domingo, 29 de junio de 2008

Prosper Merimée por Francisco Arias Solis

PROSPER MERIMÉE
(1803-1870)

«Es una amable y buena persona, desgraciadamente
un poco viciada por lecturas frívolas y por la compañía
de los mequetrefes de la capital. Aburriéndose mortalmente
con un marido del cual tiene pocos motivos de alabarse,
me hizo el honor de favorecerme con su aprecio.
Todos eran regalos, convites y proyectos en que yo era necesario.
“Abate, quiero aprender latín.... Abate quiero aprender botánica.”»
Prosper Mérimée.

LA VOZ DE UN ARTISTA DELICADO

Poco después de Balzac, en 1803, nacía un artista delicado, gran amigo de Stendhal, Prosper Mérimée. Viajó por España, donde conoció a la marquesa de Montijo, a quien dedicó una de sus obras, la historia de Don Pedro el Cruel, que, para él, no fue más que justiciero. Cuando la hija de la marquesa se convirtió en 1853 en la emperatriz Eugenia de Francia al casarse con Napoleón III, llegó a ser nombrado senador. Se dio a conocer Mérimée, en 1825, apelando a una superchería literaria: El teatro de Clara Gazul. La obra produjo gran impresión, trocada en sorpresa cuando se supo que era la invención de un joven. Tenía una tendencia especial a los asuntos en que intervenía algo sobrenatural o monstruoso, y le encantaban los países poco conocidos, los bandidos, los gitanos, como también los crímenes, mientras no fueran vulgares, mientras tuvieran algo de pintoresco. Fue modificándose, con gran ventaja para él, hasta escribir, a los treinta y siete años, ya en plena madurez, su obra maestra, Colomba (1840), tipo de corsa en el que halló pretexto para la descripción del país. Lo mismo se propuso al publicar Mateo Falcone (1829). Reconocen todos los críticos el encanto especial de ambas obras; pero Colomba, la mejor, tiene una rival española, Carmen, y Carmen no se borra ya fácilmente de la memoria de las gentes. Sobre esta novela compuso Bizet su célebre ópera. Merimée tiene otras obras en que habla de España y que es curioso leer (como Cartas de España), aunque no se le puede aplaudir siempre.

Prosper Mérimée nace en París el 28 de septiembre de 1803 y muere en Cannes el 23 de septiembre de 1870. Estudió Derecho y varias lenguas: inglés, ruso, griego y árabe. Fue uno de los primeros traductores de numerosos libros de lengua rusa. Fue funcionario, teniendo entre otros cargos el de inspector general de monumentos, que le permitió visitar toda Francia. Frecuentó los salones literarios. En 1844 fue nombrado miembro de la Academia francesa.

En 1825 publicó su primera obra, El teatro de Clara Gazul, y en 1827 La guzla, una recopilación de baladas, y presentó ambas como meras traducciones de supuestas obras españolas; posteriormente comenzó aparecer su obra narrativa: novelas históricas, como La jacquerie (1928) y Crónica del reinado de Carlos IX (1832) y, sobre todo, volúmenes de narraciones y novelas cortas, ámbito en que alcanzó una gran perfección: Mateo Falcone (1829); Las ánimas del purgatorio (1834), La Venus de Ille (1837), Carmen (1845), Arsène Guillot (1852) y La habitación azul (1866), entre las más conocidas. Resultan también destacables sus Cartas de España (1830), escritas durante un viaje a la Península, y las Cartas a una desconocida (1873). Y como escribió Mérimée: «El domingo pasado nos hizo un sermón que no era malo para sermón de pueblo, y que venía como de molde: “Que la desgracia era un beneficio de la Providencia para purificar nuestras almas”».

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Gracias.

Leopardi por Francisco Arias Solis

GIACOMO LEOPARDI
(1789-1837)

“Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.”
Giacomo Leopardi.


LA VOZ HARTO SEDIENTA DE AMOR

Leopardi es uno de los mayores y más célebres poetas del siglo XIX. Los que todo quieren explicarlo con precisión matemática en nombre de una Ciencia de las que ellos mismos se proclaman únicos e indiscutibles representantes, han cogido por su cuenta al pobre Leopardi, declarándole degenerado y aun loco, porque a sus teorías convenía que por tales pasaran todos los genios. Se ha dicho también, con harta ligereza, que Leopardi acabó con el clasicismo y afirmó el triunfo del romanticismo pero concediendo que tal hiciera y no fuese, como realmente fue, un independiente, se ve a cada paso que, si es romántico, lo es en el fondo, aunque en la forma nadie posea tan bien como él la pura esencia de lo clásico, que no consiste en academizar la poesía, sino en saberle dar la ingenua libertad de la vida antigua.

Leopardi es triste, es pesimista, no siempre porque su malísima salud, su constitución débil de neurótico y giboso, le inclinen naturalmente a ello, sino porque su naturaleza es harto fina, harto sedienta de amor, de felicidad y de belleza, para que en el obligado roce con las impurezas de la realidad no padezca horriblemente.

Leopardi fue gran poeta y gran prosista. No fue uno de esos autores fecundísimos que aciertan sólo de vez en cuando: todas sus poesías caben en un breve volumen, pero casi todas son famosas. En prosa, le basta escribir unos sencillos Diálogos al estilo de Luciano, o el Elogio de los pájaros, o El cántico del gallo silvestre, por ejemplo, para demostrar que sigue siendo un maestro.

Giacomo Leopardi nació en Recanati el 29 de junio de 1798 y falleció en Nápoles el 14 de junio de 1837, a los treinta y nueve años de edad, aceptando la muerte como un bien, según su propia inclinación y los consejos de un amigo íntimo el escritor Pietro Giordani, ya viejo entonces, y siempre fervorísimo admirador suyo, hasta ser, después, uno de sus editores. Hijo del conde Monaldo, Leopardi fue educado en su propia casa por un jesuita mexicano, el Padre José Torres, y por un maestro italiano, teniendo a su disposición una buena biblioteca que poseía el conde y franqueaba con gusto a su familia y amigos, muy pronto, a los catorce años de edad, dijeron ya sus maestros que nada más podían enseñarle: todo lo sabía a la perfección. Entre otras cosas habían hecho de él un buen latinista, pero su precocísimo talento quiso ir más allá y, sin maestro alguno, aprendió solo el griego, y en plena adolescencia maravilló a cuantos le conocieron, manifestándose consumado helenista y perfecto filólogo. Sin duda que al abuso en el estudio en tan temprana edad, a lo delicado de su constitución, a la hiperestesia de su sensibilidad y a la tristeza y monotonía del medio en que fue desarrollándose, siempre pegado al estudio, es de suponer que fueran debidos el persistente mal estado de su salud, la desviación dorsal que padeció, el cansancio de su vista y de su cuerpo todo y aquella melancolía y pesimismo desesperado que fueron el tormento de su vida, al propio tiempo que el más visible y característico sello de su poesía. Leopardi vivió en Milán, Bolonia, Florencia y Pisa, ciudades en las que entró en contacto con los principales círculos literarios de la época.

Su obra refleja pesimismo, melancolía y escepticismo, contenidos, sin embargo, por el pudor y un estilo expresivo de corte clásico. Supo analizar la pasión desgarrada y las sensaciones más recónditas del individuo y convertirlas en universales. Auténtico polígrafo, escribió tratados eruditos, crítica literaria, realizó traducciones y destacó, sobre todo, por sus composiciones poéticas, que le han merecido ser considerado uno de los máximos representantes de la lírica italiana. Sus Opúsculos morales (1827) recogen una serie de poemas meditativos, de excepcional musicalidad y nítida expresión, a través de los cuales analiza los grandes problemas que se le plantean al ser humano. Leopardi fue un impecable artista de la forma como demuestran sus más célebres y logradas composiciones, recopiladas en Cantos, y publicadas escalonadamente en 1831, 1835 y póstumamente en 1845. Entre sus principales poemas se incluyen: A Italia, Al pie del monumento de Dante, El Risorgimento, A Silvia, Recuerdos, El gorrión solitario, La calma después de la tempestad, El sábado del pueblo, Canto nocturno de un pastor errante de Asia, así como las cinco poesías producto del desafortunado amor por Fanny Targioni Tozzetti (El pensamiento dominante, Amor y muerte, Consalvo, A sí mismo y Aspasia) y sus últimas poesías, La retama, sobre el poder destructor de la naturaleza, y El ocaso de la luna. Fue autor además de Zibaldone (su diario de 1817 a 1832) y de un importante Epistolario (1849) póstumo. Y como dijo el gran poeta italiano: “Hermanos a la vez creó la suerte / al amor y a la muerte. / Otras cosas tan bellas / en el mundo no habrá ni en las estrellas”.

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sábado, 28 de junio de 2008

José López Rubio por Francisco Arias Solis

JOSE LOPEZ RUBIO
(1903-1996)

“Sigo considerando el teatro como un juego maravilloso,
el único juego de imaginación y de solo relativo azar
que conserva el hombre desde su edad primera a lo largo de su vida.”
José López Rubio.

LA VOZ DE UN ACADEMICO SIN ANTEPASADOS

López Rubio es quizá el más notable de los escritores españoles que ha continuado la “alta comedia”. Perteneció a la otra generación del 27, a “la de los renovadores del humor contemporáneo”, según Pedro Laín Entralgo, en la que también se incluyen a Tono, Edgard Neville, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. José López Rubio en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, pronunciado el 5 de junio de 1983, dijo que él era un “académico sin antepasados, un inmortal huérfano”.

El dramaturgo, cineasta, humorista y periodista José López Rubio y Herreros nació en Motril, Granada, el 13 de diciembre de 1903 y falleció en Madrid el 2 de marzo de 1996. A los pocos meses de nacer su familia se marcha a Granada, donde transcurre su infancia. En 1915 se traslada a Madrid, donde comienza sus estudios de bachillerato en un colegio de frailes agustinos. Desde finales de 1917 hasta mediados de 1919 residió en Cuenca, al ser nombrado su padre gobernador civil de la provincia conquense, allí terminó su bachillerato. En Madrid estudió Derecho y allí conoció y entabló amistad con Enrique Jardiel Poncela. Frecuentó las tertulias del café Platerías y del café Pombo. Vinculado en sus comienzos a la revista Buen Humor, con Tono y Miguel Mihura, así como a otras publicaciones periódicas, destacó su labor como cuentista en Los lunes de El Imparcial, su producción literaria está muy ligada al humor innovador que se desarrolla en la época impuestos por Ramón Gómez de la Serna y Enrique Jardiel Poncela, como se advierte en las piezas De la noche a la mañana (1929) y La casa de naipes (1930), ambas escritas con Eduardo Ugarte. Anteriormente había publicado la novela surrealista Roque Six (1927), en la que combina los rasgos de humor con lo grotesco.

