miércoles, 27 de enero de 2010

Los padres dimisionarios por Francisco Arias Solís


LOS PADRES DIMISIONARIOS

“Eres como los vencejos
que cuando vienen se van;
y siempre están y no están
tan cerca como tan lejos.”
José Bergamín.


LA IMPORTANCIA DE LA AUSENCIA DEL PADRE

Los hombres son, con mucha mayor frecuencia que las mujeres, padres dimisionarios. Rara vez la madre es dimisionaria en su papel. La práctica totalidad de las mujeres con hijos se ocupan de su educación y su crecimiento físico e intelectual. Sin embargo, no ocurre lo mismo con un gran número de padres que tienen el trabajo como única obligación.

Una característica de este tipo de padres es que continuamente tratan de autoconvencerse y convencer a los demás de que la responsabilidad educativa de los hijos es una tarea que no le concierne. El padre dimisionario suele contestar a los hijos cuando le piden ayuda en las tareas escolares que le pregunten al profesor. Si su pareja le demanda colaboración en el cuidado de los niños, argumenta, por lo general, que él no viene a casa para trabajar.

Algunas veces los dimisionarios se disfrazan de “padrazos”, siempre pendientes de satisfacer las necesidades materiales e incluso los caprichos de sus pequeños, pero no les prestan ninguna atención cuando les piden una opinión. Estos “padrazos” son tan irresponsables como los dimisionarios puestos que no se preocupan de proporcionar una buena formación a sus hijos.

La mayoría de los especialistas en psicología social consideran al padre dimisionario como el responsable o, al menos, quien facilita las tendencias de los hijos hacia conductas antisociales.

Diversos estudios realizados con delincuentes ponen de relieve la importancia de la ausencia del padre en los traumas de los marginados. Aproximadamente el 85% manifiesta no haber tenido nunca una actividad en común con su padre. Alrededor del 60% de los delincuentes se lamentan de la falta de contacto con el progenitor y de haberse visto obligados a orientar todo su afecto hacia la madre, bien por el distanciamiento del padre, bien porque se desentendía por completo de sus obligaciones.

También es frecuente que las personas con conductas delictivas manifiesten que sus padres no le querían o que no le prestaban atención. Sin embargo, a pesar de sentirse abandonados, el 80% añora la presencia de su padre y declaran que les resultaría muy conveniente haberlo visto con más asiduidad.

Otra consecuencia de la actitud dimisionaria del padre en la educación de los hijos es la crisis de identidad que sufren no pocos adultos y que se inicia siempre durante la niñez o en la adolescencia.

Cuando la figura del padre ha estado muy alejada física o moralmente, la integración social resulta muy difícil para los hijos, que no han aprendido a autoestimarse y, por lo tanto, son tímidos y tienden a pensar siempre que los demás son mejores y valen más que ellos. Y es que, como dijo el poeta: “Tan solo, tan vacío / mi corazón se hace / eco de un llanto huido / que no oyó nunca nadie”.

Francisco Arias Solís

Quien acepta el mezquino y vil salario, presta a la propiedad vida y aliento... (Frase de Fermín Salvochea glosada en el libro: 102 razones para recordar a Salvochea)

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