VENTURA DE LA VEGA
(1807-1865)
“Pon en olvido profundo
esa experiencia fatal;
que no basta pensar mal
para ser hombre de mundo.”
Ventura de la Vega.
LA VOZ DE LA ALTA COMEDIA
Iniciador de la llamada “alta comedia”. Liberal en su juventud, formado en el colegio de San Mateo, que regentaba Lista y Hermosilla, participó en las luchas contra los absolutistas. Ventura de la Vega está considerado como el iniciador del drama “realista” y señala más que una oposición al romanticismo, la evolución y término de éste.
Buenaventura José María de la Vega y Cárdenas, más conocido por Ventura de la Vega, nace en Buenos Aires el 4 de julio de 1807. Aunque argentino de nacimiento, siempre se preció del doble título americano-español, fundiendo en uno sólo sus dos grandes amores: el de la patria nativa y el de la patria de sus progenitores: “La madre España en su seno / me dio acogida amorosa: / suyo fui; más siempre yo / recordé con noble orgullo / que allá mi cuna, al arrullo / de las auras, se meció”. Al quedar huérfano de padre a los cinco años, su madre, para darle educación esmerada, lo envía a España bajo el cuidado de un tío suyo. Asiste en Madrid al colegio de la calle de San Mateo, y, al ser clausurado éste por orden de Calomarde, continúa recibiendo lecciones en casa de don Alberto Lista. Es uno de los fundadores de la Academia del Mirto, que preside el mismo Lista. Tiene por condiscípulo en esta época a Espronceda, con quien le uniría siempre entrañable amistad. Forma parte de la sociedad secreta Los Numantinos, lo que le ocasiona un arresto de tres meses que cumple en el convento de los Trinitarios. Se abre camino en el mundo literario con traducciones y arreglos de piezas del teatro francés. Obtiene pronto un empleo como auxiliar del ministerio de la Gobernación. En 1836 se le nombra secretario del Conservatorio, y allí conoce a la cantante doña Manuela de Lema, con la que contrae matrimonio, y que había de influir notablemente en el cambio de sus ideas, según testimonio de Valera. Profesor de literatura luego de Isabel II y más tarde su secretario particular. Agregado a la Embajada Española de París y, sucesivamente, director del Teatro Español, del Conservatorio y subsecretario de Estado. Fue también desde 1842 académico de la Española y Gran Cruz de Isabel la Católica. Murió en Madrid el 28 de noviembre de 1865. Hijo suyo fue Ricardo de la Vega, autor de numerosas obras del llamado “género chico”, entre ellas la famosísima La verbena de la Paloma.
Aunque Ventura de la Vega cultivó la lírica con notable fortuna su fuerte estriba es el teatro. Escribe libretos de zarzuela, alguno tan conocido como Jugar con fuego (1853). Menos fama alcanzaron El marqués de Caravaca y La cisterna encantada. Compone una feliz imitación de los autos sacramentales: La tumba salvada; y una Crítica de El sí de las niñas. Procura imitar el teatro de Moratín, si bien acomodándolo a su época, en El hombre de mundo (1845). En esta obra se introduce la alta clase media como tal –terratenientes que viven en Madrid de sus rentas y sin trabajar-, clase pudiente que no tiene que ocuparse en nada y habla de celos, de amor, de matrimonio; habla de eso filosóficamente como el título indica. Su tono y estilo son naturales; su relación con los criados también. Los señoritos aluden al “demi monde” con modales que le convienen y que son si no más auténticos por lo menos tanto como los de salón. Pese a la intención del autor, penetramos en ese mezquino mundillo socio-moral. En cambio, la intención del comediógrafo es evidente por lo que se refiere a la renovación espacial y al manejar una acción sencilla con personajes de sus días. Con El hombre de mundo alcanza Ventura de la Vega su mayor éxito y uno de los triunfos mayores de la época. El hombre de mundo preludia la “alta comedia” y es el paso obligado para llegar desde Bretón a López de Ayala o a Tamayo y Baus.
El hombre de mundo, juntamente con Don Fernando de Antequera (1847) y La muerte de César (1865), son los tres dramas que otorgan a Ventura de la Vega un puesto avanzado en nuestro teatro del siglo XIX. Es autor asimismo del libreto de la zarzuela Jugar con fuego.
Lo mejor de su obra lírica hay que buscarlo en algunos poemas de su juventud: Orillas del Pusa, Imitación de los salmos, El canto de la Esposa y su oda A mis amigos.
Ventura de la Vega es uno de los buenos dramaturgos de su siglo, y en muchos aspectos superior a cualquiera de aquellos a quienes hizo la honra de traducir. “Ventura de la Vega -escribe Menéndez Pelayo- ha pasado ya a la categoría de los clásicos modernos”. Y añade: “El más correcto, atildado y pulcro, y el más académico, en suma, de todos los artistas literarios de la generación a que perteneció”. Y como dijo el poeta americano-español: “Hoy, que a coyuntura tirana / suceden fraternos lazos, / y España tiende los brazos / a la América, su hermana: / bañado en júbilo santo, / yo, americano-español, / a la clara luz del sol / la unión venturosa canto”
Francisco Arias Solís
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domingo, 19 de julio de 2009
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