El peregrino de la barba florida o La flauta del sapo. Casona nunca deja de “sentir en poeta”. Ahora bien su obra más intensamente poética es justamente La dama del alba, que fue escrita para la eximia actriz española Margarita Xirgu, y en la que el autor se propuso expresar de la forma más convincente y verosímil “la belleza de la muerte”.

Alejandro Rodríguez Alvarez, que desde la publicación de La flauta del sapo -1930- utiliza en su vida artística el seudónimo de Casona, nace el 23 de marzo de 1903, en Besullo, concejo de Tineo (Asturias). Sus primeros años transcurren en tierra asturiana, junto a sus padres, maestros los dos. En el Instituto Jovellanos de Gijón comienza sus estudios de bachillerato, que termina en Murcia. Alejandro se hace maestro como todos sus hermanos. En Murcia, en los últimos cursos del Instituto, durante el preparatorio en la Facultad de Filosofía y Letras y en el Conservatorio de Música y Declamación empieza a perfilarse un nuevo y para él decisivo ambiente. Sus nacientes aficiones literarias encuentran allá maestros que le aconsejan y orientan.

La primera publicación de Alejandro es La empresa del Ave María, romance histórico premiado en unos juegos florales de Zamora y aparecido en la revista Polytechnicum, de Murcia –1920-. Dos años más tarde ingresa en la Escuela Superior de Magisterio, de Madrid; allí se hace Inspector. En 1928 es destinado al Valle de Arán. En octubre de ese mismo año contrae matrimonio con Rosalía Martín Bravo. En esta comarca pirenaica permanece Casona tres años, en los que escribe La sirena varada, Premio “Lope de Vega” en 1934, y El crimen de Lord Arturo. Después de unos meses de estancia en la Asturias natal, obtiene por oposición, una plaza en la Inspección Provincial de Madrid. Ese mismo año -1931- se proclama la II República Española y el recién creado Patronato de Misiones Pedadógicas le encarga, juntamente con Rafael Marquina y Eduardo M. Torner, dirigir una empresa tan significativa como fue “El teatro del pueblo”. En 1932 alcanza el Premio Nacional de Literatura con Flor de leyendas. El 1934 es seguramente un año clave en la vida de Casona, La sirena varada, es estrenada triunfalmente en el teatro Español –17 de marzo- por la compañía Xirgu-Borrás. Después se suceden otros estrenos: El misterio del”María Celeste”, Otra vez el diablo, Nuestra Natacha, esta última con enorme éxito de público.

En su vida, como en la de tantos otros, se produce un doloroso paréntesis: estalla la guerra civil. Casona marcha a Francia, y desde allí, como director artístico de la compañía Díaz de Artigas-Collado, emprende una gira artística por diferentes países de Hispanoamérica. En julio de 1939 establece su residencia en Buenos Áires, en donde permanece hasta su definitivo regreso a España.

Radicado en Buenos Aires, Casona se plantea su oficio de dramaturgo sobre la previa autoexigencia de llegar, a toda costa, al público de los teatros. Las obras maestras de este período son: Prohibido suicidarse en primavera, La dama del alba, La barca sin pescador, Los árboles mueren de pie, La tercera palabra y La casa de siete balcones.

En 1962, después de veinticinco años de silencio, vuelve a representarse su teatro en España. El 22 de abril de ese año tiene lugar en Madrid un acontecimiento memorable: el estreno en el teatro Bellas Artes de La dama del alba que es recibida con entusiasmo unánime. En 1964 se ofrece al público español El caballero de las espuelas de oro, “retrato dramático” de Quevedo. Casona es ya un clásico en vida, uno de los maestros del teatro contemporáneo. Desgraciadamente se extingue a los sesenta y dos años la vida fecunda, alegre, apasionada y generosa de Alejandro Casona, el 17 de septiembre de 1965. Y como dijo nuestro poeta: “Se había ido a vivir a las casas profundas donde los peces golpeaban las ventanas como pájaros fríos, y fue inútil que el pueblo entero le llamara a gritos desde arriba”.