En 1930, López Rubio embarca para América, con destino a Hollywood, contratado por la Metro Goldwyn Mayer, como adaptador y traductor de las versiones españolas de sus películas, posteriormente es contratado por la Fox. Durante la guerra civil española vive entre México y Cuba, regresando a España en 1940 y reanuda su activad teatral con el estreno de Alberto (1949). Su trabajo como guionista influyó en sus comedias posteriores, enmarcadas fundamentalmente en la tradición de la “alta comedia” burguesa Celos del aire (1950), por la que obtuvo el Premio Fastenrath de la Academia y que es para muchos su mejor obra, El remedio de la memoria (1952), La otra orilla (1954), La venda en los ojos (1954), Las manos son inocentes (1958) y Nunca es tarde (1964). En 1954 López Rubio recibió el Premio Nacional de Teatro. Y como nos dijo el dramaturgo y humorista granadino: “He hecho todo lo que se puede hacer con una pluma en la mano”.

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Selma Lagerlöf por Francisco Arias Solis

EN EL 150º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE
SELMA LAGERLÖF (1858-1940)

“Los sentimientos agotados del hombre
encuentran su único placer en martirizar
a otros seres humanos y a los animales.”
Selma Lagerlöf.

LA VOZ DE LA PRIMERA MUJER GALARDONADA
CON EL NOBEL DE LITERATURA

En 1891 se dio a conocer con su primera obra, titulada La saga de Gösta Berling, la novelista Selma Lagerlöf, cuya fama recorrió después toda Europa. Es una de las grandes figuras de la literatura sueca, y parece significar una reacción romántica y religiosa donde tanto se ha combatido la religión. Su arte tiene algo de lo que en pintura el impresionismo, procediendo por manchas de color más o menos sueltas y más o menos desordenadas. Su obra total es rica, de tendencias épicas y de un bello nacionalismo. De formación naturalista, intentó buscar en el paisaje y las tradiciones suecas la armonía entre realidad y fantasía, propiciando el resurgimiento del romanticismo sueco.

Selma Otilia Lovisa Lagerlöf nació en Marbacka, provincia de Värmland, el 20 de noviembre de 1858 y murió en su ciudad natal el 16 de marzo de 1940. Cursó estudios en la Escuela Normal Superior de Estocolmo en la que se graduó de profesora. Desde 1885 imparte clase en el Liceo de Niñas de Lanskrona, cesando su actividad diez años después para dedicarse exclusivamente a la literatura, gracias a la pensión vitalicia que le fue concedida por la Corona sueca. En 1907 la Universidad de Upsala la doctoró “honoris causa”, recibiendo dos años más tarde el Premio Nobel, siendo la primera mujer en obtener el galardón en literatura. En 1911 defiende, en el Congreso Internacional de Derecho del Sufragio Femenino de Estocolmo, la igualdad de los derechos de las mujeres. En 1914 fue admitida por la Academia Sueca que en sus dos siglos de existencia, abría por primera vez sus puertas a una mujer. Selma Lagerlöf se convirtió en miembro de la organización que otorga el Premio Nobel de Literatura. Feminista y pacifista convencida dedicó gran parte de su vida a la defensa de los derechos de la mujer y de la paz. En el I Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en el Palais de la Mutualité de París entre el 21 y el 25 de junio de 1935, se creó la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, cuyo Comité Internacional estará compuesto por los escritores antifascistas Thomas Mann, y su hermano Heinrich, Romain Rolland, André Gide, Forster, Aldous Huxley, Bernard Shaw, Valle-Inclán, Ricardo Baeza, José Bergamín, Máximo Gorki, Sinclair Lewis y Selma Lagerlöf, la única mujer que formaba parte del Comité Internacional. Cuando Finlandia hubo de enfrentarse, durante la Guerra de Invierno, que estalló el 30 de noviembre de 1939, a la agresión soviética, Selma Lagerlöf donó su medalla de oro del Premio Nobel para ser subastada con la finalidad de recaudar fondos para la resistencia finesa. La escritora sueca ocupó los últimos años de su vida en apoyar a los intelectuales alemanes que sufrían la persecución nazi.

En su producción narrativa destacan, entre otros títulos: La saga de Gösta Berling (1891), su primera obra que está inspirada en leyendas populares y fue su novela de mayor éxito, Lazos invisibles (1894), Los milagros del Anticristo (1897), Jerusalén (en dos volúmenes, 1901-1902), El dinero del señor Arne (1904), Saga sobre una saga (1908), El carretero de la muerte (1912), llevada al cine por V. Sjöström, El proscrito (1920), novela pacifista, y Anna Svärd (1927). Destacan, además, el libro para niños El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia (1906-1907), pensado originalmente como manual escolar de geografía, que es para muchos su obra más madura, y los relatos recogidos en El mundo de los trolls (1915-1921). Escribió además obras autobiográficas, como Marbacka (1922), El niño duende (1930) y El diario de Selma Lagerlöf (1932).

Los tres mejores libros de Selma Lagerlöf son, en opinión del crítico francés Maurice Muret, que los ha estudiado a fondo, La saga de Gösta Berling; Jerusalén y Los milagros del Anticristo, en conjunto tres epopeyas novelescas o tres novelas épicas en prosa. La saga de Gösta Berling es una epopeya nacional; Jerusalén, una epopeya nacional al par que religiosa; Los milagros del Anticristo, una epopeya principalmente religiosa, ya que el elemento milagroso ocupa en ella la mayor parte. De estos tres libros, el de menos valor es el tercero, en el que la autora pretende describir una Sicilia que su alma septentrional y romántica dista mucho de haber comprendido.

Recientemente ha salido a la luz la correspondencia inédita entre Selma Lagerlöf y su madre. A su paso por Tierra Santa, tras haber permanecido una semana en Jerusalén, refiriéndose a los representantes de las distintas religiones, escribe la escritora sueca: “Todos se odian entre sí y a pesar de la profusión de templos y conventos que hay de varias creencias, da miedo comprobar la aversión que se respira en el aire”.

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viernes, 27 de junio de 2008

Nicolas Boileau por Francisco Arias Solis

NICOLAS BOILEAU
(1636-1711)

“Nada es más bello que la verdad,
sólo la verdad es digna de ser amada.”
Nicolas Boileau.

LA VOZ DEL LEGISLADOR POETICO

Los cuatros mayores clásicos del famoso siglo de Luis XIV que ningún francés olvida, son Molière, Racine, La Fontaine, Boileau. El último convirtióse en el legislador poético de su época y se impuso como árbitro del buen gusto. Desde los escritos de Descartes y de Pascal, desde las enseñanzas de la Academia Francesa y de los sabios literarios de Port-Royal, podía decirse que el arte de escribir en prosa quedaba ya fijado; mas no así por lo que respecta al de escribir en verso. Mucho había aún que hacer después de Malherbe, y de ello se encargó Boileau, entre las protestas de unos en contra y la aprobación ferviente de otros. Los que nunca se opusieron a Boileau fueron los grandes maestros, Molière, Racine, La Fontaine, que no le temían, y comprendieron que aquel hombre era la personificación del sentido común, del gusto y del deber de disciplina, en aquel país y en aquella época. Su papel ha sido excepcionalmente importante en historia literaria de Europa, ya que expresaba mejor que nadie el ideal poético de la época clásica, ideal que se ha convertido en símbolo, así para los partidarios del mismo como para sus detractores.

Comenzó Boileau por distinguirse en el manejo de la sátira y de la epístola moral. En cuál de estos de estos géneros sobresalió más es cosa discutible: pero siempre suele verse ante todo en el satírico. Vino después el Arte Poética, cuyos preceptos no fueron hijos del capricho de un hombre, sino de la madura reflexión y discusión de cuatro amigos que se llamaban Racine y La Fontaine, Moliére y Boileau, quienes tenían sus reuniones en un cuarto que alquilaron para ello. Es imposible averiguar quién aportó allí más ideas para la formación del código del buen gusto que sólo Boileau había de escribir. Su firmeza de carácter, su severidad de juicio, su intransigente opinión de que sólo en los antiguos se hallaba la cumbre de la belleza, y de que había que combatir sin piedad a los malos autores de la época, hacían de él el crítico-poeta que se necesitaba para propagar la mejor literatura dela época, literatura que estaban produciendo sus amigos. A ella se sumó él mismo con la publicación de su obra Le lutrin (El atril), poema cómico en que se emplean los procedimientos de los heroicos y del cual se ha afirmado que “en él hay talento, riqueza de color en la pintura y armonía del lenguaje”. He aquí un Boileau muy distinto del maestro impertinente y pasado de moda que muchos ven únicamente. Estoy muy de acuerdo con aquel verso suyo que dice, contradiciendo a muchos de nuestros autores de ahora: “Nada es más bello que la verdad, sólo la verdad es digna de ser amada”.

Nicolás Boileau nace en París 1 de noviembre de 1636 y muere en la misma ciudad el 13 de marzo de 1711. Tras estudiar derecho y teología y ejercer como abogado, a partir de 1657 se dedica de lleno a la literatura. En 1677 Luis XIV le nombra, junto con Racine, historiógrafo de la corte. En 1684 ingresa en la Academia francesa, desde la cual defiende la postura de los “antiguos” en la famosa polémica entre anciens et modernes.

Entre sus obras destacan las Sátiras (1666); valioso documento sobre la vida y costumbres de la época, en las nueve primeras imita a Horacio y en las restantes a Juvenal, las Epístolas (1674-1694), con las que confirmó sus dotes de polemista; la epopeya satírico burlesca en seis cantos El atril (1674-1683), y el Arte poética (1674), en la que presenta su doctrina sobre la creación literaria, y que fue considerado el principal manifiesto teórico del neoclasicismo. Por su mordacidad temible, su extraordinaria cultura y su buen gusto, no exento de rigor, ejerció una influencia considerable en toda la literatura europea de su época. Y como nos dejó dicho el gran poeta francés: “Haceos con amigos dispuestos a censuraros”.

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Foro Libre: Programación del segundo semestre de 2008

FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA

Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 – CADIZ
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ULTIMADA LA PROGRAMACION
DEL SEGUNDO SEMESTRE DE 2008

“Íbamos adelante,
sintiendo en nuestra piel el son oscuro,
la voz espesa de la muerte.”
Pascual Pla y Beltrán.

VEINTE ENCUENTROS LITERARIOS
Y DOS FESTIVALES POETICOS

La programación del segundo semestre del año 2008 de la Asociación Cultural, Artística y Literaria Foro Libre incluye veinte encuentros literarios y dos festivales poéticos, siendo la entidad andaluza que cuenta en su programación para dicho periodo con un mayor número de actos literarios.

Los encuentros literarios estarán dedicados a los siguientes personajes y motivos: Manuel Machado, Última barricada del mayo francés, Carmen Martín Gaite, Concha Méndez, Mallarmé, Celestino Mutis, Ángela Grassi, Nicolás Salmerón, Miguel de Unamuno, Benjamín Jarnés, Francisco Giner de los Ríos, Pío Baroja, George Eliot, Apollinaire, Pascual Pla y Beltrán, Emilio Ballagas, Tomás Moro, Constitución de 1978, José Nogales y Salvador de Madariaga.

En octubre se celebrará el X Festival de Poesía y Cante Jondo dedicado a Manuel de Falla, y en el mes de diciembre tendrá lugar el XVI Recital de Poemas Navideños y Villancicos.

