martes, 23 de febrero de 2010
Antonio Porras Márquez por Francisco Arias Solís
EN EL 40º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE
ANTONIO PORRAS MÁRQUEZ
(1886-1970)
“Y era en tiempos monárquicos, cuyo espíritu revive hoy
en la facción sublevada al amparo italogermano. Y era en
mi natal Andalucía.
Le habían despedido los amos, al cabo de veintitantos
años de servicios.
Era guarda de un cortijo grande, de cuatro ricos
propietarios. Ganaba dos pesetas al día. Cada
propietario tocaba a cincuenta céntimos diarios. Pero los
tiempos estaban malos para despilfarrar dos reales cada
veinticuatro horas, en pagar a un hombre que ya no podía
trabajar como antes...”
Antonio Porras Márquez. Hora de España.
LA VOZ SILENCIADA DE UN CORDOBÉS
En el muy importante Boletín de la Unión de Intelectuales Españoles, revista del exilio creada en Francia, hay poesía de nombres consagrados como los de Rafael Alberti o José Moreno Villa y hallamos también la de nombres conocidos en otros campos, como la del novelista andaluz Antonio Porras Márquez.
El poeta, novelista, ensayista, periodista, biógrafo, critico literario, diplomático y jurista Antonio Porras Márquez, nació en Pozoblanco, Córdoba, en 1886 y fallecíó en su pueblo natal en 1970, a los cinco meses de su regreso después de más de treinta años de exilio en Francia. Cursó el bachillerato en el Colegio de la Asunción de Córdoba y derecho en la Universidad Hispalense. Se doctoró con la tesis Prácticas de Derecho y de Economía Popular observadas en la villa de Añora, villa situada en el corazón de los Pedroches, premiada con accésit por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1916. Durante cierto tiempo se dedicó a la abogacía, y, posteriormente, a funciones administrativas y políticas. Su preocupación social motivó su nombramiento en la Sociedad de Naciones como representante de España en la IV Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra. Colaboró en numerosas revistas y diarios Los Aliados, Hora de España, Cruz y Raya, Revista de Occidente, El Sol, La Vanguardia y El Heraldo de Madrid. Fue colaborador de José Bergamín cuando este fue Director General de Acción Social en 1931. Defensor e impulsor de las ideas republicanas, se presentó como candidato independiente a las elecciones para Cortes Constituyentes. Al inicio de la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco, es uno de los primeros firmantes del manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, junto a José Bergamín, Luis Buñuel, María Zambrano, Ramón Gómez de la Serna, Pedro Garfias, Juan Chabás, Rosa Chacel, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, José Fernández Montesinos, Adolfo Salazar, Rodolfo Halffter, entre otros. Tras la guerra española se exilia a Francia. Miembro de la Unión de Intelectuales Españoles (U.I.E.) colabora en su Boletín, forma parte del consejo de redacción de la revista Independencia, integrado, entre otros, por Rafael Alberti, Manuel Azcárate, J. M. Quiroga Pla, Jorge Semprún y Arturo Serrano Plaja. Prestó su colaboración como crítico literario a varias editoriales francesas, tales como, Payot, Arman, Seuil, Albin Michel y Minuit.
La primeras publicaciones literarias de Antonio Porras Márquez fueron los poemarios País de ensueño (1911) y Libro sin título (1912), a este último pertenecen estos versos: “Surge el crestón, verde oscuro / de la montaña, en la niebla: / como una esmeralda vigente / que de un ópalo surgiera”.
Su obra novelesca está compuesta por Curra (1922), El misterioso asesino de Potestad (1923), El centro de las almas (1924), novela costumbrista ambientada en la serranía de Córdoba, Azorín le llamó “el libro de la Sierra de Córdoba”, obra que fue galardonada con el Premio Fastenrath de la Real Academia Española correspondiente al quinquenio 1922-1927, Santa mujer nueva (1925), Lourdes y el aduanero (1928). Entre sus ensayos, señalamos: Quevedo. Hombre noble (1930), “El Sr. Porras ha hecho un magnífico ensayo. Una obra maestra de la literatura -escribe el crítico José López Prudencio en ABC-. La forma esquemática, ágil y elegante que ha adoptado da a las páginas de este libro un encanto de irresistible atracción”, Ideario de Donoso Cortés y El burlador de Sevilla. La invención de la Vera Vida (1937), ensayo sobre el don Juan de Tirso de Molina.
Este fecundo narrador destaca por el cuidado formal de su prosa y un deliberado gusto por lo humorístico. Tras décadas de espantoso silencio sobre el escritor pozaalbense, la Diputación de Córdoba prepara la edición de sus Obras completas. Y como dijo nuestro poeta y escritor: “ La razón, por delante, dicen en mi pueblo -¡Pozoblanco!-”.
Francisco Arias Solís
Los defensores de la justicia suben hoy el cadalso, como hace veinte siglos, recibiendo la muerte en pago a su amor a la humanidad... (Frase de Fermín Salvochea glosada en el libro: 102 razones para recordar a Salvochea)
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