MIGUEL MIHURA
(1905-1977)
“Prefiero conocer al pueblo sencillo, a los hombres,
a las mujeres de toda condición social y escuchar
su problemas, antes de perder el tiempo charlando
con un señor que a lo mejor me suelta una palabra
en latín y me habla de humanidades.”
Miguel Mihura.
LA VOZ DEL HUMOR DISPARATADO
El caso de Miguel Mihura es revelador de la miseria comercializada del teatro español, a lo largo del siglo XX. Su primera obra, Tres sombreros de copa, si bien escrita en 1932, no pudo ser estrenada hasta veinte años después, tras varios intentos fracasados de llevarla a las tablas. Como declara el mismo autor, “a mí no me conocía nadie”. En efecto, cuando Jardiel Poncela apenas iniciaba su carrera teatral, Tres sombrero de copas rompía brutalmente con todo el convencionalismo teatral y abría un nuevo camino que, por desgracia, no habría de conducir a ninguna parte. Un humor total y radical, disparatado, unas situaciones en apariencia absurdas y sin sentido, unos diálogos inconcebibles, ocultaban un fondo en verdad serio y trascendente: el de la imposibilidad de la comunicación, del amor y de la libertad, todo ello cegado por una sociedad clasista y deshumanizada. La libertad de la pareja protagonista durante una sola noche es una “libertad condicional”, destruida por último por la fuerza de los convencionalismos, de las instituciones y de la moral dominante. Tres sombrero de copa fue una obra irrepetible, que se convirtió en una referencia de los grupos universitarios; lo que halagó al autor que invocaba el sagrado valor del inconformismo al hablar de este valor juvenil: “Una bandera de inconformismo contra la rutina que (los jóvenes) tremolaban con entusiasmo”.
Miguel Mihura Santos nace en Madrid el 21 de julio de 1905. Es autor de una serie de comedias que saben unir la ironía y la poesía con el humor y la ternura. Sigue la línea de Jardiel Poncela en cuanto a diálogos disparatados y las situaciones absurdas de sus personajes. Busca el sinsentido y lo inesperado como recurso humorístico, pero lo hace con más finura y sutileza literaria que aquél.
Mihura estrena la comedia Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, escrita en colaboración con Antonio Lara (Tono), y, más tarde, El caso de la mujer asesinadita, escrita en colaboración de con Alvaro de Laiglesia. Antes de su dedicación teatral casi exclusiva, Mihura escribe cuentos, artículos e historietas publicadas en los principales diarios madrileños, así como en las revistas de humor, que Mihura dirige, como La Ametralladora (1936-1939) y La Codorniz (1942-1945), que después fue feudo de Álvaro de Laiglesia. Escribe también guiones de cine, como Bienvenido Mr. Marshall. Fue Premio Nacional de Teatro en tres ocasiones, y Premio Nacional de Literatura en 1946. Treinta años más tarde es nombrado Académico de la Española. Miguel Mihura muere en Madrid el 28 de octubre de 1977.
En 1953, un año después de la presentación de Tres sombreros de copa, inicia su nueva etapa de creador autónomo, es ya una etapa que incide en la bien conocida tónica gris del teatro de la época. Cabría hacer una excepción con Sublime decisión (1955), obra que ambientada en los finales del siglo XIX, plantea, no sin valentía, la situación de la mujer de clase media que se independiza y trabaja en una oficina. Entre sus últimos éxitos recordemos: Mi adorado Juan, Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia, Sólo el amor y la luna traen fortuna, Ninette y un señor de Murcia y Ninette, modas de París.
El teatro de Mihura tiene una doble cara, conformista e inconformista; en su sustancial contradicción, al querer responder el autor a las exigencias de un público burgués, de mentalidad adocenada, y a las exigencias de su singular e indiscutible talento, que a veces se sobrepone a cualesquiera concesiones, se diría que con la misma ansia de libertad y de realización personal que ha proyectado en sus personajes principales.
Frente a la censura teatral de la época que funcionaba de modo tan implacable como aparentemente irracional, pero en todo caso, de forma bien eficaz; frente a la crítica oficial que no tiene empacho en considerar tan sobrecogedora censura incluso de modo positivo, el teatro de Mihura propone además del humor y de la risa renovada, algo tan fantástico, como es siempre la libertad. Con la máscara del humor, Mihura logró romper las asfixiantes mallas de la censura teatral. A pesar de que en la dictadura, como escribía Mihura: “El hombre libre está considerado como un sospechoso o como cobarde”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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La libertad no la tienen los que no tienen su sed.
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Gracias.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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