Los encuentros literarios de Foro Libre se celebran los lunes a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21). La entrada es libre y todos los asistentes pueden participar con plena libertad en los distintos encuentros.



XVI ANIVERSARIO DE FORO LIBRE (1992-2008)


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jueves, 26 de junio de 2008

Martín Lutero por Francisco Arias Solis

MARTÍN LUTERO
(1483-1546)

“La guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad,
destruye la religión, destruye naciones, destruye familias.
Es el peor de los males.”
Martín Lutero.

LA VOZ DEL REFORMADOR

Las traducciones de la Biblia que sustituyeron en los países reformados al latín de la Vulgata ofrecen aun desde punto de vista literario, una importancia del primer orden.

La época de la Reforma constituye para Alemania un periodo literario. Martín Lutero fue no sólo el heresiarca, el reformador religioso, sino el de su idioma. Se ha dicho que su traducción de la Biblia fue un trabajo gigantesco, en que él solo hizo por su propio lenguaje lo que por Italia habían hecho Dante, Petrarca y Boccaccio. Si no lo creó, lo elevó desde la infancia a la madurez. Para ello tomó como base el dialecto alto sajón, empleado por las cancillerías y por todos comprendido, realzándolo, animándolo, dándole flexibilidad, por medio de la observación del lenguaje del pueblo, y al mismo tiempo fijándolo, a fuerza de paciencia y de consultas de toda clase. Su único deseo era, según él, el escribir en un lenguaje puro y claro, el más práctico para su propósito, que, en rigor, no era el literario, sino el de propaganda teológica.

Martín Lutero nació en Eisleben, Sajonia, el 10 de noviembre de 1483 y murió en la misma ciudad el 18 de febrero de 1546. Hijo de un pobre minero de Eisleben, estudió en la Universidad de Erfurt, ingresó en la Orden agustina, cursó estudios de Teología en la Universidad de Wittemberg, en la que se doctoró en Teología (en 1512) y donde fue también profesor. Allí se desarrollaron sus inquietudes religiosas, centradas en problemas como el libre albedrío, la salvación y la libertad de examen, a la vez que se mostraba preocupado por la corrupción de la Iglesia oficial –había viajado a Roma en 1510-1511-, e intentaba diferenciar a ésta de la Iglesia “invisible” -la comunidad de los cristianos en relación con Dios-. Estas posturas eran sólo conocidas por un reducido círculo de intelectuales de su Universidad, pero salieron a la luz con motivo de la publicación de una Bula de Indulgencias de la que se excluía a los agustinos: Lutero redacta sus 95 tesis, en las que ataca el sistema de indulgencias y se remonta a consideraciones doctrinales que fueron vistas como heréticas. Lutero fue excomulgado, y mandado a perseguir por Carlos V (Edicto de Worms de 1521); encuentra refugio entre los nobles alemanes –el elector de Sajonia lo protege del emperador-, quienes de esta forma querían manifestar la independencia del Imperio germánico respecto de Roma; por otra parte, el pueblo alemán las clases campesinas, recogen su mensaje de liberación y promueven rebeliones que son acalladas violentamente, con la aquiescencia del mismo Lutero.

Martín Lutero expuso sus ideas en escritos como A la nobleza cristiana de la nación alemana (1520), De la cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana en la que se reflejan definitivamente sus teorías sobre la justificación por la fe –en las que resonaban ideas de San Pablo y San Agustín-. Al mismo tiempo, se dedicó a traducir la Biblia al alemán, con ayuda de Melanchton y de otros, para garantizar el libre examen que defendía.

Por otro lado, intentó atraer la atención sobre su teología en los numerosos himnos (sólo quedan cuarenta y uno) que compuso y a los que el mismo puso música. Tradujo el Credo, el Te Deum y varios himnos latinos. Algunos de los suyos han quedado como definitivos, como insustituibles dentro de la religión protestante.

La obra de Lutero, aparte sus consecuencias religiosas e históricas, tuvo especial trascendencia para el desarrollo cultural alemán; en España su influjo fue drásticamente acallado por la Inquisición, aunque se dejó sentir en los erasmistas, a pesar de que Erasmo, al que Lutero había intentado ganar para su causa, no se había dejado seducir por las tesis del reformador. Y como dijo el reformador alemán: “El pensamiento está libre de impuestos”.

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Foro Libre: Homenaje a Blas de Otero

FORO LIBRE
ASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA

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“Pido
la paz y la palabra.”
Blas de Otero.

HOMENAJE DE FORO LIBRE A BLAS DE OTERO

El próximo lunes, día 30, a las 20.30 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del poeta vasco Blas de Otero (1916-1979), con motivo del 29 º aniversario de su fallecimiento.

Perteneciente a la primera generación de posguerra, su obra supone una síntesis entre ética y estética. Sus poemas denotan una clara preocupación por la existencial, sobre todo a partir de una determinado momento, en el que la agónica religiosidad del individuo se mezcla con una postura temporalista a favor de la inmensa mayoría.

Pido la paz y la palabra marca la entrega apasionada de Otero a la causa social. Libro importante, no ya en la poesía de Otero sino en la poesía española porque curiosamente es el Otero más conocido del público. Otero toma partido por el pueblo, lo quiere dinamizar, y por eso usará su poesía, su palabra. Pide la paz y pide la palabra. Otero pide la palabra para la paz y para la acción. La acción de la palabra, la acción por la palabra orientará la existencia del poeta.

De Blas de Otero nos han quedado unos estremecedores sonetos atravesados de furia, de ternura, de delicadeza. Su arraigo quevedesco lo sitúa entre los poetas que dejan huellas y un sabor a clásico. El libro de Blas de Otero Todos mis sonetos, publicado dos años antes de su muerte, reúne más de un centenar de sonetos.

Entre sus obras destacan: Cántico espiritual (1942), Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951), las dos últimas reunidas posteriormente en el volumen Ancla (1958), Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1960), Expresión y reunión (1969), Mientras (1970), Historias fingidas y verdaderas (1970 y 1980), País (1972) y Poesía con nombres (1977). Póstumamente se publicó Correspondencia (1987).


No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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martes, 24 de junio de 2008

Boccaccio por Francisco Arias Solis

GIOVANNI BOCCACCIO
(1313-1375)


“Así, pues mi patria fue Certaldo, y mi culto la divina poesía.
¡Ah, que yo pueda por medio de la venerable persona de Petrarca
llegar a vencer las miserias de la fortuna, las angustias del amor
y a despojarme de toda vulgaridad! Yo, que me considero un miserable,
un inerme e inerte, duro e informe conjunto. “
Giovanni Boccaccio.


LA VOZ DEL MODERNO ARTE DE NOVELAR

Boccaccio compone junto a Dante y Petrarca la tríada de autores cuatrocentistas que configuraron la lengua literaria italiana y, a la larga, el italiano como idioma nacional de la Península. En cuanto a la influencia de Boccaccio en España cree Menéndez y Pelayo “que ningún autor italiano, ni el mismo Dante, ni el mismo Petrarca tuvo en España más lectores y admiradores que Boccaccio durante el siglo XV. La mayor parte de sus obras latinas y vulgares pasaron a la lengua castellana, y algunas también a la catalana”. Alcanzó su gloria definitiva con el Decamerón que es “la primera obra en que la prosa italiana se eleva a una verdadera y bella forma artística, y además sienta los cimientos del moderno arte de novelar, por los vivos que resultan sus personajes y la maravillosa precisión y claridad con que se desarrolla la marcha de la acción, por la facilidad con que da a conocer los hechos con todos sus mínimos pormenores. Ni a un lado ni a otro de los Alpes hay escritor contemporáneo suyo que haya logrado escribir como él”, ha dicho Bonghi, y de genio y maestro de novelistas le han calificados los mayores críticos. Lo que habían realizado Dante y Petrarca en la poesía, lo logro el Decamerón en la prosa. En esta obra se hallan cualidades literarias excelentes, aprendidas en el asiduo manejo de los clásicos de la antigüedad, y como clásica, también, quedó consagrada una obra que posee la atracción de las grandes y famosas meretrices de otros tiempos.

Giovanni Boccaccio nació en Certaldo, Florencia, en 1313. Hijo natural de un comerciante de Certaldo y de una dama francesa residente en París. Vivió alternativamente en Florencia y Nápoles, ciudad esta última que tendrá una gran importancia en su vida y obra, pues en ella se supone que conoció a la mujer que luego inmortalizaría con el nombre de Fiammetta, que es posible que fuese la princesa María, condesa de Aquino, hija natural del rey de Nápoles, Roberto de Anjou, gran admirador y protector de Petrarca. La princesa María, casada con un gentilhombre de gran fortuna, era bella, procaz, de ingenio agudo, y tenía en su casa, según costumbre de la época, corte de amor, por ella presidida, como podría presidirse hoy una academia. Se murmuraba que las relaciones existentes entre ella y Boccaccio eran más que puramente amistosas, y que constituían la base del argumento de Fiammetta, especie de confesión de la dama, modificada en lo más esencial del desenlace: en que fue ella quien plantó a Boccaccio, y no éste a ella. Boccaccio Fue gran amigo de Petrarca, frecuentó la corte del rey Roberto de Nápoles y desempeñó importantes misiones diplomáticas. Fue, además, el primer comentador de Dante, dejando escrita una Vida de Dante, algo novelada, por lo que no puede ser seguida en todo al pie de la letra. Giovanni Boccaccio murió en Florencia el 21 de diciembre de 1375.

El Decamerón, terminado en el año 1353, es una serie de narraciones puestas en boca de tres gentiles hombres y siete damas; jóvenes todos, que durante la terrible peste que azotó a Florencia en 1348 se reunieron en el campo, para escapar al contagio y distraerse de las preocupaciones naturales en tales momentos. Cada uno de ellos cuenta una historieta o novelita diaria, por turno, durante diez días, lo que da por resultado una colección de cien cuentos. De los diez turnos de las diez personas viene el nombre de Decamerón. La Comedia humana por contraste con La Divina Comedia, y realmente es un espejo, quizá algo deformador, a veces, de la vida diaria en el siglo XV. La temática y el tono de los cuentos son muy variados, aunque abundan los de contenido erótico desenfadado, que son para muchos los más conocidos y representativos del autor, pero también encontramos otros de tintes trágicos o dramáticos. En todos ellos aparece una amplísima gama de tipos sociales de la época, por lo que también puede verse bajo la óptica de una crítica social a su tiempo; es constante el enfrentamiento entre la idea de fortuna y la astucia e inteligencia humanas, lo que, debido a la habilidad del autor, origina una narración rica, ágil y apasionante. Al mismo tiempo, es ya plenamente renacentista al dejar de lado los aspectos religiosos y teológicos y centrarse en la realidad humana.

