viernes, 29 de febrero de 2008

JOSE LOPEZ PINILLOS POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JOSE LOPEZ PINILLOS
(1875-1922)

“Un cálido soplo de titán arremolinó el polvo
y las hojas, y, en seguida, se oyó un trueno formidable,
y como si el estallido hubiese reventado a la nube,
vaciáronse sus entrañas con inaudita furia.”
José López Pinillos.

LA VOZ DE UN GRAN ESCRITOR

A lo largo de su ejecutoria periodística, Parmeno (seudónimo celestinesco que empezó a usar hacia 1907 López Pinillos) logró una popularidad extraordinaria. Una buena parte de la producción de Parmeno se produjo en forma de crónicas periodísticas. Dejando al margen su obra teatral (en la que contribuyó decisivamente al apuntalamiento de un género: el drama rural), las peculiares limitaciones y las mejores virtudes de López Pinillos se identificaron con la creación de novelas cortas. Su narrativa fue un antecedente de la novela social y asimismo del tremendismo.

El escritor sevillano bordeó frecuentemente la perfección en el género de la novela breve. Su peculiar sensibilidad para la creación de ambientes opresivos y broncos contribuyó decisivamente a la coherencia de los relatos: lo que en algunas novelas de Galdós y la Pardo Bazán empieza a apuntarse -el compacto chafarrinón de la España negra, asociada sistemáticamente al mundo rural-, se perfecciona en López Pinillos, en Eugenio Noel, en Felipe Trigo, en Silverio Lanza, redondeado en nuestro caso por un insólito sentido de lo grotesco y caricatural. El ladronzuelo (1901), Frente al mar (1914) y Cintas Rojas (1916) son consumados ejemplos de cómo una “imagen-relato” vertebra, sin fisuras, una acción que funde ambiente y símbolos personalizados en una trama perfectamente trágica.

De sus tres novelas largas Las águilas (1911), Doña Mesalina (1910), y El luchador (1916), la segunda es la mejor. Doña Mesalina representa en nuestra literatura -juntamente con Jarrapellejos de Felipe Trigo- la culminación de las novelas de tema caciquil. Novela sobre la condición social de la mujer de clase media, enlaza con los intentos de novela social de los años treinta y, por su peculiar mundo de tragedia y brutalidad, coincide -en ciertos aspectos- con el Valle-Inclán de los esperpentos, dentro del marco de una compleja visión de la España negra. En El luchador, su última novela, describe el ambiente corrompido del periodismo y la bohemia literaria en el Madrid de las primeras décadas del siglo XX.

José López Pinillos nació en Sevilla el 2 de junio de 1875. Las escuetas notas biográficas accesibles hablan de que su infancia transcurrió en Osuna, pero volvió a Sevilla para cursar el bachillerato y estudios de derecho y de que la ruina familiar le obligó, a los veinticinco años, a buscar trabajo en Madrid: un periódico donde escribir y un empresario teatral que quisiera estrenar El vencedor de sí mismo (1900), primer drama de una interesante carrera escénica. Parece que fue dura la consecución de ambos proyectos.

Cuando en 1902, El Globo, que había sido órgano del “posibilismo” castelaniano, es adquirido por Rius y Periquet, López Pinillos entra en su primera redacción memorable, pues con él están Pío y Ricardo Baroja, Martínez Ruiz, Luis de Oteyza y otros conocidos bohemios de cuerda política radical. La crisis económica de El Globo no tardó en llevar a su redacción -y a su famosa tertulia- a las páginas de España, diario fundado por un grupo vinculado a Maura y dirigido por Manuel Troyano quien incorporó a la nómina transcrita la colaboración de Ramiro de Maeztu, Francisco Grandmontagne y Luis Bello.

Pero España fue también una experiencia breve, y de ella López Pinillos pasó a los dos grandes periódicos independientes -aunque prerepublicanos- del momento, El Liberal y Heraldo de Madrid, y en ellos escribió hasta su muerte ocurrida en Madrid, el 12 de mayo de 1922, dejando inacabada su obra teatral La nariz, que fue concluida por los hermanos Quintero con el título de Los malcasados.

Entre los títulos más relevantes de sus novelas se encuentran, además de las citadas, Sangre de Cristo (1907), Ojo por ojo (1915) . Su producción dramática con títulos como La casta (1912), El pantano (1913), Esclavitud (1918), La red (1919) y La tierra (1921), le hizo figurar entre los mejores y más conocidos dramaturgos de su momento.

Pérez de Ayala, el más cualificado valedor del realismo crítico en aquellas fechas, ha dejado sobre Doña Mesalina algunas pertinentes y significativas apreciaciones: “Doña Mesalina es una obra que, dentro de su género, anda muy cerca de la perfección (...). Doña Mesalina es una novela verista. Y con esto dicho está que su estirpe es castellana y que en su abolengo suenan los nombres de Rojas, Cervantes, Mateo Alemán, Mendoza, Liñán y Verdugo, Salas Barbadillo, Gracián, Somoza y otros tantos.” Por su parte, Azorín no fue menos parco en elogios ni en buscar filiaciones clásicas a Parmeno: “La novela de López Pinillos hace pensar desde las primeras páginas en la novela netamente picaresca española (...). El libro de López Pinillos -y en esto estriba todo su valor, toda su significación literaria- marca una evolución en la novela picaresca. Al fondo castizo, nacional, de la antigua novela, López Pinillos une la observación más justa, más exacta, más objetiva de la realidad”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Gracias.

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