jueves, 11 de febrero de 2010
Silvia Mistral por Francisco Arias Solís
SILVIA MISTRAL
(1914-2004)
«Como bestias, tras los alambres, los españoles sin
mantas, sin comida, sin sol; heridos muribundos son
lanzados al desierto de arena. Un poco de paja sobre
ella, sería un lujo. Las órdenes son feroces. Dan una lata
de sardinas, cada veinticuatro horas, para quince
personas. Dos o tres niños se mueren cada día.... Hemos
querido escapar y ha sido imposible: Los gendarmes a
cada lado, oponen una barrera infranqueable. Tienen el
corazón oscuro, como los uniformes y el alma de hojalata.
Somos prisioneras de una nación “amiga”».
Silvia Mistral.
LA VOZ PRISIONERA DE UNA NACIÓN AMIGA
La escritora Silvia Mistral publicó en México, en 1944, un delicado libro de relatos en prosa poética, Madréporas, con ilustraciones de Ramón Gaya y dedicatoria autógrafa a Ceferino Palencia, marido de la malagueña Isabel Oyarzábal, la primera embajadora de España; cuatro años antes, se había publicado por entregas en la revista Hoy, su diario, que sería publicado por la editorial Minerva, fundada por su marido, con el título Éxodo: Diario de una refugiada española, con prólogo de León Felipe, y considerado como una de las principales obras del exilio. En el diario nos relata los últimos meses de la guerra, sufridos en un barrio obrero, próximo a Barcelona. “En un rincón yace llena de polvo la guitarra- nos cuenta la autora-. Las cortinas han sido desgarradas por las bombas. Sobre los tejados ya no revolotean los pájaros. ¿Dónde estarán los pájaros? ¿En qué región habitarán, ahora, las golondrinas, los gorriones y los jilgueros? Todo está, ahora, desgarrado por la guerra. Voy a partir. ¿Cómo y a dónde? No lo sé...” Seguidamente nos narra una amarga visión de los campos de concentración franceses. «En Argelès es más fácil entrar que salir -nos dice Silvia Mistral-. Una playa inmensa, y nada más. Ni caseta, ni agua, ni comida, ni enfermeros, ni medicinas. Sólo la arena y el mistral. Y los senegaleses. Altos y negros, semejan niños a los que se ha dado un fusil y un uniforme y una orden de matar. Nadie puede imaginar cómo es esta playa con el frío y en la noche. No hay una venda para los heridos ni un poco de agua hervida para los enfermos...” Finalmente, la autora nos refiere su viaje hasta México en el buque Ipanema : “Cuando el Ipanema se aleja del espigón, unos y otros lanzan tres gritos: ¡Viva México! ¡Viva Cárdenas! ¡Viva la República! Nadie dio un hurra a Francia”.
Silvia Mistral, seudónimo de la escritora y crítica cinematográfica Hortensia Blanch Pita, nace en La Habana el 1 de diciembre de 1914 y fallece en Lomas de Bellavista, Ciudad López Mateos, del Estado de México. De padre catalán y madre gallega, desde 1920 hasta 1926 vive en Vilalba, provincia de Lugo, volviendo nuevamente a La Habana. Al proclamarse la República regresa a España, estableciéndose en Barcelona, donde trabaja de ayudante en un laboratorio químico, al tiempo que colabora en el suplemento literario de Las Noticias, y, más tarde, en El Día Gráfico. Su pasión por el cine le lleva a ejercer la crítica cinematográfica en las revistas Popular Film, Films Selectos y Proyector, y a realizar algunas adaptaciones cinematográficas para las compañías Paramount y Metro. Afiliada a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), durante la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco colabora en las revistas Umbral y Solidaridad Obrera, y en el periódico La Vanguardia, donde aparecen sus crónicas de guerra. También es locutora de Radio Oficial Republicana y secretaria de la revista Nuevo Cine. Traba amistad con la reportera gráfica húngara Kati Horna, con la que mantiene una colaboración que se prolongaría en el exilio. Al terminar la guerra emprende el camino del exilio, en Francia pasa por centro de acogida Les Mages (Gard) y por el campo de concentración de Argelès-sur Mer. En julio de 1939 viaja de Francia a Veracruz, México, a bordo del buque Ipanema, acompañada de su marido. “Fue por ese principio literario que decidí no escribir sobre mi problema personal -nos dice la propia Silvia Mistral-; por eso puse EL que era Ricardo Mestre, de Vilanova y la Geltrú, director que fuera del diario Catalunya publicado en la guerra y comisario cultural en el frente”. En México colabora en diversas publicaciones Aventura, donde publica varios cuentos, El Libertario, publicación anarquista cubana, Comunidad Ibérica... llegando a convertirse en columnista del periódico Excelsior. Utiliza otros seudónimos literarios Silvia M. Robledo, Ana María Muria o María Luisa Algarra. Vende colonia de puerta en puerta. Retorna a la crítica cinematográfica en la revista Arte y Plata. En 1978 publica Interludio Ibérico, trabajo en colaboración con Campio Carpio, Bartoli y Molins Fabraga. Escribe novelas rosa , como Violeta imperiales, de gran éxito, y los cuentos La cola de la sirena (1983), Mingo, el niño de la banda (1985), La cenicienta china (1986) y La bruja vestida de rosa (1988). En sus últimos años pertenece a la Liga Defensora de Animales de México.
Finalizamos esta breve semblanza con un párrafo de su diario, escrito el día 8 de julio de 1939, al pisar tierra mexicana, de la que no volvió jamás: “Venimos con la ilusión de empezar una vida deshecha por los horrores de la guerra. Somos todos pobres. Traemos solamente el recuerdo de las cosas que quisimos formar y que se perdieron en la guerra o en el éxodo. Nos queda el alma, elevada y purificada por las angustias del exilio, el afán de recobrar lo perdido, para nosotros y para aquéllos que gimen bajo el manto fatal de la tragedia”.
Francisco Arias Solís
… debemos vivir con satisfacción el haber aportado nuestro pequeño grano de arena a la gran obra universal que significa la liberación de los hombres. (Frase de Fermín Salvochea glosada en el libro: 102 razones para recordar a Salvochea)
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