Otras obras de Boccaccio son: Ameto (1341-1342), conocida también como La Comedia de las ninfas florentinas o Ninfale de Ameto, mezcla de prosa y verso, de figuras mitológicas y de alusiones harto libre a damas florentinas, Amorosa visión (1342) y Ninfale fiosolano (1343-1346), obras que dieron origen a la literatura pastoril del Renacimiento; Corbaccio o Laberinto de amor (1354-1355), intencionada sátira misógina imitada más tarde por Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera; Filocolo, versión de la historia de Flores y Blancaflor; Fiammetta, que se considera autobiográfica, supone quizá la primera novela psicológica europea; Filóstrato, con la historia de Troilo y Crecida por argumento; La Teseida donde intenta la epopeya de inspiración clásica. Es autor también de algunos sonetos y baladas y de numeroso tratados en latín, tales como, De claris mulierubus, De casibus vivorum illustrium, De genealogía deorum, etc.

Quizá sea Boccaccio, mucho más que otros autores de su siglo, quien encuentra hoy en día una mayor acogida en la literatura, en el arte y en los gustos de nuestro tiempo, a pesar de que, también hay que decirlo, esta presencia reposa, frecuentemente, sobre una consideración equívoca, o sea, sobre la elevación del autor del Decamerón a maestro simbólico de la narración escabrosa, licenciosa, basada en situaciones sensuales y burlescas. Pero, pocos saben que Boccaccio tenía lo que podríamos llamar un corazón de oro, que nos habló así: “Amo a la pobreza que ya está conmigo; y si estuviese de mí apartada pronto la podría encontrar en cualquier parte, sin tener que servir a ningún rey para haberla.... Y soy más dichoso con alguno de mis librotes que lo son los reyes con sus grandes coronas”.

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lunes, 23 de junio de 2008

Lamartine por Francisco Arias Solis

ALPHONSE DE LAMARTINE
(1790-1869)

“Ni un beso... ni siquiera una sonrisa
he de pedirte yo.
Con la dicha de un beso de tus labios
no ha soñado jamás mi corazón.”
Alphonse de Lamartine.
LA VOZ DEL PRIMER ROMÁNTICO FRANCÉS

En la segunda década del siglo XIX existía en Francia, un vago movimiento romántico en prosa en el ambiente, con influencias nórdicas, inglesas, escocesas, alemanas, principalmente; sólo faltaba que se manifestara con fuerza en la poesía, y esto ocurrió en 1820, con la publicación de un modesto volumen de composiciones sueltas que con gran dificultad pudo encontrar un editor, porque aquellos versos no se parecían a los que el público compraba: las Meditaciones poéticas de Lamartine. Pronto se consideró en Francia que aquel libro creaba la poesía lírica subjetiva del siglo XIX y que constituía un acontecimiento como la aparición del Genio del Cristianismo de Chateaubriand fue para la prosa francesa. El lenguaje era armonioso, honda la emoción y sincera la inspiración. Algunas de sus composiciones, como la titulada “El lago”, quedaron consagradas como clásicas, y durante años enteros fueron el encanto de innumerables lectores. Entonces pudo decirse que la nueva escuela, el romanticismo, tenía ya en Francia su poeta.

Se definió, particularmente en las Armonías, que contienen muchas de sus composiciones más hermosas, como el poeta del amor, de la Naturaleza y de Dios. Alguna vez pulsó también con elocuencia la cuerda de la poesía política. El genio en él era más grande que curioso; jamás ha habido poeta más realmente inspirado, ni alma que hablase en la misma medida que él en un lenguaje sencillo y sublime. Sus ideas son elevadas, directo y patético su acento, grandes y nobles sus imágenes. No es un artista del verso; su facilidad es a veces desaliñada hasta la incorrección; pero sus periodos tienen vigorosa amplitud, y sus estrofas una melodía suave y melodiosa.

Alphonse Marie Louise Prat de Lamartine nace en Mâcon el 21 de octubre de 1790 y muere en París el 28 de febrero de 1869. Su padre, un oficial del ejército francés perteneciente a la pequeña nobleza, fue detenido en la época del Terror y una vez puesto en libertad se refugió con su familia en Milly, modesta propiedad cerca de Mâcon, donde Lamartine pasó su infancia. El poeta cursó estudios en Lyon y Belley, y posteriormente realizó diversos viajes por Italia (1811-1813). En 1817, a los pocos años de haber vuelto a Francia, tuvo que enfrentar y superar el duro golpe ocasionado por la prematura muerte de su enamorada Julie Charles. En 1820 contrajo matrimonio con la inglesa Marianne Birch. Su defensa de la restauración borbónica en 1814 le permitió entrar en la carrera diplomática. Acepta el cargo de secretario de embajada en Nápoles, y un año más tarde ocupa un puesto similar en Florencia. En 1829 ingresa en la Academia francesa y en 1832 realiza un viaje a Oriente, en que se inspiró su Viaje por Oriente: recuerdos, impresiones, pensamientos y paisajes (1935). A su regreso a Francia Lamartine, gran figura de sociedad, hombre importante por su popularidad se vio arrastrado hacia la política y, lo mismo que Víctor Hugo, creyó en la misión social del poeta. Fue elegido diputado por Bergues (1833-1837) y luego por su ciudad natal (1837-1848), convirtiéndose en uno de los principales oradores políticos de su época, actividades que, por otra parte, logró simultanear con su quehacer literario. Después de la revolución de 1848, formó parte del gobierno provisional con el cargo de ministro de Asuntos Exteriores, pero el fracaso de su candidatura a la presidencia de la República y el golpe de estado perpetrado por Luis Napoleón (Napoleón III), dieron paso a su retiro definitivo de la política. Durante su periodo como político defendió con gran elocuencia temas como la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, la instrucción para el pueblo, el derecho al trabajo, la libertad de prensa, etc. Perdida su fortuna cuando más falta le hacía, en sus últimos años, y retirado a la vida privada entre la indiferencia e ingratitud públicas, un cultivador forzado de toda clase de géneros: la novela, la biografía, las confidencias, la crítica y la historia literaria, el teatro, el periodismo, las obras de vulgarización más variadas con las cuales, y el producto de algunas suscripciones nacionales, pudo esperar que llegara una pensión tardía que una ley votada en 1867 le otorgaba. Dos años después moría pobre el que había nacido y vivido en la opulencia, demostrada más que nunca cuando su principesco viaje a Oriente.

A su primera obra Meditaciones poéticas siguieron las Nuevas meditaciones poéticas (1823), de mayor aliento, de forma más amplia y rica, El último canto de la peregrinación de Harold (1825); pero el libro en que la inspiración del poeta llegó a la cumbre fue el que tituló Armonías poéticas y religiosas (1830), con razón comparado a un ancho río de corriente tranquila y poderosa. Jocelyn (1836), poema que sigue después, y ofrece nuevas y grandes cualidades de expresión de los sentimientos familiares y de las cosas sencillas, parece otras Armonías en las que el relato que contienen sirve como de lazo de unión entre ellas. Y hasta aquí llega lo mejor de la producción poética de Lamartine. Él mismo se calificó de verdadero improvisador de verso, y en esas improvisaciones, cuando acertó fue genial, cuando se equivocó quedó muy por debajo de sí mismo. Tal le ocurrió con La caída de un ángel (1838), que publicó a continuación, recibida unánimemente con severidad extrema por los críticos. Como historiador escribió Historia de los girondinos (1847), en la que puso el ejemplo de hombres virtuosos que habían podido llevar a cabo una revolución pacífica y, como narrador, merecen ser mencionados Rafael (1849) y Confidencias (1849-1851), ambos de carácter autobiográfico, y la novela Genoveva, historia de una criada (1851). Con bastante exactitud se ha dicho que Víctor Hugo es la oda y Lamartine la elegía. Y como nos dejó dicho la primera voz del romanticismo francés: “La guerra no es más que un asesinato en masa, y el asesinato no es progreso”.

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domingo, 22 de junio de 2008

Denis Diderot por Francisco Arias Solis

DENIS DIDEROT
(1713-1785)

“Del fanatismo a la barbarie
sólo media un paso.”
Diderot.

LA VOZ DE UN ENCICLOPEDISTA REVOLUCIONARIO


El siglo XVIII francés es el siglo de Montesquie, de Voltaire, de Juan Jacabo Rousseau, de Bufón, de Diderot y otros de algo menor nombradía. Su característica es la de ser un demoledor del pasado, irreverente, incrédulo, revolucionario, en las esferas filosóficas, con obras como la Enciclopedia, diccionario dirigido por D’Alembert y Diderot, echando mano de toda suerte de materiales, y en las demás, ya con los hechos de sus hombres políticos, ya con la serie de obras de sus literatos.

D’Alembert era un gran geómetra que se encargó de escribir el prólogo de la famosa Encyclopédie, monumento hoy arruinado del cual se ha dicho que sólo queda en pie el peristilo, ese prólogo escrito con pureza de lenguaje, aunque sin el color y vida de los grandes escritores. D’Alembert se retiró pronto de la empresa, en la que según Sainte-Beuve, había entrado, sobre todo, por interés, ante los odios, ataques y persecuciones que suscitó; pero Diderot siguió al frente; sosteniéndola durante unos veintitrés años (1749-1772) y haciendo de ella el centro del movimiento filosófico del siglo XVIII. Ya en los primeros escritos, se había señalado Diderot por su inmoralidad, ateísmo y paradójicas ideas. Sus obras fueron quemadas públicamente y él encarcelado; pero su entusiasmo, su ardor en la defensa de aquellas ideas fueron inagotables. Sus cualidades son las de un escritor revolucionario en todo, que va promoviendo más iniciativas que nadie, hasta el punto de que algún crítico duda acerca de lo que realmente pensaba. Le perjudica como autor literario el no haber concentrado todo su talento en algunas obras maestras que pudieran honrar su nombre. Citan algunos como lo mejor que escribió Le Neveu de Rameau, capricho o fantasía filosófica, que él denomina sátira, en forma de diálogo, donde acumuló a la impudicia de un Petronio las más atrevidas paradojas, presentadas en ágil y descocado lenguaje. Diderot no supo nunca lo que es el pudor. Como crítico de arte, puede decirse que inauguró este género con sus celebrados Salons de 1765, 1766 y 1767. No pocas veces escribió obras para otros autores. Fue un improvisador y un bohemio. A pesar de sus continuos trabajos, hubiera muerto en la miseria si, al saber Catalina de Rusia que tenía que vender su biblioteca, no se la hubiera comprado, nombrándole a él mismo bibliotecario, con un sueldo de 1.000 francos, y pagándole ya de una vez cincuenta anualidades. Diderot fue a Rusia a darle las gracias; pero evitó la amistad con Federico de Prusia, que la deseaba.

Denis Diderot nace en Langres, Alto Marne, el 5 de octubre de 1713. A los diez años ingresó en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal. En 1728 marcha a París para continuar sus estudios; obteniendo en 1732 el título de maestro en artes en la Sorbona, e iniciando una vida bohemia que alargaría por unos años. Conoce a la costurera Antoinette Champion, que no tarda en convertirse en su amante y con la cual se casa en 1743. Dos años mas tarde, inició una relación amorosa con Madame de Puisieux, y más tarde con Sophie Volland, con la que mantuvo un intercambio epistolar que constituye la parte más notable de su correspondencia. Fue elegido miembro de la Academia Francesa. Denis Diderot murió en París el 31 de julio de 1784.

