CARLOS GUIDO Y SPANO
(1827-1918)
“El flamenco nadando en la laguna,
entre el verde juncal, no es más gallardo;
espira un vago resplandor de luna,
tiene una fresca palidez de nardo.”
Carlos Guido y Spano.
LA VOZ DE UN ROMANTICISMO CLASICO
El romanticismo argentino tiene un florecimiento espléndido, aunque tardío, ya bien entrada la segunda mitad del XIX. Por constituir un grupo hasta cierto punto homogéneo cronológicamente, se le suele llamar la “segunda generación romántica” y se conoce también con el nombre de “generación del ochenta”.
Los generacionistas del 80 se sienten muy clavados en la realidad y tienen una visión bastante exacta de las cosas. Por una parte sienten que algo se les va; por otra, presagian el alborear de algo grandioso que viene a sustituir, acaso con ventaja, a lo que empieza a desaparecer. Se va la tradición y llega el progreso.
Esto es lo que inspira a los poetas más destacados del grupo: Rafael Obligado, Olegario Víctor Andrade y Carlos Guido y Spano.
Guido y Spano publicó unas Hojas al viento (1871), que recogían la producción en verso de la primera mitad exacta de su larga vida. En ellas se acusaba un temperamento reposado, sereno, dotado de una voz amablemente grata. Pero su experiencia poética era muy amplia: como que va desde los primeros románticos (pudo oír a Mármol cuando joven) hasta los ultraístas, pasando por Andrade, Oyuela, Rubén y Lugones. Poco quiso aprovechar de ninguno de éstos; prefirió anclar en un romanticismo “clásico”, valga la paradoja, a fuerza de ser fino, sobrio y libre de gestos. No en balde había traducido, o retraducido, la Antología griega.
Dos volúmenes en verso, distanciados por un cuarto de siglo, recogen su no copiosa producción: las ya citadas Hojas al viento y Ecos lejanos (1891). En ambas es Guido Spano el poeta refinado y aristocrático, que escribe sin apresuramientos, por el gusto de escribir. Sólo que en el primer volumen resulta más sencillo y sentido; en el segundo, sin olvidar su elegancia y aticismo casi congénitos, más sonante, más “poeta de ocasión”. Se trata siempre de una poesía amable, con dejos de suave escepticismo, cuidadosamente elaborada, tan elaborada que muchas veces pierde en espontaneidad lo que gana en perfección.
Carlos Guido y Spano nace en Buenos Aires el 19 de enero de 1827. Hijo de un general de la guerra de la Independencia. Pasa su juventud en Río de Janeiro, donde su padre desempeña el cargo de ministro plenipotenciario. Tras diez años en Brasil pasa a Francia. Larga estadía en París, con intervención en clubes y asambleas. Regresa a Brasil al lado de los suyos. Sale del país en virtud de una orden del Gobierno brasileño. Realiza un nuevo viaje a Europa, ahora rumbo a Inglaterra. Vuelve a París otra vez. Por fin se reintegra a su patria, contrae matrimonio y es nombrado subsecretario de Relaciones Exteriores. Va a Montevideo, de aquí a Río, con un negocio en que fracasa; pierde esposa y padres, y termina por recluirse en sus libros. Aún desempeñó varios cargos, hasta que definitivamente se retira a la vida privada. Murió nonagenario en Buenos Aires el 25 de julio de 1918.
La mejor, sin duda, de las composiciones de Guido y Spano, aprendida por muchos contemporáneos de memoria es Nenia, honda elegía sobre la desaparición de un pueblo tras los horrores de la lucha: “¡Llora, llora, urataú! / En el dulce Lambaré / feliz era en mi cabaña; / vino la guerra y su saña / no ha dejado nada en pie / en el dulce Lambaré”.
Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
El futuro se gana, ganando la libertad. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm
Gracias.
miércoles, 25 de abril de 2007
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