sábado, 17 de octubre de 2009

Francisco Delicado por Francisco Arias Solís

FRANCISCO DELICADO
(h. 1475-h. 1535)

“Protesta el auctor que ninguno quite o añada palabra
ni razón ni lenguaje, porque aquí no compuse modo de
fermoso dezir, ni saqué de otros libros, ni furte eloquencia
porque para dezir verdad poca eloquencia basta.”
Francisco Delicado.

LA VOZ DEL CLÉRIGO LIBERTINO

En los primeros años del siglo XVI hay una corriente crítica llena de ironía que va punteando diversos libros de mayor o menor fortuna: La Celestina, La Lozana Andaluza (1528), libros misceláneos, piezas teatrales como las de Naharro, Gil Vicente y Rueda contienen elementos realistas y críticos corrosivos; el mundo de los criados en Rojas, de rameras y cortesanas en Delicado, la crítica eclesiástica derivada por un lado de la satírica medieval, por otro del erasmismo, las punzantes acotaciones irónicas del portugués, la moralizante pulla de Naharro que describe el mundo de los señores con la lengua de los criados del tinello, los pasos de Rueda, todo esto va creando un cuerpo crítico al que se suma el autor del Lazarillo.

Se sabe muy poco de la vida de Francisco Delicado, salvo lo que de sí mismo dice en sus obras. Suele decirse que era natural de “la peña de Martos” (Jaén), atendiendo a sus palabras, pero más bien parece natural de Córdoba o algún lugar próximo, nació hacia 1475. Dados sus grandes conocimientos sobre las costumbres de los judíos conversos, puede deducirse que también él lo fuera. Fue discípulo de Antonio de Nebrija, al que llama preceptor, entró en el estado eclesiástico y fue vicario del valle de Cabezuela, y huyó de España atemorizado por la Inquisición, viajando a Italia, donde se publicó toda su obra; allí vivió en Roma, de donde se marchó tras el saqueo español de 1527, para establecerse en Venecia, hasta su muerte, ocurrida hacia 1535.

Parece ser que su primera obra fue el pequeño tratado de De consolatione infirmorum. En 1525 escribió un libro médico sobre el palo guayaco, en agradecimiento por haberse curado de Il mal francesco o sífilis, El modo de adoperare el legno de India occidentale: Salutífero remedio a ogni piaga et mal incurable. Francisco Delicado composuit in Alma Urbe anno 1525. Hizo magníficas ediciones del Amadis de Gaula (1533); La Celestina, la Cárcel de amor y de Los tres libros del caballero Primaleón y Polendos (1534). En su retiro veneciano escribió en italiano un opúsculo en el que, en otras cosas, trata el saqueo de Roma por las tropas del emperador Carlos V. Pero su obra más importante es el Retrato de la Lozana Andaluza, novela picaresca dialogada, de tipo erótico, aparecida en Venecia en 1528.

El texto del Retrato de la Lozana Andaluza se descubre en el siglo XIX en la Biblioteca Imperial de Viena, sin el nombre del autor y del impresor, por lo que durante mucho tiempo se la consideró anónima, hasta que la crítica especuló con la idea de que el autor era Francisco Delicado, “clérigo libertino y cavernario”, definiendo la obra como pornográfica y característica de la corrupción del clero del siglo XVI.

El Retrato de la Lozana Andaluza es una obra picaresca en ambiente celestinesco, dividida en “mamotretos”, en los que narra las peripecias de la cordobesa Lozana y su criado Rampín; posee gran valor histórico como documento social del ambiente romano de principios del XVI. La obra descubre todas las trampas, truhanerías y obscenidades del oficio más antiguo del mundo. Está escrita en la “lingua franca” o jerigonza italo-hispana usada en Roma por los españoles de baja estofa, junto con otros registros más elevados, siguiendo el ejemplo de multiplicidad lingüística de la Celestina, de Rojas. Su diálogo es ágil, salpicado de multitud de refranes y frases proverbiales. Su contenido es bastante libre, aunque al final invoca el saqueo de Roma de 1527 como castigo divino a los desenfrenos de sus habitantes. Cuando Aldonza, Lozana, conoce al mercader y lo abandona todo para irse con éste a Cádiz, su tía exclama: “¡Aldonza! ¡Sobrina! ¿Qué hacéis? ¿Dónde estáis? ¡Oh pecadora de mí! El hombre deja el padre y la madre por la mujer y la mujer olvida por el hombre su nido... mas no tenéis vos la culpa sino yo, que teniendo la yesca busqué el eslabón, mira qué pago, que si miro en ello, ella misma me hizo alcahueta”.

Francisco Arias Solís

La fórmula salvadora es paz, libertad y justicia.


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