JOAQUIN DICENTA
(1863-1917)
“Vivir sin ti no es vivir
y sin ti no vivo yo;
más vale esperanza en ti
que no andar en procesión.
hoy aquí, mañana allí.”
Joaquín Dicenta. Juan José.
LA VOZ DEL TEATRO SOCIAL
La tendencia socializante de nuestro teatro tuvo a finales del siglo XIX un afortunado intérprete aragonés Joaquín Dicenta, que cultivó también el periodismo, la poesía y el cuento. Pero fue en el teatro donde cosechó los mayores triunfos; y, dentro del teatro, en el drama social, que representa lo más granado de su producción. Tiene asimismo dramas románticos: El suicidio de Wherter, Honra y vida, La mejor ley y piezas musicales (zarzuelas y sainetes): El duque de Gandía, Curro Vargas, La cortijera, Raimundo Lulio, Juan Francisco, Entre rosas, casi todo ello en verso. De los dramas sociales, ya en prosa cabe destacar: Juan José, El señor feudal, Daniel, El lobo y Aurora. Todavía se pueden señalar varias obras de carácter educativo o si se quiere mejor, de intención psicológica: Los irresponsables, Sobrevivirse y Confesión.
Joaquín Dicenta Benedicto nace en Calatayud el 3 de febrero de 1863. Aprende las primeras letras en Getafe, y estudia bachillerato en Alicante. Huérfano de padre, se traslada a Madrid e ingresa en la Academia Militar, de la que es expulsado por su carácter indisciplinado y anárquico. Entregado de lleno a la bohemia cultiva en varios periódicos, la poesía y la crónica. En 1887 se da a conocer al gran público con el drama El suicidio de Wherter. Siguen unos cuantos estrenos poco afortunados y para subvenir a las necesidades más apremiantes acepta la dirección de un periódico en San Sebastián; pero el cargo se aviene mal a su carácter, y pronto lo abandona para volver a Madrid (1892) e ingresar en la Redacción de El Resumen. A partir de este momento su actividad literaria es muy intensa: zarzuelas, comedias, crónicas, cuentos, novelas se suceden rápidamente. Enferma y se traslada a Alicante en busca de mejor clima. Joaquín Dicenta muere en la ciudad levantina el 21 de febrero de 1917.
Dicenta parte del drama romántico para recalar pronto en el social. Es aquí donde ha de buscarse la peculiar personalidad de este escritor. Juan José es su primer drama social, no sólo cronológicamente, sino también por su mayor éxito y significación. Juan José, sin embargo, no es el más social entre los dramas de su autor. En 1896, se estrena El señor feudal, drama de carácter enteramente socialista. Todavía el socialismo aparece más claro en Daniel (1906).
Como novelista, Dicenta se mueve en la misma línea sociológica de sus más características obras dramáticas. Sus novelas más logradas son Los bárbaros, Encarnación, De la vida que pasa y Mi venus.
Joaquín Dicenta merecerá una mención en la historia literaria como introductor del pueblo en el teatro. Entiéndase bien: introductor del pueblo con una función muy distinta de la que le habían asignado nuestros dramaturgos del Siglo de Oro. Los personajes de Dicenta se rebelan contra unos usos, unas instituciones y un estado vigente, porque tienen conciencia del papel que desempeñan dentro de la sociedad, papel fundamental al que la misma sociedad no responde; al menos así lo creen ellos, en la forma justa y debida.
Cuando en la noche del 25 de octubre de 1895 se alza el telón del Teatro de la Comedia de Madrid, los espectadores se encuentran con gran asombro, ante una taberna de los barrios bajos madrileños, unos personajes de alpargatas y blusa que deletrean, penosamente, el editorial de un periódico que clama por la libertad y contra la opresión. La obra era Juan José. En esa obra Dicenta se hace eco del malestar social generalizado y, al mismo tiempo, haciendo suyas las protestas de los trabajadores con peores condiciones de vida y de trabajo, aúna sus intereses, desde un punto de vista moral y ético, con aquel sector. “El drama del señor Dicenta –escribía Unamuno- es bueno artísticamente por revelar la esencia de la vida social de hoy en uno de sus aspectos, por su resplandor de la verdad, por revelarnos la honda significación de un mundo”. El éxito no se hizo esperar, al final del estreno la ovación fue unánime. El autor tuvo que salir varias veces al escenario a petición del público.
Toda la prensa madrileña se hizo eco de la representación, conservadores y progresistas alabaron la obra. Juan José respondía a todos los gustos: los unos la exaltaban por su realismo nada convencional, los otros por el hecho de hacer subir por primera vez, al obrero a un escenario representando su vida, sus costumbres y su lenguaje. El público no tardó en hacer suya la obre. Los trabajadores la tomaron como estandarte representándola todos los primeros de mayo desde la muerte de Dicenta (1917) hasta 1936. El éxito popular de Juan José es evidente, habiéndose convertido junto con Don Juan Tenorio, en la obra más representada en nuestro país.
Juan José está idealizado, piensa Unamuno por el oportunismo, quizá no deliberado de Dicente. “¿Por qué entonces se ve en el drama del señor Dicenta una cosa que la hay en todo fenómeno social? La cosa es clara –decía don Miguel-: porque es una buena obra de arte y el arte abre los ojos a la tesis a los que los tienen cerrados...”
Francisco Arias Solis
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No se puede ser libre más que entre libres.
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Gracias.
martes, 17 de marzo de 2009
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