Diderot es para muchos la más representativa figura de la Ilustración francesa. Fue un trabajador infatigable y un espíritu inquieto en el que se daban cita el cinismo, la ingenuidad, la más corrosiva capacidad de análisis y la más noble confianza en el porvenir de los seres humanos. Su obra es prueba de su compleja y poderosa personalidad, que, sin llegar a un sistema articulado de pensamiento, trató los más diversos temas con rasgos de genio indiscutible; se anticipó en ocasiones a Lamarck y Darwin.

Entre sus obras cabe destacar: Pensamientos filosóficos (1746), donde explica y afirma su filosofía deísta, Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver (1749), donde con osadía habla de sus ideas materialistas, lo que le valió ser encarcelado durante un mes en Vincennes por “libertinaje intelectual”, recibiendo la visita de Rouseau en la cárcel, Pensamientos sobre la interpretación de la naturaleza (1757), y los dramas de interés histórico El padre de familia (1761) y El hijo natural (1771). Gran parte de sus escritos aparecieron póstumamente; así las novelas La religiosa (1796), una sátira contra las costumbres de las vocaciones forzadas, El sobrino de Rameau (1823, aunque su primera redacción data de 1761), su obra más conocida, donde trata de la naturaleza de la moral y la relación entre el genio y la sociedad, y en la que aparece como un precursor de la novela realista, pero con un realismo personal, y el célebre ensayo La paradoja del comediante (1830), en el que en forma de diálogo nos hace llegar sus reflexiones sobre el actor y el arte de interpretación. Y como dijo el enciclopedista revolucionario: “Es tan arriesgado creerlo todo como no creer nada”.

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sábado, 21 de junio de 2008

Emilio Carrere por Francisco Arias Solis

EMILIO CARRERE
(1881-1947)

“¡Pobre manteo andrajoso
que sabe el drama angustioso
de mi amargo corazón!
¡Viejo tabardo glorioso
de Verlaine y de Villon!
Rota capa, compañera
de mi loca juventud;
tú, como insigne bandera,
has de cubrir mi ataúd...”
Emilio Carrere.

LA VOZ DEL CANTOR DE LA BOHEMIA MADRILEÑA

Emilio Carrere es el paradigma y portavoz de la bohemia literaria del siglo XX -la bohemia llegó a constituir para él un estilo de vida-, influyó muy decisivamente en un grupo muy nutrido de líricos hambrientos y soñadores de la gloria. Traductor de Verlaine (Poemas saturnianos) e imitador de su bohemia, convirtió la vida en literatura e hizo de su persona la figura del artista decadente, una estampa de época con chambergo y pipa; su bohemia tenía más de oropel que de realidad necesitada y auténtica. Cultivó la novela, la poesía y la crónica con estilo castizo y gran poder evocador en los tipos de la bohemia madrileña que tuvo en él su cantor más destacado. Gozó de gran popularidad en su momento.

Emilio Carrere Moreno nació en Madrid el 18 de diciembre de 1881 y falleció en la misma ciudad el 30 de abril de 1947. Hijo de madre soltera, su madre Eloísa Carrere Moreno falleció al mes de nacer. Su padre Senén Canido Pardo, un famoso abogado y político, transcurrido unos años del nacimiento, quiso hacerse cargo del niño, pero él prefirió quedarse con su abuela materna que vivía muy pobremente.

Desde muy pronto se dedicó al periodismo y a la literatura. Asistió a numerosas tertulias. Fue cronista oficial de Madrid. En su obra poética retrató preferentemente con tonos desgarrados y con desplantes de poeta maldito los ambientes bohemios y el mundo de los bajos fondos madrileños, desde el hampa hasta el de las “musas del arroyo”. También, en la línea escapista del Modernismo, evocó algunas veces acontecimientos y figuras del pasado. Exaltador de un Madrid hampón de bohemios, tahúres y prostitutas, se aplicó con apostólico empeño a apologizar las pretendida pureza que hay en el mundo de los suburbios madrileños, todo ello adobado con los tópicos decadentistas.

Publicó los libros de poemas: Románticas (1902), El caballero de la muerte (1909), Del amor, del dolor y del misterio (1915), Dietario sentimental (1916), Nocturnos de otoño (1920), así como la antología La corte de los poetas, subtitulada “Florilegio de rimas modernas”, y que es la primera recopilación poética del modernismo hispánico. En 1907 publicó en Los Lunes de El Imparcial el poema “La musa del arroyo” que se hizo muy popular.

Carrere es autor, además, de una vasta producción en prosa, en la que destacan sus novelas: La cofradía de la pirueta (1912), Los ojos de la diablesa y La tristeza del burdel (1913), El reloj del amor y de la muerte (1915), Elvira la espiritual (1916), Rosas de meretrecio (1917), Las sirenas de la lujuria (1924) y La calavera de Atahualpa (1925). En su novela La torre de los siete jorobados (1924) mezcla los elementos policíacos, humorísticos y fantásticos. Este misterioso folletín tiene interés como una de las primeras manifestaciones de la novela policíaca en España. Y como dijo el cantor de la bohemia madrileña: “Por los sin ventura que nunca tuvieron / la llave de oro de la inspiración; / por los que no triunfan, por los que murieron... / Por vosotros quiero decir mi oración”.

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Molière por Francisco Arias Solis

MOLIÈRE
(1622-1673)

“La muerte es el remedio de todos los males,
pero no debemos echar mano de éste hasta última hora.”
Molière.

LA VOZ DEL PADRE DE LA COMEDIA FRANCESA

Los cuatro mayores clásicos del famoso siglo de Luis XIV que ningún francés olvida, son Molière, Racine, La Fontaine y Boileau. Para hablar de Molière, seudónimo de Jean-Baptiste Poquelin, todos los elogios son pálidos ante la verdadera adoración que representan los de los críticos franceses, y aun de otros países. No es raro leer que es el más excepcional genio que ha existido, y que sólo él ha realizado el ideal de lo que debe ser la comedia, además de que fue el más profundo e ingenioso pintor del corazón humano. Es algo por el estilo de lo que ocurre en España con Cervantes y en Inglaterra con Shakespeare. Gran verdad es lo de ser profundísimo e ingenioso pintor del corazón humano; lo de finísimo e intencionado ironista, aunque alguna vez la finura se pierda; versificador de estupenda facilidad, maestría, naturalidad y corrección, no en las primeras obras, sino en otras posteriores, sobre todo en las últimas, pues en ellas los versos brotan de sus pluma, en los diálogos de varias de sus comedias, con tan poco esfuerzo visible como si fueran prosa, y mostrando con frecuencia aquel hermoso relieve de ciertas monedas muy bien acuñadas; en fin, un gran creador de tipos inolvidables por su verdad, y de situaciones cómicas que, aunque no todas estén a parecida altura, suelen distinguirse por lo graciosas e inesperadas. Muchas de las obras del padre de la Comedia Francesa están situadas en la cumbre de la comedia en la literatura universal.

Jean-Baptiste Poquelin nació en Paris, siendo bautizado el 15 de enero de 1622. Hijo de un tapicero adscrito a la casa real. Su madre falleció cuando contaba diez años de edad. Estudió con los jesuitas de Clermont y posteriormente inició la carrera de leyes, que abandonaría para recorrer el sur de Francia con la troupe de cómicos denominada “L’Illustre Théâtre”, junto con su amante Madeleine Béjart. A su regreso a París, en 1659, representó ante la corte, con gran éxito, una obra de Corneille y una suya, Las preciosas ridículas; bajo la protección del duque de Orleáns se instaló en la Salle du Petit-Bourbon. En 1662 Luis XIV le concedió el Théâtre du Palais-Royal, y ese mismo año contrajo matrimonio con Armande Béjart, hermana (o hija) de Madelaine. A partir de entonces su obra sería conocida y aplaudida por el público parisino. El 17 de febrero de 1673; Moliére, que interpretaba el papel del enfermo, en su última obra El enfermo imaginario, murió repentinamente, en la cuarta representación de la misma.

Entre sus piezas destacan: Las preciosas ridículas (1659), sátira de los salones “marivaudistes”, en la que los dos pedantes que aparecen en la comedia están tomados de la realidad, y dicen que uno de ellos, ya muy viejo, murió de disgusto de verse retratado de aquel modo; La escuela de las mujeres (1662), su primera gran obra, en la que critica la falta de estudios de la mujer; Tartufo (1664-1669), sátira contra la beatería e hipocresía, cuya representación fue prohibida durante cuatro años; Don Juan o el convidado de piedra, inspirada en la obra de Tirso de Molina, tema de moda también en la época; El misántropo (1666), en la que ridiculiza a un hombre honesto por la forma de imponer sus principios morales; El médico a palos, inspirado en un fabliau de la Edad Media (El villano médico); El avaro (1668), tomado de Plauto, pero desfigurado, y podríamos decir afrancesado, hasta parecer obra original, es quizá la más cómica de sus piezas; El burgués gentilhombre (1670), comedia–ballet en la que un burgués enriquecido decide adoptar las costumbres de un aristócrata; Las mujeres sabias (1672) es un nuevo ataque a la evolución de la mujer en sociedad; y El enfermo imaginario (1673), también comedia-ballet, en la que se satiriza a la clase médica.

En las obras de Molière aparecen elementos de la farsa, pero los que les dio verdadero valor, haciendo de la comedia un género como la tragedia, fueron la descripción de costumbres de la época, que aparece por primera vez en el teatro, y el análisis psicológico de los personajes. Decía Moliére, en su Crítica de la escuela de las mujeres, que era más difícil escribir buenas comedias que buenas tragedias porque, en éstas, costaba menos el remontarse apoyándose en elevados sentimientos, el desafiar en verso a la suerte, el acusar al hado e injuriar a los dioses, que el ahondar, en aquellas, buenamente, en lo que de ridículo existe en los hombres, y presentar de modo agradable en el teatro los defectos de todos. Al pintar a los héroes hacéis con ello lo que queréis, pintando retratos en los que nadie ha de buscar el parecido; pero cuando lo que pintáis son hombres, es preciso hacerlo teniendo el modelo delante, y la gente exige que el retrato se le parezca, seguía diciendo.

Molière que tenía la manía de hablar mal de los médicos y ridiculizarlos, magistralmente, murió a los 53 años, por no hacer caso de lo que le aconsejaban los médicos, y empeñándose en declamar en escena, estando muy real y gravemente enfermo, aquel Enfermo imaginario que fue su última obra, puede decirse que le mató, como nos había dicho en su epitafio: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace bien”.

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viernes, 20 de junio de 2008

Tiempos de crisis por Francisco Arias Solis

TIEMPOS DE CRISIS

“No le alcanzaba el jornal ni para morirse.”
Blas de Otero.

SON TRES LAS CRISIS PERMANENTES
QUE AHORA NOS AGOBIAN

Se dice que la crisis es la situación de un asunto o proceso cuando esté en duda la continuidad, modificación o cese. Esto es, sin lugar a dudas, una definición tan genérica, que es aplicable a todo cuanto acontece o puede acontecer, de carácter físico, histórico o espiritual, a lo largo de toda nuestra vida. Pero, lo que también es cierto, es que toda crisis –unas más y otras menos- genera inseguridad al ciudadano.

