MANUEL JOSE OTHON
(1858-1906)
“En tus aras quemé mi último incienso
y deshojé mis postrimeras rosas.
Do se alzaban los templos de mis diosas,
ya sólo queda el arenal inmenso.”
Manuel José Othón.
LA VOZ DEL SENTIDO HUMANÍSTICO
México da un gran paso hacia el modernismo a través de la obra de Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón y Manuel José Othón. Todos cumplen la tarea de llevar la poesía del romanticismo al modernismo, en pleno siglo XIX, antes de que surja el dariísmo, asentando la base ideológica de su actuación en valores puramente estéticos. Manuel José Othón, a diferencia de sus contemporáneos poseía una educación clásica. Virgilio, Garcilaso, fray Luis y Chénier le dictan el lema de su arte: “No debemos expresar nada que no hayamos visto”. “Realizó el prodigio –escribía López Velarde- de vaciar el alma moderna en la serenidad imperturbable de los antiguos”. A pesar de habérnoslo presentado, algunos de sus interesados biógrafos, como un acólito o propagandista católico, hoy día se sabe que era simplemente un persona de enorme sentido humanístico e increíblemente solidaria.
Manuel José Othón Vargas nace el 14 de junio de 1858 en San Luis de Potosí y muere en dicha ciudad el 28 de noviembre de 1906. Terminados sus estudios primarios el poeta mexicano ingresa en el Seminario Conciliar, donde estudió latín y publicó algunos poemas y ensayos. En 1876 inicia sus estudios de Derecho en el Instituto Científico y Literario de San Luis de Potosí que finaliza en 1881. En 1876 fundó, con Colunga y Dávalos, la Sociedad Alarcón, que reunió a los mejores escritores de San Luis de Potosí. Su primer libro Poesías, se publica en 1880. Escribe en varias publicaciones potosinas y en la Revista Azul. Fue agente del Ministerio Público, juez de distinta poblaciones del centro y norte del país, director del Registro Público de la Propiedad y diputado al Congreso.
Durante su misión como funcionario en el norte de país, estuvo en contacto con la naturaleza, tema de su poesía; pero su contemplación no le lleva a un bucolismo arcaico sino a trasplantar, a transvasar su personalidad al mundo que enfrenta y describe. Su extraordinaria capacidad para trasladar las emociones propias al paisaje hace que su descripción de los desiertos, barrancas y bosques del norte de México sea insuperable.
Sus Poemas rústicos (1902), bien acogido por los modernistas, amalgama de manera total al poeta íntimo y al lírico que esboza el paisaje, sobre todo en su poema más celebrado Idilio salvaje (1905), inspirado por una pasión amorosa; lo de menos son las circunstancias del idilio; lo más, el escenario del poema, las vividas imágenes que trascienden el templo del poeta hasta integrar en su ánimo los lugares descritos.
Su libro El himno de los bosques (1890), es obra de un pintor; luz y sonido matizan el día y el mundo físico con toda una gama de cromatismos que rinden tributo a montañas, águilas, horizontes, llanuras y crepúsculos. Otra obra poética descriptiva es su famosa Noche rústica de Walpurgis (1897). La naturaleza de este poeta es grandiosa y realista a la par.
Othón escribió además cuentos y novelas cortas donde ocupan buena parte los paisajes y los apuntes costumbristas sobre las gentes aldeanas. Alfonso Reyes nos contaba: “En la paz de las aldeas gustaba Othón de pasar la vida, donde es más fácil salir al campo...” En cuanto al teatro, Lo que hay detrás de la dicha (1886) y El último capítulo (1905), carecen de valor y denuncian influjos de Echegaray.
Manuel José Othón es un poeta singular. En realidad Othón no tiene mucho que ver con el modernismo, al que no se vincula ni por ideología ni por técnica, sino por su esmero formal. Y como dijo el poeta mexicano: “Si tu voz melancólica no entona / ya sus himnos de amor, conmigo vuela / a esta región que asombra y que consuela”.
Francisco Arias Solís
Donde mora la libertad, allí está mi patria.
XIII Festival Poético por la Paz y la Libertad en homenaje a Benedetti.
URL: http://www.internautasporlapaz.org
Nos gustaría contar con la participación de numerosos poetas.
Gracias.
jueves, 15 de octubre de 2009
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