CRISTÓBAL DE VIRUÉS
(1550-1614)
“Cerca de donde Llobregate ameno
mezcla sus aguas con el mar profundo,
de bellezas riquísimas tan lleno
que a ningún río debe ser segundo,
tiene dos islas en su dulce seno,
a donde da, la que enriquece el mundo,
todo lo de más gusto y de alegría,
que en los jardines más curiosos cría.”
Cristóbal de Virués.
LA VOZ DEL POETA TRÁGICO DE LA GENERACIÓN NEOSENEQUISTA
Cristóbal de Virués es el poeta trágico más destacado de la generación neo-senequista anterior a Lope de Vega. Debe su fama principalmente a su obra El Monserrate, poema épico religioso en octavas reales sobre la fundación del monasterio de Monserrat, celebrado por Lope de Vega y Cervantes, en el que nos cuenta la leyenda de Fray Garín, y nos habla de la magnífica y única montaña. El Monserrate, junto con La Araucana, de Alonso de Ercilla y La Austriada, de Juan Rufo, merecieron elogios de Cervantes en el escrutinio de la librería de Don Quijote. De ellos quedaron escritas estas palabras: “Todos estos tres libros –dijo el cura- son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana, están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España”.
Cristóbal de Virués nació en Valencia hacia 1550 y muere en su ciudad natal en 1614. Hijo de familia distinguida, su padre era médico, amigo de Luis Vives. Al igual que él, todos sus hermanos, incluida su hermana Jerónima, recibieron una sólida formación intelectual. Cristóbal siguió la carrera militar, participó en importantes empresas militares de su tiempo, siendo herido en la batalla de Lepanto. En 1586 se retiró con el grado de capitán. Vuelto a su ciudad natal se dedicó plenamente a las letras. Allí escribe su poema El Monserrate, que daría a la imprenta en 1587 y que le proporcionó gran notoriedad. Más tarde regresó a Italia, donde vería la luz la segunda parte de su poema titulado El Monserrate segundo, publicado en 1602. En sus Obras trágicas y líricas publicadas en 1609, dio a la luz cinco tragedias moralizadoras: La gran Semiramis, La cruel Casandra, Atila furioso, La infelice Marcela y Elisa Dido, que contienen fragmentos de singular fuerza pese al tono general exageradamente truculento y patético. A excepción de Elisa Dido, que se ajusta a los preceptos clásicos, su obra dramática forma parte de la tradición neosenequista. Su obra más “clásica” es Elisa Dido, basada en la Eneida de Virgilio, su única tragedia de cinco actos y coros. Las intrigas de sus cuatro obras adicionales se encuentran en la tragedia romana pero fueron compuestas en un estilo nuevo, o sea, con tres actos, prólogos, epílogos, y sin coros.
Como es sabido Nicolás Fernández de Moratín echó su cuarto a espadas en la polémica sobre el teatro nacional con varios folletos, Desengaños del teatro español (1763), diatriba contra Calderón y defensa de lo galo: “El teatro español es la escuela de la maldad, el espejo de la lascivia, el retrato de la desventura, la academia del desuello...”. Lope y Calderón son los “corrompedores del mismo... Lope por autorizarse él solo, abatió y despreció a toda su nación injusta e ingratamente, tratándola de irracional... Sin duda fue Lope de Vega Carpio el primer corrompedor del teatro y al mismo tiempo Cristóbal de Virués”. En dicho folleto de Moratín, Cristóbal de Virués figura junto a Lope de Vega. Y bien cumplió Cervantes, respecto de Virués, lo que en el Canto de Calíope de su Galatea anunciaba: “Yo haré que en propios reynos y en extraños / el fruto de tu ingenio levantado / se conozca, se admire y sea estimado.”
Francisco Arias Solís
Por esa libertad bella como la vida.
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martes, 13 de octubre de 2009
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