Francisco Arias Solis
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La guerra es un mal que deshonra al género humano.


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jueves, 12 de marzo de 2009

Foro Libre: Homenaje a Ernestina de Champourcín

FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA (Fundada en 1992)

Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
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“¡Sólo yo me he quedado
en la brisa enredada!

Sólo yo me he perdido
en un vuelo sin alas

por poblar soledades
que en el cielo lloraban.”
Ernestina de Champourcín.



HOMENAJE DE FORO LIBRE A ERNESTINA DE CHAMPOURCÍN

El próximo lunes, día 16, a las 20.00 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra de la poetisa vasca Ernestina de Champourcín (1905-1999), con motivo del 10 º aniversario de su fallecimiento.

A lo largo de la obra de Ernestina hay mucha poesía, mucha belleza, mucha autenticidad. Autora de una importante obra poética y de cuyos versos uno de nuestros más agudos críticos, Enrique Díez-Canedo, había afirmado que podían contarse entre los mejores “escritos por mano de mujer en España”.

Gerardo Diego la incluyó en la primera gran antología del 27, publicada en 1934. Participó en la creación del Liceo femenino, junto con otras intelectuales. Poco después de la rebelión militar de julio, en noviembre de 1936, contrae matrimonio con el poeta Juan José Domenchina, que fue secretario del presidente de la Segunda República, Manuel Azaña. Colabora en la revista cultural Hora de España, en ella publica un emotivo poema. Al final de la guerra pasó la frontera buscando refugio en Francia. En junio de 1939 llegó a México. Volvió a España en 1972 y murió en Madrid el 27 de marzo de 1999.

Su primer poemario fue En silencio (1926) y le sucederían Ahora, La voz en el viento, Cántico inútil, La casa de enfrente, Presencia a oscuras, El nombre que me diste, Cárcel de los sentidos, Cartas cerradas, Hai-Kais espirituales, Poemas del ser y del estar, Primer exilio, el ensayo La ardilla y la rosa (1981), en el que rememora sus años de amistad con el poeta Juan Ramón Jiménez, y el libro de memorias La pared transparente (1984).

Francisco Arias Solis

No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.

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Gracias.

lunes, 9 de marzo de 2009

Luis Bagaría por Francisco Arias Solis

LUIS BAGARÍA
(1882-1940)

“¡Tras larga ausencia,
con qué placer te miro!
¡En tus orillas
tan solo yo respiro!”
Luis Bagaría.

LA VOZ DEL GENIAL CARICATURISTA

Bagaría es un miembro especialmente lúcido del grupo de intelectuales que, a partir de la crisis del 98, buscan un supuesto para un orden de libertad, paz y fraternidad, quebrado definitivamente por la rebelión militar de julio de 1936.

Nacido en Barcelona, en 1882, su vida va a sufrir un cambio radical a los diecisiete años, con la muerte del padre. Es el paso de una situación tranquila, acomodada, a otra de inseguridad permanente, abierta con un viaje a México con su madre en busca de fortuna, hacia 1899, que no termina en desastre por verdadero milagro. Madre e hijo fracasan en todos sus empeños en la Puebla de los Ángeles, cambiando el adolescente Luis Bagaría de un oficio a otro –mozo de billar, panadero, sereno, vendedor de tabaco-, sin suerte en ninguno. Y para supervivir acepta el encargo de pintar las paredes de un bodegón, lo que le lleva a descubrir sus dotes intuitivas para la representación gráfica.

Luis Bagaría se hace artística e intelectualmente, a la sombra de Santiago Rusiñol, en la Barcelona de 1900. Cuando Bagaría regresa a Barcelona, Rusiñol es ya un polo de la vida intelectual catalana: él le introduce en sus círculos de relaciones y descubre su genialidad como caricaturista. Gracias a Rusiñol, Bagaría se coloca en la estela del modernismo.

