LA INMENSA SOLEDAD DE LOS EXILIADOS
“De soledad tan vaga y tan concreta
sale un hilo de agua;
el agua del destierro,
muy parecida al llanto.”
José Moreno Villa.
EL CANTAR DE SOLEDAD DE LOS DESTERRADOS
Gregorio Marañón en el prólogo de su libro Españoles fuera de España (1947), al referirse a Séneca, que estuvo desterrado siete años en Córcega, nos recuerda esta exclamación del filósofo cordobés: “¡Qué sufrimiento intolerable es el vivir fuera de la patria!”
Es innecesario repetir una vez más que la mayor parte de nuestros mejores intelectuales y artistas emprendieron el camino del exilio al final de la guerra, provocada por la rebelión militar del general Franco. De este impresionante exilio -sin duda el más importante en nuestra larga historia de emigraciones- se cumplen ahora 70 años.
Al poema “Destierro” (París, 22 de marzo de 1952), del poeta José María Quiroga Plá, pertenecen estos versos: “Todos los crímenes tienen / perdón, y hallan indulgencia, / menos el crimen de echar / a los hombres de su tierra”.
El novelista y poeta catalán Alfonso Vidal y Planas, quien murió en el exilio, escribió un libro poético titulado Cirios en los rascacielos (1963), en el que figuran estos versos: “Sin España en mi vida, / yo mismo soy el muerto, / ¡y en la capilla ardiente / de Yanquilandia enciendo / un cirio por mi ánima / en cada rascacielos!”. Bernardo Clariana, nos transmite también la sensación de soledad experimentada en Nueva York, ciudad ajena, cruel... de la que quiere evadirse por medio del recuerdo: “Pero no lograrán prefabricar / los jardines de tu patio...” A su paso por Ellis Island, en 1939, Alfonso Vidal exclamó: “Enterradme en España cuando muera / (¡por caridad, hermanos, en mi España!), / si herido de su amor, en tierra extraña, / desangrado en suspiros, me muriera”.
Rafael Alberti en Roma, peligro para caminantes, nos transmite amor y nostalgia, soledad, recuerdos de una juventud y el dolor silencioso del exilio: “Dejé por ti mis bosques, mi perdida / arboleda, mis perros desvelados, / mis capitales años desterrados / hasta casi el invierno de la vida”.
Pedro Garfias vivió unos meses en 1939 en el pueblo inglés llamado Eaton Hasting: allí creó los poemas que constituirán su primer libro en el exilio que verá la luz en 1941, en México, lugar donde Garfias vivió su soledad, hasta su muerte. En estos versos de Garfias asoma la gran soledad, que crecerá más y más: “Dentro del pecho oscuro / la clara soledad me va creciendo....” Y nos grita: “Yo te puedo poblar, soledad mía, / igual que puedo hacer rocas y árboles / de estas oscuras gentes que me cercan... “
Luis Cernuda sabe que el destierro lo ha convertido en un muerto que, a pesar de todo sigue viviendo: “Tú, verdad solitaria, / transparente pasión, mi soledad de siempre, / eres inmenso abrazo; / el sol, el mar, / la oscuridad, la estepa, / el hombre y su deseo, / la airada muchedumbre, / ¿qué son sino tú misma?” Uno de los temas constantes en la poesía de Juan Rejano es España, vista en los primeros momentos del exilio con un gran dolor: “Vivir de ausencia es ya sobrevivir”. En la poesía de exilio de José Ramón Arana, aparecen algunos recuerdos de momentos dolorosos en esta “ciega soledad”: “Nadie vendrá a llorarte... / Solo el viento / avivará el clavel que me ha nacido / frente a este ciega soledad sin llanto...”
El poeta malagueño Emilio Prados, que en el exilio vive solo, apartado, quiere escapar de su soledad: “Golpeé con mi voz, con mi palabra / -no sé donde ni lo sabré jamás-: / nadie me abrió”. Y su paisano Manuel Altolaguirre, con una gran ternura, nos dice: “Estoy solo y no sé quienes / están sintiendo mi ausencia.” Y no menos agudo es el dolor de la mujer de Altolaguirre, Concha Méndez, que escribe: “La gran soledad del mundo / como ala que me domina / llevo sobre mí y me arrastra...”
Los exiliados españoles, lejos de su patria, trataron de sobrevivir su vida, sintieron la garra de la nostalgia, el incesante recuerdo de unas calles, de unos árboles, de unas fuentes como aquella a la que Alberti pedía, “que volviera para darle agua”. Supieron de angustia, de dificultades económicas para enfrentarse con ese cada día y cada mañana, pero especialmente sintieron una inmensa soledad. Soledad de soledades y todo soledad, como la del poeta malagueño José Moreno Villa: “Hay una soledad en el exilio / que no es de gente: soledad de muros, / de solera y de techo; / soledad de reflejos; / soledad de colores imprecisos”.
Francisco Arias Solís
Paz, queramos paz.
XIII Festival Poético por la Paz y la Libertad en homenaje a Benedetti.
URL: http://www.internautasporlapaz.org
Nos gustaría contar con la participación de numerosos poetas.
Gracias.
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