sábado, 16 de mayo de 2009

Claudio Sánchez-Albornoz por Francisco Arias Solis

EN EL 25 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE
CLAUDIO SÁNCHEZ-ALBORNOZ
(1893-1984)

“¡Ay, dulce y cara España,
madrastra de tus hijos verdaderos,
y con piedad extraña
piadosa madre y huésped de extranjeros!”
Lope de Vega.

LA VOZ DE TODO UN HOMBRE

Don Claudio, con un pie en el estribo para el último viaje, decía: “Mucho debo a España y a la Argentina, pero algo me deben ellas a mí”.

Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña nace en Madrid el 7 de abril de 1893. Cursó estudios en la Institución Libre de Enseñanza. En 1913 se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Un año más tarde se doctoró. De archivero pasó a catedrático de Historia de España en las Universidades de Barcelona, Valencia, Valladolid y Madrid y posteriormente a medievalista insigne. Miembro de Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña, fue diputado durante la II República por Ávila. En 1932 comenzó a ejercer como Rector de la Universidad Central, tomó parte en la creación del Centro de Estudios Históricos, fue ministro de Estado (1933). La guerra civil le cogió como embajador de España en Lisboa. Después de una gran labor de ayuda a los exiliados españoles, tuvo que abandonar Portugal, estableciéndose en París. Imparte clase en la Universidad de Burdeos. Se ve obligado a huir para evitar caer en manos de los nazis y de la policía franquista. Llega a Argel, y desde allí se traslada a su amada Argentina, “que me acogió generosa y fraterna, y que con su generosidad me ha permitido trabajar científicamente durante muchas décadas y crear en ella una brillante escuela de medievalistas que constituye mi orgullo”. En la Universidad de Mendoza inicia su labor docente, pasando después a la Universidad de Buenos Aires (1942), en la que funda el Instituto de Historia de España. Es elegido presidente de la Asociación de Intelectuales Republicanos Españoles. En 1962 y por encargo de Jiménez de Asúa, Sánchez-Albornoz asumió la jefatura del gobierno de la República española en el exilio, cargo que desempeña hasta su renuncia en 1970.

En octubre de 1976, tras numerosos años en el exilio Sánchez-Albornoz regresó temporalmente a España. La visita culminó –pocas horas antes de emprender regreso a Buenos Aires- en la audiencia regia del palacio de la Zarzuela. De esta entrevista escribió: “Azcárate había visitado a Alfonso XII en el Palacio Real sin dejar de ser republicano, bien podía yo a acudir a conversar con su nieto sin dejar de serlo”.

Don Claudio, catedrático sin par y maestro de historiadores, es conocido y reconocido universalmente. En 1925, en plena juventud, fue elegido por unanimidad miembro de número de la Academia de la Historia. En 1935 le acogió en su seno la Academia de Sciencias de Lisboa. Doctor “honoris causa” por las Universidades de Burdeos, Gantes, Tubinga, Lima, Buenos Aires, Oviedo, Valladolid, Lisboa... Hijo adoptivo de Asturias, Medalla de Oro de la ciudad de Ávila,, Gran Cruz de Carlos III... En 1970 la Academia de Roma le otorgó el Premio Internacional Feltrinelli, especie de Nobel de Historia, que le consagra como único español que le obtiene en este campo específico. En 1978, el rey impuso la gran cruz de Alfonso X el Sabio, al que durante tiempo fuera figura visible del republicanismo español. En 1984 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En julio de 1983, Claudio Sánchez-Albornoz vuelve a España estableciéndose en Ávila, donde fallece el 8 de julio de 1984..

Su producción histórica es sencillamente colosal. Ahí están su España musulmana, su monumental Orígenes de la nación española, sus valiosos Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas, sus Estudios visigodos y Despoblación y repoblación del valle del Duero, su magnífico y exhaustivo Reino astur-leonés, el extraordinario España, un enigma histórico y su célebre Estampas de la vida en León hace mil años.

Su dignidad le llevó a permanecer más de la mitad de su vida en el destierro. Un gran historiador francés, Jacques Fontaine, le ha aplicado la frase unamunesca y ha dicho de él que es “nada menos que todo un hombre”.

Esta era su afirmación básica: “He dicho y repetido que la Historia es la hazaña de la libertad y la libertad la hazaña de la Historia”. Fundidas, a su fe religiosa, y su fe en la libertad, se afirma en el historiador una convicción optimista en el progreso, indefinido del hombre, llamado siempre a un más alto destino. La identificación de ese destino histórico con la búsqueda eterna de la libertad, le lleva a contemplar, serenamente, reduciéndola en todo caso a episodio pasajero en el transcurso de los siglos, incluso la posibilidad de una realización plena de la utopía comunista. “Aunque el comunismo triunfe en todo el mundo –decía Sánchez-Albornoz-, cosa que es inimaginable ..., siempre habría un después diferente”.

Este “conservador revolucionario” acaba siempre, por encima de todo, en historiador. Y es que, como dijo nuestro maestro de historiadores: “Hoy no se puede negar que el hombre y los pueblos somos ante todo historia”.

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias


No se puede ser libre más que entre libres.

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Gracias.

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