Sus primeros dibujos los realiza en La Tomasa, un semanario de Barcelona. Luego en La Tribuna. Las caricaturas personales constituyen el género en que Bagaría logra una precoz madurez. De ellas se compondrá la exposición inaugurada en París a fines de enero de 1905. Algunos críticos valoraron ya la obra de Bagaría como la del primer caricaturista del país.

En 1908, Luis Bagaría cruza de nuevo el océano, esta vez recala en La Habana, iniciando unas colaboraciones en el Diario Español y en el semanario Fígaro. A su regreso a España las páginas de La Tribuna incluyen, sin periodicidad fija, una gran caricatura de Bagaría, de los artistas y políticos destacados del momento.

Conforme discurre el año 1912, la caricatura de Bagaría sobre el mundo cultural madrileño se intensifica. Había roto el fuego su ilustración de la críticas relativas al estreno de La marquesa Rosalinda, de Valle-Inclán, culminando años después, en 1915, con la crónica del Amor brujo, de Manuel de Falla.

En 1916, Luis Araquistain asume la dirección del semanario España, en el que Bagaría juega un importante papel. Casi treinta años después, el periodista Rivero Gil, lo seguirá evocando desde el exilio mexicano: “Su campaña antialemana fue, quizá la más violenta y efectiva que se realizó en España. El Kaiser y sus aliados protagonizaron la mayoría de sus caricaturas...”

En el número cero de El Sol, ya figura una caricatura de Bagaría. En lo sucesivo, y hasta la ruptura de marzo del 31, la vida de Bagaría transcurre en torno a El Sol.

“Primo de Rivera –cuenta Bagaría- un día, mandó una nota a la empresa El Sol, advirtiéndole que si seguían, publicando caricaturas mías, suspendería el periódico o todos los periódicos que publicasen mis cosas”. El caricaturista tuvo que salir hacia América y prepara una exposición de caricaturas que exhibirá, en Buenos Aires, con éxito legendario.

Crisol sale a la calle el 4 de abril de 1931. Sólo hay tiempo para cuatro caricaturas de Bagaría hasta que sobreviene el cambio de régimen. A lo largo de 1932 el caricaturista catalán publica sus caricaturas en Luz. El 26 de septiembre de 1934 Bagaría regresa a El Sol. La inesperada actuación de Bagaría como reportero, permite que haga una deliciosa entrevista a García Lorca. El poeta granadino no hurta el cuerpo a la cuestión del arte por el arte y declara que “en este momento dramático del mundo, el artista debe reír y llorar con su pueblo; hay que dejar el ramo de azucenas –añade- y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan a las azucenas”. Bagaría confiesa ser un “salvaje con dolorida materia”, lo que le vale una puntualización por parte del poeta: “Las plumas de tu salvajismo son plumas de ángel, y detrás de tu danza macabra hay una lira rosa que pintaron los primitivos italianos”.

La guerra provocada por la rebelión militar del 36, es para Bagaría un auténtico tiempo de destrucción. No tiene nada de extraño que la primera reacción, tras el 18 de julio, fuera el silencio. Entre 1936 y 1938 Bagaría realiza su colaboración en La Vanguardia. Desde distintos ángulos, la denuncia a la destrucción causada por la guerra constituye el hilo conductor de la última etapa barcelonesa.

Su exilio comienza en Francia. “Siempre fue enemigo de las guerras” –confesará a un corresponsal de Regards, en julio de 1938-. En París, comienza su colaboración en el órgano de la resistencia republicana, Voz de Madrid.

Bagaría toma el barco en mayo de 1940, con destino a La Habana. Tres semanas más tarde, la muerte, sobrevenida en La Habana, el 26 de junio de 1940. En Madrid quedó la placa que Bagaría ya tenía preparada para el caso: “Aquí yace el caricaturista / Bagaría / que una noche, sin pensar / se olvidó de respirar. / ¡Adiós, muy buenas!”

