viernes, 13 de abril de 2007

JUAN DE JÁUREGUI POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JUAN DE JÁUREGUI
(1583-1641)

“El trabajo superior
que a las artes da valor
en el ingenio se emplea;
y éste siempre el que pelea,
solícito, en el pintor.”
Juan de Jáuregui.

LA VOZ DEl PINTOR DE LA POESIA

Juan de Jáuregui adquirió, mientras vivía, un destacado protagonismo, aunque no un importante reconocimiento. Su fama quedó reducida a exiguas menciones a veces relacionadas con su obra crítica o poética pero en la mayoría de las ocasiones traídas de los nombres de los ingenios con los que librara batalla.

Su bautismo se celebró el 24 de noviembre de 1583, en Sevilla. Su distinguido origen viene avalado por la condición de sus padres, el riojano don Miguel Martínez de Jáuregui -cuya hidalguía se remonta a mediados del siglo XV- y la sevillana doña Isabel de la Sal -de elevado linaje sevillano-.

De la primera juventud de Jáuregui se ignora prácticamente todo. Tampoco se sabe con certeza en qué fecha y por qué motivo viajó a Italia, donde permaneció algún tiempo para obtener un buen aprendizaje de la teoría y técnica pictórica, y también para conocer a los grandes poetas italianos y las modernas preceptivas literarias. En 1607 Jáuregui publicó la traducción de Aminta de Torquato Tasso. En 1661 tuvo que comparecer nuestro poeta ante el notario al ser denunciado ante el vicario general de Madrid por doña Mariana de Loaysa y su madre doña Aldonza de Vargas por incumplimiento de la palabra de matrimonio. Lo sorprendente es que el 27 de febrero del año siguiente el poeta se desposó con doña Mariana, y dos años más tarde, el 18 de enero de 1614, se celebró la boda religiosa.

La azarosa vida personal del poeta no lo aparta, sin embargo, de la creación literaria y, tras un paréntesis de tiempo, participará en dos justas poéticas que se celebraron en 1616.

La pluma de Jáuregui no se limitó a la creación poética ni tampoco a la labor crítica, sino que se recreó en los más variados, y a veces variopintos asuntos, que le distrajeron de su faceta principal como poeta.

En 1618 publicó, en Sevilla, su primer libro de poemas, que salió a la luz con el neutro nombre de Rimas. Un año después el poeta se traslada a Madrid. En 1620 Jáuregui participa en la justa poética celebrada con motivo de la beatificación de San Isidro. En 1622 participó en la justa poética en honor de la canonización de San Isidro y en otra justa convocada por la Compañía de Jesús para conmemorar la canonización de su fundador y de San Francisco Javier.

Sin duda, 1624 fue el año más importante de la trayectoria poética de Juan de Jáuregui, pues el protagonismo que tanto ansiaba alcanzó su punto álgido con la aparición de sus dos obras más significativas: el Orfeo y el Discurso poético.

Jáuregui publicó en 1925, su Apología por la verdad, para salir en defensa de fray Hortensio Félix Paravicino, quien había sido objeto de una anónima, pero durísima, Censura por su famoso Panegírico en el que elogiaba al difunto Felipe III.

Hacia 1626 es probable que Jáuregui recibiera el cargo de caballerizo de la reina doña Isabel. En 1629 se publicó en Madrid un Memorial informatorio por los pintores, Jáuregui que siempre había mostrado un espíritu especialmente favorable hacia el mundo de las artes y, en particular, a la pintura, colaboró en el Memorial. La figura del artista interdisciplinar, poeta-pintor, que encarnaba a la perfección la vieja aspiración renacentista del hermanamiento entre las artes, llegó a convertirse, durante la etapa barroca, en una imagen muy común, y a los nombres de Céspedes, Pacheco, Bocángel, Mohedano... tenemos que sumar el de Jáuregui como un excelente paradigma de esa feliz mixtura.

El perfil de hombre polémico, que Jáuregui había conseguido labrarse por sus enemistades con Góngora y Lope, se afianzó aún más hacia 1632, que, al parecer, debió ser el año en que surgió su rivalidad con Quevedo, quien atacó al sevillano con cierto desprecio en su obra La Perinola.

El 1 de julio de 1639; Jáuregui recibió por fin el tan ansiado título de la Orden de Calatrava. Poco antes de morir, el poeta sevillano dejó preparado para la imprenta el manuscrito original de uno de sus trabajos más ambiciosos, la Farsalia.

El 11 de enero de 1641, murió en Madrid don Juan de Jáuregui y, como ordenó en su testamento, “con la menos pompa y ostentación que se pueda” fue enterrado en la capilla de Nuestra Señora de la Buena Ventura, en el convento de San Basilio Y como dijo nuestro poeta: “Y pues nacidos somos mortales, / ni tiembles de la muerte aborrecida / ni la procures, que en templanza tales / hallarás el descanso de la vida”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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