Se dice, ya de manera casi permanente, que vivimos tiempos de crisis, que todo está en crisis, que estamos pasando una grave crisis, que nadie se libra de pasar por una serie de crisis, etc. Si ello es así, si esto es cierto, la realidad es que estamos pasando la crisis de las crisis. Por tanto, ahora hay múltiples conceptos y situaciones que ya hemos reconocido que están caducos, que han muerto. En definitiva, que ya no valen, que ya no los admitimos. No obstante, aún no están aceptados ni asumidos los repuestos. Y esto así que genera una gran inseguridad al ciudadano.

Por tanto, crisis e inseguridad están íntimamente unidas y sus consecuencias tienen un único receptor: el ciudadano. Si realizamos un rápido zapping, una pasada de puntillas por algunas de las principales crisis, se podría afirmar que son tres las crisis permanentes que ahora nos agobian, nos preocupan por sus consecuencias y, en definitiva, nos generan inseguridad. Tres crisis íntimamente ligadas, con implicaciones muy directas entre ellas. Tres que son: la crisis ideológica, la crisis política y la crisis económica.

Se ha dicho que hoy, todos somos fruto de una sociedad hiperinformada, y que cada cual está obligado a asumir la responsabilidad de su conocimiento. Consecuentemente, hoy ya no se debería mantener esa tradicional separación entre intelectuales y el resto de los ciudadanos. Pero también es cierto que los ciudadanos están cada vez más aislados. La sociedad española actual atraviesa por una profunda crisis de valores. Valores que unos dicen que se han perdido, otros que están en renovación, otros que se necesitan unos nuevos.

Pero la realidad es que esto no va bien. Los comportamientos generales están siendo –cuando menos- inquietantes: se ha desorbitado el culto por el dinero; se está estableciendo una doble moral que, por un lado condena y, por otro, acepta las reglas de este juego; se está autogestando permanentemente la insolidaridad por todo y para todos, como evidencia la reciente aprobación de la “directiva de la vergüenza” por los eurodiputados. Por tanto, no falta quien dice que la nuestra es, una sociedad que, por descreída, no cree en sí misma.

En cualquier caso, frente a los nuevos desafíos, siguen siendo plenamente válidos, los valores democráticos de: libertad, igualdad y solidaridad. Estas son las bases principales ideológicas que junto con un nuevo impulso ético –fundamento básico de la práctica personal y política-, debemos utilizar para evitar y luchar contra la inseguridad que se está trasladando al ciudadano.

No parece claro que fue primero, “si el huevo o la gallina”. Dicho de otra forma, aquí, qué ha sido primero, ¿la crisis ideológica o la crisis política? Tampoco es fácil aclararlo.

Se dice que una de las principales bases para la regeneración política es el llamado impulso democrático. En la actualidad, son claros los síntomas y los problemas que están creando las grandes dosis de deslegitimación y descrédito de la vida política. No debemos olvidar que es importante y urgente abrir un amplio y duro proceso de recuperación de la credibilidad política, de la propia democracia y de los valores sobre los que ésta se asienta.

No hay ninguna duda de que para los ciudadanos la primera variable importante dentro de la crisis económica, es el desempleo. Las consecuencias negativas que aporta están directamente relacionadas con la inseguridad generada al ciudadano. España con una tasa de paro de las más altas de la Unión Europea, tiene la peor parte.

La crisis económica de los últimos años de la primera década del siglo XXI ha mostrado los límites de las estrategias económicas que caracterizaron los años finales del siglo XX. Por eso, cada vez es más evidente la necesaria búsqueda de nuevos modelos de producción que permitan salir de la crisis combinando el crecimiento económico con la solidaridad social. Y como dijo el poeta: “Viva de manera / que nadie se alegre / cuando usted se muera”.

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La guerra es un mal que deshonra al género humano.

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jueves, 19 de junio de 2008

Aquel Tratado de Paz de París por Francisco Arias Solis

AQUEL TRATADO DE PAZ DE PARIS

“Mucho pensabas-en tu honor
y en tu vivir muy poco:
llevabas trágica-tus hijos a morir,
te complacías-de honras mortales,
y eran tus fiestas-los funerales,
¡oh triste España!”
Joan Maragall.

EL PATRIOTISMO DEL DOLOR

Desde la primera reunión de la Conferencia de Paz de París, la diplomacia española se vio impotente para variar un ápice la estrategia norteamericana. Después de ajustar distintas cuestiones de carácter técnico y de redactar con cuidado los dos textos -en inglés y español- que darían igualmente fe del compromiso, el Tratado de Paz pudo ser firmado el 10 de diciembre de 1898. España renunciaba a todo derecho de soberanía y propiedad sobre la isla de Cuba, cede Puerto Rico y recibe la compensación de 20 millones de dólares a cambio de la cesión de Filipinas. España perdía así los últimos restos de su imperio en la marea del reparto colonial de fines siglo XIX.

Aunque el regusto en la idea de la decadencia y degeneración de la raza en la agonía de la nación venía de lejos y no era privativo de España, fue a raíz del Desastre cuando las imágenes de la muerte y desolación anegaron todo tipo de escritos. Los literatos huyendo metafóricamente de la ciudad, salieron al campo y no encontraron allí más que “pueblos opacos y sórdidos” y una raza doblada por la resignación, el dolor, la sumisión, la inercia ante los hechos, la idea abrumadora de la muerte. Tal era la psicología de la raza española, según la veía Azorín en el paso de un siglo a otro. Y de la misma manera la dibujaba Baroja en el Imparcial el 14 de octubre de 1901 cuando relata su viaje a Labraz, que le habían dicho que era una ciudad agonizante y moribunda y se encontró “un pueblo terrible, un montón de casas viejísimas, amarillentas, derrengadas”, con un viejo solitario y casi mudo sentado en la desierta plaza. En lo que escribieron cuando doblaba el siglo, los literatos llamados del 98 inventaron un país moribundo, unos caminos desolados, unos pueblos desertados, una callejas sombrías, oscuridad por todas partes.

En el mes de octubre de 1898, cuando estaba aún caliente la derrota, escribía Joaquín Costa su libro Muerte y resurrección de España, en el que Costa ve a aquella España como un gran cadáver tendido desde los Pirineos a Calpe.

Fustigando la España atrasada e ignorante, nación envilecida por el sistema de recomendación y compadrazgo, Ramiro de Maeztu escribía: “Mueve mi pluma el dolor de que mi patria sea chica y esté muerta”. Y para que se vea que la imagen de la agonía de España no es cosa exclusiva de intelectuales exaltados, bastará recordar al moderado Rafael María de Labra, que confesaba en un discurso en el Congreso de los Diputados, a finales de mayo de 1898 sentir “miedo de que se apague el fuego que anima a nuestra existencia política y social”, si nos descuidamos, advirtió “se apagará”. El Nacional, órgano de Romero Robledo, contra lo que se pudiera esperar, por cuanto su inspirador defendió siempre la guerra, llegó a escribir: “Lo más triste es esta indiferencia del país ante las grandes tristezas”.

Pero esta abundancia de imágenes de tristeza, dolor y muerte no constituye, como a primera vista pudiera parecer, el diagnóstico de una situación, sino el punto de arranque de un metarrelato de salvación: España está muerta porque espera la resurrección. “Hemos de salvar a España, quiéralo o no”, escribía Unamuno a un amigo, dos años después de recordar en la España Moderna (noviembre de 1898) que sólo los intelectuales hablaban a cada momento de su regeneración. De lo que hablaban, pues, estos intelectuales era de que esperaba a España una gloriosa resurrección si, en efecto, se hacía lo que ellos con toda urgencia proponían.

El drama de España, la lucha entre la España que muere y la que nace, duele a Machado que en un hermoso poema -homenaje al libro Castilla de Azorín- nos dirá su fe en una España nueva, de cara al futuro: “Oh tú, Azorín, escucha: España quiere / surgir, brotar. toda una España empieza. / ¿Y ha de helarse en la España que se muere? / ¿Ha de ahogarse en la España que bosteza?” La imagen se repite, con cierto amargo pesimismo, que recuerda a Larra, en uno de los Proverbios y Cantares de Machado: “Ya hay un español que quiere /vivir y a vivir empieza, /entre una España que muere / y otra España que bosteza.”

Resurrección, regeneración, refundación, renacimiento de España: ese “patriotismo del dolor” que Ortega atribuyó a Costa con ocasión de su muerte en un artículo publicado en El Imparcial el 20 de febrero de 1911, y que se extendió como una plaga a finales de siglo, era en efecto una especie de organización del pesimismo “para que fecundara la tierra misma acongojada”. Ortega lo vio perfectamente cuando al afirmar que la tradición española era para él “un grave dolor que me atormenta”, aseguraba no conocer otro medio de “salvar España que librarme de ella”.

Cualquier cosa que se propusiera para la resurrección de España, escuelas, despensas, autonomía regional, descentralización, industria, ciencia o nueva política, había que exigirla en nombre del dolor íntimo provocado por su muerte, pues “dolerse de España no es otra cosa que ser Europa”.

El Año del Desastre revela que la razón histórica venía desde muy atrás siendo desatendida a favor de la de unos intereses institucionalizados, que arbitrariamente, se diputaran como la verdadera España. Es incuestionable que, aparte lo que pudiera significar como espectáculo, el grupo minoritario de los intelectuales ni era respetado ni admirado, ni estimado, ni apreciado sino sólo tolerado. El hombre que cultivaba desinteresadamente cualquier parcela del gran latifundio que usufructúa en las sociedades civilizadas el espíritu era en 1898, como lo es hoy, un extravagante. Y como dijo Unamuno: “Me duele España”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias


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miércoles, 18 de junio de 2008

Foro Libre: Homenaje a Jacinto Verdaguer

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Heinrich Böll por Francisco Arias Solis

HEINRICH BÖLL
(1917-1985)

“Un soldado que comienza a pensar,
casi ha dejado de serlo.”
Heinrich Böll.


LA VOZ DEL CRISTIANO ANARQUISTA


Heinrich Böll está considerado uno de los más genuinos representantes de la literatura alemana del siglo XX y uno de los autores contemporáneos más populares. Adalid de la mentalidad católica progresista en la Alemania del Oeste, llegó a definirse como cristiano anarquista y puso en evidencia la hipocresía de la Iglesia católica y de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania. En sus obras, impregnadas del realismo más crudo, critica con un gran sentido del humor y con una amarga ironía la sociedad alemana de la posguerra, denunciando los abusos de poder y las injusticias.

Sus novelas, obras dramática, ensayos, relatos y guiones radiofónicos, constituyen un acerado ataque a la sociedad contemporánea, una denuncia en la que la profunda humanidad del autor rechaza el oportunismo, la guerra y el opio de los convencionalismos entre cuyas víctimas suele elegir a sus personajes, en defensa de la libertad de expresión, del amor y la compresión entre los hombres. En los temas que trata, como otros muchos otros escritores alemanes, suele utilizar su experiencia de la guerra y la posguerra.

