MOLIÈRE
(1622-1673)
“La muerte es el remedio de todos los males,
pero no debemos echar mano de éste hasta última hora.”
Molière.
LA VOZ DEL PADRE DE LA COMEDIA FRANCESA
Los cuatro mayores clásicos del famoso siglo de Luis XIV que ningún francés olvida, son Molière, Racine, La Fontaine y Boileau. Para hablar de Molière, seudónimo de Jean-Baptiste Poquelin, todos los elogios son pálidos ante la verdadera adoración que representan los de los críticos franceses, y aun de otros países. No es raro leer que es el más excepcional genio que ha existido, y que sólo él ha realizado el ideal de lo que debe ser la comedia, además de que fue el más profundo e ingenioso pintor del corazón humano. Es algo por el estilo de lo que ocurre en España con Cervantes y en Inglaterra con Shakespeare. Gran verdad es lo de ser profundísimo e ingenioso pintor del corazón humano; lo de finísimo e intencionado ironista, aunque alguna vez la finura se pierda; versificador de estupenda facilidad, maestría, naturalidad y corrección, no en las primeras obras, sino en otras posteriores, sobre todo en las últimas, pues en ellas los versos brotan de sus pluma, en los diálogos de varias de sus comedias, con tan poco esfuerzo visible como si fueran prosa, y mostrando con frecuencia aquel hermoso relieve de ciertas monedas muy bien acuñadas; en fin, un gran creador de tipos inolvidables por su verdad, y de situaciones cómicas que, aunque no todas estén a parecida altura, suelen distinguirse por lo graciosas e inesperadas. Muchas de las obras del padre de la Comedia Francesa están situadas en la cumbre de la comedia en la literatura universal.
Jean-Baptiste Poquelin nació en Paris, siendo bautizado el 15 de enero de 1622. Hijo de un tapicero adscrito a la casa real. Su madre falleció cuando contaba diez años de edad. Estudió con los jesuitas de Clermont y posteriormente inició la carrera de leyes, que abandonaría para recorrer el sur de Francia con la troupe de cómicos denominada “L’Illustre Théâtre”, junto con su amante Madeleine Béjart. A su regreso a París, en 1659, representó ante la corte, con gran éxito, una obra de Corneille y una suya, Las preciosas ridículas; bajo la protección del duque de Orleáns se instaló en la Salle du Petit-Bourbon. En 1662 Luis XIV le concedió el Théâtre du Palais-Royal, y ese mismo año contrajo matrimonio con Armande Béjart, hermana (o hija) de Madelaine. A partir de entonces su obra sería conocida y aplaudida por el público parisino. El 17 de febrero de 1673; Moliére, que interpretaba el papel del enfermo, en su última obra El enfermo imaginario, murió repentinamente, en la cuarta representación de la misma.
Entre sus piezas destacan: Las preciosas ridículas (1659), sátira de los salones “marivaudistes”, en la que los dos pedantes que aparecen en la comedia están tomados de la realidad, y dicen que uno de ellos, ya muy viejo, murió de disgusto de verse retratado de aquel modo; La escuela de las mujeres (1662), su primera gran obra, en la que critica la falta de estudios de la mujer; Tartufo (1664-1669), sátira contra la beatería e hipocresía, cuya representación fue prohibida durante cuatro años; Don Juan o el convidado de piedra, inspirada en la obra de Tirso de Molina, tema de moda también en la época; El misántropo (1666), en la que ridiculiza a un hombre honesto por la forma de imponer sus principios morales; El médico a palos, inspirado en un fabliau de la Edad Media (El villano médico); El avaro (1668), tomado de Plauto, pero desfigurado, y podríamos decir afrancesado, hasta parecer obra original, es quizá la más cómica de sus piezas; El burgués gentilhombre (1670), comedia–ballet en la que un burgués enriquecido decide adoptar las costumbres de un aristócrata; Las mujeres sabias (1672) es un nuevo ataque a la evolución de la mujer en sociedad; y El enfermo imaginario (1673), también comedia-ballet, en la que se satiriza a la clase médica.
En las obras de Molière aparecen elementos de la farsa, pero los que les dio verdadero valor, haciendo de la comedia un género como la tragedia, fueron la descripción de costumbres de la época, que aparece por primera vez en el teatro, y el análisis psicológico de los personajes. Decía Moliére, en su Crítica de la escuela de las mujeres, que era más difícil escribir buenas comedias que buenas tragedias porque, en éstas, costaba menos el remontarse apoyándose en elevados sentimientos, el desafiar en verso a la suerte, el acusar al hado e injuriar a los dioses, que el ahondar, en aquellas, buenamente, en lo que de ridículo existe en los hombres, y presentar de modo agradable en el teatro los defectos de todos. Al pintar a los héroes hacéis con ello lo que queréis, pintando retratos en los que nadie ha de buscar el parecido; pero cuando lo que pintáis son hombres, es preciso hacerlo teniendo el modelo delante, y la gente exige que el retrato se le parezca, seguía diciendo.
Molière que tenía la manía de hablar mal de los médicos y ridiculizarlos, magistralmente, murió a los 53 años, por no hacer caso de lo que le aconsejaban los médicos, y empeñándose en declamar en escena, estando muy real y gravemente enfermo, aquel Enfermo imaginario que fue su última obra, puede decirse que le mató, como nos había dicho en su epitafio: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace bien”.
Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
Paz y libertad.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
sábado, 21 de junio de 2008
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