Francisco Arias Solis
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Si quieres la paz, prepárate a vivir en paz con todos los hombres.


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domingo, 8 de marzo de 2009

Alberto Sánchez por Francisco Arias Solis

ALBERTO SÁNCHEZ
(1895-1962)

“Vengo a decirte: A caminar, hermano.
Que muy pronto en la palma de tu mano
con nueva luz se amasará Toledo.”
Rafael Alberti.

LA VOZ DEL PANADERO DE TOLEDO Y ESCULTOR DE ESPAÑA

“Era un hombre muy grande, un hombre muy grande, nuestro Alberto –nos dijo Picasso-. Todos le llamábamos Alberto y ya casi nadie se acordaba de su apellido. Alberto, a veces era suficiente, porque sólo había un Alberto”.

Pero Alberto sigue siendo en este país en el que nació un ser desconocido y, sin embargo, Alberto ha sido quizá en la escultura lo que Picasso en la pintura.

Alberto Sánchez nace en Toledo el 8 de abril de 1895. Comienza a trabajar como porquero a la edad de siete años. Cuando tenía doce años se trasladó a Madrid, donde ya se encontraba su familia. Allí ejerció los oficios de aprendiz de zapatero, escayolista y, por fin, desde los veinte años, pasó a ser panadero, como su padre. Sólo pudo asistir a la escuela de párvulos cuatro meses. Tenía ya quince años cuando un amigo empezó a enseñarle por las noches a leer, a escribir y algo de cuentas. En adelante, hasta el fin de sus días fue Alberto incansable lector.

Su afición al arte le llevó a frecuentar los museos madrileños, y sobre todo el Museo del Prado. Hizo el servicio militar en Melilla. Allí talló en piedra caliza dos cabezas; una de moro y otra de mora. En 1925 participa en la Exposición de Artistas Ibéricos, la crítica le trató con unánime encomio. Poco después, la Diputación Provincial de Toledo concede a Alberto una pensión que le permite consagrarse por entero al arte. Hace amistad con Miguel Hernández, con Lorca, con Neruda, con Maruja Mallo, conoce a Unamuno, Alberti... Funda con Benjamín Palencia la Escuela de Vallecas. “Con el deliberado propósito de poner en pie el nuevo arte nacional –nos dice Alberto-, que compitiera en el de París”. El arte de Alberto es profundamente popular. Nunca dejó de ser un campesino, ni nunca dejó tampoco de ser español.

Alberto se casó con Clara Sancha. Poco después estalla la guerra civil. Su casa y casi toda su obra escultórica es destruida. Desde Valencia, el Gobierno le envía a Moscú encomendándole las clases de dibujo en las escuelas donde recibían instrucción los niños españoles evacuados a la URSS. El 12 de octubre de 1962 falleció Alberto en Moscú, con la nostalgia de no haber vuelto nunca a casa.

La obra de Alberto es impresionante. Desde ese pájaro que bebe a su grandiosa escultura para el pabellón español de la Exposición Internacional de Paría de 1937, titulada El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella. Desde el Monumento a los pájaros a sus Mujeres castellanas a sus Toros Ibéricos o su Perdíz del Cáucaso. Desde sus telones del Puente del diablo de Tolstoi a La gitanilla de Cervantes o Bodas de sangre de Lorca, o sus decorados del Quijote que permiten a Kozintser realizar aquella maravillosa película de España desde Moscú. De Alberto se han dicho las cosas más hermosas, las más poéticas, las más entusiastas. “Es el único escultor del rayo –escribía Miguel Hernández-, el único que graba el color de la madrugada, el único que ha hecho un monumento a los pájaros y una estatua al bramido...”.

Alberto deja una obra desperdigada, en parte perdida, pero con unos cimientos muy profundos para el arte, con una endiablada personalidad, con un sentido de anticipación, con una auténtica revolución sobre la forma. Se alargó con una pasión mística y revolucionaria hasta proporcionar una estrella al pueblo español sin importarle por ello estrellarse. Se estrelló con su pueblo, ya que ambos tenían la misma estrella.