Heinrich Teodor Böll nació en Colonia el 21 de diciembre de 1917 y falleció en la misma ciudad el 16 de julio de 1985. Hijo de trabajadores, realizó sus primeros estudios en Colonia. Trabaja en una tienda de libros donde tiene su primer contacto con la literatura, trabajo que abandona, al cabo de un año, para consagrarse a la literatura. Cuando se preparaba para estudiar Filología en la Universidad, fue reclutado por el ejército alemán y obligado a intervenir como soldado raso en la Segunda Guerra Mundial. Fue hecho prisionero por el ejército estadounidense y conducido a campos de concentración en Bélgica y Francia. A finales de 1945 regresa de nuevo a Colonia. Böll fue galardonado con el Premio George Büchner; en 1971, fue elegido presidente del P.E.N. Club Internacional , y en 1972 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra y su influencia renovadora dentro de la literatura alemana.

Böll se dio a conocer con su novela El tren llegó puntual (1949), a la que siguieron otras, centradas en la Alemania convulsionada por la Segunda Guerra Mundial: ¿Dónde estabas, Adán? (1951), Y no dijo ni una palabra (1953), Un día como el presente, Las piedras nuevas (1953), La casa sin amo (1954), novela con la que conmovió la opinión de su país y que fue traducida a los principales idiomas europeos, y El pan de los años jóvenes (1955). La técnica narrativa del “nouveau roman” francés y las vivencias de una Alemania consumista y materialista convergen en Billar a las nueve y media (1960), Opiniones de un payaso (1963), su obra más conocida, Alejamiento (1964), Cuando estalló la guerra (1965), Final de un servicio (1966), Retrato de grupo con señora (1971), Relatos (1972) y El honor perdido de Katharina Blum (1974), en la que denuncia los abusos cometidos por la clase periodística, y que más tarde fue llevada al cine. Entre sus últimas publicaciones destacan Asedio preventivo (1970) y Mujeres ante un paisaje fluvial (1985). Y como dijo el escritor cristiano anarquista: “Me aburren los ateos: siempre están hablando de Dios”.

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martes, 17 de junio de 2008

Vincenzo Monti por Francisco Arias Solis

VINCENZO MONTI
(1754-1828)

“¡Oh Libertad! ¡Oh de héroes madre santa,
y de los hombres principal derecho
que está grabado en todo noble pecho
y nuestra parte superior levanta!”
Vincenzo Monti.


LA VOZ DESCONCERTANTE DEL ABATE MONTI

Vincenzo Monti es un poeta clásico de los que sacan a relucir continuamente la Mitología, convirtiendo, a lo mejor, en fría y enmarañada selva de citas eruditas lo que debió ser sólo poesía brotada del alma, llanamente escrita, en buenos versos. Es esto una verdadera lástima, porque cuando quiere, cuando siente hondamente, movido por el entusiasmo o por el odio, sabe hablar alto y claro, en limpios y espontáneos versos. En realidad hay en Monti un poeta que procede de los abates eruditos de la Arcadia, y otro que surge de pronto en la plaza pública, exaltado como Alfieri, hablando recio y claro.

Resulta desconcertante ir siguiendo a Monti, porque lo mismo que combate hoy es lo que defiende mañana, como le ocurre con el Papa, con Napoleón, con toda la vida italiana de su tiempo. Hay algo de veleta en él, al girar rápidamente según de donde sopla el viento, y siempre en provecho propio, con resultados que se traducían en apoyo por parte de los grandes y en pingües pensiones. En este concepto, tiene bien merecida la execración de los patriotas. Sin embargo, el hecho es que iba de triunfo en triunfo, y un autor francés habla de él, al regresar de un viaje a Italia, como de un poeta que allá por el 1821, llevaba ya medio siglo de éxitos excelentes en todos los géneros. Otro autor dice de él que comenzó siendo el abate Monti, fue después el ciudadano Monti y murió siendo el caballero Monti. Todos siempre han estado conformes en que fue un maravilloso traductor de La Iliada, de Homero, sin ser helenista, por lo cual la maledicencia inventó la frase de que “fue el mejor traductor de los traductores de Homero”.

Vincenzo Monti nació en Alfonsine, Emilia Romagna, el 19 de febrero de 1754 y falleció en Milán el 13 de octubre de 1828. Estudió en el seminario de Faenza y más tarde leyes en Ferrara, y, finalmente, se dedicó a la literatura. Perteneció desde 1775 a la academia de la Arcadia y sus primeras poesías, La visión de Ezequiel (1776), La belleza del universo (1881) y Odas al señor de Montgolfier (1784), escritas con depurado clasicismo, le dieron notoriedad en los cenáculos literarios. En 1778 marchó a Roma, siendo secretario del duque Braschi, sobrino de Pío VI, concediéndole el Papa una canonjía y el tratamiento de abate. Escribió contra los revolucionarios franceses (La basvillana, 1793), fue demócrata y poeta de la República Cisalpina y, a la caída de esta, cantor de Napoleón, lo que le valió el nombramiento de historiógrafo y profesor de elocuencia, volviendo a mudar de color político tras Waterloo. Máximo representante, junto con Ugo Foscolo, de la corriente neoclásica italiana, entre sus composiciones cabe destacar: Pensamiento de amor (1782), Versos libres al príncipe don Segismundo Chigi (1783), Prosopopeya de Pericles (1783), Mascheroniana (1800), Místico homenaje (1815) e Invitación a Palas (1819). Estrenó con éxito varias piezas teatrales, como Aristodemo (1787), Galeoto Manfredi (1788), Cayo Graco (1802), Teseo (1804) y Los pitagóricos (1808), y tradujo La doncella de Orleans, de Schiller, y la Ilíada (1810), de Homero. Y como dijo el abate Monti: “Libertà, principio e fonte / del coraggio e dell’onor”.

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lunes, 16 de junio de 2008

Albert Camus por Arias Solis Francisco

ALBERT CAMUS
(1913-1960)

“Me rebelo, luego existo.”
Albert Camus.

LA VOZ DE UN HOMBRE REBELDE

Simone de Beauvoir en sus Memorias recuerda la persona de Camus de esta manera: “Era sencillo y alegre. Su buen humor no desdeñaba las bromas inocentes: así llamaba Descartes al camarero del Café Flora, que se llamaba Pascal, pero él se lo podía permitir, pues el encanto personal, que eran resultado de una afortunada dosis de vagancia y de aplicación, le preservaba de la vulgaridad”.

Camus es uno de los escritores europeos modernos que ha gozado en el mundo de mayor influencia y difusión. Como escritor comprometido participó activamente en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, del que fue director y editorialista. Es característica de su pensamiento la afirmación del absurdo constitutivo de la vida y de la naturaleza del ser humano, simbolizado en el mito de Sísifo (El mito de Sísifo, 1942), eternamente condenado a la tarea de empujar hasta la cima del mismo monte la piedra que retrocede una y otra vez. Esta concepción del mundo le emparienta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como pasión inútil. Dicho pensador, sin embargo, mantuvo una áspera polémica en contra de Camus, principalmente motivada por su distinta posición ante los problemas políticos. También existen profundas divergencias con Sartre en el campo de su filosofía moral o ética, pues Camus no deduce como Sartre, de la absurdidad del hombre una posición escéptica o angustiosa. Para Camus, ateo como Sartre, hay un ideal que salvaguarda los más altos principios morales y que se hace sentir con tanta mayor evidencia cuanto más absurdo es el mundo.

Albert Camus nació en Mondovi, Argelia, el 7 de noviembre de 1913. Hijo de un modesto agricultor, Lucien Camus. Su madre, Catalina Sintes, era menorquina, y según la descripción que de ella hace Albert Camus, se rompía los huesos fregando los suelos de las casas de familias ricas. “Yo no he aprendido el marxismo en los libros –escribiría más tarde Camus-, lo he aprendido en el dolor y en la miseria”. El escritor francés pasó su infancia y gran parte de su juventud en Argelia, estudió Filosofía en la Universidad de Argel, no pudiendo, por razones de salud, concluir sus estudios. Se dedicó entonces al periodismo después de un corto periodo de participación en un grupo teatral. Funda en Argel el Teatro del Trabajo. Abandona el Partido Comunista del que era afiliado. En 1940 fijó su residencia en París y trabaja como secretario de redacción en el diario Paris-Soir. En 1948 se introduce en el movimiento libertario y Camus pasa a escribir en publicaciones anarquistas. Su pareja sentimental fue María Casares, hija de Santiago Casares Quiroga, Ministro y Jefe de Gobierno de la Segunda República Española. En 1957 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Albert Camus muere en un accidente de automóvil cerca de Le Petit-Villeblin, el 4 de enero de 1960. Pocos días antes, había escrito: “No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil”.

Las etapas de su carrera literaria van desde el absurdo (cuya mejor representación es su novela El extranjero, 1942, y su obra de teatro Calígula, 1944) al humanismo (en su novela La peste, 1947) y a la rebeldía total (en El hombre rebelde, 1951). Sus dos famosas novelas El extranjero y La peste están situadas en Argel. En ellas nos muestra lo absurdo de la existencia humana que ya había definido en su ensayo El mito de Sísifo. Pero este absurdo de la vida sin sentido no le lleva al suicidio o a la búsqueda del más allá. En El extranjero lo contempla indiferente y pasivamente; en cambio, el doctor Rieux de La peste se rebela ante el sufrimiento del hombre y busca la salida para mitigar dicho sufrimiento. En El hombre rebelde medita sobre esta rebeldía ante la conciencia de lo absurdo y de la nada, es decir, ante el aniquilamiento de los valores humanos.

Entre las numerosas obras de Albert Camus también citaremos los ensayos: El derecho y el revés (1937), Bodas (1938) y Cartas a un amigo alemán (1945); novelas y relatos: La caída (1956) y El destierro y el reino (1957); obras teatrales El malentendido (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1949); y adaptaciones: Réquien por una mujer, de Faulkner (1957), y Los endemoniados de Dostoivski (1959). Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1953 se publicaron con el título de Carnets, sus notas de diario, escritas de 1935 a 1942, y en 1994 la novela en que trabajaba cuando murió, El primer hombre.

Albert Camus en su discurso, al serle entregado el Premio Nobel de Literatura, nos dejó dicho que el escritor “por definición, no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren”.

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domingo, 15 de junio de 2008

Montaigne por Arias Solis Francisco

MICHEL DE MONTAIGNE
(1533-1592)

“La conciencia hace que nos descubramos,
que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos,
y a falta de testigos declara contra nosotros.”
Michel de Montaigne.

