domingo, 22 de junio de 2008

Denis Diderot por Francisco Arias Solis

DENIS DIDEROT
(1713-1785)

“Del fanatismo a la barbarie
sólo media un paso.”
Diderot.

LA VOZ DE UN ENCICLOPEDISTA REVOLUCIONARIO


El siglo XVIII francés es el siglo de Montesquie, de Voltaire, de Juan Jacabo Rousseau, de Bufón, de Diderot y otros de algo menor nombradía. Su característica es la de ser un demoledor del pasado, irreverente, incrédulo, revolucionario, en las esferas filosóficas, con obras como la Enciclopedia, diccionario dirigido por D’Alembert y Diderot, echando mano de toda suerte de materiales, y en las demás, ya con los hechos de sus hombres políticos, ya con la serie de obras de sus literatos.

D’Alembert era un gran geómetra que se encargó de escribir el prólogo de la famosa Encyclopédie, monumento hoy arruinado del cual se ha dicho que sólo queda en pie el peristilo, ese prólogo escrito con pureza de lenguaje, aunque sin el color y vida de los grandes escritores. D’Alembert se retiró pronto de la empresa, en la que según Sainte-Beuve, había entrado, sobre todo, por interés, ante los odios, ataques y persecuciones que suscitó; pero Diderot siguió al frente; sosteniéndola durante unos veintitrés años (1749-1772) y haciendo de ella el centro del movimiento filosófico del siglo XVIII. Ya en los primeros escritos, se había señalado Diderot por su inmoralidad, ateísmo y paradójicas ideas. Sus obras fueron quemadas públicamente y él encarcelado; pero su entusiasmo, su ardor en la defensa de aquellas ideas fueron inagotables. Sus cualidades son las de un escritor revolucionario en todo, que va promoviendo más iniciativas que nadie, hasta el punto de que algún crítico duda acerca de lo que realmente pensaba. Le perjudica como autor literario el no haber concentrado todo su talento en algunas obras maestras que pudieran honrar su nombre. Citan algunos como lo mejor que escribió Le Neveu de Rameau, capricho o fantasía filosófica, que él denomina sátira, en forma de diálogo, donde acumuló a la impudicia de un Petronio las más atrevidas paradojas, presentadas en ágil y descocado lenguaje. Diderot no supo nunca lo que es el pudor. Como crítico de arte, puede decirse que inauguró este género con sus celebrados Salons de 1765, 1766 y 1767. No pocas veces escribió obras para otros autores. Fue un improvisador y un bohemio. A pesar de sus continuos trabajos, hubiera muerto en la miseria si, al saber Catalina de Rusia que tenía que vender su biblioteca, no se la hubiera comprado, nombrándole a él mismo bibliotecario, con un sueldo de 1.000 francos, y pagándole ya de una vez cincuenta anualidades. Diderot fue a Rusia a darle las gracias; pero evitó la amistad con Federico de Prusia, que la deseaba.

Denis Diderot nace en Langres, Alto Marne, el 5 de octubre de 1713. A los diez años ingresó en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal. En 1728 marcha a París para continuar sus estudios; obteniendo en 1732 el título de maestro en artes en la Sorbona, e iniciando una vida bohemia que alargaría por unos años. Conoce a la costurera Antoinette Champion, que no tarda en convertirse en su amante y con la cual se casa en 1743. Dos años mas tarde, inició una relación amorosa con Madame de Puisieux, y más tarde con Sophie Volland, con la que mantuvo un intercambio epistolar que constituye la parte más notable de su correspondencia. Fue elegido miembro de la Academia Francesa. Denis Diderot murió en París el 31 de julio de 1784.

Diderot es para muchos la más representativa figura de la Ilustración francesa. Fue un trabajador infatigable y un espíritu inquieto en el que se daban cita el cinismo, la ingenuidad, la más corrosiva capacidad de análisis y la más noble confianza en el porvenir de los seres humanos. Su obra es prueba de su compleja y poderosa personalidad, que, sin llegar a un sistema articulado de pensamiento, trató los más diversos temas con rasgos de genio indiscutible; se anticipó en ocasiones a Lamarck y Darwin.

Entre sus obras cabe destacar: Pensamientos filosóficos (1746), donde explica y afirma su filosofía deísta, Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver (1749), donde con osadía habla de sus ideas materialistas, lo que le valió ser encarcelado durante un mes en Vincennes por “libertinaje intelectual”, recibiendo la visita de Rouseau en la cárcel, Pensamientos sobre la interpretación de la naturaleza (1757), y los dramas de interés histórico El padre de familia (1761) y El hijo natural (1771). Gran parte de sus escritos aparecieron póstumamente; así las novelas La religiosa (1796), una sátira contra las costumbres de las vocaciones forzadas, El sobrino de Rameau (1823, aunque su primera redacción data de 1761), su obra más conocida, donde trata de la naturaleza de la moral y la relación entre el genio y la sociedad, y en la que aparece como un precursor de la novela realista, pero con un realismo personal, y el célebre ensayo La paradoja del comediante (1830), en el que en forma de diálogo nos hace llegar sus reflexiones sobre el actor y el arte de interpretación. Y como dijo el enciclopedista revolucionario: “Es tan arriesgado creerlo todo como no creer nada”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias


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