miércoles, 21 de octubre de 2009

Don Juan Manuel por Francisco Arias Solís

DON JUAN MANUEL
(1282-1347)

“… porque muchos homes las cosas sotiles non le caben
en los entendimientos, ni las entienden bien, no toman
placer en leer aquellos libros nin aprender lo que es
escripto en ellos, el porque non toman placer en ello,
nin lo pueden deprender nin saber así como a ellos
cumpliría.”
Don Juan Manuel.

LA VOZ DEL PRIMER PROSISTA CON ESTILO PERSONAL

Don Juan Manuel es el prosista más importante de su época y el iniciador del género novelesco en la literatura española. Las obras de don Juan Manuel –principalmente, El Conde de Lucanor- son una clara exposición de la ideología del autor sobre cuestiones sociales, políticas, religiosas y literarias. En este sentido, hay que destacar su conciencia de autoría. El escritor, con paciencia y tenacidad, ha ido construyendo una obra literaria de la que se siente responsable y de la que quiere dejar constancia. Este individualismo se opone al carácter colectivo de la literatura medieval y es un claro antecedente de la afirmación personal que llegará con la literatura prerrenacentista y renacentista. Por otra parte, la obra de don Juan Manuel, basada en la experiencia vital y en la aguda observación del autor, es en lo estilístico un brillante ejemplo de selección, densidad y concisión. Don Juan Manuel es el primer prosista castellano que tuvo estilo personal, y seguramente también el primero que tuvo conciencia artística, evidente en el cuidado que puso en conservar sus libros reunidos para evitar posibles modificaciones de su obra.
Don Juan Manuel nació en Escalona, provincia de Toledo, el 6 de mayo de 1282. Emparentado directamente con los reyes castellanos, pertenece a la nobleza más rancia y poderosa. Erróneamente se le ha venido otorgando el título de “infante”, que sí le había correspondido a su padre. Don Juan Manuel era nieto de Fernando III el Santo y sobrino de Alfonso X el Sabio. Sus padres eran el infante don Manuel –hijo menor del rey Santo- y doña Beatriz de Saboya. Por su condición social participó activa y destacadamente en los acontecimientos bélicos y políticos de su tiempo. Fue Señor de Villena y de Alarcón y Adelantado de Murcia. Miembro de la casta señorial, tan poderoso casi como el rey, podía ir de Murcia a Navarra ”pasando cada jornada por villa cercada de castillos suyos”. Tomó parte en las intrigas nobiliarias de aquellos años en torno al poder en los reinos de Castilla y de Aragón. Protegido de Sancho IV, intervino en los años de la minoría de Fernando IV y en la de Alfonso XI, siendo corregente de éste último. Sus intereses y ambiciones le llevaron incluso a ponerse en contra de Alfonso XI. Se casó tres veces y consiguió que sus aspiraciones de máxima grandeza se cumplieran al casarse una de sus hijas con el heredero del rey de Portugal y otra con Enrique de Trastamara, futuro Enrique II de Castilla. Don Juan Manuel se puso de la parte que más convenía a los intereses de su linaje; aunque luchó contra los moros en El Salado y Algeciras, no dudó cuando lo exigía la política de su casa, en aliarse con el rey de Granada.
Don Juan Manuel vivió activamente un ideal triple: caballeresco, religioso y literario. Su vida osciló en la cuerda floja de la violencia injusta, de la doblez de quien antepone a todo su ideal de casta, por lo que unas veces los vemos adicto y otras rival del rey. Personaje contradictorio, abominador de la guerra, mas siempre peleando, obsesionado por el problema de la honra y de su estado, veía en todo menoscabo y desprecio; tolerante en el aspecto religioso y amante de la caza, prefería las intrigas nobiliarias a la lucha contra los moros. Paradójicamente sólo fue humilde en la faceta que mayor gloria le ha dado: la literatura. Don Juan Manuel es el primer escritor que tiene conciencia del valor de su obra y por eso se retira los últimos años de su vida, en el convento de Peñafiel, donde depositó un códice, que contenía toda su producción, para legarla cuidadosamente a la posteridad. Don Juan Manuel muere en Córdoba el 13 de junio de 1348.
La mala suerte persiguió a la obra de don Juan Manuel, porque su códice se ha perdido y las copias parciales que nos han llegado están incompletas y plagadas de errores.
Se consideran perdidas obras como el Libro de los sabios, el Libro de la cavallería, algunos de cuyos capítulos pasaron al Libro de los Estados; la Crónica cumplida, el Libro de los egennos, probable tratado sobre máquinas bélicas; el Libro de las cantigas, colección de poemas, y unas Reglas de trovar, o arte poética. Salvo del Libro de cavallería, de los demás solo conocemos los títulos.
Tradicionalmente viene dividiéndose la obra de Don Juan Manuel en obras menores y obras mayores. Entre las primeras se encuentran el Libro de la caza –con interesantes noticias sobre este deporte, sobre las diferentes aves de cetrería y, principalmente, sobre el arte de adiestrar halcones-, el Libro de las armas -de carácter autobiográfico, exalta la grandeza de su linaje-, el tratado De las maneras del amor –sobre diversas formas de amistad-, el Libro infinido o de castigo y consejos –repertorio de consejos dirigidos a su hijo-. En todos estos libros predomina lo expositivo sobre lo narrativo. Las obras mayores, aun siendo claramente didácticas, tienen una acentuada forma narrativa. Tres son las grandes obras de don Juan Manuel. El Libro del caballero y el escudero, escrito hacia 1326, nos ha llegado incompleto. Su trama argumental, a imitación de la del Libre del orde de cavalleria, de Ramón Llull, nos cuenta la historia de un joven escudero adiestrado por un anciano caballero, que vive en una ermita y que le adoctrina sobre todo lo referente a la orden de caballería. El Libro de los Estados, escrito entre 1327 y 1332, es un manual de educación de príncipes, que recoge el ideario político del escritor. Su obra más importante es, sin duda, el Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio –conocido con el título de Libro del Conde Lucanor-, escrito en 1335.
La obra se divide en dos partes, Libro de los enxiemplos y Libro de los proverbios, que guardan una estrecha unidad. El primero, el más extenso e importante, es una colección de cincuenta cuentos, narrados por el ayo Patronio para ejemplificar los diferentes problemas (sociales, religiosos, políticos y literarios, etc.) que le presenta su señor el conde de Lucanor. La narración siempre concluye en un dístico, que actúa a modo de moraleja final. El Libro de los proverbios es un repertorio de sentencias.
Pese a los intereses nobiliarios del autor, los relatos de Patronio hacen desfilar todas las clases sociales, desde el padre de don Juan Manuel hasta salteadores de sepulcros, desde mercaderes a reyes árabes, a los que enmarca en unos contextos que hacen del libro un cuadro de viva humanidad. Y como dijo nuestro autor, defendiéndose de los ataques que por ser noble y escribir recibía: “Pienso que es mejor pasar el tiempo en fazer libros que en jugar a los dados o fazer otras viles cosas”.

Francisco Arias Solís

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