lunes, 25 de mayo de 2009

Ricardo Molina por Francisco Arias Solís

RICARDO MOLINA
(1917-1968)

"Dulce es vivir aunque se goce en vano,
aunque se sufra en vano dulce es vivir.”
Ricardo Molina.

LA VOZ QUE CANTA Y ENCANTA

“Ricardo –escribe Dámaso Alonso- qué cantidad de armónica belleza no has dejado. Yo leo tus páginas preciosas y el corazón me palpita con desconocida intensidad”. La primera condición del canto es aceptar la vida, pregonar su excelencia. La poesía de Ricardo Molina es siempre una interpretación sensorial de su entrega a la vida. El poeta se siente expresado por la naturaleza, que es su naturaleza, la andaluza: el sol, el olivar, los largos horizontes hacia el mar... Su sabiduría se encuentra en el amor, en la identificación con el gozo mismo de vivir. Su ciencia es la vida la que se le negó pronto.

Ricardo Molina Tenor nace en Puente Genil (Córdoba) el 28 de diciembre de 1917. Poco después se traslada con su familia a Córdoba. Realizó sus primeros estudios en el Instituto Nacional de Enseñanza de Córdoba, en 1941 terminó su licenciatura de Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla.

En Córdoba se entregó a la actividad docente, aunque no obtuvo una plaza de funcionario público hasta 1966, y colaboró en la prensa local con multitud de artículos literarios y folklóricos. En octubre de 1947 se enciende en Córdoba la antorcha de la poesía. Aparece el primer número de Cántico, revista que fundó con Pablo García Baena, Juan Bernier, Mario López, Julio Aumente, Vicente Núñez y otros escritores y artistas cordobeses. Más tarde, Ricardo Molina se preguntaría: “¿Es ésta aquella Córdoba de la “solera pálida” / en las viejas tabernas patriarcales / cuando con voz un poco tembloroso leía / Pablo García Baena la Egloga de Belisa”.

Molina cultivó tanto la poesía como la prosa, de la que merecen destacarse sus ensayos sobre el cante flamenco, y sus reflexiones sobre la función social de la poesía. Firmó con el que sería posteriormente famoso pseudónimo Eugenio Solís. Como traductor realizó importantes versiones de poetas latinos, italianos y franceses. En 1949 obtuvo el premio Adonais Ricardo Molina muere en Córdoba el 23 de enero de 1968, tenía sólo 50 años.

Ricardo Molina canta a la vida y no a la muerte y canta a la vida y no al sueño, la otra imagen de la muerte. Ni sueño ni ensueño, sino realidad vivida hasta los bordes. Al canto lo mueve fundamentalmente el amor. Y tratándose de amor, el gran libro de Ricardo Molina es Elegías de Sandua (1948). Libro de recuerdos amorosos, biografía de dos. “Pero la vida es siempre más larga que el amor”, nos confiesa el poeta pontanés.

El río de los Angeles , Regalo de amantes , Cancionero, Corimbo, Elegía de Medina Azahara, La casa, A la luz de cada día son títulos publicados antes de su muerte. Elegía de Medina Zahara es el libro donde hay más noche y más luna. Los poetas árabes como él, cantaban a la luna, y entre las ruinas de Medina Zahara él evoca la música, el amor, la “noche escanciando / vino de luna”.

Homenaje es un libro escrito entre 1956 y 1966 que reúne más de un centenar de poemas homenajes a poetas de cualquier época: Virgilio, Ovidio, Dante, Garcilaso, Góngora, Goethe, Whitman, Bécquer, Verlaine, Rilke, Unamuno, Nietzche Juan Ramón Jiménez, Antonio y Manuel Machado, Lorca, Neruda, Salinas, Brecht, Miguel Hernández, Alberti, Dámaso Alonso, Gabriela Mistral, Gerardo Diego, Guillén, Borges, Aleixandre, Rejano, José Luis Cano, Otero, Celaya, los compañeros de Cántico...

Ricardo Molina es un infatigable paseante, Juan Bernier lo ha pintado en prosa paseando en su tierra cordobesa mientras se hermanaba con la mejor cultura suya andaluza, árabe, occidental, universal. “Me acuerdo de tu manera de enseñarnos Córdoba”, escribía Dámaso Alonso. Y este poeta cordobés tan de la tierra y cruzador de sus caminos, jamás abandonó la poesía.

El vino es el gran símbolo dionisíaco en la poesía de Molina. Córdoba es tierra de buenos vinos, igual que de hermoso sol. En el vino hay un “ardiente ruiseñor”. El poeta es otro ruiseñor. Ricardo Molina es un importante eslabón en esa cadena de cantares cuya voz y cuyo destino brillan sobre cielo y tierra, cantando, encantando con el estremecimiento puro del ruiseñor. Y como dijo el poeta pontanés: “Muy corto es el camino que conduce / de todo a nada”.

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es

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