sábado, 14 de marzo de 2009

Jean Cocteau por Francisco Arias Solis

JEAN COCTEAU
(1889-1963)

“Yo soy una mentira que dice la verdad.”
Jean Cocteau.


LA VOZ DEL VANGUARDISMO


Jean Cocteau fue una de las figuras más representativas de la vanguardia francesa del primer tercio del siglo XX. Aparte de haber seguido los pasos de Apollinaire y del cubismo en sus comienzos, y arroparse un extraordinario disfraz literario, siempre vivo y cambiante, ha formado en todos los “ismos”, de todos se ha detractado mas o menos veladamente y, en definitiva, ha propugnado ciertas formas de renacimiento clasicista. El mismo dijo: “Yo soy una mentira que dice la verdad”.

Cocteau ha abordado todos los géneros literarios, dando siempre muestra de un innegable ingenio. Poeta ante todo, ha escrito guiones cinematográficos, novelas, teatro, ha colaborado en obras musicales y aportado su punto de vista sobre las más diversas cuestiones de arte. Ha ejercido una gran influencia literaria en el periodo entre las dos guerras mundiales. La característica general de su obra es el ingenio, el gusto por lo insólito y una gran penetración psicológica.

Jean Maurice Eugène Clément Cocteau nació en Maisons-Laffitte el 5 de julio de 1889 y falleció en Milly-la-Fôret, Fointainebleau, el 11 de octubre de 1963. Cuando sólo tenía nueve años su padre se quitó la vida. No demasiado brillante en sus estudios, fue expulsado por indisciplina del Liceo Condorcet en 1904 y dos años más tarde ingresó en el Liceo Fénelon, donde tampoco logró un rendimiento regular. En 1909 publicó su primer libro de poesías La lámpara de Aladino. Participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias de la Cruz Roja. La muerte súbita del joven poeta Raymond Radiguet, en 1923, afectó horriblemente a Cocteau, que aumentó su adicción al opio. En 1955, Jean Cocteau fue elegido miembro de la Acadamia francesa y de la Academia belga, y, dos años más tarde, miembro honorario del Instituto Nacional de Artes y de Letras de Nueva York.
Atraído al principio por los encantos de la sociedad aristocrática publicó el libro de poesías Príncipe frívolo (1910); sostuvo después un breve idilio con los dadaístas, con los que organizó espectáculos como el famoso Parade. Cultivó todas las artes y frecuentó asiduamente todos los círculos artísticos del París de aquella época: fue amigo del pintor Picasso, del músico Stravinski y del poeta Apollinaire, entre otros. Cercano al simbolismo y al surrealismo, dirigió las películas La sangre del poeta (1931), La bella y la bestia (1945), Orfeo (1949) y El testamento de Orfeo (1960). Colaboró con Picasso, Poulenc, Stravinski y otros en ballets y libretos dramáticos, incorporando el jazz y ciertos elementos cubistas y dadaístas. Preocupado por la originalidad de sorprender, es el poeta de lo inesperado, de lo arbitrario, de lo paradójico. Entre sus obras figuran: los poemas recogidos en Poesías (1916-1923) (1924): las novelas Tomás el impostor (1923), Los niños terribles (1929) y Opio (1930): diversas piezas teatrales: Romeo y Julieta (1924), Orfeo (1926), Antígona (1927), Edipo, rey (1928), La voz humana (1930), Los caballeros de la mesa redonda (1937), Los padres terribles (1938), Monstruos sagrados (1940), La máquina de escribir (1941), El águila de dos cabezas (1946) y Baco (1952); y el libro de crónicas La corrida del primero de mayo (1957). En 1952 publicó el Diario de un desconocido. Y como dijo el poeta vanguardista: “Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué”.
Francisco Arias Solis
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Paz y libertad.

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Gracias.

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