LA VOZ DEL PADRE DEL GENERO ENSAYISTICO

Sin plan, ni método, oscilando entre cierto epicureísmo y el escepticismo que le era propio, Montaigne lleva a cabo en sus Ensayos una serie de lúcidas reflexiones acerca de cuanto lee y observa, empezando por sus propias motivaciones, que han tenido una enorme influencia en el posterior pensamiento universal y que le confirieron un lugar de honor en la historia de la literatura por su contribución fundamental al género ensayístico. Montaigne no sólo es uno de los escritores franceses más grandes, sino que representa excelentemente un aspecto de las postrimerías del Renacimiento: la fusión del humanismo con el análisis moral de los clásicos. Su éxito, no tan grande en los países católicos y en Alemania, fue considerable en Inglaterra, donde traducido desde 1603, hizo surgir toda una escuela de moralistas y popularizó el ensayo.

Michel Eyquem de Montaigne o Michel de Montaigne nació en el castillo de Montaigne, Périgord, el 28 de febrero de 1533 y falleció en Burdeos el 23 de septiembre de 1592. Hijo de unos ricos comerciantes que, gracias a su dinero, se habían convertido en nobles recibió una educación humanista. Su madre descendía de una familia de judíos sefarditas españoles. Se cuenta que, en su infancia, su padre le despertaba todos los días al son de una música agradable; que aprendió el latín por métodos especiales, sin que le costara lágrima alguna, como jugando, que creció rodeado de una atmósfera tal de felicidad que, acostumbrado a ella, él mismo decía, después, que su profesión era vivir muelle y regaladamente, para disfrutar doble de lo que suelen los otros. Fue magistrado del Parlamento de Perigueux y de Burdeos, cargo éste último al que renunció en 1570 para dedicarse al estudio y a la escritura, aunque continuaría con actividades de índole política. En 1580 emprende un viaje por Francia, Alemania, Austria, Suiza e Italia, escribiendo un diario detallado, Diario de viaje, que no vio la luz hasta 1774. Estando en Roma, es nombrado, como antes su padre, alcalde de Burdeos, ciudad donde la peste hace estragos. Le piden que regrese, y él contesta que sería temerario, y que si quieren, irá a discutir con ellos, lo que puede hacerse, no en el mismo Burdeos, sino en un pueblo cercano donde la peste no existe, después de lo cual les desea muchos años de vida y de felicidad. A pesar de este modo de ejercer el cargo, es reelegido al cabo de dos años. Cuando toda Francia arde en guerras de religión y todo el mundo quiere convertirse en famoso hombre de guerra, él , tras cortos ensayos de vida militar, se encierra en su castillo y se esfuerza en ser hombre de paz, que lee tranquilamente sus clásicos latinos. Hasta del estudio hace un mero placer, algo practicado sin esfuerzo, para entretenerse. Así escribe sus Ensayos famosísimos, como quien juega, y les pone un brevísimo prólogo que acaba diciendo que si él fuera uno de los habitantes de aquellas naciones que se dice viven aún “en la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza”, asegura que se hubiera pintado a sí mismo en su libro “de cuerpo entero y completamente desnudo”. Por lo tanto, como “él mismo es la materia de este libro”, no hay razón, dice, para que el lector emplee sus ocios en un asunto tan frívolo y vano. “Adiós, pues” son sus últimas palabras. Pero el lector no se va, no suelta el original libro, y sigue de sorpresa en sorpresa, como cuando, al tratar de los libros, dice Montaigne campechanamente: “yo soy hombre de alguna lectura, pero de ninguna retentiva”; “el que me hallen en flagrante ignorancia no me afecta para nada, porque apenas respondería yo a otra persona de mis discursos, cuando ni a mí puedo responder de ellos, ni me dejan satisfecho”, “reconocer la propia ignorancia es una de las más hermosas y seguras pruebas del buen juicio que yo hallo”. Claro que después resulta que ni el autor carece en absoluto de retentiva, ni es ningún ignorante, pues los autores que juzga lo demuestran. Lo que él desea es “pasar dulce y no laboriosamente lo que le resta de vida, y no quiere romperse la cabeza por nada, ni por la ciencia, aunque la tenga en mucho”.

Su obra maestra son sus Ensayos comenzados en 1571, cuya primera edición es de 1580, a la que realiza constantes correcciones que aparecen en las sucesivas ediciones de la obra, hasta la edición definitiva, póstuma, en tres volúmenes preparada por su admiradora Marie de Gournay y Pierre de Brach, que data de 1595. A través de sus Ensayos va decantando un ideal de vida conforme a la naturaleza que implica la eliminación de la inquietud producida por la ambición, la consideración de todas las cosas como transitorias y el cumplimiento de las leyes para evitar los males mayores que produce la rebelión contra ellas; todas estas normas constituyen el ideal moral de Montaigne y no tienen otro sentido que el de contribuir a la felicidad individual, que es la única felicidad efectiva y concreta frente a pretendidas grandezas y engañosas abstracciones. En su obra se reflejan con vigor y claridad los caracteres del subjetivismo y del humanismo del siglo XVI, unidos a un escepticismo que nace del descubrimiento de la insignificancia de los seres humanos, que se estiman superiores al resto de las cosas y olvidan los vínculos que les unen a la naturaleza. Y como dijo el ensayista francés: “Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje”.

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Edward Young por Arias Solis Francisco

EDWARD YOUNG
(1683-1765)

“Sólo el hombre que nada espera
es verdaderamente libre.”
Edward Young.

LA VOZ DEL PRECURSOR DEL ROMANTICIMSMO INGLES

Young, uno de los mayores precursores británicos del romanticismo, no pasó de conseguir al principio, con sus odas y tragedias, un éxito mediano; pero luego, después de haberse ordenado, se convirtió en poeta religioso y filosófico, y escribió en la soledad de su presbiterio Las Noches (que éste fue el título adoptado en nuestro país), obra publicada entre 1742 y 1745, y que tuvo su momento de celebridad no sólo en Inglaterra, sino en toda Europa. En España mismo se popularizaron; pero hoy, aun en Inglaterra, su fama no pasa de ser un dato curioso para la historia literaria. La obra es una serie de meditaciones, sobre la vida y la muerte, la virtud, la fe, etc., expresadas en estilo fúnebre, como inspiradas por el fallecimiento de la esposa del autor.

Edward Young nació en Upham, Hampshire, el 3 de Julio de 1683. y falleció en Welwyn, Hertfordshire, el 5 de abril de 1765. Hijo del deán de Salisbury, estudió Derecho en Oxford y, tras trabajar como abogado, se ordenó sacerdote, siendo capellán del rey Jorge II (1728) y rector de Welwyn (1730). En 1731 contrajo matrimonio con lady Elizabeth, hija del conde Lichfiel y viuda con una hija.

Su primera publicación fue de The Last Day (El último día) (1713), poema escatológico sobre el juicio final, dedicado a la reina Ana. En 1714 publicó el poema La fuerza de la religión. Gracias a la protección del duque de Whatson, estrenó en Londres sus tragedias Busiris (1719) y La venganza (1721), que por su pasión y sus finales con suicidio presentan características románticas. No consiguió, sin embargo, ventajas materiales de su fama como escritor ni logró triunfar en la política. Esto encaminó su pluma hacia la sátira; escribe La pasión universal: el amor a la fama (1725-1728), que hubiera merecido mejor fama con la crítica de no haber aparecido en esos años la obra de Pope, superior a ella en todos los aspectos. En 1740 murió su esposa y con escasa diferencia de tiempo su hija natural Narcissa. Esto le inspiró el poema, al que debe su fama, conocido como Las Noches, pero cuyo largo título es Lamentos o pensamientos nocturnas sobre la vida, la muerte y la inmortalidad, una meditación prerromántica ante la tumba. Sus casi 10.000 versos están distribuidos en nueve noches y su influencia fue muy grande tanto por la novedad de su forma, largas series de versos blancos, como por la posibilidad de combinar sentimientos personales de pasión y melancolía con la instrucción moral y el canto a lo sublime. Estas nueve largas meditaciones en verso libre sobre la vida, la muerte, la inmortalidad, la virtud, la amistad, la fe, contenían grandes ideas, expresadas a veces con un vigor patético, con una solemnidad fúnebre que tuvieron una larga resonancia en las almas de su tiempo y aseguraron a Young un inmenso éxito en toda Europa. Young fue traducido al español al menos, tres veces durante el siglo XVIII e influyó en Cienfuegos, en las Noches lúgubres, del gaditano José Cadalso, y en poemas de Meléndez Valdés como “La noche y la soledad”. Young también tuvo mucho éxito con su ensayo sobre la libertad de creación del poeta Conjeturas acerca de la originalidad en la composición (1759). Y como dijo el poeta inglés: “Los hombres creen que todos los hombres son mortales, menos ellos”.

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sábado, 14 de junio de 2008

George Eliot por Francisco Arias Solis

GEORGE ELIOT
(1819-1880)

“Bendito sea el hombre que no teniendo nada qué decir,
se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras.”
George Eliot.


LA VOZ DE UNA DE LAS MEJORES NOVELISTAS

Las novelas de George Eliot la sitúan en primera fila entre los novelistas de su época y actualmente está considerada una de las más grandes novelistas inglesas de todos los tiempos. En su obra supo retratar con agudeza las complejidades de la sociedad inglesa y abogó por una moral basada en la autenticidad. Sus mejores obras tienen como escenario el campo inglés, y sus héroes son gentes sencillas, observadas con delicadeza y simpatía. Sus sentimientos aparecen tratados con un arte vigoroso y veraz, orientado hacia los problemas del alma, un arte frecuentemente patético y discretamente elocuente.

George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans, nació en Arbury Farm, Warwischshire el 22 de noviembre de 1819 y falleció en Londres el 22 de diciembre de 1880. Hija de un agente inmobiliario, estudió en la escuela de Nuneaton y posteriormente en un internado de Coventry, pero a partir de los diecisiete años fue autodidacta. De formación evangélica que muy pronto abandona influida por el pensamiento racionalista tradujo a Spinoza, Feuerbach y Strauss, y trabajó como editora del Westminster Review (1851-1854). En 1854 conoció al periodista y crítico George Lewes, con quien convivió hasta la muerte de este en 1878, relación que resultó escandalosa para los preceptos de la moral victoriana. Fue admirada por David Herbert, Lawrence, mejor conocido por D.H. Lawrence, y Henry James. A los sesenta y un años se casa con el gestor de sus inversiones John Walter Cross, veinte años más joven que ella. Su matrimonio solo duró poco más de siete meses al fallecer la novelista que fue enterrada en el cementerio de Highgate de Londres, al lado del que siempre consideró su marido George Lewes.

George Eliot tardó bastante en empezar a escribir novelas: primeramente, Escenas de la vida clerical (1857), narraciones breves que alcanzaron un rápido éxito; luego Adam Bede (1857), obra en que los tipos y sentimientos aparecen pintados con tanta finura como realidad; El molino junto al Floss (1860), cuya primera parte es celebrada por su frescura y su vida, y que contiene numerosos recuerdos personales; Silas Marner (1861); Romola (1863), ambientada en la Florencia del siglo XV, refiere la obra y la vida del predicador y reformador Girolano Savonarola; Middlemarch (1872), considerada su obra cumbre, y Daniel Deronda (1876). La gran novelista inglesa nos dejó dicho: “Debe uno ser pobre para conocer el lujo de dar”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias


Por la convivencia frente a la crispación.
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Gracias.