Pablo Neruda decía que “nunca Alberto se hizo ilusiones sobre los que podían entenderlo, ni dónde ni cuándo. Todo el tiempo para admirarlo es justo: entonces y mañana”. Y Alberto nos dejó dicho: “Yo deseaba que todos los hombres de la tierra disfrutaran esta emoción que me causaba el campo abierto. Por eso siempre he considerado este arte un arte revolucionario, que busca la vida”.

Francisco Arias Solis
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Paz y libertad.

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Gracias.

sábado, 7 de marzo de 2009

Malcolm Lowry por Francisco Arias Solis

EN EL CENTENARIO DE MALCOLM LOWRY
(1909-1957)

“Malcolm Lowry
Difunto de Bowery
Su prosa era florida
Y a veces reñía
Vivió, de noche, bebió, de día,
Y murió tocando el ukelele.”
Malcolm Lowry. Epitafio.


LA VOZ ROTA POR EL ALCOHOL

Pocos son los autores que nos han contado las miserias del alcohol con tanto lirismo, intensidad y objetividad como lo hizo Lowry. Su técnica narrativa consiste en una serie de flashbacks y yuxtaposiciones de elementos contrastantes que debe mucho al cine. Escritor minucioso, desesperado, corregía sus originales incesantemente.

El escritor y poeta británico Malcolm Lowry nació en New Brighton, Cheshire, el 28 de julio de 1909 y falleció en Ripe, Sussex, el 26 de junio de 1957. De espíritu aventurero, a los dieciocho años abandonó los estudios y se enroló en la marina, embarcándose hacia China. Posteriormente cursó estudios en la Universidad de Cambridge. En 1933, en su viaje a España, visitó Ronda y Granada, donde conoció a la actriz cinematográfica norteamericana Jan Gabrial, con la que contrajo matrimonio en París el 6 de enero de 1934. Un año más tarde el matrimonio se traslada a México, viviendo en Cuernavaca, escenario de su exitosa novela, Bajo el volcán (1947), una de las mejores novelas del pasado siglo. Lowry vivió algunos años en Hollywood trabajando como guionista. En 1939 se trasladó a Canadá y un año más tarde se casó con la actriz y escritora Margerie Bonner, viviendo durante un tiempo en una cabaña de una playa de la Columbia Británica, aunque la pareja no cesó de viajar por Estados Unidos, el Caribe y Europa. La muerte de Lowry fue ocasionada por la ingestión de alcohol y posiblemente por una sobredosis de antidepresivos.

En 1933 Lowry publica su primera novela Ultramarine, nacida de la experiencia de su viaje a China, y donde ya se apunta el complejo mundo interior del auto, enfrentado con el exterior, como expresa en su obra maestra Bajo el volcán (1947), con la que alcanzó uno de los primeros puestos de la novelística del siglo XX, y que posteriormente dio origen a un exitoso filme, novela de avanzada técnica y de ricos contenidos sobre la autodestrucción, la soledad, la desesperación amorosa, la indagación de la mente y el pasado, y la lucha contra el subconsciente y el tiempo. En ella crea un mundo cabalístico y simbólico protagonizado por un alcohólico, trasunto del propio autor buscando lo propiamente humano en la degradación. Entre las obras que aparecieron póstumamente destacan: los libros de relatos Escúchanos, señor, desde el cielo, tu morada (1961) y Oscuro como la tumba donde yace mi amigo (1968), la novela Lunar caustic (1963) y una recopilación de sus poemas, Poemas selectos (1963). También es notable su epistolario. Y como dijo el poeta británico: “La única esperanza es el próximo trago. / Si te apetece puedes dar un paseo. / Sin tiempo de pararse a pensar, / La única esperanza es el próximo trago”.

Francisco Arias Solis
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Paz y libertad.

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