EDUARDO BARRIOS
(1884-1963)
“Tres públicos reciben la obra de arte; el superior,
uno de segunda y de tercera otro. Sólo deben
interesarnos el primero y el último; pues el de primera
es la sensibilidad refinada y de conciencia, y el de tercera
el de la frescura y espontaneidad.”
Eduardo Barrios.
LA VOZ DE UN NARRADOR ARISTOCRÁTICO Y MUY POPULAR
Los novelistas hispanoamericanos han creado un tipo de novela social con personajes humanos bien logrados, en los que se han profundizados en los caracteres, haciendo de ellos unos estudios acabados; un novelista que en este sentido merece especial atención es el chileno Eduardo Barrios, uno de los autores más leídos, como lo demuestran las ediciones de sus obras. Su novela Gran señor y rajadiablos (1948), al año siguiente de su aparición había sido editada nueve veces y agotados cien mil ejemplares. Barrios,dentro de una máxima pulcritud artística, sin halagos para el lector vulgar, sabe mantener viva la atención del público.
Eduardo Barrios es un narrador aristocrático y muy popular a la vez. Dándose con noble trabajo de escritos a la sabiduría y a la sinceridad, logra novelas cada vez más perfectas. En el cuento tiene narraciones muy atractivas que figuran ya en las antologías de Hispanoamérica.
Eduardo Barrios Hudtwlcheer nace en Valparaíso el 25 de octubre de 1884 y muere en Santiago el 13 de septiembre de 1963. A la muerte de su padre, con cinco años de edad, se establece con su madre en Lima. Donde hubo de recorrer varios centros de enseñanza. A los quince años regresa a Chile e ingresa en la Escuela Militar, que abandona antes de ser oficial. Recorrió toda la América Latina, realizando trabajos muy dispares como comerciante, buscador de minas, vendedor de estufas económicas, viajó entre cómicos y saltimbanquis, levantó pesas en un circo, se empleó en oficinas salitreras, etc. Al volver a Santiago trabaja como funcionario de la Universidad de Chile y como taquígrafo en la Cámara de los Diputados. En 1910 contrae matrimonio con Deifiria Passe. Cinco años más tarde es redactor del diario La Mañana. Colabora en Pluma y Lápiz, Zig-Zag, Pacífico Magazine y otras publicaciones. En 1920 contrae segundas nupcias con Carmen Rivadeneira. Dirige la revista Atenea, de la Universidad de Concepción. En 1927 es nombrado Director del Servicio de Bibliotecas y Archivos. Ese mismo año con el gobierno de Carlos Ibáñez, accede al cargo de Ministro de Educación, cartera que desempeñó hasta noviembre de 1928. Fue redactor de los diarios El Mercurio y Las Últimas Noticias. En 1946 obtuvo el Premio Nacional de Literatura. En 1953 es nombrado nuevamente Director del Servicio de Bibliotecas y Archivos, vuelve a ser Ministro de Educación e ingresa en la Academia Chilena de la Lengua.
Sus dos novelas más importantes, El niño que enloqueció de amor (1915) y El hermano asno (1922), cuentan con un clima semejante; en la primera lo crea el diario de un niño hipersensitivo que a los diez años se enamora de un mujer; sus sufrimientos le condenan a la enfermedad y luego a la locura. El caso psicológico de El hermano asno lo narra un franciscano que no ha olvidado su pasado mundano ni su amada, a cuya hermana menor encuentra ahora. La pasión vuelve a surgir en él; pero otro franciscano tenido por santo trata de violar a la muchacha en la oscuridad del locutorio. Posteriormente Barrios contempló la realidad chilena Tamarugal (1944) y sobre todo en Gran señor y rajadiablos, que exalta la memoria de un patrón agrario, cuya vida relata en la niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez; si resulta interesante el ahonde en el personaje, no lo es menos el cuadro que ofrece de Chile desde la perspectiva de un ser que pretendió volver la espalda a su época y rechazar la máquina porque de ella deriva tristeza en la faena. Otras novelas muy interesantes de Barrios son Un perdido (1917) y Los hombres del hombre (1950). Entre sus piezas dramáticas destacan: Mercaderes en el templo (1910), Lo que niega la vida. Por el decoro (1913) y Vivir (1916). Sus narraciones breves están reunidas en Del natural (1907), Páginas de un pobre diablo (1923), de trasfondo autobiográfico, y La vida sigue (1925). Y como dijo el gran novelista chileno: “Si antes la labor del campo fue mezcla de trabajo y fiesta, en lo venidero sólo habrá esfuerzo, monotonía, fatiga...”.
Francisco Arias Solís
La paz no se reduce a la ausencia de guerras
XIII Festival Poético por la Paz y la Libertad
URL: http://www.internautasporlapaz.org
Nos gustaría contar con su participación.
Gracias.
viernes, 28 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario