viernes, 13 de junio de 2008

Mallarmé por Francisco Arias Solis

STÉPHANE MALLARMÉ
(1842-1898)


“Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos ,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada”.
Stéphane Mallarmé.

LA VOZ DEL SIMBOLISMO

De 1866 a 1876 publicó el editor Lemerre las tres series del llamado Parnasse contemporain y estas antologías contenían composiciones de Leconte de Lisle, Villiers de l’Isle-Adam, Coppée, Verlaine, Mallarmé, Glatigny, Armand Silvestre... No unía a estos poetas otro lazo que el respeto que les inspiraba el que aparecía como jefe, Leconte de Lisle, y el odio que todos sentían por la vulgar negligencia en el arte de versificar. Como era natural en una agrupación tan compleja, tan heterogénea, aparecieron pronto las divergencias. Los que se consideraron como herederos de Baudelaire, en cuya imitación se habían formado (Villiers de l’Isle-Adam, Verlaine y Mallarmé), siguieron su natural inclinación y se convirtieron, con muy diversos matices en los maestros del simbolismo. La calificación de parnasianos quedó reservada, sin saber por qué razón, para los que sin poseer un programa literario común, permanecieron fieles (aunque tomaron por distintos caminos), a Gautier, Banville y Leconte de Lisle, unidos en una misma sujeción a una belleza que consideraba como obligatoria la exactitud en la forma poética, sin que se perdonara la menor caída o libertad poética, el menor ripio. Tenemos, pues, a los poetas franceses de la mencionada época divididos en parnasistas y en simbolistas.

Mallarmé, que está considerado como uno de los grandes poetas del siglo XIX y el antecedente claro de las vanguardias de los primeros años del XX, produjo una obra no muy voluminosa pero considerada como fundadora de una escuela: el simbolismo. Sus primeras poesías, escritas en el estilo de Charles Baudelaire y que reflejan la influencia del Parnaso, contienen, no obstante, los temas que desarrollaría en su obra madura. Tras la publicación de diez de estas composiciones en el Parnaso contemporáneo (1866), dio comienzo a la creación de una poética nueva con Herodías (1869), donde se propone describir “no la cosa, sino el efecto que esta produce”. En las reuniones de los martes con sus amigos se va constituyendo la nueva escuela, cuya aparición pública se fecha en 1876 con la publicación de La siesta de un fauno (poema que sirvió de inspiración al músico Claude Debussy), y cuyos presupuestos implican alcanzar la poesía pura y el absoluto a través de las relaciones simbólicas, antes que lógicas, lo enigmático y la ensoñación. La obra de Mallarmé que él consideraba como un único “libro” -que a su muerte quedó inconcluso-, que se caracteriza por una exigencia casi ascética para crear un lenguaje y una sintaxis que permitieran ese camino, desembarazando al texto de todo arraigo en lo histórico y dotándolo de una fuerte estructura ontológica. Son característicos en ella la brevedad, la oscuridad, la exquisitez formal, un fondo vagamente insinuado y el experimento tipográfico. Para ser del todo justo con Mallarmé hay que conceder que, en rigor, hay en él dos poetas: uno harto sutil, pero claro, y otro incomprensible, oscuro. Opto por el primero. El segundo ya lo calificó el mismo: “callejón sin salida”.

Stéphane Mallarmé, bautizado con el nombre de Étienne Mallarmé, nace en París el 18 de marzo de 1842 y muere en Valvins el 9 de septiembre de 1898. A la muerte de su madre, cuando contaba con cinco años de edad, fue tutelado por sus abuelos. La muerte de su hermana María le marcó profundamente. En 1862, conoce a María Gerhard, joven alemana, con la que se va a vivir a Londres, para prepararse como profesor de inglés. Se casa con María en agosto de 1863. Profesor de inglés en el liceo Condorcet de Tournon y traductor de Willian Beckford y Edgar Allan Poe. En 1871 se instala en París. El 8 de septiembre de 1898 sufrió un espasmo de laringe. Pidió a su mujer y a su hija que destruyeran sus escritos, diciendo: “No tengo herederos literarios...” Al día siguiente, por la mañana, murió.

Entre su producción destacan: Los dioses antiguos (1880), Poesías (1887), Páginas (1890), Verso y prosa (1892), Divagaciones (1897) y Una tirada de dados nunca abolirá el azar (1897). En 1899 apareció una edición póstuma de sus Poesías completas. Su obra y sus teorías tuvieron gran influencia en dadaístas, futurístas, herméticos y “poetas visuales”. Y como dijo la voz del simbolismo: “ Los versos no se hacen con ideas, sino con palabras”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias


Paz y libertad.
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Gracias.

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