AMADO NERVO
(1870-1919)
“Más que las rosas, amo los lirios,
y las gardenias inmaculadas;
más que los claveles de sangre y fuego,
la sensitiva mi vista encanta...”.
Amado Servo.
LA VOZ DEL POETA SENSITIVO
Para llegar a la bondad extrema y la dejación que lo hicieron tan grato a todos los ojos, trataba de convencerse de que sólo era pensamiento, de que no existía: “Dios sí existe / nosotros somos lo que no existimos”.
Su espíritu de renunciación lo perdonaba todo. El odio no se alojaba en su pecho. Una vez en su propia casa, le robaron algún dinero. La cantidad era considerable. Nervo sospechó del ladrón, y se avistó con un jefe de policía para que rogara al miserable la restitución , no de los dineros, sino de la cartera vacía, recuerdo de una mujer a la que había amado mucho. Por ese camino de la bondad y la sencillez llegó al éxito y fue tremendamente popular: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”
Amado Nervo, por encima de todo es un fiel representante del poema de la belle époque. Bueno, sentimental, inconstante. Enamorado eterno de la mujer, melancólico y con porte parisino. Reunió todas las cualidades para obtener un gran éxito, tanto en lo que se refiere a su persona como a su obra, ambas muy del gusto de la gente refinada de aquellos tiempos pasados. En el último año de su vida, en una conferencia pronunciada en Buenos Aires dirige sus palabras a las mujeres, “yo empecé a quereros a vosotras antes que vosotras me conocierais a mí”. A su muerte, en Montevideo, hubo duelo nacional y el gobierno de Uruguay lo transportó a México en uno de sus cruceros, entrando en Veracruz escoltado por otros cuatro que enviaron la Argentina y Cuba. Fue enterrado en la Rotonda de Hombres Ilustres. La popularidad de Nervo fue extraordinaria, y su poesía fue, sin duda, una de las más representativas del modernismo.
Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo Ordaz nace en Tepic, ciudad mexicana, el 27 de agosto de 1870. Estudia Derecho y Teología, Abandonó la carrera eclesiástica para abrazar el periodismo. Realiza una activa labor poética en su patria, en los albores del silgo XX, perteneciendo a los grupos modernistas de la Revista Azul. Posteriormente vive en París, donde ejerce como periodista, y desde allí marcha a Italia. Es nombrado profesor de Literatura en la Escuela Nacional de México.
Como diplomático reside en Madrid (1908-1918). Sus fechas más señaladas, las vive en la capital de España, donde traba amistad con Rubén Darío, y con la inspiradora de su famoso poema La amada inmóvil, Ana Cecilia Daillez. Un día frío entierra a su bien amada, principal musa poética, la que le desespera con su quietud en el recuerdo por más que intenta resucitarla en sus versos.
Es nombrado embajador plenipotenciario en Buenos Aires y Montevideo. Amado Nervo muere en Montevideo el 14 de mayo de 1919.
“Busco –llegó a confesar- el tono discreto, el matiz medio, el colorido que no detona”. Su poesía, lírica, es delicada y elegante, con acento religioso y honda preocupación por los problemas de la existencia humana, el dolor y la muerte. Toda su obra, aun con sus juegos y sus ironías, está influida por la imitación de Kempis, que pareció ser su libro de cabecera. Entre sus numerosos libros poéticos destacan: Perlas negras (1898), Místicas (1898), Poemas (1901), Lira heroica (1902) El éxodo y las flores del camino (1902) Los jardines interiores (1905), En voz baja (1909), Serenidad (1914), Elevación (1917), Plenitud (1918) y El estanque de los lotos (1919); otras dos obras, La amada inmóvil y El arquero divino aparecieron póstumamente. Escribió también algunas novelas: El bachiller (1895), Pascual Aguilera (1896), El domador de almas (1899), El sexto sentido (1918) y Amnesia (1918).
Rubén Darío decía del poeta mexicano: “Sensitivo, verleniano, virtuoso en la ejecución del verso, y, sobre todo, sincero y de conciencia, que en esto, como en todo, es lo principal; tiene su triunfo seguro”.
Amado Nervo, poeta radical, ha resistido y resiste los embates de los modos y modas literarias. Mientras haya personas sensitivas amantes de la claridad, de la música y de la hermosa palabra, la poesía del gran bardo mexicano tendrá un lugar de honor en el corazón de las gentes que se duelen, aman y esperan. Y como dijo nuestro poeta: “El amor es un lázaro perenne / cuando apenas ha muerto, resucita”.
Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
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sábado, 23 de mayo de 2009
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