sábado, 21 de abril de 2007

BEATRIZ GALINDO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

BEATRIZ GALINDO
(1475-1534).


“Como aquella Latina
que apenas nuestra vista determina
si fue mujer o inteligencia pura;
docta con hermosura
y santa en lo difícil de la corte.
¡Mas que no hará quien tiene a Dios por norte!”
Lope de Vega. El laurel de Apolo.

LA VOZ DE UNA MUJER SABIA.

El crecido número de mujeres “latinistas” en el Renacimiento ha hecho creer a algunos en la existencia de una cultura femenina renacentista extraordinariamente importante. Hubo desde luego, más sabias, en los siglos XVI y XVII, que en época alguna de nuestra historia; mas conviene tener presente que ello no permite, ni con mucho hablar de cultura femenina en un período en que casi la totalidad de las mujeres sabían apenas leer y escribir; y que, por lo tanto, esta cultura femenina renacentista tuvo, en España, un carácter eminentemente aristocrático, en todo cuanto este calificativo implica de reducción y selección.

Entre las escritoras que han dejado sus huellas impresas en algo más perdurable que los ditirambos de sus contemporáneos, de las que contribuyeron, con su propia obra, al desenvolvimiento y evolución del espíritu hispano, destaca Beatriz Galindo, una de las mujeres más célebres de nuestro Renacimiento.

El de la escritora salmantina es quizá, después del de la Reina Católica, el nombre de mujer más esclarecido de la época de la Reconquista, y si bien el apodo con que se ha perpetuado, la Latina, dice bastante en qué materia hubo de descollar su ingenio, es innegable que su influencia fue considerable sobre la intelectualidad de su época.

Humanista, maestra de príncipes y consejera de reinas. Beatriz Galindo une a su gran inteligencia la más elegante discreción. Nace en Salamanca, en el año 1475. Poco sabemos de su vida. Tal vez destinada a la vida religiosa, cambia el claustro por los estudios clásicos, que realiza en la Universidad de Salamanca. Adornada con las galas de una vastísima cultura y de una virtud acrisolada, la Reina Católica la nombra su camarera y la casa, en 1495, con Francisco Ramírez de Madrid, secretario del Rey, que murió en 1501, en la campaña de las Alpujarras. Ya viuda, la Latina se dedica por entero al estudio y a sus fundaciones entre las cuales destacan el hospital de la Concepción, inaugurado en 1529, y el Monasterio de la Concepción Jerónima. Beatriz Galindo falleció el 23 de noviembre de 1534, y fue enterrada en el Monasterio de la Concepción Jerónima, en un sepulcro junto al de su esposo, en el presbiterio de la iglesia.

Beatriz Galindo hizo mucho por las letras: dirigiendo personalmente una especie de academia filosófica en su fundación de la Concepción Jerónima; en sus Comentarios sobre Aristóteles; en sus Anotaciones sobre escritores clásicos antiguos; y puede decirse que la vida toda de tan peregrina mujer fue dedicada, mitad a obras piadosas y caritativas, y mitad a difundir y emular la afición a las letras clásicas. Su propio testamento, fechado en Madrid a 9 de noviembre de 1534, es una prueba palpable de su altura de ánimo, a la par que interesantísima descripción de las costumbres cortesanas de aquel siglo. Con razón Lope de Vega, en el Canto XIX de su Jerusalén conquistada, después de ensalzar el nombre de Francisco Ramírez, el héroe de Alhabar y del sitio de Málaga; añade: “Su querida Beatriz, su prenda amada, / por segunda Nicóstrata tenida, / célebre vivirá de gente en gente, / con nombre de latina eternamente”.


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Gracias.

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