jueves, 1 de abril de 2010
Esteban Manuel de Villegas por Francisco Arias Solís
ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS
(1589-1669)
“Yo vi sobre un tomillo
quejarse a un pajarillo,
viendo su nido amado,
de quien era caudillo,
de un labrador robado.”
Esteban Manuel de Villegas.
LA VOZ DE UN ENAMORADO DE LAS FORMAS CLASICAS
Entre los mejores poemas de Esteban Manuel de Villegas se halla su oda sáfica Al Céfiro que figura entre las “Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana”, escogidas por Menéndez Pelayo, entre lo mejor de la literatura española antigua y moderna.
La imitación clásica, pero no de los poetas latinos, tan frecuente, sino de los griegos, ofrece un caso de particular importancia en Villegas, dedicado cultivador de la poesía bucólica. Fue llamado el “Anacreonte español”. Tan selecto humanista refractario a cualesquiera innovaciones poéticas de su tiempo, fue un personaje de retorcida condición, extrañas costumbres e ilimitada petulancia. Cuando en 1618 publicó sus Eróticas o amatorias en ocho libros, imprimió en la portada un grabado con un sol naciente rodeado de estrellas y esta inscripción : “Me surgente, quid istae?”. Tan genial menosprecio molestó de tal manera a sus colegas de la poesía, al sentirse aludidos, que Villegas hubo de retirar el grabado de los ejemplares no vendidos aún. Lope de Vega escribió de él en su Laurel de Apolo, “aunque dijo que todos se escondiesen / cuando los rayos de su ingenio viesen...”
Esteban Manuel de Villegas nació en Matute, localidad riojana cerca de Nájera, el 5 de enero de 1589. Muy joven se trasladó a Madrid y estudió luego en Salamanca. A los treinta y seis años se casó con Antonia de Leiva, una joven de quince años, de la que tuvo siete hijos. A los 71 años fue procesado por la Inquisición, acusado de sostener ideas peligrosas sobre el libre albedrío, hablar con demasiada libertad sobre cuestiones religiosas y tener manuscrito un cuaderno de sátiras, una de ellas contra las comunidades religiosas. Fue obligado a abjurar “de levi” y castigado a destierro, por cuatro años, de Logroño, Nájera y Madrid, sus papeles fueron recogidos, y se perdieron sus sátiras. A los ochenta años andaba todavía pleiteando sobre unas tierras. Esteban Manuel de Villegas murió en Nájera el 3 de septiembre de 1669.
Las poesías de Villegas, que preludiaban el espíritu del siglo XVIII, fueron muy admiradas e imitadas en dicha centuria. Villegas, que tenía el don de la poesía delicada y graciosa, es sobre todo un afortunado traductor y adaptador; la lírica bucólica y amorosa de Tibulo, Propercio, Ausonio y Catulo, y de Teócrito y Anacreonte entre los griegos, se avenía a la perfección con sus gustos y cualidades y supo interpretarlos con fortuna; el último, sobre todo, lo siguió hábilmente en temas y ritmos, para cantar en deliciosas composiciones de metro corto los amores traviesos, los placeres del campo y del vino o las delicias de la mesa. En este género, refinado y lindo, delicado y sutil, Villegas no conoce rival en nuestra lírica. Conocidísima es su delicada cantilena El pajarillo o la dedicada A una fuente o A Lidia, suplicándole un beso. “Divide esos claveles / más dulces que las mieles / y más que los panales / divide esos corales...”
Enamorado de las formas clásicas, trató Villegas de adaptar sus metros al castellano, conversión de gran dificultad, puesto que al no tener los metros griegos y latinos un número de sílabas ni acentos fijos, no podían tener perfecta transposición en nuestro idioma. Acertó, sin embargo, plenamente con la estrofa sáfico-adónica por su exacta adecuación a nuestros endecasílabos y pentasílabos. De éste es ejemplo su famosísima composición Al Céfiro: “Dulce vecino de la verde selva, / eterno del abril florido, / vital aliento de la madre Venus, / Céfiro blando...”.
Francisco Arias Solís
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