JUAN DE SALINAS
(1562-1643)
“Pues me es forzoso elegir,
señora, el verte o no verte,
si el ver y no ver es muerte,
más quiero verte, y morir.”
Juan de Salinas.
LA VOZ DEL ORFEBRE DEL DONAIRE
La obra poética de Salinas, autor contemporáneo de los Góngora, Lope de Vega, Quevedo, fue sacada del total olvido, a mediados del siglo pasado. Pero gran parte de su biografía sigue estando prendida de alfileres.
Juan de Salinas nace en Sevilla el 24 de diciembre de 1562. En Logroño debió estudiar humanidades el futuro canónigo, pasando muy joven a la Universidad de Salamanca. Es de notar que, si bien Luis de Góngora le llevaba año y medio de edad, estudiaron ambos en la misma universidad y en los mismos años. Por aquella época puede fecharse el juvenil y truculento romance Va de cuento, Julio amigo, y quizá también alguno que otro de sus primeros romances. Tres o cuatro años estaría luego, posiblemente en Nájera, tratando de sacar los beneficios de su doctorado, de donde resolvió pasar a Roma a pretender canonjía, después de permanecer algún tiempo (1584) en Florencia. De su permanencia en Roma, de la recia enfermedad que allí le dio y del ambiente disoluto de la Curia romana hay más de una huella en su obra poética.
No sin dificultad, consiguió el doctor Salinas ocupar su canonjía de Segovia, donde estaba ya a principios del año 1587, gozándola hasta fines de 1595. Gozándola parece ser el término propio por el tufillo de vida regalada y epicúreo desenfado que se desprende de varios romances y letrillas y de sus originales Itinerarios.
La muerte, en 1594, de su padre -cuya embrollada sucesión le tocó desentrañar, como “albacea testamentario”- debió de influir no poco en la determinación de Salinas de abandonar, antes de que acabase el siglo, su canonjía de Segovia. Hay prueba de que permaneció en Nájera y Bobadilla, por un tiempo indeterminado, haciendo cuentas, vendiendo bienes o arreglando deudas. En 1600 vuelve aparecer en Sevilla, firmando la repartición de la herencia de sus padres. Fue lo suficientemente adinerado, con su parte de la herencia, para vivir llanamente en Sevilla como “clérigo solo”, no debiendo llevar en la capital andaluza una vida muy ascética.
En Sevilla tuvo lugar su encuentro con el padre Francisco Arias jesuita, que lo “primero que le propuso fue que reformase el trage de su persona, dexando los vestidos de seda [...] deshacerse de las alajas de adorno [...] trocar la rica baxilia... “. A consecuencia de esta reforma consiguió Salinas, el 15 de enero de 1601, un nombramiento de administrador del Hospital de San Cosme y San Damián. Además de este cargo que había de conservar hasta la muerte, fue, en distintos períodos, visitador de Fábricas, visitador general del Arzobispado y visitador de monjas. Por lo que le cupo del siglo, dicen sus panegiristas que tuvo una vida ejemplar, feneciendo en Sevilla y en su Hospital el día 5 de enero de 1643. Yace sepultado en el convento de Dominicas Descalzas de Nuestra Señora de los Reyes, al pie del sepulcro de la venerable madre Francisca Dorotea -fundadora, a principios del siglo, del convento del que él fue protector y confesor-, a cuya beatificación consagró muchos esfuerzos y gran parte de su caudal, después de pasar ella a mejor vida, en 1623.
Sus sonetos, por lo general de perfecta hechura, se caracterizan, en forma totalmente opuesta, ya por la austeridad religiosa o la severidad del moralista, ya por la elegante y moderada sátira (un tanto enfática y con moralidad), por la primorosa expresión de algún pensamiento agudo, y en un caso único, por la sátira burlesca.
A su poesía epigramática se le ha denominado poesía de la sal.. Por más de cuarenta años hace Salinas alarde de su chispeante agudeza de ingenio, de su sal, visiblemente eufórica en aquel ambiente sevillano, en el que se desenvuelve con general aplauso, y aún, en los últimos achacosos de la vejez, seguirá chisporroteando su musa al amor de la lumbre.
Su inspiración y sobre todo su estilo se caracterizan por el purismo, la elegancia y la fluidez. Como ejemplo de la vena cáustica y epigramática de Salinas, puede citarse este breve epigrama “a un fraile viejo, mentiroso y falto de dientes”: “Vuestra dentadura poca / dice vuestra mucha edad, / y es la primera verdad / que se ha visto en vuestra boca”.
Se puede afirmar que, pese a la mutación que se observa en su vida, como en sus versos, entre Segovia y Sevilla, el doctor Juan de Salinas permanece siendo, en toda su obra a lo humano, con la notable continuidad que es cifra de su arte, uno de los maestros más indiscutibles del donaire en la poesía de los Siglos de Oro españoles. Y como dijo el poeta sevillano. “Si desdicha en amor desdicha fuera, / yo fuera más que todos desdichado, / pues siempre pretendí desesperado, / porque nunca alcancé lo que quisiera”.
Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Gracias.
martes, 1 de mayo de 2007
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