sábado, 7 de abril de 2007

FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO
(1676-1764).

“Y ya se hizo evidente
que hubo en ocurrencia tal,
reflexión en el cristal
y falta de ella en la gente.”
Fray Benito Jerónimo Feijoo.

LA VOZ DEL AMANTE DE LA VERDAD

Una mañana de septiembre de 1726, frente al sonado “Mentidero” de Madrid, hallaron las gentes acicate para la curiosidad, en un amplio cartel que publicaba que por dos reales de ocho se vendía en la portería del convento de San Martín el primer tomo del Teatro crítico universal, o Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes, escrito por el padre maestro fray Benito Jerónimo Feijoo, benedictino.

Arduo y arriesgado empeño hablar de todo: filosofía, religión, historia, política, letras, física, matemáticas, medicina, costumbres, supersticiones... y en todo destacar y reprender los errores comunes, nadando a brazo limpio contra la corriente, y se vino encima de Feijoo no un diluvio, sino una legión de diluvios de cartas, réplicas, contrarréplicas, invectivas, sátiras, folletos, libros.

Firme aguantó el chaparrón quien a sabiendas lo había despertado. Y al paso que rebatía a sus contradictores, tras el tomo primero fue lanzando otros siete, y luego cinco de Cartas eruditas y curiosas en que proseguía el mismo empeño.

Había empezado a escribir a la avanzada madurez de los cincuenta años; acabó con la muerte, a los ochenta y ocho. Y la reforma de la instrucción en España, y la elevación del nivel intelectual y científico, y el destierro de mil preocupaciones coronaron su obra benemérita.

Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro nació en Casdemiro, aldea del obispado de Orense, el 8 de octubre de 1676, y murió en Oviedo el 26 de septiembre de 1764. A los catorce años entró en la orden benedictina, y fue tan recta su vida y tan segura su vocación, que confesaba en su ancianidad no haber sentido un solo minuto de hastío o desabrimiento en el claustro.

Caritativo con extremo, justo, abierto, jovial, sincerísimo, las prendas del corazón no desmayaban ante las excelencias del entendimiento. Desdeñador de la corte, encerrado en su colegio de Oviedo, fueron los honores a buscarle. Fernando VI le nombró consejero real y Carlos III le obsequió con las “Antigüedades de Herculano”. Su fama desbordó las fronteras, llegó a Europa, América y hasta las colonias asiáticas. Y el gran Benedicto XIV -saludado por Voltaire como el hombre más sabio de su siglo- honró al monje polígrafo citándolo dos veces en sus bulas.

Feijoo es de aquellos incorruptibles amadores de la verdad, pensadores positivamente libres y fuertes, igualmente desdeñosos de la novelería y de la rutina, ni miedosos de lo nuevo por lo nuevo ni enemigos de lo viejo por lo viejo: sólo apegados a la eterna lozanía de la verdad. Lúcida la razón para ver lo justo, ardiente la voluntad para abrazarlo, intrépida la lengua para decirlo. Pero sin alharacas ni intemperancias: con la serena macicez , con el ímpetu consciente del que no quiere hacer ruido sino hacer bien; del que intenta reformas constructivas y no estériles subversiones.

Y el estilo, a la par sobrio y fértil, preciso y suelto, docto y vivaz, repartiendo sustancia en breves párrafos sin cosa amazacotada ni indigesta, redondea el hechizo de este hombre cabal.

Tratando incesantemente nuestro benedictino tan graves e infinitos asuntos; batallando contra todo abuso, preocupación y corruptela; hiriendo tantos intereses y susceptibilidades, tuvo lógicamente que padecer de la Inquisición una censura.

“No esperemos a que la enemiga de los herejes descubra lo que erró la falsa piedad de algunos católicos; seamos nosotros los delatores de la impostura... “ Así lo hizo él en la ruidosa cuestión de las flores de San Luis del Monte. Así en la ficticia aparición de San Francisco de Paula sobre la hostia consagrada, aparición creída en el Puerto de Santa María en cierta octava del Corpus, por la accidental reflexión de la imagen del santo en el vidrio del viril.

Y como decía Feijoo: ”Busco la verdad en sí misma.. . no pretendo ser creído sobre mi palabra, sino sobre mi prueba. Mis razones se han de examinar, no mis méritos”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias

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Gracias.

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